- Las bandadas de Mycteria Americana regresaron después de un año a la reserva municipal Curichi Las Garzas, donde el fuego y los avasallamientos impidieron su llegada en 2024.
- En 2023 los incendios y la toma de tierras convirtieron alrededor de 300 hectáreas de esta reserva municipal en cultivos de soja y arroz.
- Los defensores de esta reserva lograron que un juez ordenara el desalojo de los invasores, así como la protección y reforestación del área.
- Se instalaron cámaras trampa para monitorear a las cigüeñas continuamente y conocer más sobre su comportamiento en las etapas de reproducción y cría.
Sin la intromisión de los avasalladores ni la amenaza de los incendios, bandadas de cigüeñas (Mycteria americana) retornaron al área protegida Curichi Las Garzas después de un año de ausencia. Esta reserva creada hace 10 años en el municipio de San Carlos, ubicado en el norte del departamento de Santa Cruz, Bolivia, ha sido codiciada por personas que buscan convertirla en extensos cultivos de soja y arroz.
Este año, quienes han tenido la posibilidad de avistar el anidamiento de estas aves en las copas de los árboles de ochoó (Hura crepitans) han quedado maravillados por la impresionante vista. Entre ellos están Roly Mamani, Ambrosio Orellana y Román Vitrón, defensores férreos de esta reserva.
Para el biólogo Huáscar Bustillos, el regreso de las cigüeñas es “un indicativo de que el lugar brinda los elementos necesarios para la supervivencia de la especie”.
El especialista destaca que este sitio es su hábitat natural para reproducción y cría de polluelos. Es un ecosistema estacional que ofrece una serie de recursos como alimentos, refugio, agua y cobertura boscosa, lo que favorece no solo la presencia de estas aves, sino también de otras especies. Bustillos también considera que la crisis climática y los acelerados procesos de daño a los bosques ponen en un riesgo inminente a especies que tienen que ser cuidadas ,como es el caso de la Mycteria americana.
Mongabay Latam y EL DEBER visitaron este refugio natural de anidamiento de cigüeñas, único en Santa Cruz.

2023: el año más devastador
Para llegar al Curichi Las Garzas, desde la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es necesario recorrer 120 kilómetros hasta el municipio de San Carlos. Y de allí, otros 38 kilómetros hasta el distrito de Antofagasta donde se encuentra esta área protegida de 1247 hectáreas. Fue creada en 2015 con el propósito de protegerla de la expansión de la frontera agrícola y de conservar este humedal, hogar de 109 especies de aves, 22 de mamíferos y 42 especies de anfibios y reptiles.
Su principal atractivo son las cigüeñas que llegan cada año, entre julio y agosto, en pleno invierno y cuando las aguas del curichi —nombre que se le da en Santa Cruz de la Sierra a un humedal— están bajas. Hacen sus nidos en las copas de los ochoós, se reproducen y permanecen allí hasta que sus polluelos están listos para emprender el viaje.
Cada año solían repetir el mismo ciclo, pero en 2024 no se encontró rastro de estas aves. Tanto comunarios como biólogos coincidieron en que esto se debió a la presión de los asentamientos ilegales e incendios dentro de la reserva, que alcanzaron su pico en 2023, con más de 400 hectáreas de bosque arrasadas por el fuego, según la Dirección de Recursos Naturales (Direna) de la Gobernación de Santa Cruz.
Para Vitrón, Mamani y Orellana, 2023 fue el peor año para el Curichi Las Garzas, no solo por la afectación generada por los incendios, sino por lo que vino después: los cultivos mecanizados de soja y arroz. Según describen, el modo en que operaron los avasalladores fue similar a los anteriores años, pero esta vez la afectación fue mayor y se acercó al área de anidamiento de las aves.
Explican que los invasores, tan pronto las llamas devoraron la vegetación nativa, ingresaron con maquinaria agrícola para preparar el terreno para la siembra. Esto fue confirmado por una comisión conformada por instituciones del Estado, concejales del municipio de San Carlos, dirigentes locales y comunarios, que ingresó el 30 de noviembre de 2023 a verificar la afectación.
La comitiva no solo se encontró con extensos cultivos de soja en etapa de cosecha y parcelas listas para la siembra de arroz, sino que los invasores salieron al paso. Primero dijeron tener permiso del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) para asentarse y luego pidieron que la reserva les fuera entregada. En aquella ocasión, la Fundación Natura calculó 300 hectáreas de cultivos de soja y lotes listos para sembrar arroz.
Mongabay Latam y EL DEBER, que acompañaron a dicha comisión, registraron imágenes aéreas y evidenciaron las denuncias de los dirigentes locales a través de análisis satelital.


Para Román Vitrón, ingeniero medioambiental y defensor del Curichi Las Garzas, lo acontecido en 2023 tuvo repercusiones adversas en 2024. Pese a que ese año no hubo fuego ni avasallamientos, las cigüeñas no llegaron a la reserva.
Un informe de Direna, del 19 de septiembre de 2025, señala que, a diferencia de 2023, cuando el Sistema de Alerta Temprana de Incendios Forestales (SATIF) de la Gobernación de Santa Cruz registró 84 focos de calor dentro del área protegida municipal, en 2024 y 2025 «no se observaron focos de calor» ni cicatrices de quema.

Lucha por la protección de la reserva
Para llegar hasta el anidamiento de las cigüeñas, que ocupa un área de diez hectáreas dentro del corazón de la reserva y donde se concentra la arboleda de ochoós, hay que caminar cerca de una hora desde el borde del área protegida y atravesar una pampa cubierta de patujús, juncos y otros árboles que no sobrepasan los tres metros de altura.
El revoloteo de las aves sobre un imponente cielo azul anuncia que su hogar transitorio está cerca. Debajo de ellas se logran ver los primeros árboles de ochoó, cargados de nidos y polluelos. Al llegar a la zona núcleo de su reproducción, el crotoreo de cientos de ellas retumba. En medio de esta sinfonía de la naturaleza, las madres llegan hasta los nidos y alimentan a sus crías con pequeños peces que traen en sus picos. La comida para sus polluelos la encuentran en las vertientes de los ríos Tacuaral y Jochi, en el humedal.


Lograr que regresen las cigüeñas, dice el subalcalde de Antofagasta, Roly Mamani, señalando con su dedo a la copa de los árboles, ha costado mucho. Se refiere también a la lucha emprendida contra los avasalladores, luego de la inspección del 30 de noviembre de 2023.
Esta vez, la batalla pasó a librarse en el Tribunal Agroambiental de Yapacani, un municipio contiguo a San Carlos. Vitrón y la diputada María José Salazar se constituyeron en denunciantes, y dirigentes locales como Orellana y el subalcalde Mamani, además de instituciones de la sociedad civil, se sumaron como testigos.

El 4 de diciembre de 2024, el juez Gonzalo Alvarado Jaldín emitió una resolución que ratificó la orden de desalojo de los avasalladores y dispuso, entre otras cosas, reforestar el área afectada.
“El año pasado fue necesario presentar una demanda ante el Juzgado Agroambiental de Yapacaní, como resultado de los incendios forestales, avasallamientos y desmontes ilegales ocurridos en 2023. La medida preparatoria, que constituyó la primera etapa del proceso, ya ha concluido. Tenemos que seguir adelante para lograr la protección y las garantías necesarias que eviten nuevos asentamientos y más afectación en la zona”, sostiene Vitrón, rodeado de la gran familia de garzas que protege con tanto compromiso.
Actualmente el Juzgado Agroambiental de Yapacaní se encuentra sin jueces, por lo que el proceso está estancado. Queda pendiente iniciar una demanda penal para identificar y sancionar a los responsables del daño ecológico.
Los dirigentes locales informaron que tras la resolución del juez, en 2025 los avasalladores empezaron a retirarse voluntariamente del lugar y en lo que va del año no han registrado nuevos desmontes.

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Cámaras trampa monitorean cigüeñas en la reserva
A principios de septiembre de 2025, se colocaron cinco cámaras trampa en diferentes puntos estratégicos de la zona de anidamiento de la reserva municipal para obtener imágenes y videos. Por primera vez, las aves serán monitoreadas las 24 horas del día en su hábitat, con el objetivo de recopilar información para estudiar su comportamiento y su interacción con otras especies que también habitan en la reserva.
Julián Torrico, coordinador Amazonía de la Fundación Natura Bolivia, institución que se encargó de la instalación de las cámaras y que realiza el monitoreo, prevé que en noviembre se recolecten los chips de las cinco cámaras. Las imágenes y videos cortos formarán parte de una base de datos para esta especie.
Paralelamente, en coordinación con la Alcaldía de San Carlos y la Subalcaldía de Antofagasta, se ha designado a dos guardianes comunitarios para que puedan realizar el patrullaje de la zona y controlar el buen estado y funcionamiento de las cámaras. Tanto el subalcade Mamani como los dos comunarios fueron capacitados para cumplir con esta tarea dentro de la reserva.

“Esta zona debe ser protegida, no solo porque es clave para la reproducción de las garzas [como son conocidas también las cigüeñas en San Carlos], sino también porque es la cabecera hídrica de las lagunas Santa Bárbara y Juan Chulo, ubicadas en los municipios de San Carlos y Santa Rosa del Sara, respectivamente”, sostiene Torrico, y agrega que se tiene previsto impulsar un proyecto ecoturístico que genere ingresos alternativos a las comunidades vecinas a la reserva. Se trataría de una alianza estratégica entre la Fundación Natura Bolivia, el municipio de San Carlos y dirigentes comunitarios.
El concejal Adríán Cardona coincide con Torrico al señalar que se está trabajando en un proyecto ecoturístico que no solo busca la conservación de la reserva sino activar la economía local. Como parte de los logros en la defensa del Curichi Las Garzas, también mencionó, sin especificar el monto, que ya se ha establecido un presupuesto dentro del Plan Operativo Anual de la Alcaldía de San Carlos y que el Ministerio de Medio Ambiente ha empezado a reforestar 20 hectáreas.

Por su parte, Ambrosio Orellana, dirigente de la comunidad Antofagasta, recuerda que fueron los primeros moradores de la zona quienes iniciaron una larga lucha para su preservación y para evitar asentamientos y desmontes ilegales. Como hijo de uno de ellos, decidió seguir con el legado. “Antes de 2015 había interés de algunas personas del distrito de Antofagasta que intentaron adueñarse de hasta casi 300 hectáreas para sembrar arroz”.
Asimismo, recordó que el fallo del juez agroambiental de Yapacaní, Gonzalo Alvarado Jaldín, emitido en diciembre de 2024, obligó al alcalde de San Carlos a proteger el humedal. “Para nosotros es una alegría que las cigüeñas estén nuevamente en su casa, en su hábitat, donde ellas viven”, concluye.
Este artículo forma parte de una alianza periodística entre Mongabay Latam y El Deber de Bolivia.
Imagen principal: cigüeñas en las copas de los árboles de Ochoó. Foto: cortesía Miguel Surubi