- A medida que nos acercamos al final de lo que los científicos dicen será el año más caluroso jamás registrado, representantes de las naciones del mundo se reúnen en Marrakech, Marruecos. Y aunque la COP22 no está atrayendo, ni remotamente, la atención mediática que hubo en París en 2015, es crucial para establecer los mecanismos detallados para que las temperaturas mundiales no suban mucho más.
- Uno de los puntos de la reunión serán las iniciativas forestales globales orientadas a almacenar carbono, como REDD+. Los negociadores buscarán formas en las que involucrar de manera efectiva países tropicales como Indonesia, que sigue con la tala de sus selvas tropicales y las reemplaza con grandes extensiones de plantaciones de aceite de palma.
- Otro debate se centrará en “la pérdida y el daño”, y buscará formas pragmáticas en las que las naciones del mundo pueden ayudar financieramente a los países que sufren grandes catástrofes perniciosas del cambio climático. La industria de seguros cuestiona si se puede asegurar contra las enormes pérdidas proyectadas como consecuencia del cambio climático.
- Un problema importante es que las empresas de hidrocarburos y los grupos de presión corporativos transnacionales, que ejercen una enorme influencia en las conferencias climáticas de la ONU, sean capaces de debilitar cualquiera de los mecanismos puestos en marcha para frenar el cambio climático. Las ONG dedicadas al medioambiente estarán atentas para custodiar contra tales esfuerzos.
Lo primero que les pregunto a los funcionarios que se dirigen a Marrakech, Marruecos para asistir a la Cumbre Climática de las Naciones Unidas este noviembre, conocida como COP22 es: ¿Cómo superas París?
“Hay un gran impulso político que viene de París”, responde Dan Bodanski, consejero climático de la Casa Blanca y profesor de derecho de la Universidad Estatal de Arizona. “Pero, ¿realmente dará lugar a una dinámica donde haya cambios sobre el terreno por lo que respecta a lo que los países están haciendo?”.
Eso es exactamente el tipo papel pragmático esencial que los negociadores esperan que tenga la COP22 après Paris.
Indudablemente, el Acuerdo de París es un logro histórico. Los líderes mundiales autorizaron el primer programa para abordar ampliamente el cambio climático. El acuerdo fue ratificado mundialmente con una premura sin precedentes y logra la fuerza de ley esta semana, el 4 de noviembre, cuatro años antes de lo previsto.
Mientras tanto, más de 100 países, incluidos los EE.UU., China e India, acordaron el mes pasado limitar, drásticamente, el uso futuro de hidrofluorocarburos, un potente gas de efecto invernadero usado en los aparatos de aire acondicionado. Otra victoria climática fue aclamada.
Pero aquellos que se dirigen a la COP22 dirán, enfáticamente, a cualquiera que esté escuchando: “Amigos, todavía no hemos llegado”. Ni siguiera estamos cerca. Así que, la COP22, la Conferencia de las Partes —del 7 al 18 de noviembre—necesitará superar a París en muchas maneras prácticas.
La creación de un manual de operaciones para frenar el cambio climático
Los negociadores de Marrakech deben ser muy meticulosos sobre, exactamente, cómo las naciones del mundo reducirán las emisiones de carbono; cómo nos adaptaremos a fenómenos meteorológicos más extremos; dónde reduciremos deforestación y fomentaremos reforestación; cómo estimularemos soluciones energéticas limpias innovadoras; y, quizás lo más importante, cómo recaudaremos los billones necesarios para hacer posible el particularmente vital objetivo de París para salvar el planeta —evitar que las temperaturas globales aumenten otro 0,5 ºC para 2100.
“Necesitamos un manual operativo para el Acuerdo de París”, dice Nick Nuttal, portavoz de la Conferencia Climática de la ONU desde Bonn, Alemania. “Aquí es donde Marrakech necesita hacer un gran progreso. ¿Cómo informarán los países desarrollados y en desarrollo lo que están haciendo? La transparencia es clave. Tenemos que confiar en que nuestros NDC [contribuciones determinadas nacionalmente] sean alcanzados”.
Si estos cortes, inicialmente voluntarios, de las emisiones de carbono —prometidos en París— no son alcanzados, y rápidamente endurecidos, especialmente por países desarrollados, entonces el mundo se enfrenta a la creciente ira de un sistema climático desestabilizado. Un aumento más rápido del nivel del mar. Más sequía. Huracanes y tifones más feroces. Y más refugiados del cambio climático que huyen de regiones tropicales inhabitables, costas y naciones isleñas de baja altitud.
Los científicos climáticos están de acuerdo en que este es el precio de esperar dos décadas para organizar la voluntad política para aprobar el Acuerdo de París, que compromete a 195 naciones a un futuro con una considerable reducción de carbono.
Como un variado grupo de representantes dejó claro, el camino hacia ese futuro sigue siendo indefinido y sin construir, lo que aumenta los desafíos en Marrakech.
El papel de los bosques
Nancy Harris es la directora de investigación de Global Forest Watch del Instituto de Recursos Mundiales. En París, los boques y su conservación a través de los programas de compensación de carbono como REDD+ (Reducir Emisiones de la Deforestación y la Degradación) fueron reconocidos como vitales para absorber y almacenar las emisiones de CO2 para ganar tiempo mientras el mundo se mueve, rápidamente, de los combustibles fósiles hacia fuentes de energía alternativa.
“Es muy agradable estar ahora trabajando en los bosques mundiales”, Harris del WRI dice desde Washington, D.C. “El reconocimiento de los bosques como una estrategia de mitigación del cambio climático —reducir emisiones e incrementar los sumideros de carbono— es más visible. Pero ahora mismo son solo palabras y el progreso se está llevando a cabo muy lentamente”.
Por ejemplo, Indonesia, cuyas inmensas selvas tropicales han sido diezmadas por las plantaciones de aceite de palma durante las dos últimas décadas, se está despertando a la comprensión de que las selvas que le quedan pueden valer mucho si no se talan a través de iniciativas de protección forestal como REDD+.
“Indonesia está en la cola para conseguir mucho dinero”, dice el compañero del WRI, Fred Stolle, “pero tiene que espabilar. Hay mil millones de dólares esperándoles, pero el país no tiene la voluntad política [ahora mismo] de abordar la deforestación. La esperanza es que la próxima generación en Indonesia tenga la fuerza de voluntad de hacer algo”.
En el Centro de Investigación Woods Hole en Massachusetts, el director general Phil Duffy dirige un grupo de científicos comprometidos con la conservación forestal.
Han desarrollado técnicas avanzadas para medir la cantidad de carbono almacenado en un bosque determinado para establecer su valor y clasificarse para la financiación de REDD+. El sistema funciona de la siguiente manera: un país desarrollado como Noruega paga a un país en desarrollo como Brasil o Perú para proteger una franja de su selva tropical que de otra manera sería talada para la ganadería, las plantaciones de soya o quizás la minería. Las primeras demostraciones con REDD+ en Brasil han mostrado ser prometedoras —pero técnicas científicas para la medición precisa de los depósitos forestales de carbono, como aquellos que están siendo desarrollados en Woods Hole, son vitales para el éxito de REDD+—.
La amenaza del deshielo del permafrost
Duffy dice que su organización abogará por dos objetivos pragmáticos en Marrakech: identificar tierras tropicales despojadas o degradadas para la reforestación y fomentar las técnicas agrícolas como la siembra directa para retener e incrementar el contenido de carbono de las tierras agrícolas.
Admite que este empuje por parte de Woods Hole por más sumideros naturales de carbono es extremadamente ambicioso, sobre todo ante los esfuerzos previos fallidos. La reciente Iniciativa de Bonn y la Declaración de Nueva York sobre los bosques prometían regenerar cientos de miles de hectáreas de bosques por todo el mundo, Duffy recuerda: “Muy importante. Todos firmaron, chocaron los cinco y se fueron a casa. Poco ha ocurrido. Mientras tanto, vamos camino de alcanzar, una vez más, el año más caluroso registrado”.
Lo que preocupa a un científico como Duffy más que nada es el deshielo del permafrost en el Ártico. Las emisiones humanas de carbono ya han calendado la tierra hasta el punto de que hemos empezado a desencadenar el deshielo del permafrost —que contiene una inmensa cantidad de metano, un gas de efecto invernadero más de 20 veces más poderoso que el dióxido de carbono—.
Si este deshielo no es invertido, esos terrenos liberarán toneladas y toneladas de carbono que anteriormente estaba encerrado a la atmósfera, que actuará como si decenas de plantas eléctricas de carbono estuviesen funcionando en el Ártico.
“Los expertos climáticos en el Consejo Nacional de Seguridad querían un reunión informativa sobre el Ártico”, dice Duffy. “Les dije lo del permafrost. Salí muy descorazonado. No porque no me creyesen, que sí lo hicieron, sino porque las políticas que propusieron en absoluto eran adecuadas para la magnitud del problema. Realmente necesitamos obtener un mayor interés público en este tema en lo que respecta a qué hay que hacer”.
Dinero, influencia y responsabilidad
Más allá de los términos de moda de la COP, “mitigación” y “adaptación”, hay uno relativamente nuevo: “pérdida y daño”, una referencia al daño del cambio climático actual y futuro en países que prácticamente no tienen emisiones de carbono —el daño que no puede ser evitado o modificado—. Piensa en el tifón Haiyan en Filipinas (uno de los más intensos jamás registrados), el huracán Matthew en Haití y la continuada sequía en Malaui.
“El área de ‘pérdida y daño’ fue un gran avance en París”, me dijo Julie-Anne Richards de Climate Change Advocacy en Londres. “Muchos [países desarrollados] querían meterlo dentro de [la] [categoría] adaptación y así no tenían que pagar por ello. Eso falló. Es parte del Acuerdo [final de París], pero solo en papel. Ahora tenemos que llevar a cabo el avance real”.
Richards dice que se necesita un fondo nuevo y separado, lleno de miles de millones de dólares, para ayudar a los países que sufren pérdidas y daños derivados del cambio climático. Por ejemplo, el Fondo contra el Cambio Climático, cuyo objetivo es recaudar 100 mil millones de dólares para 2020, está reservado solo para los esfuerzos de mitigación y adaptación.
“Estamos mirando a las oportunidades de los seguros”, dice Richards. “Cuando un huracán golpea el Caribe y los vientos exceden cierta velocidad, un país, automáticamente, podrá realizar una reclamación de seguro. Haití recibirá un pago del Fondo de Seguros de Riesgo de Catástrofes Caribeños (que tiene cinco años) por el huracán Matthew. Pero todo este ámbito es totalmente nuevo y las aseguradoras ya están diciendo que cosas como el aumento del nivel del mar no son asegurables”.
Richard insiste en que, en Marrakech, la financiación para la pérdida y el daño debe ser una prioridad.
Una manera de ayudar a asegurar que las promesas gubernamentales se conviertan en realidad, es que las ONG vigilen atentamente el proceso negociador. Con tanta urgencia para lograr progreso y con tan poco tiempo que perder, tal vigilancia en la COP22 podría ser intensa. Corporate Accountability International es una ONG que ha adquirido recientemente el estatus de observador oficial y estará sobre el terreno en Marrakech como vigilante. Estará lista para abalanzarse sobre las entidades que crea que hayan minado el progreso en las cumbres climáticas de la ONU durante más de 20 años —la industria de los combustibles fósiles y los defensores de las empresas con vínculos estrechos con las corporaciones transnacionales—.
“Grupos como la Rueda de Negocios y la Asociación Mundial de Carbón, las mismas industrias que la ONU ha intentado frenar, ahora están intentando minar el Acuerdo de París”, me cuenta Tamar Lawrence-Samuel, una abogada con Corporate Accountability International, desde Boston. “Tendrán acceso directo a los negociadores en Marrakech. Como ONG acreditadas con intereses empresariales contarán con legitimidad y acceso”.
“Esto es una amenaza directa al espíritu y la misión del Acuerdo de París. Su único papel debería ser ofrecer información transparente para que puedan ser reguladas adecuadamente”, dice.
Algunos temen que el grupo de presión de los combustibles fósiles actúe agresivamente para debilitar los resultados negociados en la COP22, sobre todo porque la cumbre no tendrá el enfoque mediático que resplandeció tan brillantemente en París.
El grupo de Lawrence-Samuel ejercerá su propia presión en Marrakech. Corporate Accountability impulsará una política de conflicto de intereses que espera que mitigue la influencia de cualquier grupo que tenga un interés financiero en que el Acuerdo de París sea debilitado, no fortalecido. Ahora mismo no existe semejante mecanismo en el Acuerdo de París.
Nick Nuttall, portavoz de la ONU en Bonn, es neutral en lo que se refiere a los grupos de presión, y tiene esperanzas: “El secretario de la OPEP se acercó a nosotros hace unas semanas para tener una discusión honesta sobre el futuro”, me dice. “La OPEP consiste de partes de la ONU [Conferencia Climática] cuyos países han ratificado el Acuerdo de París. Los países productores de petróleo están mirando a un futuro que es bajo en carbono. Habrá una transición”.
Sin duda las naciones de la OPEP con visión de futuro —sobre todo aquellas en el norte de África y Oriente Medio— tienen mucho que ganar de un Acuerdo de París eficaz, si el aumento de la temperatura provocado por el cambio climático no se reduce, entonces sus tierras natales podrían volverse inhabitables para mediados de siglo, según un estudio de 2016.
“La industria petrolera tiene muchos conocimientos de ingeniería que podrían ser verdaderamente útiles en una economía de bajo carbono, como la energía de las olas y otras invenciones maravillosas del sector de la energía limpia”, concluye Nuttal. “Dejarles fuera del debate no es muy positivo. Necesitamos todos los sectores de la economía para desarrollar un camino bajo en carbono hacia el futuro”.
Justin Catanoso, profesor de periodismo en la Universidad Wake Forest en Carolina del Norte, cubrirá la COP22, su tercera cumbre climática de la ONU. Contribuye regularmente con mongabay.com. Sus reportajes están patrocinados por el Centro de Energía, Medio Ambiente y Sostenibilidad de Wake Forest.