- ¿Qué acciones antrópicas contribuyen a la degradación de los suelos?
- ¿Qué impactos tiene la degradación de suelos en la comunidad y los ecosistemas?
“Sin el suelo no sería posible la vida”, dice Reinaldo Sánchez, agrólogo y coordinador de la subdirección de Ecosistemas e Información Ambiental del Instituto de Hidrología, Meteorología, y Estudios Ambientales (Ideam). “El 90 % de los alimentos se producen en el suelo, la mayor biodiversidad está en el suelo, este regula y almacena agua, si el suelo se deteriora, el agua también”, agrega.
En Colombia el 40 % de los suelos del área continental e insular está afectado por algún grado de erosión y el 2,9 % presenta erosión severa y muy severa. En este último caso, las funciones originales de los suelos —como la fertilidad, la regulación y almacenamiento de agua, la biodiversidad— fueron destruidas completamente, según indica el Estudio Nacional de la Degradación de Suelos por Erosión en Colombia, 2015, realizado por Ideam y presentado en abril.
La erosión es una expresión de la degradación física de los suelos, que se traduce en la pérdida de superficie de tierra, llegando en casos extremos a la desertificación.
La piel de la tierra
Para la academia, el suelo es un recurso natural finito que produce servicios. Para pueblos indígenas como el Nasa de Colombia (ubicado de manera predominante en el departamento del Cauca, aunque también en el Valle del Cauca, Putumayo, Tolima, Huila, Caquetá y Meta), el suelo es un ser vivo y parte del territorio que incluye la atmósfera, el suelo y el subsuelo. Desde estas dos diferentes perspectivas, la consigna es una sola: protegerlo.
“El suelo el lugar donde nos encontramos hoy, donde desarrollamos nuestras actividades, es un ser vivo. Es la piel de la madre tierra, Uma Kiwe, y allí dentro de esta capa existen seres espirituales que denominamos tapanos, espíritus que toman formas diferentes con las hojas de los árboles, con las ramas que se van descomponiendo y que generan equilibrio con todo el territorio”, señala Luz Mery Pachacué, indígena Nasa que vive en el departamento del Caquetá.
El suelo es un recurso finito en el que se llevan a cabo procesos biológicos y geoquímicos importantes. Ayuda, además, como regulador climático al almacenar dióxido de carbono (CO2) y metano, explica Reinaldo Sánchez a Mongabay Latam.
La calidad de los suelos está relacionada con la calidad de vida de las personas. Si los suelos son pobres la comunidad también lo será, indica Sánchez, especialista en evaluación de impactos ambientales y corresponsal de ciencia y tecnología de Colombia ante la Convención Marco de Naciones Unidas de lucha contra la Desertificación.
El caso del Cesar
Con base en el estudio del Ideam se estableció que Cesar tiene uno de los suelos con más degradación por erosión: el 81,9 % de los suelos del departamento. De ese porcentaje, 0,27 % es degradación muy severa y 11,6 % severa. Existen focos de erosión en la mayoría de los municipios del Cesar, especialmente en los del noroccidente, como El Paso, Bosconia, El Copey, Agustín Codazzi y Becerril.
La deforestación afecta al 2,59 % de este departamento, y en esas áreas deforestadas la erosión es del 60 %.
El Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), que desarrolla los inventarios y análisis del conflicto de uso de suelos, describe la vocación de las tierras del Cesar. El 63 % es de tierras productivas (28 % con vocación agrícola, 8 % con vocación agroforestal, 10 % con vocación ganadera y 17 % con vocación forestal), un 32 % son áreas prioritarias para la conservación y 5 % áreas de protección legal.
Sin embargo, en Cesar solo un 36 % de las tierras (793 000 hectáreas) presenta usos adecuados en relación con su vocación natural. Actualmente en este departamento la subutilización asciende al 31 % (700 000 hectáreas); aunque tienen una vocación agrícola, son dedicadas a la ganadería extensiva y se desaprovecha el máximo su potencial. La sobreutilización es del 33 % (746 000 hectáreas).
“Se genera conflicto de uso en zonas con cultivos como palma africana, arroz, algodón y varios frutales, uso que supera la capacidad productiva real de los suelos, afectando los ecosistemas estratégicos y generando procesos de degradación del recurso por sobreutilización. Esta tendencia en el uso se entiende porque la actividad agropecuaria, junto con la de servicios y la minería son las que más aportan a la economía del departamento”, señala a Mongabay Latam Juan Antonio Nieto Escalante, director del IGAC.
Así describe la situación Miguel Sierra, director de la Fundación Biosierra Nevada: “La producción agrícola en este departamento es bastante limitada por causa de la minería y las plantaciones de palma de aceite. Los palmicultores desvían los ríos para regar sus grandes cultivos haciendo que las poblaciones aledañas no disfruten del líquido vital para alimentarse, mucho menos para mantener cultivos que satisfacen necesidades básicas y darle de beber a sus animales”.
La Agencia Nacional Minera informó a Mongabay Latam que en el Cesar hay 308 títulos mineros vigentes, entre contratos de concesión y autorizaciones temporales[i] para la explotación de carbón, mármol, caliza, cobre, arcilla y material de cantera, entre otros. Nahún Quintero, campesino de la región, cuenta que “se nos están yendo los ríos, se nos están acabando las quebradas porque no es solamente el carbón, también hay extracción en las quebradas de material de cantera, de arrastre, de esa forma se nos acaba el agua”.
Juan Antonio Nieto Escalante indica: “El establecimiento de monocultivos como el de palma es una de las causas por las cuales la población puede ver vulnerada su seguridad alimentaria, como en el municipio de San Martín, que posee uno de los cultivos de palma más grandes, fomentados y subsidiados por el gobierno nacional, lo que deja en desventaja a los pequeños productores para plantar diferentes especies para autoconsumo o comercialización”.
Frente a la problemática planteada por la degradación de los suelos en el Cesar, la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar), autoridad ambiental del departamento, señala que “primero debemos recibir de manera oficial los documentos resultantes de los estudios realizados por el Ideam para revisarlos y analizarlos, ya que el 81, 9 %, se refiere a la magnitud de la problemática, mas no a la severidad de la misma, ya que es severa solo en el 12 %”.
Corpocesar indicó a Mongabay Latam que para contar con cifras precisas del departamento se deben hacer estudios más detallados a menor escala, pero que mientras tanto continuarán con proyectos para enfrentar los problemas del suelo que evidencia este estudio.
Degradación en la Amazonía
En la Amazonía colombiana, en el departamento de Caquetá —el más deforestado del país en 2015 con 19,2 % (23 812 hectáreas) según el Ideam—también hay preocupación por sus suelos.
Si bien Ideam manifiesta a Mongabay Latam que ahora no se hará un diagnóstico de degradación de suelos por deforestación, recordó que donde hay deforestación hay erosión.
El 22,6 % de los suelos del departamento de Caquetá se encuentra afectado por algún grado de erosión. El 0,2 % presenta grados severos y el 11,3 % grado moderado.
“Para el periodo 1990–2010, el 7,2 % del área de los suelos presenta deforestación y de estos el 80 % están afectados por algún grado de erosión”, precisa Reinaldo Sánchez.
Los usos productivos (agrícola, agropecuario y ganadero), la susceptibilidad a los incendios forestales, la deforestación, las áreas con fragmentación de bosques y los conflictos de uso del suelo constituyen las mayores presiones que causan la degradación por erosión en Caquetá.
Hay focos de erosión en San Vicente del Caguán y San José del Fragua, pero Cartagena del Chairá y Morelia son dos municipios a los que se les debe prestar más atención por la condición de sus suelos.
El Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono para Colombia (Smbyc) es el instrumento oficial que genera información sobre la distribución de la superficie de bosque y la deforestación, y los cambios en la cantidad de carbono almacenado en diferentes coberturas y/o compartimientos.
El más reciente boletín de alertas tempranas, presentado el 1 de junio, detectó ocho núcleos activos donde se concentran las Alertas Tempranas de Deforestación en Colombia, principalmente asociados al arco de la deforestación en el noroccidente de la Amazonía, Norte de Santander, Paramillo y Chocó.
El primer núcleo de deforestación identificado está en el departamento del Caquetá: en los municipios de San Vicente del Cagüán y Cartagena del Chairá, y entre los ríos Yarí y Cagüán. El Ideam informa que este núcleo es persistente puesto que también se presentó en el cuarto reporte del año 2016.
En Cartagena del Chairá las causas de la degradación por erosión son la ganadería y la deforestación, que es la más alta del departamento y abarca 10 822 hectáreas.
Francisco Betancourt, campesino que vive allí, reconoce que la ganadería extensiva, la ocupación de terrenos baldíos y la comercialización de madera son factores que han contribuido a la degradación del suelo.
Corpoamazonia informa a Mongabay Latam que los comités de control y vigilancia del Programa de Visión Amazonía – pilar Gobernanza Forestal en Cartagena del Chairá han organizado cuatro mesas de trabajo en las que se destaca la articulación de acciones para actuar frente a la deforestación del municipio.
Si Cartagena del Chairá es un caso que debe ser monitoreado, la situación de las tierras del municipio de Morelia es más dramática porque según las cifras del IGAC, la vocación de sus suelos es forestal en un 54 % y tiene solo un 1 % de vocación agrícola. “Sin embargo, los mapas indican que en Morelia el 77 % de su territorio tiene producción agrícola y el 16 % corresponde a bosques. Hay un 83 % de sobreutilización de los suelos y solo el 15 % del área tiene el uso adecuado”, aclara Nieto.
Ante este panorama, el propósito de estos estudios es volver la mirada y las acciones a los suelos. “Proteger los suelos es una responsabilidad y necesidad de todos, por lo tanto debemos actuar en consecuencia sobre el estado actual de nuestras tierras como medio de producción, que afecta la seguridad alimentaria, preservando la biodiversidad, manejo adecuadamente de los recursos hídricos, los sistemas estratégicos como páramos, humedales y bosques; controlando la erosión y recuperando los ecosistemas degradados”, puntualiza Juan Antonio Nieto Escalante.
“Si la degradación por erosión es moderada, aún puede salvarse el suelo, pueden realizarse acciones para prevenir que se agraven los procesos de degradación por erosión”, concluye Reinaldo Sánchez.
NOTA:
[i] Las autorizaciones temporales (Artículo 116. Ley 685 de 2001) pertenecen a un Régimen Excepcional del Código de Minas, y no se consideran como un Contrato de Concesión Minera. Se otorgan a las entidades territoriales o a contratistas, para la construcción, reparación, mantenimiento y mejoras de vías públicas nacionales, departamentales o municipales, mientras dure la ejecución de la obra. Las autorizaciones temporales una vez otorgadas, son intransferibles.
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