- Los bosques secos del sur de la Costa y Sierra del Ecuador constantemente se han enfrentado a las presiones de deforestación, agricultura y ganadería.
- A pesar del problema, existen acciones positivas. El cantón Zapotillo, en Loja, está cubierto en un 70 % con bosque seco, convirtiéndose en el cantón con mayor porcentaje en el país. La Reserva Ecológica Arenillas y el Parque Nacional Machalilla son otros ejemplos de conservación.
Los bosques secos por historia han sido la cuna de las civilizaciones, que a lo largo del tiempo han establecido allí su vivienda y sus cultivos. Contrario a un ecosistema húmedo, estos permitieron a las comunidades ancestrales establecer sistemas de riego que alimentaban sus plantaciones de maíz, maní, tomate, entre muchos otros alimentos que hoy usamos a diario. A pesar de esto, la exuberancia de los ecosistemas naturales lluviosos, de sus árboles y su abundante vegetación han llamado más la atención que los bosques secos, que en algunas épocas del año parecen muertos y esperan a la lluvia para florecer. “Los bosques secos son ecosistemas muy frágiles que estacionalmente pierden sus hojas”, explica Zhofre Aguirre, docente e investigador de la Universidad Nacional de Loja, en Ecuador. “Cuando estamos en temporadas de lluvia son selvas y es difícil pensar que se trata de bosques secos. En temporada seca, la vegetación sin hojas funciona con apariencia de semidesierto”, comenta.
Según cifras oficiales del Ministerio del Ambiente (MAE), se calcula que hay alrededor de 41 000 hectáreas de bosque seco deciduo ─que pierde hojas con facilidad─ en el Ecuador. Poco más del 50 % de estos (21 000 hectáreas) se encuentran dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Snap). Según Santiago Silva, director de Biodiversidad del MAE, estos bosques se encuentran en su mayoría en la costa, la región con más impacto ambiental, la más afectada por el cambio climático y la más poblada del país. Silva asegura que muchos creen que el bosque seco no tiene el valor biológico del bosque tropical, pero que este ecosistema alberga especies que no se encuentran en otra parte del país. “Por eso hemos tratado de que conservarlo sea una prioridad”, asegura y agrega que “los remanentes de bosque seco que no están dentro de las áreas protegidas casi que han desaparecido”.
A pesar de las cifras oficiales, este ecosistema también se puede encontrar a lo largo del callejón interandino con buenas representaciones, sobre todo en la provincia de Loja, al sur de Ecuador, donde hay alrededor de 185 550 hectáreas de bosque deciduo y semideciduo.
Los bosques del sur están dominados por los guayacanes (Tabebuia Chrysantha) y los ceibos (Ceiba Trichistandra), estos últimos son árboles grandes que tienen formas de barriles y son típicos de la zona. Además, se encuentran allí el palo santo (Bursera Graveolens), el muyuyo (Cordia Lutea), las acacias (Acacia Mill), los espinos (Pseudobombax Millei) y una variedad de especies de árboles, con una altura de entre 18 y 20 metros, como el pasayo (Eriotheca Ruizii), el polo polo (Cochlospermum Vitifolium), los algarrobos (Prosopis Juliflora), el almendro (Geoffroea Spinosa), el hualtaco (Ficus Membranacea) y el guarapo (Terminalia Valverdeae). También se pueden encontrar al menos 17 especies endémicas, únicas de esta zona. “Ahí hay un potencial genético, una representación de plantas únicas de nuestro país”, dice Catalina Quintana, investigadora de la Universidad Católica del Ecuador.
- Turistas observan la belleza de los guayacanes florecidos en el bosque seco ecuatoriano. Foto: Charles Smith, Naturaleza y Cultura Internacional.
Por su parte, los bosques secos de la provincia de El Oro, fronteriza con Perú, están ubicados en el centro de la zona tumbesina, aunque la mayoría de la vegetación ya no existe. “Estos bosques secos han sido degradados, transformados en pequeños espinares donde dominan las plantas con bastantes espinas”, explica Zhofre Aguirre.
En cuanto a especies de aves, el experto de la Universidad Nacional de Loja asegura que existe una diversidad de 400 especies como el chilalo (Furnarius Leucopus Cinnamomeus), los horneros (Furnarius Leucopus Cinnamomeus), los gavilanes (Parabuteo Unicinctus), la chiroca (Phalcoboenus Carunculatus), las urracas (Cyanocorax Mystacalis) y el chirote (Sturnella Bellicosa), entre otras. Además, añade que hay 135 especies de aves de distribución restringida, es decir que no vuelan más allá de 50 000 kilómetros cuadrados. El periquito macareño (Brotogeris Pyrrhoptera) es una de ellas, pues solo vive y anida en los árboles higuerones que se encuentran entre los cantones ─división política administrativa de Ecuador─ lojanos de Zapotillo y Macará.
Catalina Quintana explica que las aves migratorias visitan el bosque seco en época lluviosa para construir sus nidos. “En época seca sus polluelos ya están más grandes y salen de allí”. La investigadora asegura que en época de lluvia caen de 1500 a 1800 milímetros de agua durante un periodo de cuatro meses. En la temporada seca caen menos de 100 milímetros y esto ocurre durante ocho meses seguidos, época en que las hojas de los árboles caen.
Lee más | Ecuador: Waoranis del Pastaza graban a los increíbles animales que viven en sus bosques
Un ecosistema amenazado
Los expertos concuerdan en que los procesos de población de los bosques secos son uno de los principales problemas asociados a su deterioro. Las comunidades de campesinos poco a poco van sacando ciertas áreas de bosque y las van a transformado en agricultura temporal. Otra forma de afectación es el pastoreo de ganado, por ejemplo, con la crianza de chivos, lo que ha convertido a estos ecosistemas en potreros y pastizales. “El bosque se puede regenerar de manera muy limitada”, dice Zhofre Aguirre.
Además de la agricultura y la ganadería, el bosque seco también se enfrenta a la extracción maderera. Una vez cortado, este material es llevado hacia Perú ─a pesar de que en Ecuador existe una veda maderera bajo los 1000 metros de altura─. La madera del guayacán, por ejemplo, es una de las más finas y cotizadas y ha sido de las primeras en empezar a perderse en los bosques secos costeros, comenta Catalina Quintana. “Los árboles de acacias o espino en el callejón interandino también eran talados para obtener carbón orgánico”, dice la investigadora, quien además agrega que un promedio de 50 kilómetros cuadrados de bosque seco se pierden al año para convertirlos en pastos y cultivos.
- El bosque seco alberga una enorme variedad de fauna. Foto: Naturaleza y Cultura Internacional.
Según el Mapa Interactivo Ambiental del MAE, la deforestación en la provincia de El Oro entre 2008 y 2014 alcanzó las 1121 hectáreas al año y la de Loja llegó a 2070 hectáreas anuales. Estas fueron las cifras que el investigador Carlos Manchego y sus colegas utilizaron para realizar su estudio Climate change versus deforestation: Implications for tree species distribution in the dry forests of southern Ecuador. La investigación tiene como objetivo comparar cuantitativamente la amenaza de deforestación por factor humano en contraste con el riesgo por amenaza por cambio climático en los bosques deciduos del suroeste del Ecuador. “Hicimos estas dos comparaciones porque son las más visibles. Queríamos saber cuál es la mayor y cuál afecta más a los bosques secos”, dice Manchego.
El equipo de investigadores estudió 17 especies maderables de árboles de la zona para saber cuál de ellas es la más afectada en la zona del sur occidente. En el mismo periodo de tiempo especificado en el mapa del MAE, el estudio de Manchego encontró que en esta zona la reducción de bosque seco por cuenta de la deforestación causada por el hombre llegó a 71 kilómetros cuadrados por año (7100 hectáreas), mientras que la pérdida asociada al cambio climático se ubicó en 21 kilómetros cuadrados por año (2100 hectáreas); es decir, la pérdida de bosques por acciones del hombre es más de tres veces mayor que la pérdida asociada a cambio climático.
Si se hace una proyección de pérdida de bosque seco entre 2014 y 2050, el investigador explica que se puede perder área potencial donde existen estas 17 especies de árboles. “Se deforesta el suelo y significa que estas especies ya no estarían presentes en este terreno”.
- Bosque seco en la reserva de Cazaderos en el sur de Ecuador. Foto: Eduardo Cueva, Naturaleza y Cultura Internacional.
“El estudio hace énfasis en que se debe priorizar a la deforestación como principal amenaza para el guayacán, la ceiba y otras especies que consideramos”, concluye Manchego. “Estas zonas son muy importantes porque parecen que son inertes pero se encienden con vida”, dice.
Lee más | Conoce a las cinco serpientes “chupa caracoles” descubiertas en Ecuador
Esfuerzos públicos y privados de conservación
A pesar del panorama, los esfuerzos por proteger los bosques secos también son visibles en Ecuador. Según el MAE, las zonas que pertenecen al Snap se han mantenido con más del 95 % de su cobertura natural. A pesar de enfrentar presiones como el avance de la frontera agrícola, el MAE tiene a alrededor de 1000 guardaparques protegiendo estas zonas. El Parque Nacional Machalilla, en la provincia de Manabí, y la Reserva Ecológica Arenillas, en la provincia de El Oro, son ejemplo de esto y se han convertido en un referente en cuanto a la protección de los bosques secos.
En el caso de la Reserva Ecológica Arenillas, la conservación fue más visible mientras fue un punto estratégico naval y para la Fuerza Aérea. “Nos ayudó a mantener las áreas durante un buen tiempo, había menos presiones sobre el recurso”, asegura Santiago Silva, director de Biodiversidad del MAE. Por estar cerca a la frontera esta es una zona tradicional de tráfico, incluso de personas que suelen atravesar Arenillas en la noche. El MAE, dice Silva, está pensando en proponerle al Ministerio de Defensa un manejo compartido de esta reserva natural, ya que el personal de esta última entidad puede ejercer mayor autoridad en la zona y permitir que la gente de guardaparques se dedique a la conservación de Arenillas.
Por su parte, el Parque Machalilla es ahora considerado el “Galápagos del continente”, dice el funcionario, lo que ha permitido una gestión más ordenada del turismo y ha incentivado a la población local y del resto del país a enamorarse de esta área protegida. Para Silva, el desafío más grande en las áreas protegidas es implementar políticas que fomenten el desarrollo sostenible, sin sacrificar los recursos naturales y con iniciativas que permitan mejorar la calidad de vida de las comunidades que viven dentro o cerca. “Nuestra prioridad es mejorar la calidad de vida de la gente tanto como conservar el medio ambiente”, explica el director de Biodiversidad del MAE. “La mayoría de la gente pobre en el país vive cerca o dentro de las áreas protegidas y se ve al área como impedimento para mejorar su calidad de vida. El MAE debe asumir una responsabilidad frente a esto”, afirma.
- Flor de ceibo en árbol de ceibo en bosques secos del Ecuador. Foto: Naturaleza y Cultura Internacional.
Una iniciativa privada comunitaria también ha logrado grandes resultados en cuanto a la conservación de los bosques secos del cantón Zapotillo en la Sierra. Este ecosistema cubre el cantón en cerca del 70 %, convirtiéndolo en el sector con mayor porcentaje de bosque seco en el país. Los pueblos de la zona, junto con la organización Naturaleza y Cultura Internacional, definieron una estrategia para la compra de áreas de bosque seco luego de realizar un diagnóstico socioeconómico y de la tenencia de la tierra en estos ecosistemas. “Entre 2003 y 2013 compramos cerca de 20 000 hectáreas de bosque que pertenecían a haciendas”, cuenta Bruno Paladines, director Ejecutivo de la organización en Ecuador. “Fue una estrategia para establecer un proceso de comanejo con las comunidades que fueron extrabajadoras de estas haciendas”.
Entre comunidad y organización se han establecido ya cuatro reservas privadas, las primeras dos bautizadas como Reserva Natural La Ceiba y Cazaderos, que encierran cerca de 18 000 hectáreas y donde viven alrededor de 170 familias. La Reserva Cazaderos es considerada como el bosque seco más prístino del Ecuador y el turismo alrededor del florecimiento de los guayacanes se está impulsando en ella. “El concepto básico es garantizar los derechos de uso sobre los recursos de estos bosques. Esta fue gente que nunca tuvo derechos seguros sobre la tierra”, dice Paladines. En cuanto a la Reserva Natural La Ceiba, se tramitaron 80 títulos de posesión y hay otros 90 a la espera de ser reconocidos. Naturaleza y Cultura Internacional definió acuerdos de manejo y convenios con las comunidades que viven en esta zona, con los cuales se garantiza el acceso a los recursos del lugar. Entre los compromisos más relevantes están, por ejemplo, que las poblaciones tienen prohibido dedicarse a monocultivos como el maíz, al comercio de madera y la cacería.
Paladines asegura que solo entre el 6 y el 10 % del bosque seco, de las cerca de 600 000 hectáreas que él estima que quedan en el Ecuador, está conservado. Sin embargo, explica que la Reserva de Biósfera Bosque Seco, reconocida por la UNESCO en 2014, que incluye los bosques lojanos y orenses, ha permitido también declarar reservas municipales para la conservación de los ecosistemas secos. Más de 500 000 hectáreas hacen parte de la reserva de biósfera, conformada por los cantones Paltas, Sozoranga y Las Lajas, de la provincia de El Oro y los cantones Zapotillo, Macará, Puyango, Pindal y Celica de la provincia de Loja. Adicionalmente, los cantones de esta última provincia están agrupados en la Mancomunidad Bosque Seco, quienes coordinaron todos los esfuerzos interinstitucionales para alcanzar este reconocimiento.
El área núcleo de la Reserva de Biósfera cuenta con 83 000 hectáreas de áreas municipales y 9000 que pertenecen al Programa Socio Bosque del MAE ─iniciativa para combatir la deforestación y promover la conservación de los bosques─, que han alcanzado un estatus de conservación gracias a ordenanzas municipales.
- Periquito Macareño o cachetigris vive y anida en los árboles higuerones del bosque seco. Foto: Naturaleza y Cultura Internacional.
Los bosques secos de Loja, con estos esfuerzos, se han convertido en las áreas secas mejor conservadas del país. A este compromiso de conservación se une la declaración de la primera Reserva de Biósfera Transfronteriza Bosques de Paz, en 2017, ubicada al suroeste del Ecuador y al noroeste del Perú. Los Bosques de Paz abarcan una superficie total de 1 600 000 hectáreas e incluyen la Reserva de Biósfera Bosque Seco en Ecuador y más de 1 100 000 hectáreas de la Reserva de Biósfera Noroeste-Amotapes-Manglares en Perú. Estas regiones forman el corazón de la Región de Endemismo Tumbesino, uno de los hotspots de biodiversidad más importantes del mundo, donde además se benefician más de 600 000 personas entre ambos países.
“Es importante darle una oportunidad de visibilidad a los bosques secos y demostrar que son tan importantes como el bosque lluvioso que se ve en las postales, a pesar de que no sea visible durante todo el año”, asegura Manchego con total convicción.
Videos Mongabay Latam | La situación ambiental en Ecuador
Conoce más de la situación ambiental en Ecuador: cámaras trampa, deforestación, proyectos mineros, pueblos indígenas y más.
Si quieres conocer más sobre la situación ambiental en Ecuador, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.