- Dos licencias ya aprobadas por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) impactarán el Bosque de Galilea. Este bosque de niebla es el último del Tolima y es uno de los ecosistemas más amenazados de Colombia.
- La Corporación Autónoma Regional del Tolima (Cortolima) busca convertir el Bosque de Galilea en un Área Regional Protegida en un intento por proteger a este ecosistema de actividades de exploración y explotación petrolera convencional y no convencional.
En el departamento del Tolima, en el centro de Colombia, más de 33 000 hectáreas de bosque de niebla aún se mantienen erguidos cosechando agua sobre la cordillera oriental de los Andes. Los bosques de Galilea, últimos relictos de selva húmeda de la región que estuvieron cobijados por la guerra desde la década del 70, enfrentan el final del conflicto armado con la guerrilla de las FARC en medio de una puja entre la conservación y la explotación de sus suelos llenos de biodiversidad y reservas de petróleo convencional y no convencional.
La espesura del bosque de Galilea, ecosistema húmedo que según la Universidad del Tolima posee vegetación de los Andes, el Chocó y la Amazonía, afronta la amenaza de empresas petroleras con licencias ambientales aprobadas en la última década para iniciar la exploración y explotación de hidrocarburos en las áreas de influencia directa del bosque.
La carrera por proteger miles de hectáreas de una zona única en Colombia, poco explorada y con un alto nivel de biodiversidad es una propuesta de la Corporación Autónoma Regional del Tolima (Cortolima), autoridad ambiental en el departamento que trabaja por convertir a Galilea en un área regional protegida que quede blindada de la explotación petrolera y que sea conservada con el apoyo de más de 27 familias que viven en sus territorios.
Miguel Ángel Quimbayo Cardona, líder del Grupo de Investigación Biodiversidad y Dinámica de Ecosistemas Tropicales de la Universidad del Tolima ─institución que actualmente estudia el bosque─, le contó a Mongabay Latam por qué es estratégica la conservación y declaración de este relicto boscoso de más de 30 000 hectáreas de bosque de niebla.
Quimbayo Cardona inicia haciendo una descripción paisajística del ecosistema y de ese formidable tapete de árboles frondosos que atrapan la humedad y permanecen cubiertos por nubes espesas que explotan vertiginosamente en torrentes interminables de agua que gota a gota llenan quebradas, humedales y ríos que alimentan represas como la de Prado.
“Galilea es una zona andina montañosa donde se pueden divisar paisajes diferentes. La parte más alta del bosque se llama Colonia y pertenece al municipio de Villa Rica, desde ahí se puede ver todo el Parque Nacional Los Nevados (Nevado del Tolima, del Ruiz y Santa Isabel). Pero si recorremos el bosque en otra dirección se divisa el Nevado del Huila”. Galilea es especial no solo por su belleza paisajística sino por su valor ambiental, explica el investigador.
Y es que el bosque, ubicado entre los municipios de Icononzo, Melgar, Prado, Dolores, Villarrica, Purificación y Cunday en el Tolima y cuatro municipios más del departamento de Cundinamarca, ocupa 107 veredas y abastece los ríos Cunday, Prado y Negro, los cuales surten los acueductos veredales de su área de influencia. El gran bosque nuboso de Galilea se une en un enorme corredor hasta el páramo más grande del mundo, Sumapaz, y se extiende hasta los departamentos de Huila y Meta en un largo camino de bosques altoandinos.
La estrategia de Cortolima para conservar el bosque de Galilea y blindarlo de actividades de gran impacto consiste en declarar esta zona como Área Regional Protegida. Para Jorge Enrique Cardoso, director de esta autoridad ambiental, los estudios que realiza la Universidad del Tolima complementan otras acciones que muestran la importancia ambiental del único relicto de bosque de niebla de la región y uno de los pocos que quedan en Colombia.
“Estamos haciendo un inventario forestal que nos permita verificar la importancia ambiental del bosque y con recursos de Cortolima y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) estamos financiando la formulación del diagnóstico del plan de ordenación de la cuenca del río Sumapaz”. La ubicación del bosque de Galilea es tan estratégica para el país ─al ser relictos productores de agua y zonas amortiguadoras del páramo de Sumapaz─, que las dos corporaciones trabajan de la mano para obtener la declaratoria y proteger el lugar.
Según Cardoso, se está actualizando el componente forestal que complementa el plan de ordenamiento de este recurso en todo el departamento del Tolima y se analizan componentes con cartografía socioambiental, geología, suelos y flora y fauna del área, en convenio con la Universidad del Tolima. “Esos documentos servirán para el Plan de ordenamiento y manejo de la cuenca (Pomca) del río Sumapaz y el esquema de ordenamiento territorial de cinco municipios. De esa forma se hace un estudio completo del área de influencia del bosque para tomar decisiones fundamentadas en el conocimiento científico”, dice.
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Conservación antes que explotación
Para el director de Cortolima declarar el bosque de Galilea es una carrera contra la industria petrolera. Sin embargo, aclara que hay figuras que se debieron tener en cuenta antes de subastar bloques de hidrocarburos en áreas de interés nacional como lo es este bosque, dada su condición de zona protectora, amortiguadora y corredor de biodiversidad que se une no solo con el páramo de Sumapaz sino con el páramo de Oseras en el Huila. Galilea también es determinante para la protección del río Magdalena ─el más largo e importante de Colombia─.
“Lo que estamos priorizando para conservación son 33 000 hectáreas que van desde los 1200 a los 2800 metros sobre el nivel del mar, aunque ya hay figuras que respaldan su importancia para la conservación como el Conpes 3680 de 2010 que establece a los bosques de Galilea como un sitio estratégico para el país”, explica Cardoso.
El director de Cortolima también reclama la falta de coordinación entre las instituciones que toman decisiones a nivel central sin tener en cuenta el nivel territorial y, ofertan, en este caso, polígonos y bloques petroleros sobre áreas que han sido declaradas de significancia ambiental. “Por eso es vital para nosotros como institución que en agosto de 2019 Galilea sea un Área Regional Protegida”, añade el funcionario.
Pero el asunto no es nuevo. Galilea estuvo durante mucho tiempo en la mira del sector petróleo y en el año 2000 las comunidades de la zona denunciaron la ejecución de los primeros ejercicios de sísmica que mostraron la potencialidad de la zona de influencia directa del bosque.
“La zona estaba intacta desde los años 70”, explica Armando Salazar Ariza, coordinador de la mesa ecorregional de Sumapaz de Tolima y Huila, una organización que trabaja por la conservación de los ecosistemas de la región. “En ese momento el bosque estaba custodiado por la guerrilla de las FARC que le había impuesto a las comunidades una veda para evitar la deforestación de la selva húmeda por la que caminaban en medio de un extenso corredor que los llevaba hasta el páramo de Sumapaz por el municipio de Cabrera, antiguo territorio de completo dominio del grupo guerrillero”.
Andrés Avella Muñoz, líder de la línea de bosques y ecosistemas estratégicos del programa de ciencias básicas y de la biodiversidad del Instituto Humboldt, reitera que efectivamente los bosques de niebla de Cundinamarca y Tolima estuvieron alejados de ciertas transformaciones lo que ha permitido que hoy exista una buena representatividad, sobre todo teniendo en cuenta que, según el investigador, los bosques de niebla son los segundos con mayor transformación en Colombia después de los bosques secos.
Lo que nunca pensaron las comunidades es que esos bosques llenos de biodiversidad, protegidos de la deforestación y con vegetación primaria, que no ha sido tocada desde hace 700 años aproximadamente según sugiere la ciencia, estuvieran llenos de petróleo, y más difícil aún, de reservas no convencionales que deben ser extraídas con técnicas tan controvertidas como el fracturamiento hidráulico, más conocido como fracking.
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Ya llegó la exploración y explotación convencional
Aunque la guerrilla de las FARC no dejaba que se tocara el territorio, las primeras pruebas sísmicas del año 2000 abrieron las posibilidades de explotación para empresas petroleras como Nexen Petroleum, industria de extracción canadiense que solicitó una licencia ambiental al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y en el año 2004 obtuvo la autorización para el desarrollo del proyecto “Área de Interés de Perforación Exploratoria Villarrica Norte”, localizado entre los municipios de Dolores y Villarrica, en las veredas Galilea, Palmira, El Piñal y Riachón del departamento del Tolima, justo en el área de influencia del bosque.
Nexen cedió los derechos y obligaciones originados y derivados de la Licencia Ambiental a Petrobras, que en Colombia operaba bajo el nombre de Perenco OIL. Esta última empresa solicitó a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) ─entidad que desde el año 2012 maneja el licenciamiento ambiental en Colombia─, que les permitiera nuevamente ceder los derechos de la licencia a Petrobras de Valores Internacional de España, quienes hoy ya están haciendo exploración convencional en la zona.
Y es que la obligación de Petrobras Valores Internacional de España, según Jorge Cardoso, director de Cortolima, era comunicar la cesión de las actividades contenidas en la licencias, pero hasta hace unas semanas, dice, esto no se había dado a conocer por parte de la empresa. Tampoco se sabía de su intervención en la zona.
En una cadena de hechos, algunos miembros de la comunidad de Villarica que no quisieron revelar sus nombres, aseguran que la modificación de resolución de sucesión de una empresa a otra, autorizada y aprobada por la Anla el 5 de julio de 2018, coincidió con la llegada de un pelotón del Ejército que acordonó el área del proyecto prestando seguridad en la zona. Lo que resultó ser una sorpresa para los habitantes del municipio de Villarrica, la vereda de Galilea y para Cortolima fue la instalación de campamentos, la apertura de vías y la instalación de aparentes plataformas en la vereda sin conocimiento de los pobladores ni de la corporación, además de la deforestación de unas 30 hectáreas en la zona de amortiguación del bosque, evidenciadas en un sobrevuelo.
Jorge Enrique Cardoso, director de Cortolima, asegura que entre el 9 y 10 de agosto una comisión de la entidad subió hasta el lugar acompañada por representantes de las comunidades de Dolores, Prado, Purificación, Cunday, Icononzo, Villarrica y delegados de la Alcaldía de Dolores y se encontraron con tropas del Batallón de Operaciones Terrestres Número 17.
Mongabay Latam tuvo acceso a un audio suministrado por miembros de la comunidad que no quisieron relevar sus nombres, en el que un funcionario de Cortolima asegura que no los dejaron ingresar al área para saber qué estaba haciendo el personal de la empresa sobre la futura área regional protegida de Galilea. “Estuvimos en el área dónde la gente denunció la presunta infracción ambiental y estuvimos más de una hora tratando de ingresar y fue infructuosa la idea porque no nos dejaron pasar. Al siguiente día nos reunimos con la comunidad y dejamos un acta hecha que nadie quiso firmar”, afirma el trabajador de Cortolima en el audio.
Esta misma autoridad ambiental dio a conocer en un comunicado que no solo a ellos les fue negado el acceso, sino también al equipo de investigación de la Universidad del Tolima que pretendía tomar muestras de material vegetal tendiente a lograr la actualización del Plan General de Ordenamiento Forestal “PEGOF” del Tolima, componentes prioritarios para culminar los estudios de la “Ruta de declaratoria del Bosque de Galilea”.
El Ejército Nacional, por su parte, explicó los hechos y aclaró públicamente que no le permitieron a la comunidad entrar al predio para evitar desmanes y aclararon que “en virtud del convenio suscrito entre el Ministerio de Defensa Nacional y la empresa Petrobras Colombia, tendiente a garantizar las condiciones de seguridad en la exploración de crudo en el denominado pozo “Himalaya”, solo se podría entrar al sitio con autorización de Petrobras de Valores Internacional de España”.
“Con el inicio del posconflicto hoy esta área enfrenta la presión de varios proyectos petroleros, que obedecen a licencias aprobadas desde hace más de una década y que hoy ya empiezan a liberarse para el desarrollo de este tipo de actividades”, explica Armando Salazar, miembro de la comunidad. Lo inverosímil para los habitantes de la zona es que áreas que se podrían mantener en buen estado de conservación, hoy estén en manos de empresas que tienen licencias aprobadas y que empezaron sus actividades desconociendo lo que quieren hacer las comunidades en el territorio.
“Hace dos años, en Ibagué (capital del departamento del Tolima), citaron a la comunidad y socializaron el proyecto de Petrobras, pero nunca nos avisaron cuándo iniciaría la explotación de nuestro territorio y nuestro objetivo es hacer una consulta popular que blinde los bosques de Galilea de estas actividades que nos quieren imponer”, explica Salazar.
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La sombra de los no convencionales en el Bosque de Galilea
El proyecto Villarrica Norte, como ya se mencionó, acaba de iniciar actividades de exploración convencional con licencia otorgada por el Ministerio de Ambiente desde el año 2004 y cubrirá una extensión de 12 628,4 hectáreas dentro de la cual se precisó una zona de interés denominada “área Himalaya” de 44,4 hectáreas donde se harán procesos de exploración y extracción de petróleo convencional.
Pero este no es el único proyecto petrolero en la zona. La empresa CANACOL Energy solicitó en el 2013 la aprobación de una licencia ambiental para la exploración y explotación del bloque Cordillera 11, más conocido como COR 11, y un año más tarde la Anla le otorgó su permiso. Este sería un segundo proyecto que, aunque no ha iniciado, buscaría extracción de no convencionales, tal como aparece en la página web de la compañía en la que especifican “el contrato de exploración y producción COR-11 con prospectividad de Shaleoil”, es decir, petróleo extraído de forma no convencional, en la Cuenca del Magdalena, Colombia, a pesar de que la licencia ambiental inicial fue otorgada para extracción convencional. Si decidieran hacer actividades Shaleoil indiscutiblemente se requeriría una modificación de este documento, basada en estudios adicionales. Pero según conoció Mongabay Latam, dicho trámite aún no se ha solicitado en la Anla.
El proyecto de CANACOL Energy localizado entre los departamentos de Huila y Tolima, también realizaría operaciones en los municipios de Dolores y Villarica. El bloque COR 11 incluye áreas del páramo de Sumapaz en la zona de Cabrera, que hace parte del corredor del bosque alto andino que comunica las zonas nubosas húmedas de Galilea e incluso se habla de zonas del páramo de Oseras en el municipio de Colombia en el Huila, que hoy es un Área Regional Protegida.
Y es que el impacto sobre zonas estratégicas no es un secreto. Incluso la Anla, en la licencia aprobada, “determina importante mencionar que el bosque denso alto de tierra firme que se encuentra dentro del proyecto exploratorio COR 11, es de gran importancia por su estado de conservación. Además, estas coberturas son utilizadas como corredores biológicos de especies que se mueven por el complejo de páramos de los departamentos de Cundinamarca, Tolima y Huila”. Es por eso que los representantes de las comunidades se preguntan, ¿cómo se han otorgado licencias para exploración y explotación petrolera en zonas de tanta fragilidad y con el conocimiento de la autoridad ambiental que las aprueba?
Mongabay Latam pudo establecer con el mapa de tierras de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) del año 2017 que, en la zona de influencia del bosque de Galilea, hay más bloques otorgados a empresas petroleras para exploración y explotación. Por ejemplo, está el bloque COR 12 de la empresa YPF; aunque no alcanza a tocar el bosque de Galilea, y el COR 62 para la exploración de no convencionales en la zona y que forma parte de un proyecto piloto.
Este último bloque, ubicado entre los municipios de Dolores, Purificación, Melgar, Prado, Villarrica, Cunday e Icononzo, justo en los mismos municipios donde se ubican las 33 000 hectáreas del área regional que pretende conservar Cortolima, es un proyecto de exploración no convencional de hidrocarburos al que Ecopetrol y la Empresa EXXON renunciaron a finales de noviembre del 2017.
La historia comenzó cinco años atrás cuando las zonas altas de la cordillera oriental estaban en la mira de la exploración de hidrocarburos. En el momento en que Exxon volvió a Colombia entró al país con la firme convicción de hacer exploración de hidrocarburos no convencionales en tres bloques, uno de ellos ubicado en los mismos municipios en los que está el bosque de Galilea, según lo confirman los pocos documentos que certifican la intención de hacer sísmica en el área, como la consulta realizada al Ministerio del Interior sobre la presencia de comunidades étnicas en la zona.
Mongabay Latam habló con Ecopetrol, empresa colombiana que desarrollaría la apuesta de exploración con EXXON, para establecer qué tanto avanzaron en el desarrollo del proyecto. La respuesta de su oficina de comunicaciones fue que “de acuerdo con la información pública de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, el contrato de Exploración y Producción sobre el bloque COR-62 estaría en trámite de terminación, por lo tanto Ecopetrol no está desarrollando actividades en esa zona”. La empresa, que en un principio decidió darle a este medio una entrevista con Edward Tovar, gerente de Yacimientos No Convencionales, la canceló sin entregar detalles, pero especificaron que por las condiciones ambientales del área decidieron abandonar la idea de explorar el territorio.
Para confirmar la información entregada por Ecopetrol, Mongabay Latam pudo establecer que en la Anla solo reposa una solicitud de permiso para la recolección de especímenes, pero no hay ninguna solicitud adicional para evaluación de estudios de impacto ambiental del proyecto.
En amarillo se ven algunos de los bloques petroleros de la zona. En morado el ordenamiento forestal de la región y en rosado el bosque de niebla de Galilea. Gif realizado por Alberto Castaño Camacho.
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¿Qué se pierde si se extrae petróleo en bosque de niebla?
Los bosques de niebla son el reino por excelencia de bromelias y orquídeas, de robles, laureles amarillos, cominos y miles de plantas y árboles que conforman un jardín botánico con diversas especies asociadas y dedicadas a cosechar las diminutas gotas de agua que forma la neblina, para así proveer de agua, montaña abajo, a todo lo que se atraviese.
Para Andrés Avella, sin bosques de niebla se pierden servicios importantes como la oferta y regulación hídrica, los servicios de polinización y la conservación de suelos. También se daría una gran pérdida de biodiversidad, pues estos ecosistemas son determinantes para la sostenibilidad ambiental del país.
Para Miguel Ángel Quimbayo Cardona, líder del Grupo de Investigación Biodiversidad y Dinámica de Ecosistemas Tropicales de la Universidad del Tolima, la riqueza es enorme. Lo que se está priorizando para conservar alcanza una franja de subpáramo y bosque alto andino. “En el sitio de investigación hemos registrado más de 200 especies de aves. Es sabida la gran diversidad de avifauna de estos ecosistemas y su endemismo”, dice.
Quimbayo destaca la presencia de osos andinos (Tremarcto sornatus) cerdos de montes o zaínos (Pecari tajacu), jaguar (Panthera onca), tigrillos (Leopardus pardalisy, Leopardus tigrinus), venado soche (Mazama americana), aves como la guacamaya verde (Ara militaris) y un ave en peligro como el águila crestada (Spizaetus isidori). También ha encontrado ranas cristal (pertenecientes a la familia centrolenidae) muy atractivas para los herpetólogos y bolitoglosas, anfibios de cola larga muy interesantes para la ciencia.
Para Cesar Rey, consultor en temas de bosques y biodiversidad, la declaratoria de los bosques de Galilea es de gran importancia. “El director de Cortolima ha asumido el reto de la declaratoria por una presión de empresas petroleras en esa parte del departamento, por lo que se tendrá que sentar a conversar con los sectores que pretenden entrar. Sin embargo, la prioridad es proteger esos relictos de biodiversidad que tienen grandes extensiones de bosques y hoy conservan la reserva más grande de robles de toda la vertiente occidental de la cordillera oriental”.
Por su parte, Andrés Avella del Instituto Humboldt, cree que los modelos de conservación de zonas como Galilea deben ser incluyentes con la gente. “Si lo que queda es ese relicto y es estratégico para el departamento del Tolima debe priorizarse su conservación y generar beneficios económicos como pagos por servicios ambientales para la comunidad, pero todo debe estar asociado al levantamiento de información y usos del manejo del bosque”. No obstante, y teniendo en cuenta la coyuntura, el investigador expresa que las actividades a las que le ha dado entrada el departamento, como la exploración y explotación de hidrocarburos, podrían realizarse con un buen manejo de compensación.
A pesar de esto, para Cortolima la prioridad es blindar el territorio y por eso trabaja de la mano con las comunidades para evitar que, en un futuro, la explotación de hidrocarburos en el último relicto de bosque húmedo de la región sea una realidad.