- El Corredor de Conectividad Sangay-Podocarpus es el primer corredor que protege la biodiversidad en el Ecuador.
- En más de 500 000 hectáreas, que delimitan al corredor, se han identificado 580 especies de aves, 101 especies de mamíferos, 162 de anfibios, 45 de reptiles y 31 de peces.
- En el país existen 11 zonas priorizadas para establecerse como corredores ambientales.
Hace once días, el 27 de julio, los ecuatorianos recibieron una muy buena noticia: están en camino a contar con su primer corredor de conectividad. Y el ministro del ambiente adelantó que falta muy poco para que este anuncio sea oficializado. Se trata de un área de 567 097 hectáreas que conectará el Parque Nacional Sangay con el Parque Nacional Podocarpus, al sureste del país.
Ambos parques se encuentran en la lista de los más importantes para Ecuador y cuentan incluso con un reconocimiento internacional de la UNESCO. El Parque Nacional Sangay es considerado patrimonio natural de la humanidad y el Parque Nacional Podocarpus es el área núcleo de la Reserva de Biósfera Podocarpus.
El nuevo corredor vincula a estas dos áreas protegidas, alberga bosques montanos y humedales, quebradas con cascadas y grandes ríos que permiten el paso de animales y plantas entre las dos parques nacionales. Son unos 160 km en línea recta, de bosques todavía intactos de la Cordillera Real Oriental, los que separan a los parques Sangay y Podocarpus, y por donde transitan poblaciones de osos de anteojos, venados de cola blanca, pumas, jaguares, cóndores y águilas andinas, que cruzan las laderas de esta cordillera en busca de alimento y nuevos territorios.
¿Qué falta para que el Corredor de Conectividad Sangay-Podocarpus sea declarado? Que la normativa técnica de esta nueva categoría de protección, que figura en el nuevo Código Orgánico del Ambiente (COA), termine de ser desarrollada por las autoridades, explicó Fabián Rodas, coordinador del programa Austro de la oficina de Naturaleza & Cultura Internacional (NCI). Una vez concluída la normativa el corredor será oficial.
La expansión agropecuaria y los asentamientos humanos han amenazado, por años, con fragmentar este corredor en pequeñas islas manejadas por un mar de actividad humana. “Entre los dos parques hay aún muchos bosques y páramos que sin ninguna protección de parte del Estado central o local, todavía conservan una gran cantidad de biodiversidad”, cuenta Rodas.
Fue precisamente por esta razón que a finales del 2009, NCI, la Corporación Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) y el Ministerio del Ambiente (MAE) se reunieron con las direcciones zonales de las provincias de Azuay, Cañar, Loja, Morona Santiago y Zamora Chinchipe para llenar de manera urgente aquellos vacíos de conservación que existían hasta el momento en la zona. Se pusieron manos a la obra y en el 2012 se generó la primera propuesta del corredor de conectividad. “En el caso del corredor Sangay-Podocarpus, la ventaja que tenemos es que la conectividad aún está casi intacta. Lo que estamos haciendo es mantener y asegurarnos que la conectividad permanezca a largo plazo para evitar que la deforestación o colonización humana vaya aislando espacios o pedazos del corredor reduciendo la viabilidad de las especies”, explicó Rodas. De hecho, el 77,32 % del corredor está cubierto por ecosistemas frágiles como bosques nativos y páramos, según un estudio técnico preliminar elaborado recientemente por el MAE y NCI para el establecimiento del corredor.
Desde el 2012, la creación de nuevas áreas bajo la protección local y nacional no ha cesado. Y esta vez, alrededor de 90 actores entre organizaciones no gubernamentales, ministerios, universidades y gobiernos locales han puesto su esfuerzo y trabajo para construir el primer corredor de conectividad del país.
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Un proceso de nueve años para reconocer el primer corredor del país
Entre los 18 municipios y 59 gobiernos descentralizados que forman parte del corredor ya se habían declarado, desde 1971 hasta el 2010, 15 áreas de bosques y vegetación protegidas a nivel local. Y a partir del 2009 se han asegurado la protección de 10 áreas de conservación municipal y varios predios privados dedicados al cuidado de los bosques. Estas áreas protegidas abarcan una superficie de 368 763 hectáreas de remanentes de hábitat y hoy constituyen el 65% del área propuesta para ser declarada como corredor.
A la lista de espacios protegidos en las jurisdicciones antes mencionadas, hay que sumar también tres áreas núcleo que cuentan con la protección máxima del Estado por su importancia biológica y que ahora forman parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. En ellas no se pueden realizar actividades extractivas como la minería, aseguró Silvio Cabrera, responsable del Patrimonio Natural del MAE de las provincias de Azuay, Cañar y Morona Santiago. Estas son: el área de conservación municipal Siete Iglesias, el área de conservación comunitaria Tambillo y el Parque nacional Río Negro Sopladora, el cual fue declarado a principios de este año. La superficie de las tres áreas núcleo suman un total de 48 599 hectáreas y representa el 8,5% del territorio del corredor.
Mientras se seguían creando nuevas áreas que conservaban remanentes de bosques y otros hábitats, en el 2013 el MAE, a través del acuerdo ministerial 135, abrió las puertas para sumar a la lista de espacios protegidos a los corredores biológicos. Por primera vez se definieron los lineamientos y mecanismos generales para establecer esta nueva categoría de protección en el país, según Mónica Pesántez, técnica de NCI. En el acuerdo se mencionan, a nivel nacional, las áreas con mayor presión humana, los ecosistemas más frágiles y las zonas donde es necesario implementar acciones para conservar la conectividad y los recursos naturales. Con este análisis se priorizaron 11 zonas en el país para establecerlas como corredores de conectividad. Según el ministro de ambiente Tarcisio Granizo, las otras 10 zonas priorizadas para establecerse como corredores de conectividad se encuentran en fases iniciales de negociación y trabajo.
Este año, con la entrada en vigencia del Código Orgánico Ambiental (COA), se reconoció como figura de conservación a los corredores de conectividad del país. “No es un área de conservación estricta, es un área donde se puede hacer un modelo de desarrollo diferente”, especificó el ministro. Según Mónica Pesántez de NCI esto permitirá que los corredores tengan una figura más fuerte en términos legales.
Según Rodas, actualmente el ministerio del ambiente está desarrollado una normativa técnica para el establecimiento oficial de los corredores de conectividad, una vez finalizado el Corredor de Conectividad Sangay- Podocarpus será el primer corredor establecido en el país.
“En el corredor de conservación se ha logrado generar múltiples piezas de un rompecabezas, cada pieza es una reserva municipal con su propia ordenanza, un bosque protector o un área protegida nacional que hasta ahora no interactuaban ni se veían en conjunto. Lo que estamos haciendo con esta declaratoria es empezar a armar ese rompecabezas. La idea es lograr que las distintas instituciones colaboren para tener un plan de desarrollo y una visión en conjunto”, explicó Rodas.
Ahora el reto está en cómo lograr que la conservación permanezca a lo largo del tiempo.
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Un corredor biodiverso
Los 16 ecosistemas presentes en el corredor están distribuidos entre los 600 metros sobre el nivel del mar, ocupados por bosques piemontanos, y los 4200 que albergan un vasto territorio de páramos. A lo largo de este paisaje tan diverso se pueden encontrar cientos de especies, algunas nuevas para la ciencia y otras única en el mundo, según el estudio técnico preliminar para el establecimiento del corredor.
Existen 85 especies de plantas dentro del Corredor Sangay-Podocarpus, que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, es decir, son endémicas.
Pero los bosques de la Cordillera Real Oriental son también refugio de 580 especies de aves. “En los bosques de estribación andina se concentra la mayor cantidad de avifauna del país”, comentó Rodas. Algunas aves utilizan al corredor como una zona de paso. Vienen de lugares muy lejanos, se quedan por unos meses y luego emprenden sus viajes hacia otros continentes. Otras solo migran pequeñas distancias dentro del país, y utilizan el corredor para buscar alimento y descansar. Y para muchas más el corredor es su hogar o la vía por donde pueden cruzar hacia el Parque Nacional Podocarpus y el Parque Nacional Sangay.
Entre los animales más pequeños y los más vulnerables, se encuentran 162 especies de anfibios. Para ellos los bosques del corredor son su refugio permanente y cualquier cambio, como la fragmentación de su hábitat, puede poner en jaque la supervivencia de la especie. El 76,5% de las especies endémicas de anfibios en el corredor se encuentran bajo alguna categoría de amenaza. Es decir, si estas especies desaparecen del corredor, no se podrá encontrar un solo ejemplar más en todo el mundo.
Pero los estudios también han confirmado la presencia de mamíferos en el corredor. En total 101 especies, que corresponden a un 23,36% de las identificadas en de todo el país. Y 27 de ellas se encuentran bajo alguna categoría de riesgo de extinción, como por ejemplo el oso andino, el jaguar, el tapir de montaña y también el amazónico. El corredor cumple una función fundamental porque reduce la posibilidad de que estas especies desaparezcan de los Parques Nacionales Sangay y Podocarpus.
Junto con la protección de la biodiversidad el corredor provee agua directamente a las más de 300 mil personas que viven dentro de este y a sus alrededores. Además, de acuerdo al estudio técnico preliminar para su establecimiento, constituye la naciente de cientos de cuerpos de agua que aportan a varias Centrales Hidroeléctricas que se encuentran en operación, construcción o con estudios definitivos. De acuerdo a Cabrera, la más importante es el Complejo Hidroeléctrico Paute que consiste en tres centrales hidroeléctricas que proveen el 40% de la energía eléctrica del país.
Según el estudio técnico, en las más de 500 mil hectáreas del corredor se han identificado 30 cuerpos de agua más relevantes, de los cuales se destacan los ríos Paute, Negro, Bomboiza, Zamora, Collay, Gualaceño, Santa Bárbara, San Miguel de Cuyes, Shincata, Cruzado, León y Yacuambi.
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O migran o se extinguen
Fabián Rodas explicó que varias especies de mamíferos y aves necesitan de grandes extensiones de diferentes hábitats en buen estado para migrar y consumir alimentos, que no encuentran en un mismo lugar durante todo el año. Para ello es necesario que los hábitats estén conectados. “Hay muchos conflictos cuando deja de existir la conectividad, los animales tienen que utilizar los territorios humanos para poder movilizarse y consumen recursos de los poblados, como el maíz o el ganado. No tienen otra opción”, explicó el especialista.
Para demostrar la conectividad del corredor Sangay-Podocarpus, el Ministerio del Ambiente ha realizado modelamientos del uso del hábitat y distribución del oso de anteojos, tapir, puma, cóndor, águila andina y del venado de cola blanca. Los resultados demuestran que estas especies utilizan el corredor para buscar recursos en diferentes épocas del año y conquistar nuevos territorios para no competir por alimento con individuos de la misma especie. Próximamente se desarrollará un monitoreo con cámaras trampa y se instalarán radiotransmisores para verificar esta información.
Otra razón por la cual el aislamiento puede llevar a la extinción de poblaciones es la disminución de la variabilidad genética. “Los animales empiezan a reproducirse entre individuos muy cercanos o parientes. Esto hace que aparezcan defectos genéticos, que sean más vulnerables a enfermedades y a otros eventos como incendios o cambios climáticos. La población se puede extinguir”, puntualizó Rodas. Como ejemplo, argumentó que según investigaciones del biólogo Francisco Sánchez, este es el caso de una población de osos que habita en el Macizo del Cajas, al sur del Ecuador, en la provincia de Azuay. Los científicos han observado a través de cámaras trampa que los osos se están reproduciendo entre padres e hijos. “Si no existe un corredor de conectividad que los vincule con otras poblaciones de osos del norte y del sur, quedaría poco tiempo para que la especie desaparezca de esa zona”.
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Minería: una amenaza para el corredor
El oro, la plata y el cobre son los metales más buscados por la minería dentro del corredor. El 20% de la superficie de este espacio, está hoy ocupado por concesiones mineras, según el estudio técnico preliminar para el establecimiento del corredor, que recoge datos de febrero de 2018 del Catastro Minero de la Agencia de Regulación y Control Minero.
Freddy Torres, alcalde del cantón Limón Indanza, que forma parte del corredor, cuenta que la minería es una de las principales amenazas en su territorio. El 19% del territorio cantonal está bajo concesiones mineras. “Es lamentable cuando uno quiere conservar una zona para proteger una fuente de agua, pero resulta que ya existe una concesión minera”, dijo molesto. Él cuenta que están trabajando para ampliar la Reserva Municipal Tinajillas Río (a 31 959 hectáreas), con lo cual podrían subirla de categoría y sumarla al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP). Solo así se podría prohibir la explotación minera dentro de ese espacio que forma parte también del corredor.
Verónica Quitiguiña, del Programa de Apoyo al SNAP, mencionó que además de la reserva municipal Tinajillas, también están trabajando para incorporar en el sistema nacional a la reserva municipal Runahurco en el cantón Gualaquiza y el área municipal del cantón Yacuambi, con 38 475 hectáreas. Estas serían así las tres áreas municipales más grandes del corredor. Frente a la preocupación por la presencia de la minería en el corredor, el ministro de ambiente respondió que se debe analizar cuáles y cuántas concesiones hay en el territorio y negociar con los propietarios de estas concesiones para revertirlas. “Si no es posible hay que ver la mejor forma de hacer la explotación responsable”, añadió.
Además de la minería, otra de las amenazas permanentes que aportan a la pérdida de hábitat dentro del corredor es la expansión de la frontera agrícola. El 18,98% de este territorio está cubierto por un mosaico de pastizales y cultivos, a pesar de que la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca representa poco más del 5% de las actividades económicas dentro del corredor, según datos del estudio técnico preliminar para el establecimiento del mismo.
En el Corredor de Conectividad Sangay-Podocarpus y a sus alrededores viven más de 320 000 personas entre campesinos, mestizos e indígenas. La población debe buscar alternativas económicas para mantener y proteger los bosques frágiles del corredor. Freddy Torres, alcalde del cantón Indanza afirma que un 65% del cantón Limón Indanza se dedica netamente a la ganadería, y aunque tienen aún mucha vegetación, la zona intervenida por el hombre es extensa. “En algunas se ha logrado poner un límite para evitar la expansión agrícola. También se ha logrado reforestar partes de estas zonas que ya no se utilizan para la agricultura”, especificó el alcalde. Sin embargo señala que tampoco se puede frenar el desarrollo económico dentro del cantón. Por eso propone impulsar otras alternativas económicas que pueden surgir de la conservación de los bosques y las áreas protegidas, por ejemplo, el turismo, la pesca deportiva, la investigación y los deportes extremos.
Silvio Cabrera, técnico del MAE, añade que se están buscando e implementando alternativas sostenibles productivas dentro del corredor. Se ha lanzado por lo pronto un programa de ganadería climáticamente inteligente, donde se busca intensificar la producción en espacios más reducidos, para permitir satisfacer la necesidad de la gente y evitar la expansión agrícola.
El reto está ahora en garantizar la convivencia a largo plazo entre los habitantes del corredor y los bosques que protegen la biodiversidad, y que permiten el paso libre de las especies para evitar su extinción.