- Hasta ahora no es posible pronosticar un fenómeno del Niño. La oceanógrafa colombiana espera poder cambiar esta realidad y de esa manera permitir que las sociedades puedan anticiparse a sus impactos.
Ana Lucía Caicedo, la única oceanógrafa de Tumaco, municipio colombiano a orillas del Pacífico, quiere lograr entender el fenómeno del Niño a tal punto que le sea posible pronosticarlo. Si lo logra, ello permitiría generar herramientas entre las personas y políticas públicas que permitan anticiparse a un evento del Niño y mitigar sus consecuencias, a veces catastróficas.
Ingeniera electrónica de la Universidad Nariño, magister en oceanografía física de la Escuela Naval Almirante Padilla y doctorada en ciencias del mar de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, a sus 35 años, Caicedo recibió el año pasado el Reconocimiento Afro. Una distinción que entrega el Ministerio del Interior de Colombia a líderes que trascienden fronteras y que se han destacado por sus aportes a las comunidades afrocolombianas.
Mongabay Latam conversó con ella sobre sus ambiciones por lograr comprender al Niño y crear una herramienta que podría cambiar la manera en la que hasta ahora nos relacionamos con este fenómeno.
¿Por qué te interesó la oceanografía?
Siempre durante la niñez tuve curiosidad por el oleaje y las mareas. Yo vivía en la zona palafítica y me llamaba mucho la atención que a ciertas horas el agua estuviera alta y que en otras no hubiera nada y se viera el fango. Pero yo ni siquiera sabía que existía una carrera que se llamaba oceanografía.
¿Y cómo fue que empezaste sin tener un referente cercano?
Yo siempre quise estudiar ingeniería en sistemas o algo que tuviera que ver con programación. Incluso en algún momento llegué a pensar en trabajar en un banco. Finalmente me decidí por estudiar ingeniería electrónica en Pasto, Nariño, porque era un reto, una carrera muy poco común. Ya luego en la universidad participé en un grupo de investigación en sismología, pero siempre con la inquietud de cómo poder llevar ese conocimiento a Tumaco. Para unas vacaciones, yo ya estaba en décimo semestre, y en un evento social un compañero me dijo que había el interés de hacer prácticas académicas en el Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Pacífico donde estaban necesitando incorporar análisis de señales. Estuve 10 meses en el centro de investigaciones y me enganché. Me gustó mucho la oceanografía. Tanto así que me quede más tiempo del que estaba establecido para las prácticas académicas. Ya luego se abrió una vacante y me llamaron para que pudiera estar de planta y es el trabajo que actualmente tengo.
Participaste de una expedición a la Antártica. ¿De qué se trató?
Yo fui allá en una línea relativamente nueva que son las expediciones de Colombia a la Antártica. Participé en la tercera expedición, en el verano del 2016 al 2017. Esta expedición es promovida por la Comisión Colombiana del Océano y coopera muy fuertemente la Armada Nacional que es la plataforma de investigación en la que se hace el viaje. Cuando vamos a la Antártica se llevan diferentes componentes de investigación y yo participé en uno orientado al tema de la oceanografía. La tarea que yo llevaba era hacer la instalación de equipos para un proyecto que tiene que ver con analizar la influencia que tienen, en las costas colombianas, las secuencias de olas en la Antártica.
La premisa de esta expedición científica es ver cómo lo que está ocurriendo ahí, influye en nuestro territorio marítimo colombiano. El año pasado terminamos unos resultados donde pudimos determinar esa influencia.
¿Y cuál es esa influencia?
En Colombia, y en la mayoría de nuestros países sudamericanos del Pacífico sudeste, se ha de alguna forma satanizado el fenómeno del niño. En el sentido de que todo se lo atribuimos a él. Hay sequía, eso es El Niño; hay lluvias, también. Y muchas veces lo que está ocurriendo, y se ha demostrado, es que no tiene que ver tanto con ese tipo de procesos sino que con situaciones locales o variabilidades de menor escala. Así también se decía que el fenómeno del niño alteraba muchísimo el oleaje. Con esta investigación nosotros pudimos identificar que si bien el fenómeno del Niño y la Niña tiene incidencia, quienes tienen un papel preponderante son los trenes de oleaje que se producen en el territorio Antártico.
Cuando en el hemisferio sur estamos en época de invierno, las olas en la Antártica son mucho más fuertes y nosotros logramos percibir eso acá en nuestras costas colombianas. Se presentan alturas mucho más altas en las olas y potencialmente cambios en la dirección del oleaje, aunque aún falta investigación para asegurar eso, que podrían generar procesos de erosión en la línea de Costa.
¿Por qué te interesa estudiar El Niño?
Por la misma curiosidad que me genera el hecho de que todo se le atribuye al Niño. Quise realmente investigar y profundizar qué es lo que ocurre, aquí en Colombia, sobre todo desde el punto de vista oceanográfico y desde el punto de vista de las precipitaciones.
El reto no es solo centrarme en la parte local de Tumaco, sino también aprovechar lo que nosotros hacemos a nivel de cuenca pacífica colombiana, en el marco del estudio regional del fenómeno del Niño y la Comisión Permanente del Pacífico Sur. Con ellos tenemos un compromiso internacional y es realizar cruceros oceanográficos regionales de manera simultánea. Entonces, en el período de agosto, septiembre y octubre, nos ponemos de acuerdo los cuatro países: Colombia, Ecuador, Perú y chile y hacemos cruceros haciendo mediciones de perfiles de variables biológicas, físicas y demás.
Aparte de eso, tenemos un compromiso que es monitorear cada 15 días estaciones costeras y una de ellas se encuentran Tumaco. Sin embargo, la idea no es solamente quedarnos con los datos de lo que está ocurriendo ahí, sino aprovechar toda la información que tenemos de cruceros desde hace casi 60 años. Aprovechar también las capacidades de la modelación numérica y otras informaciones secundarias para desarrollar indicadores climáticos. Es decir, una herramienta que nos permita de alguna forma poder anticiparnos a un evento del Niño.
¿Cuándo se prevé el próximo evento del niño?
Ese es otro tema y es que hasta el momento no es posible poder dar una información como esa. Ahí la complejidad del asunto. Lo que sí uno puede hacer es hacer seguimientos. Por eso cada 15 días cada país monitorea las estaciones oceanográficas de las que te hablaba, para saber cómo se está comportando la temperatura del mar, los vientos. De ahí se puede inferir qué puede estar ocurriendo, pero a modo de diagnóstico mas no de predicción. Pero entonces el reto de la investigación que yo estoy desarrollando es poder dar con pronósticos. Ese es el paso que queremos dar con la asesoría científica especializada del PhD Ángel Muñoz, actualmente vinculado al Instituto Internacional de investigación del Clima y Sociedad (IRI) que es parte de Earth Institute de la Universidad de Columbia.
¿De qué se tratan esos pronósticos?
La idea nuestra es investigar profundamente, analizar la climatología, ver cuál es la influencia de los diferentes episodios históricos del Niño que se han presentado y, a través de esa información, implementar modelos numéricos hasta poder de alguna forma generar pronósticos. Esos pronósticos obviamente van a tener cierto nivel de incertidumbre. Pero la idea es que esa información, con toda la incertidumbre que tenga, permita hacer una planeación adecuada, por ejemplo para el sector productivo. Para la agricultura, por ejemplo, nos permitiría saber qué productos van a tener limitaciones.
El fenómeno del niño no se manifiesta de la misma manera en todos los lugares. En algunos llueve, en otros hay sequía…
Exactamente y esa es una de las justificaciones de la investigación. La NOAA ha hecho un esfuerzo por poder caracterizar cuáles podrían ser los efectos o los impactos a nivel mundial. Entonces vemos un mapa donde ellos dicen, por ejemplo, en Norteamérica va a haber sequía, en la parte sur va haber mucha más lluvia, por decir algo. Pero nos hemos dado cuenta, y no solamente en Colombia, sino muchos investigadores, de que los impactos del fenómeno del Niño son distintos dependiendo del lugar geográfico donde nos encontremos. Y que además un evento del Niño no es idéntico a otro. Entonces si escogieramos un evento reciente para ver qué ocurrió, qué impactos tuvo y a partir de esa caracterización dijéramos “listo, si ocurre un fenómeno nuevamente vamos a tener lo mismo”, eso sería falso. Es un tema bastante complejo que demanda estudios y sobre todo que los investigadores nos enfoquemos a una región geográfica puntual para poder tener mayor rigurosidad en la investigación.
¿Qué tipo de consecuencias ha traído El Niño en Colombia?
El fenómeno del Niño de 1997 a 1998 tuvo eventos de sequía impresionantes. Gente perdió su ganado. En el evento del 2010 hubo inundaciones, se perdieron viviendas. A nivel nacional se han presentado situaciones bastante dramáticas. Por ejemplo, en el fenómeno del niño de 1991, el gobierno tuvo que verse obligado a idear una política para poder racionalizar el uso de la energía eléctrica, porque las hidroeléctricas no estaban contando con el caudal necesario para poder generar energía. Fue tan catastrófico que para poder ahorrar electricidad las personas tenían que salir a trabajar mucho más temprano, de tal manera que los horarios laborales se hicieran en horas de sol. Entonces, en la medida en que se tenga información de qué pueda pasar, tener un pronóstico, saber a tres meses qué tasas de lluvia se pueden obtener, las personas van a poder hacer una planeación. Entidades de gobierno van a poder diseñar políticas que les permitan estar más atentos a lo que pudiera pasar.
Sabemos que es una situación compleja, pero en la medida en que nosotros más estudiamos y tengamos más información, la comunidad va a estar mejor preparada.
Foto Principal: Ana Lucía Caicedo