“La biodiversidad es fundamental para mantener la concentración del dióxido de carbono en la atmósfera en un nivel que de alguna manera mitigue aumentos mayores en los impactos del cambio climático. Todo aquello que evite la deforestación de ecosistemas, que son reservorios importantes de carbono —como las grandes turberas, los pantanos, etc—, es importante”, comenta Sandra Díaz, científica argentina que fue co-presidenta del Informe de Evaluación Mundial sobre la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas de IPBES.
Si bien el cambio climático no ha sido el principal motivo de la pérdida de biodiversidad y del deterioro de los ecosistemas en los últimos 50 años, sí está exacerbando los impactos sobre la naturaleza y el panorama a futuro no es alentador. “El cambio climático no es el precursor más importante de la pérdida de biodiversidad si uno lo compara con los cambios provocados desde 1970 por el impacto en el uso de la tierra y el mar, así como con los impactos de la extracción, pero claramente vemos como el cambio climático está volviéndose más relevante en los últimos años y como lo será de ahora al 2030”, dice Díaz.
Hoy, los cinco principales motores de la destrucción del planeta han sido identificados por 145 expertos, con base en la revisión de más de 15 000 fuentes científicas y gubernamentales. Estos son: los cambios en el uso de suelo de la tierra y el mar, la explotación directa de organismos, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras. A este panorama hay que agregar el crecimiento demográfico, el desarrollo económico y tecnológico, los conflictos y las epidemias, entre otros.
Asimismo, Díaz agrega que “ese deterioro a escala global también significa un deterioro masivo de las posibilidades que tenemos las personas de una vida digna y satisfactoria en el presente, pero fundamentalmente en las próximas décadas”.
Centroamérica: entre la destrucción y la conservación
Aunque existen ejemplos de buenas prácticas, Centroamérica no es ajena a la pérdida de ecosistemas y biodiversidad. Según el IPCC, el uso de la tierra y el cambio en la cobertura forestal son los principales promotores del cambio ambiental en la región. La deforestación, la degradación de la tierra y la pérdida de biodiversidad son atribuidas, principalmente, a la agricultura extensiva y a las actividades de exportación tradicional.
“La expansión agrícola ha afectado a los ecosistemas frágiles, causando una grave degradación ambiental y reduciendo los servicios ambientales que prestan esos ecosistemas. La deforestación ha intensificado el proceso de degradación de la tierra, aumentando la vulnerabilidad de las comunidades expuestas a inundaciones, deslizamientos y sequías. Las especies de plantas están disminuyendo rápidamente en Centroamérica y Suramérica, con un alto porcentaje de especies de anfibios en rápido declive”, señala el IPCC en su informe.
Para una región pobre y desigual como Centroamérica, cuyo nivel de pobreza está en 45 %, el deterioro de los ecosistemas acrecienta esta situación socioeconómica y esto, a su vez, se traduce en una alta vulnerabilidad a las condiciones climáticas.
Por ejemplo, y según IPCC, con el cambio climático se espera una afectación en el suministro de agua para las ciudades, las pequeñas comunidades, la producción de alimentos y la generación de energía hidroeléctrica.
De allí la importancia del esfuerzo que realiza la comunidad de Santa Julia, en Nicaragua, la cual lucha contra los madereros para evitar la destrucción de los bosques de El Crucero, considerados el pulmón verde del departamento de Managua.
Bajo el liderazgo femenino, la comunidad no solo le hace frente a quienes persiguen sus bosques para talarlos o convertirlos en carbón, sino que también reforestan y han cambiado sus métodos de producción agrícola para apostar más por lo orgánico y, con ello, evitar el uso de plaguicidas tóxicos.
Jurgen Guevara, ingeniero en recursos naturales que labora como oficial de industrias extractivas para el Centro Humboldt, afirma que los bosques de El Crucero son parte de la cuenca sur de Managua, lugar relevante para la recarga hídrica.
En cuanto a los arrecifes de coral y los manglares, estos proveen a las comunidades de servicios ecosistémicos relacionados a la recirculación de nutrientes, la regulación de la calidad del agua, la provisión de proteína y la protección contra tormentas, entre otros. Estos servicios, según el IPCC, están actualmente amenazados por el cambio climático.
Para no perderlos, Guatemala está apostando por las Mesas Locales del Mangle (MLM) y, a través de estas, los pobladores de las costas asumen tareas enfocadas en la conservación, restauración y manejo sostenible del ecosistema marino costero. No hay que olvidar que los mangles son un ecosistema clave para mitigar el cambio climático porque sirven como reservorios de carbono.