- La totalidad de empresas de ecoturismo que invertían en proyectos científicos tuvieron que cerrar operaciones debido a la crisis sanitaria.
- En las áreas naturales protegidas del departamento los proyectos de investigación tuvieron que posponer actividades.
Elpis, el águila arpía (Harpia harpyja) que nació en un nido sobre la copa de un gigantesco árbol de shihuahuaco (Dipteryx micrantha) en la Reserva Nacional Tambopata, en junio del 2017, debe ser en la actualidad, si es que logró sobrevivir en el corazón de la selva del sureste peruano, un diligente depredador de monos aulladores, armadillos, serpientes y osos perezosos.
Sus padres, bautizados por los investigadores del proyecto Harpy Cam como Kee-wai y Baawaja, volvieron en octubre pasado al mismo árbol que frecuentan desde hace diez años para repetir el ciclo de la vida. Para el equipo que monitorea por primera vez en tiempo real, con una cámara de gran resolución, el comportamiento de las águilas arpías, la ocasión vuelve a ser propicia para conocer más detalles de una elusiva especie que solo es posible atisbar en Perú en los pocos bosques prístinos que quedan en los departamentos de Loreto, Ucayali, San Martín y Madre de Dios.
El proyecto Harpy Cam es un componente más del programa Wired Amazon, una iniciativa de Rainforest Expeditions que reúne una serie de proyectos científicos que tienen como base la aplicación del concepto de ciencia ciudadana. Las imágenes obtenidas en estas pesquisas sobre lo más alto del dosel del bosque tropical se subirán a una plataforma en Internet para que puedan ser analizadas por miles de voluntarios en todo el planeta. Cada uno de ellos contribuye silenciosamente a la investigación científica que se realiza en Madre de Dios, en medio de la crisis mundial del Sars-Cov-2.
Esta cooperación entre voluntarios, científicos e instituciones académicas ha permitido descubrir en los últimos años, en el ámbito de la operación turística de Rainforest Expeditions, 29 especies de insectos y artrópodos nuevas para la ciencia.
Pero la pandemia, como en el caso de muchos otros proyectos científicos en Madre de Dios, ha puesto en peligro la continuidad de muchas investigaciones. No solo por las dificultades para planificar las salidas de campo por la inmovilización impuesta por el gobierno, sino por la falta de presupuesto y de ingresos para financiar este trabajo.
La riqueza natural del país no se condice con la inversión que hace su gobierno en ciencia y tecnología. Perú continúa a la zaga en la región en estos tópicos: de acuerdo al primer Censo Nacional de Investigación y Desarrollo en Centros de Investigación (Concytec, 2016), el estado peruano invierte apenas el 0,08 % de su Producto Bruto Interno (PBI) en investigación y desarrollo científico.
¿Cómo continuar con el trabajo científico durante la pandemia?
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Sobrevivir en tiempos del Covid-19
¿En qué situación se encuentran los proyectos de investigación científica que se desarrollan en Madre de Dios? Mongabay Latam habló con científicos peruanos y extranjeros que trabajan en sus áreas naturales para saberlo.
Mario Napravnik, biólogo de profesión y gerente general de la empresa de ecoturismo Rainforest Expeditions (RE), cuenta que antes de la pandemia la compañía alojaba un estimado de 12 000 pasajeros cada año y que en el 2020 apenas pudo recibir a mil turistas, casi todos antes del inicio de la crisis sanitaria.
“Las cifras son de espanto —prosigue—, hemos visto disminuir en un solo año el 92 % de nuestro movimiento turístico”.
El problema es que una parte importante de las utilidades anuales de la empresa servían para financiar los proyectos de investigación que se desarrollan desde su fundación hace treinta años. Solo en el 2019, según Napravnik, invirtieron un millón y medio de dólares en los programas de ciencia y ciencia ciudadana que se ejecutan en los tres albergues que gestiona en el Tambopata.
En Puerto Maldonado, la capital departamental y también el punto de llegada y salida de los científicos que trabajan en el Parque Nacional Bahuaja Sonene, la Reserva Nacional Tambopata, la Reserva Comunal Amarakaeri y en las cuencas vecinas encontramos a Varun Swamy, responsable del proyecto Aerobotánica que impulsa también Rainforest Expeditions.
A Swamy el inicio de la pandemia lo encontró mientras retornaba de la India de sus vacaciones. Le tomó tres meses llegar a su base de operaciones en Madre de Dios y varias semanas más ingresar al bosque tropical para recoger la información dispersa. “La situación es dramática, sin los botes de las empresas de ecoturismo no podemos movilizarnos por la selva. Si el turismo desaparece de Madre de Dios es casi imposible trasladarnos, así de simple”, comentó.
Swamy dirige también el proyecto Impacto de la defaunación de vertebrados grandes en la regeneración del bosque, una investigación de largo plazo que se lleva a cabo en cuatro locaciones en el departamento: el albergue ecoturístico Inkaterra, en el río Madre de Dios; el Centro de Investigación Científica del Río Los Amigos (CICRA); el Tambopata Research Center (TRC) en las proximidades de la colpa Colorado, la más extensa del planeta y en la Estación Biológica Cocha Cashu, en el Parque Nacional Manu.
El científico explica que el 2020 fue un año muy difícil para esta investigación. “Cuando volvimos, encontramos las trampas semilleras y las mallas con las que trabajamos muy dañadas, muchos de los datos que debíamos recoger se perdieron”, acota.
La lista de investigadores en el extranjero esperando el momento para retomar sus estudios en Madre de Dios es bastante larga.
La Estación Biológica Cocha Cashu se vio obligada a cerrar sus operaciones desde mayo. Entre ese mes y octubre del 2020, el Parque Nacional permaneció cerrado y las poblaciones indígenas que viven en su interior aisladas completamente.
Los trabajadores del centro se vieron obligados a volver a casa y los cursos anuales, entre ellos el de ecología tropical y técnicas de campo tan esperado por los estudiantes de ciencias de las universidades peruanas, el famoso curso Wallace, tuvo que suspenderse. “Nunca antes habíamos dejado de operar, ni siquiera en los peores años del terrorismo”, explica César Flores-Negrón, director científico del centro de investigaciones del Parque Nacional Manu y administrador general de San Diego Zoo Global-Perú.
Aunque la estación científica volvió a abrir sus puertas en noviembre para que ingresaran los investigadores peruanos, los extranjeros estuvieron impedidos de hacerlo debido a las restricciones en el tráfico aéreo. La totalidad de los proyectos científicos en curso, entre ellos el de lobos de río, tuvieron que paralizarse.
David Chang, biólogo por la universidad Cayetano Heredia y candidato a doctor en Cornell University, es uno de los científicos que vio truncas sus posibilidades de investigar en Madre de Dios. Su proyecto de doctorado sobre la biología reproductiva de la golondrina de ala blanca (Tachycineta albiventer) en la Estación Biológica Cocha Cashu tuvo que ser cancelado por los problemas logísticos derivados de la crisis. Por teléfono nos cuenta que ha tenido que cambiar el tema de su investigación doctoral por uno factible de realizar desde los Estados Unidos. Para el joven investigador la pandemia está modificando los planes de estudio y trabajo de los científicos peruanos.
Lo mismo ha ocurrido con los proyectos científicos que monitoreaba la bióloga Roxana Arauco hasta enero de este año directora adjunta y coordinadora de investigación en la estación biológica. La investigadora no solo perdió su plaza en Cocha Cashu debido a las restricciones en el presupuesto de San Diego Zoo en Perú, la institución que administra en virtud de un acuerdo con el Estado peruano la estación científica, sino que se vio obligada a parar sus proyectos de investigación con hormigas de la hojarasca del bosque tropical y el de tortugas taricayas.
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Tiempo de cambios
Flores-Negrón, a pesar de que la pandemia ha empezado su segundo año, es optimista sobre el futuro de la estación biológica. El director de Cocha Cashu considera que más que nunca es indispensable el trabajo de los científicos que trabajan proyectos que proponen soluciones a los problemas de salud pública que afrontamos. “Es claro para nosotros —precisa Flores-Negrón— que la salud humana depende de la salud del bosque y sin científicos que nos digan qué es lo que se tiene que hacer no vamos a avanzar como se necesita”.
Mario Napravnik de Rainforest Expeditions asegura que si han podido retomar ahora sus proyectos de investigación es gracias al apoyo económico que recibieron de fundaciones como la Gordon and Betty Moore y de aportes del Estado como el Fondo Nacional de Desarrollo Científico, Tecnológico y de Innovación Tecnológico (FONDECYT) y del propio Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC).
Ese salvavidas es el que les ha permitido solventar el 70 % de su presupuesto anual en ciencia y ciencia ciudadana, el resto esperan cubrirlo con el aporte de nuevos donantes. “Estamos buscando el dinero que nos hace falta para financiar el costo de una plataforma de observación de la pareja de águilas arpías que no hemos dejado de monitorear y el sueldo de un investigador residente”, comenta.
Mientras Napravnik se tomaba un tiempo para responder a nuestra preguntas, Adrián Avellaneda, director del programa Wired Amazon, le informó que Baawaja, el águila arpía macho del albergue Refugio Amazonas, acaba de volver al nido que habita con Kee-wai, su pareja, después de seis días de ausencia. Las arpías que monitorea el biólogo se turnan en el cuidado de los huevos –dos o tal vez tres- que eclosionarán en marzo próximo.
La pareja de arpías, superado el peligro de la presencia de tucanes, conocidos devoradores de huevos, están ahora alertas a la súbita llegada de un buitre real que aletea sobre el dosel del bosque de la Reserva Nacional Tambopata. La cámara del proyecto recoge todos sus movimientos.
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Ciencia para el futuro
Los proyectos de investigación científica que se llevan a cabo en las estaciones biológicas y en los albergues ecoturísticos impactan positivamente en la economía familiar de los cientos de asistentes de campo, muchos de ellos indígenas, que la actividad convoca cada año. En Cocha Cashu, según Roxana Arauco, los mejores guías siempre han sido los colaboradores machiguengas, nadie como ellos para entender el funcionamiento de los bosques.
Para la bióloga Úrsula Valdez, doctora en ecología, evolución y conservación y responsable de por lo menos cuatro cursos para estudiantes extranjeros que se llevan a cabo todos los años en la Estación Biológica Cocha Cashu, en la Hacienda Herrera, un predio rural sobre una de las orillas del río Madre de Dios y en las estaciones biológicas de Wayqecha, en el bosque nuboso y Río Los Amigos, el perjuicio es enorme para la ciencia.
“El pago que hacen los estudiantes que asisten a estos cursos —comenta la catedrática— financia cada año la participación de por lo menos diez universitarios peruanos que sin este apoyo no podrían tener acceso a estudios científicos de esta naturaleza”. El aporte de los estudiantes extranjeros y nacionales le permite también a la investigadora monitorear al detalle la diversidad de aves y mamíferos que habitan un sector del Bajo Madre de Dios impactado por las actividades agrícolas.
Para Valdez, que hasta antes del estallido de la pandemia no había dejado de venir a Perú, el trabajo remoto resulta siempre insuficiente, pues a distancia se pierden datos de importancia para una investigación. Revisar la data de las cámaras trampa dispuestas en el campo es una tarea presencial que ha podido ser superada con la ayuda del personal local capacitado.
El año pasado todos sus cursos fueron suspendidos y este año ya le cancelaron el primero de ellos, el que realiza en las selvas del Cusco y Madre de Dios desde el 2008.
Lo mismo sucedió con las actividades del verano pasado en Cocha Cashu de la profesora del curso de ecología tropical de Gettysburg College Alejandra Trillo, otra científica peruana que suele internarse en el bosque madrediosense para estudiar con sus alumnos la vida en los alrededores de la estación biológica. “No sabemos si este año podremos regresar a Perú, los padres de familia de mis estudiantes necesitan mayores certezas sobre la situación sanitaria en nuestro país”.
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Ilegalidad desbordada
María Elena Gutiérrez, la directora ejecutiva de Conservación Amazónica-ACCA, la organización que administra la Estación Biológica Wayqecha, en el bosque nuboso donde nacen las aguas que forman el río Madre de Dios, y el Centro de Investigación Científica del Río Los Amigos (CICRA), precisó que a pesar de la severidad de la crisis las estaciones que maneja su institución han ido recuperándose poco a poco. “Aunque todavía no están dadas las condiciones para volver, la lista de espera de los investigadores interesados en volver sigue creciendo día a día”, comenta.
Al otro lado del departamento de Madre de Dios, en las cuencas de los ríos Las Piedras, y Pariamanu, una región colindante con las reservas territoriales indígenas de la provincia de Purús, en Ucayali, el crecimiento de la actividad forestal y el accionar de la minería ilegal , de acuerdo a los últimos informes de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Madre de Dios (FEMA), ha aumentado exponencialmente.
Tatiana Espinosa, la directora de la Asociación para la Resiliencia del Bosque frente a la Interoceánica (ARBIO), una organización responsable de cuidar más de 700 árboles de shihuahuaco en una concesión forestal amenazada por la tala ilegal en la cuenca de La Piedras, comenta que es imposible hacer ciencia bajo estas condiciones.
“Los guardaparques y yo —comenta Espinosa— venimos siendo hostigados permanentemente por los promotores de un negocio que se ha dedicado a sembrar carreteras de penetración a vista y paciencia de las autoridades”.
La ingeniera forestal limeña, que en el 2019 obtuvo el premio Jane Godall por su defensa de los shihuahuacos del río Las Piedras, calcula que 50 kilómetros de caminos también ilegales rodean en estos momentos su concesión forestal de 916 hectáreas.
“Esta cuenca es ideal para hacer turismo, ciencia e investigación; lamentablemente en las actuales circunstancias es imposible hacer ciencia, la bulla de las motosierras impide cualquier tipo de trabajo de este tipo”, narra la investigadora.
Según los últimos reportes de alertas tempranas del Programa de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP, por sus siglas en inglés), la deforestación en Perú creció más que en el 2019 en el año del confinamiento. De acuerdo a esa fuente se habrían perdido en la Amazonía peruana durante el 2020 más de 170 mil hectáreas de bosque primario debido al incremento de la actividad agropecuaria y la apertura de caminos forestales —verdaderas carreteras— fuera de la ley.
“Resulta una paradoja —explica Espinosa— que la industria forestal sepa todo lo que tiene que saber sobre la madera de los shihuahuacos y nosotros, desde la ciencia, no podamos terminar de conocer en toda su dimensión el papel que cumple el árbol en el funcionamiento del ecosistema amazónico. En lugar de hacer ciencia, los investigadores en Madre de Dios debemos conformarnos con cuidar los pocos árboles que nos quedan”.
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Mirando el futuro
Quisimos saber la opinión del biólogo Enrique Ortiz, una de los científicos peruanos que más tiempo ha dedicado a entender la dinámica de los bosques de Madre de Dios. Para el conservacionista que atiende nuestra llamada desde Washington es evidente que la crisis de la pandemia ha supuesto un freno en las investigaciones y en el monitoreo científico en Madre de Dios; sin embargo, nos dice, la situación se va a ir solucionando en la medida que se vaya volviendo a la normalidad.
En el caso de Los Amigos, la estación científica que Ortiz ha apoyado desde su establecimiento, ya se ha empezado a trabajar un programa de genomas muy novedoso y se está implementando la construcción de un laboratorio de sitio. “No me preocupa el hueco que se creó, se va a cubrir con el retorno de los científicos; lo peligroso de la crisis que vivimos es el avance de la deforestación y ese drive se ha incrementado notablemente en toda la cuenca amazónica y Perú, lamentablemente, no ha sido la excepción”.
Ortiz es de los que piensa que todavía tenemos tiempo para actuar con éxito en el objetivo de detener la hecatombe ambiental que los más pesimistas consideran irreversible. Lo anima el constatar la solidez del sistema de áreas naturales y el compromiso que va asumiendo la sociedad que en estos últimos años empieza a entender la importancia de cuidar la naturaleza que nos queda.
Lo mismo comentaron a Mongabay Latam Tatiana Espinosa y Mario Napravnik. En el 2020 la campaña de adopciones de shihuahuacos que anualmente promueve ARBIO, a través de su plataforma web, tuvo más adhesiones que en otros años y las redes sociales que maneja Rainforest Expeditions duplicaron su número de seguidores. “Somos optimistas —comentó Napravnik— la crisis nos ha servido para fidelizar la relación con nuestros clientes alrededor del mundo y utilizar todo nuestro ingenio institucional para generar nuevas propuestas científicas en las áreas donde operamos”.
En Puerto Maldonado, el trabajo en las oficinas del Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA) ha seguido su curso durante gran parte del año que dejamos atrás y también sus actividades en las plantaciones experimentales que han desarrollado a lo largo del gradiente ecológico, donde llevan a cabo sus proyectos de reforestación en áreas degradadas por la minería del oro aluvial. En Cocha Cashu, la célebre estación biológica que tuvo entre sus directores al Dr. John Terborgh, autoridad mundial en ecología tropical, el equipo al mando de César Flores-Negrón ultima detalles para retornar al Parque Nacional Manu y “emprender el camino de investigar temas relacionados a la interacción entre la salud de los ecosistemas y especies y su influencia en la salud de los humanos y sus animales domésticos”.
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