- El líder indígena lenca, de El Salvador, señala que el extractivismo, la industria de la construcción y el crimen organizado están acabando con la vida y la identidad cultural de los pueblos indígenas centroamericanos.
Jesús Amadeo Martínez recuerda la gran extensión de cafetales de la comunidad campesina e indígena de Santiago de María, en el oriente de El Salvador, donde nació. Pensar en su color verdoso le provoca ganas de internarse en ellos y sentir el ambiente fresco que, muchos años atrás, propiciaban. “Daba gusto ir a las fincas”, dice, “pero han sido destruidas”.
La industria de la construcción se encargó de sustituirlas por complejos habitacionales y centros comerciales, cuenta Martínez, y la caída del precio del café hizo que se redujeran a cultivos en pequeñas parcelas. “Con eso de llevar el modernismo o el desarrollo, como le llaman, a cada una de las comunidades, se les montan edificios para que estén el McDonald’s y las pizzas; para nosotros, los pueblos indígenas, significa la destrucción de la identidad cultural”, agrega.
Eso pasa cuando las comunidades son vistas con ojos comerciales, señala el líder indígena originario del pueblo lenca. Martínez es el actual coordinador general del Foro Indígena de Abya Yala y consejero mayor del Consejo Indígena de Centro América (CICA), organización que agrupa organizaciones de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, pero también de México.
En Mongabay Latam conversamos con el líder indígena sobre las urgencias, las amenazas, la resistencia y los logros de pueblos indígenas centroamericanos.
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En Latinoamérica existen numerosos casos de defensores de la tierra que han sido asesinados o pueblos desplazados por las violencias y los proyectos extractivos, ¿cómo estos hechos están afectando a los pueblos indígenas centroamericanos?
Cuando hay un muerto en nuestras comunidades, de alguna forma se fortalece el vínculo territorial y la conciencia de las comunidades indígenas. A pesar de cualquier cosa, nuestras hermanas y hermanos, con sus niños, ahí están al frente. No hay amedrentamiento en ellos, sino que los llena más de fuerza para seguir en la lucha y eso lo podemos ver en toda Latinoamérica. Las hermanas juegan un papel muy importante al estar al frente de las luchas de los pueblos indígenas.
Tenemos el caso de Berta Cáceres, en Honduras. Después de ella siguieron casi como 10 o 15 hermanos que han desaparecido y han sido asesinados, y no solamente de los pueblos indígenas, sino también los hermanos garífunas negros de Honduras. Las dinámicas de violación a los derechos de los pueblos indígenas son diarias y sistemáticas.
Cuando hay un desplazamiento, no solamente es que nuestras hermanas y hermanos van a las ciudades y al cordón de la extrema pobreza, como las casitas que se hacen en los barrancos, en las laderas, en las orillas de los ríos. También hay otro factor importante: la identidad cultural. Al desplazar a una comunidad se rompe toda esa identidad que se tiene de los pueblos. No solamente es el desplazamiento, sino que conlleva la cuestión de vivienda, del idioma, de la espiritualidad, porque para ejercerla necesitamos un espacio territorial.
¿Qué significa ser líder indígena en ese contexto? ¿Cómo es vivir bajo amenaza y criminalización, y ver a otras compañeras y compañeros pasando por este tipo de situaciones?
En estos momentos, es bien difícil. Vemos cambios de gobiernos, pero no vemos cambios en cuanto a las políticas para los pueblos indígenas. ¿Por qué tanto ataque? El meollo es por la tenencia de la tierra. Lo que buscan todos los gobiernos es cómo explotar la tierra. Entonces, para ellos, somos un tropiezo los pueblos indígenas.
La cosmovisión nuestra no es esa y de ahí lleva al sacrificio de muchas hermanas y hermanos que, sabiendo que de un momento a otro pueden ser asesinados, ahí están al frente de esta lucha. A veces, los mayores nos sentimos satisfechos porque vemos que muchos jóvenes, tanto mujeres y hombres, se incorporan día a día a las luchas de los pueblos, con conciencia, no con romanticismo, porque hay gente que sabe que en cualquier momento puede ser desaparecida o asesinada.
Y no solo ellos, porque, cuando usted está al frente de la lucha y en la defensa de la naturaleza y la biodiversidad, sabe que también está su familia. Porque los métodos que utiliza el sistema capitalista son así, a veces: si no lo encuentran a usted, le pegan en donde más le duele. Matan a sus hijos, a su mamá, a su esposa. No es solo el liderazgo en sí, sino que es la colectividad comunitaria la que se ve amenazada a diario. Es una situación que nosotros vivimos denunciando, pero no basta con eso, sino que necesitamos un compromiso fuerte de los organismos.
El año pasado, en el marco de la COP 26, se dijo que los pueblos indígenas son los mejores guardianes del medio ambiente. En el caso de Centroamérica, ¿qué avances han sido impulsados por las comunidades?
Nosotros como Consejo Indígena de Centroamérica, junto con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), hace cuatro años hicimos un mapa que fue traslapado para ver realmente cómo estaba la situación en Centroamérica. Veíamos que, donde todavía estamos los pueblos indígenas habitando, ahí se mantienen la naturaleza y la biodiversidad.
También hemos presentado ante la misma UICN, en sus congresos, las categorías de áreas protegidas, porque muchas veces son una trampa: los gobiernos ponen áreas protegidas, pero a veces les sirven para sacar y desplazar a nuestras comunidades de esas áreas. Nosotros hemos sido muy fuertes y presentamos a la UICN una categoría y una estrategia que nos permitiera ver que no pueden existir áreas protegidas sin derechos de los pueblos indígenas.
Otro tema es, en cada uno de los países, tratamos de acercarnos a los ministerios de Medio Ambiente para hacer propuestas y ver de qué manera detener ese avance agrícola y cañero que hace mucho daño, porque las fronteras agrícolas y de caña lo que hacen es botar muchos árboles, depredando nuestros bosques. Nosotros lo vemos desde el enfoque de la cosmovisión indígena que es el equilibrio entre hombre, mujer y naturaleza. En cambio, el occidental lo ve, más que todo, como una cuestión comercial: ¿qué es lo que le va a dar más dinero? Es ahí donde chocamos, pero ahí estamos los pueblos indígenas siempre afrontando y haciendo propuestas que permitan la sobrevivencia misma y hacerle frente al cambio climático con los conocimientos y saberes que mantenemos.
¿En qué país de Centroamérica han detectado la mayor dificultad para enfrentar los asedios a los territorios y a los derechos de los pueblos?
Todos los países en Centroamérica estamos afrontando la misma situación de desplazamiento y marginación de nuestros territorios. Pero se ve una cuestión más agravante: en La Moskitia, en Honduras, porque ahí no solamente es el extractivismo de las empresas, sino también el crimen organizado y el narcotráfico queriendo retomar las zonas donde viven nuestros hermanos, para hacer las cuestiones ilícitas que practican. Allí ha habido hermanos desplazados y muertos, los que no quieren salir de sus territorios. Honduras es un país de los que sí se ha hecho denuncia a nivel internacional. Pero también tenemos el caso de la minera rusa en Guatemala, que ha desplazado, herido y hasta secuestrado a hermanos y hermanas indígenas por no salirse de sus lugares de origen. Son los dos países que nosotros hemos visto con mucha cautela el accionar mismo de los gobiernos, porque todo esto se da en contubernio con los gobiernos, no entran así nada más a los territorios, sino que debe de haber una conexión y beneplácito de los mismos gobiernos para poder hacer eso.
¿Cómo están accionando desde la organización para hacer frente a la violencia en los territorios?
A veces lo vemos cuesta arriba. Hacemos denuncias a nivel internacional para poder detener eso. Lo hablo con mucha franqueza: la denuncias que se hacen en las redes sociales, a veces han permitido que se tenga más eco que las mismas denuncias que hemos hecho a los organismos y que a veces ni siquiera nos han contestado. Pero con todo eso que hacemos en las redes sociales, como que se frenan, porque hay muchos que no les gusta que se les digan las cosas. Esas denuncias sí creo que han sido fuertes. Es el carácter que tenemos por naturaleza los pueblos indígenas: no somos violentos, no utilizamos armas. Y creo que esa es la debilidad que tenemos, por un lado, porque los otros sí utilizan las armas para poder desplazarnos y sacarnos de nuestros territorios, estamos en esa desventaja. Pero sí hemos visto la solidaridad —que eso es bien importante— de todas las organizaciones a nivel del mundo cuando algo sucede y, a veces, se han hecho denuncias a los mismos gobiernos. Sí creo que necesitamos mucho más compromiso de los organismos internacionales que acompañan estos procesos de los pueblos indígenas cuando están siendo violentados sus derechos a nivel local.
Mencionó que los pueblos son considerados como un tropiezo cuando se refiere a la explotación de los territorios; en Centroamérica, ¿cuál es el avance en la titulación de los territorios y respeto a la autonomía de las comunidades?
La única forma es la resistencia. No hay otra. Resistirse a no salir de su comunidades como lo están haciendo los hermanos de Honduras, de Guatemala, de Costa Rica. También los no indígenas en Nicaragua, en la costa atlántica. Lo que ha tenido que utilizar la gente son sus mismas formas ancestrales de lucha. Si nos ponemos a pensar que son los gobiernos los que nos van a resolver, son mentiras. Si los gobiernos realmente quisieran apoyar y proteger a las comunidades, pues en vez de mandar a los policías a que protejan a la comunidad, hacen que protejan a las industrias extractivas. En Guatemala, la Fuerza Armada y la policía son las que entran a las comunidades. Es la resistencia misma de las comunidades la que está haciéndole frente a todo este flagelo que vivimos. Deben proteger a la sociedad, pero lo que hacen, a veces, es violentar sus derechos. En especial, a nosotros los pueblos indígenas.
Los gobiernos, cuando piensan que les va a beneficiar más, siempre va a estar el interés economicista por sobre el interés humano y sobre las comunidades mismas. Siempre ha habido una situación de estirarse y encogerse, porque avanzamos un pasito y a veces retrocedemos diez.
¿Cómo ha servido contar con el CICA, como organización política, para la defensa de los pueblos indígenas? ¿En qué medida están siendo atendidos?
El CICA es realmente un referente para las mismas Naciones Unidas, para la cooperación. Porque la cooperación, lo que hace, es hablar con nosotros primero para ver de qué manera en lo nacional se articulan esfuerzos. Yo creo que eso es muy bueno, porque tratamos de buscar una mediación que permita que la comunidad sea la que salga fortalecida, porque es nuestra razón de ser. Y que la agenda la pongan las comunidades, no los organismos internacionales.
¿Qué logros y victorias legales se han gestado desde las comunidades contra el Estado o las actividades extractivas, y donde CICA ha formado parte como organización?
El ejemplo es la situación que se estaba viviendo en La Moskitia con la seguridad jurídica de las tierras. Nos ha servido aún el mapeo que hicimos con la UICN para ver la situación que se tenía y el gobierno vio a bien hacer entrega de tierras colectivas. Nosotros buscamos que tengan los títulos colectivos y no individuales, porque, cuando se dan las llamadas reformas, lo que al final pasa es que terminan vendiendo. A veces a la misma persona o a los mismos terratenientes, los cuales —supuestamente, entre comillas— les pertenecía la tierra, aunque las tierras siempre han sido nuestras y nos las han quitado. En La Moskitia, el saneamiento de las tierras nos ha servido para delimitar los territorios indígenas. También en Guatemala hay un acercamiento con el Ministerio de Medio Ambiente, con el que están haciendo un buen trabajo las organizaciones indígenas.
¿Cómo se lograría que exista un reconocimiento pleno y respeto del Estado hacia los pueblos indígenas? ¿Cuál es la propuesta de CICA?
En todos los países estamos tratando de hacer una agenda propia, que es el plan de acción de los pueblos indígenas. En El Salvador hemos elaborado el plan de acción y es un planteamiento que hemos hecho a los gobiernos anteriores y a este gobierno, para hacer trabajo con la estructuras organizativas. Son planteamientos muy serios, como la situación jurídica de las tierras colectivas en las comunidades, cómo fortalecer la economía en esta épocas de pandemia que vivimos, cómo aportar desde los gobiernos en los ministerios de Educación sobre las currículas y que se tome en cuenta la forma de enseñanza de las comunidades indígenas. Porque a veces se riñe con lo que se hace en las comunidades: al niño se le enseña desde pequeño a trabajar la tierra, pero con la ley se dice que ese es un trabajo y una explotación del niño y que no se puede dar. Hay cuestiones que en las comunidades vemos como educativo y a veces con las leyes que nos imponen se ve como negativo. Luego sucede que los niños llegan a adolescentes y ya no se dedican a la tierra y ahí el resurgir de las maras y de otras situaciones. A veces quieren adoptar sistemas europeos en países donde todavía hace falta mucho para poder caminar en eso. Pero tenemos nuestra propia educación, nuestra propia forma de ver la vida, nuestra propia forma de construir esos procesos que permitan al niño llegar a joven y ser personas con mucha responsabilidad.
¿Qué significa para usted la palabra territorio?
Tierra y territorio son muy diferentes. El territorio es donde vivimos en colectividad y donde nosotros podemos practicar todos nuestros conocimientos y saberes, llámese agrícolas, llámese espirituales, llámense conocimientos de medicina, llámense la educación misma que se le da a los hijos. Ese es el territorio nuestro. Los tenemos demarcados en cuanto a la colectividad misma. La tierra no, porque, cuando hablamos de tierra, puede ser una tierra como ahora en El Salvador: alquilada y solamente para ejercer la agricultura. El territorio es donde tenemos nosotros asentado nuestro ombligo y estamos ahí defendiéndolo a capa de la muerte. El territorio, que para otro puede ser otra cosa, para nosotros es la vida, es el equilibrio entre el hombre, la mujer y la naturaleza.
*Imagen principal: Jesús Amadeo Martínez, líder indígena lenca, durante el Diálogo Intergeneracional con Liderazgo Indígena de la zona occidental de El Salvador.
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