- En el 2019, la comunidad pesquera de Celestún, en Yucatán, logró el establecimiento de una Zona de Refugio Pesquero con 324 kilómetros cuadrados, la más grande del Golfo de México.
- Este espacio nació luego de una serie de conflictos sociales derivados de la sobreexplotación y pesca furtiva del pepino de mar, especie que se agotó y que entró en veda permanente.
- Los pescadores locales se han capacitado para la vigilancia de su refugio, no sólo para cuidar la recuperación de esa especie, sino también otras de interés comercial, como el pulpo y la langosta. La participación de las mujeres ha sido clave en el proceso, pues son ellas quienes lideran los trabajos de monitoreo comunitario y científico en la zona.
Hace una década, la sobreexplotación y pesca furtiva del pepino de mar (Isostichopus badionotus) desató un conflicto social en la comunidad de Celestún, Yucatán. Era el 2014, cuando la extracción de esta codiciada especie del Caribe mexicano —de alto valor comercial— dio oportunidad de crecimiento a pescadores locales, pero también despertó la ambición de empresarios y pescadores ilegales.
Yanely Jasaai May, recuerda que se desató la violencia en esta y otras comunidades costeras. Hubo muertes y quema de embarcaciones durante la disputa por el recurso natural. Celestún fue calificada como una comunidad conflictiva, mientras que el pepino, en pocos años, se agotó en su medio natural.
“Creo que ese panorama te marca. Fuimos catalogados como una comunidad que realmente estaba acabando con sus propios recursos”, dice May, bióloga originaria de esta comunidad ubicada en el sureste de México. La creación de una Zona de Refugio Pesquero (ZRP) fue el medio que Celestún encontró para subsanar su historia, asegura.
En el 2019, la comunidad logró el establecimiento de esta zona con 324 kilómetros cuadrados, lo que la convirtió en la más grande del Golfo de México. Su objetivo, hasta la fecha, es la recuperación del pepino de mar —en veda permanente— y otras especies que sustentan la pesca local, como el mero rojo (Epinephelus morio), el pulpo rojo (Octopus maya) y la langosta del Caribe (Panulirus argus).
Llegar a ese punto no fue sencillo. Requirió del diálogo, organización y empuje de las cooperativas de pesca locales, así como su colaboración con la Secretaría de Pesca y Acuacultura Sustentables de Yucatán (Sepasy) y el Instituto Mexicano de Investigación en Pesca y Acuacultura Sustentables (Imipas), para crear una estrategia de conservación marina y pesquera. La participación activa de la comunidad ha sido clave no sólo para conservar y recuperar a las especies, sino para restaurar el tejido social.
“Buscamos no solamente que la comunidad pueda ser vista con otros ojos”, agrega la bióloga, “sino que nos puedan tomar como ejemplo de que las problemáticas sociales, así como ecológicas, pueden cambiar de una manera positiva, siempre y cuando se involucre la gente y que todos participemos para un bien común”.
Monitorear en comunidad
A ocho millas del puerto de Celestún, en la costa oriental de la Península de Yucatán, existe una importante zona con presencia de algas, corales, pastizales y fondo arenoso donde se desarrollan moluscos, crustáceos y peces. José Ricardo Novelo Chac afirma que el conocimiento colectivo sobre este sitio motivó a los pescadores a seleccionarlo para crear en él la zona de refugio.
“Es un área riquísima, con un suelo marino con muchos nutrientes y es un lugar que, sólo con cuidados, se repobla solito; no hay necesidad de traer especies de otros lados”, dice el pescador. “Lo único que tenemos que hacer es cuidarlo y eso es lo que estamos haciendo, para que no nos quedemos sin especies y nos ha dado buenísimo resultados”, afirma el también presidente de la Federación de Cooperativas Pesqueras, Acuícolas y de Servicios Turísticos de Celestún.
El establecimiento de una Zona de Refugio Pesquero en esta región —según la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca)— representa una importante medida de manejo para la conservación y aprovechamiento sustentable de las especies de interés pesquero para Celestún, cuya protección se ve reflejada en un aumento gradual de animales que pueden dispersarse hacia otras zonas de pesca adyacentes.
“Las zonas de refugio son como un ‘fondo de ahorro’ y su característica principal es que vienen desde un enfoque comunitario”, explica Mariana Suasnávar, administradora de recursos naturales y especialista en Cambio Climático en la organización Comunidad y Biodiversidad (COBI), organización mexicana que, desde hace dos años, acompaña a Celestún en los procesos de monitoreo comunitario del refugio pesquero.
La comunidad y las autoridades deciden delimitar un área en la que regulan y restringen la actividad pesquera durante un tiempo determinado, para que se puedan regenerar y conservar los recursos, al igual que los ecosistemas que las sustentan. “Su efecto será que se van esparcir: el pez no se va quedar en la zona decretada, sino que se moverá a otros lugares en los que se podrá pescar. La comunidad lo ve como una manera a largo plazo de conservar sus recursos”, agrega la especialista.
El objetivo es lograr la resiliencia tanto de las especies marinas como de las personas cuyas vidas dependen de la pesca, asegurando la sostenibilidad para las generaciones presentes y futuras, dice Suasnávar. Con esto en mente, Celestún se integró al Grupo Comunitario de Monitoreo Submarino de la Costa de Yucatán —una iniciativa colaborativa entre Sepasy, Imipas y COBI—, para capacitar a algunos pescadores y habitantes de diversas comunidades costeras en temas de buceo autónomo, primeros auxilios, métodos de monitoreo submarino e identificación de especies.
El grupo está conformado por 12 hombres y 14 mujeres de once comunidades yucatecas, quienes realizan actividades de ciencia ciudadana a través del monitoreo submarino, además de recolectar información sobre el tipo de sustrato, invertebrados y peces en diferentes áreas de la costa de Yucatán. De este grupo, tres mujeres de Celestún están certificadas como buzas monitoras, mientras que otras apoyan con la captura de datos.
“Ellas están capacitadas en buceo a mar abierto y, en la jornada de monitoreo, llegan a las siete de la mañana para hacer las actividades en la zona. Las monitoras saben identificar especies, con todos los cuidados necesarios”, describe Yanely Jasaai May, quien trabaja en la captura y procesamiento de datos de los monitoreos.
La participación de las mujeres va en aumento —sostiene la bióloga— pues se ha trabajado en romper el estigma de que el mar es un espacio únicamente para los hombres. “Se suele pensar que las mujeres sólo están en áreas administrativas, cuando podemos hacer lo mismo que los hombres. Por eso hay que reconocerlas e incentivarlas, porque estas actividades realmente las han empoderado y se sienten representadas”, afirma May.
El monitoreo más reciente ocurrió en julio del 2024. COBI realizó una campaña en la ZRP de Celestún en colaboración con el Grupo Comunitario de Monitoreo Submarino de la Costa de Yucatán, el Comité de Manejo de ZRP-Celestún —integrado por unas 60 familias de pescadores—, el Centro Comunitario de Investigación y Monitoreo Submarino (Cecims) del Caribe mexicano y el Imipas.
En cuatro días de trabajo se desplegaron 60 transectos de 50 metros de largo y 30 buceos errantes en 15 sitios de la ZRP en Celestún. Con esta metodología diseñada por Imipas y COBI, se registraron 38 especies de peces y se censaron más de 4 500 organismos.
Aunque los datos finales se están procesando y los resultados se esperan para diciembre del 2024, también se registraron 1 723 invertebrados distribuidos en 13 especies y cuatro géneros. Dentro de las especies de peces destacadas se encuentran el Haemulon plumierii y Haemulon aurolineatum —ambos de la familia de los peces chac-chi— y Ocyurus chrysurus, de la familia de los pargos, que juntos representan más del 65 % de los registros.
Con la información arrojada por los monitoreos es posible conocer la biodiversidad marina, la salud de los ecosistemas y el estado de las poblaciones de interés comercial, explica Mariana Suasnávar. Además, permite la detección temprana de cambios en el medio ambiente marino, como el deterioro de los hábitats, la aparición de especies invasoras o los efectos del cambio climático.
“En observaciones de pescadores se ha visto que existen resultados positivos en la recuperación de las poblaciones de algunas especies, como el pulpo maya”, explica May.
Combatir la pesca ilegal
La vigilancia comunitaria y la maricultura en la zona de refugio pesquero fueron las herramientas que los pescadores de Celestún encontraron para combatir la pesca ilegal. Celestún organizó a su comité para formar grupos que se turnan diariamente para recorrer no sólo la ZRP, sino también un conjunto de jaulas flotantes —de 12 metros de diámetro, construidas con tubería de PVC— que han instalado para la cría y engorda de pescado canané (Ocyurus chrysurus) y corvina pinta (Cynoscion nebulosus).
“Como ya estábamos yendo a cuidar el refugio, debíamos tener algo que nos sirviera para sustentarnos. Se nos ocurrió hacer unas jaulas flotantes —pusimos cuotas por cooperativa o pequeño permisionario que nos sirven para comprar gasolina o comida para los peces— y vamos a cuidarlas. Así garantizamos la vigilancia de la zona las 24 horas y los 365 días del año”, detalla José Ricardo Novelo.
Aunque sigue habiendo pesca ilegal en Celestún, las personas que la realizan también respetan el área porque les conviene a todos, afirma
José Ricardo Novelo tenía 14 años cuando comenzó su vida en el mar. En sus primeros años como pescador, recuerda que “jalaba un pescado y atrás venía todo el cardumen”, pero esa abundancia no había vuelto a ser vista, afirma. Sin embargo, la historia ha cambiado a partir de la existencia del refugio.
“Ahora eso ya está pasando cerca de nuestras jaulas: tú tiras un poco de comida fuera de ellas y se amontona el pescado. También hay delfines alrededor de las jaulas, porque ya hay comida, como las sardinas. La repoblación ya es considerable no sólo dentro, sino fuera del refugio. Nuestra meta es que se repoble toda esta zona”, dice el pescador. Aunque las poblaciones de pepino de mar se están recuperando de forma lenta —a consideración de Novelo— especies como el pulpo, el boquinete y el pargo mulato están dando muy buenas señales de repoblamiento.
Con estas acciones —afirma Novelo— otros pescadores se han acercado para formar parte del proyecto, cuando en el pasado no creyeron en él. Esto ha mejorado aún más a partir del acercamiento de las mujeres, que ahora ya conforman la mitad de la mesa directiva del refugio.
“La pesca ilegal ha sido como un cáncer, pero lo hemos detectado a tiempo y podemos curarlo. Celestún es uno de los puertos más desordenados, pero gracias al refugio hay un intento muy importante para cambiarlo. Hace falta la ayuda de la autoridad para engranar bien este paro del furtivismo”, agrega Novelo.
Celebrar al refugio
A mediados de agosto del 2024, por tercer año consecutivo, la comunidad se prepara para celebrar el Festival de la Zona de Refugio Pesquero Celestún. Este evento es una celebración hecha por y para la comunidad para invitar a la unión social, a participar en las actividades de la ZRP y en aquellas relacionadas con el cuidado del medio ambiente.
Talleres de concientización, concursos de cocina sustentable, cine comunitario, competencias deportivas y actividades culturales forman parte de los tres días de fiesta que Celestún dedica al mar. Ahora existe todo un movimiento comunitario que se gestó allí mismo, desde la gente, afirma la bióloga Yanely Jasaai May.
“Hemos tratado de involucrar tanto a niños, como jóvenes y mujeres a través de diversas pláticas de concientización. En los festivales del refugio tratamos de promover la zona y recaudar fondos. Tenemos la participación de pescadores y comerciantes que se han interesado en este proyecto y en aportar un granito de arena hacia esta iniciativa”, dice May.
Lo que buscan ahora es que todo este conocimiento salga del mar e ingrese a las escuelas locales.
“Estamos viendo la manera de que, por medio del Gobierno del Estado de Yucatán, las escuelas primarias y secundarias tengan una pequeña clase de conservación, para que los niños y jóvenes crezcan con ese chip, para inculcarles que ahora tenemos que empezar a sembrar y cuidar el mar. Ya no es como antes, en nuestra época, cuando pensábamos que nunca se iban a acabar las especies y estábamos equivocados”, sostiene José Ricardo Novelo.
El escenario ideal para Celestún —coincide Yanely Jasaai May— es que haya pesca para el futuro. Mientras que a nivel nacional las pesquerías de pulpo y langosta van en decadencia, la esperanza de la comunidad es ver su esfuerzo reflejado en el repoblamiento de las especies marinas de las que dependen. Es de celebrarse también que ahora sean más los pescadores que se unen a la conservación, pues encontraron en ella una alternativa que los alejó del furtivismo.
“Celestún es un lugar muy especial, estamos rodeados de agua. Tenemos a un lado la playa y, en el otro extremo, una laguna costera. En ella abundan diversas especies de aves, como el flamenco, que es nuestro emblema”, dice May. “Anteriormente, Celestún era visto como un puerto conflictivo donde abundaban la depredación y la pesca furtiva. Sin embargo, con esta iniciativa, buscamos que la gente que nos visita pueda mirar al mar como nosotros”.
*Imagen principal: La Zona de Refugio Pesquero de Celestún es una iniciativa de pescadores para conservar los recursos y cuidar los océanos que son fuente de alimento y empleo. Foto: © Oceana / Cuauhtémoc Moreno
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