- El manatí amazónico (Trichechus inunguis), que habita en los ríos del norte y nordeste del país; y el manatí marino (Trichechus manatus), que vive en las aguas costeras del nordeste, enfrentan graves amenazas.
- Ambas especies son esenciales para los ecosistemas donde residen, pero su supervivencia está en peligro debido a la caza, la pérdida de hábitat y las actividades humanas.
- Proyectos locales combinan investigación, conservación y educación para garantizar el futuro de estas especies emblemáticas.
- La clave para su recuperación radica en un cambio colectivo que equilibre el desarrollo de actividades humanas con la protección ambiental.
En las cálidas aguas frente a la costa del nordeste de Brasil, donde la biodiversidad marina enfrenta desafíos cada vez mayores, el manatí marino (Trichechus manatus) se destaca como símbolo de resistencia y esperanza. Este mamífero acuático, catalogado como En Peligro (EN) en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), ha sido objeto de importantes esfuerzos de conservación por parte de la sociedad civil, gobiernos e instituciones de investigación brasileñas.
Al otro lado del país, el manatí amazónico (Trichechus inunguis), uno de los mamíferos acuáticos de los ríos de la región norte de Brasil y catalogado como Vulnerable (VU) lucha también por su supervivencia.
Ambas especies de manatíes son herbívoras y desempeñan un papel crucial en los ecosistemas acuáticos. En el caso del manatí marino, al alimentarse de algas, pasto aguja y hojas de mangle, aporta nutrientes esenciales, favoreciendo la productividad de otras especies vegetales. “La cantidad de estos elementos ingeridos generará, por el tamaño del animal, una cantidad igualmente grande de heces, y esto, a su vez, contribuye a generar micronutrientes para las áreas que utiliza. De esta manera favorece la productividad primaria de otros animales, bancos de pastos, algas, entre otros, lo que de alguna manera hace un aporte ecológico a esos ambientes”, explica el investigador y veterinario João Carlos Gomes, de la Fundación Mamíferos Acuáticos (FMA).

Los manatíes marinos suelen ingresar a zonas de agua dulce, mientras que los amazónicos nunca se aventuran en el mar. El manatí marino puede permanecer durante largos períodos en ríos y canales de agua dulce y en estuarios. Además de esto, existen diferencias físicas entre las dos especies. “Son especies hermanas, digámoslo así. La principal diferencia es el tamaño. El manatí marino es mucho más grande, la piel es mucho más gruesa y más gris. Y porque vive en un ambiente marino, que tiene una gran cantidad de algas, percebes y otros organismos marinos que también tienden a incrustarse en la piel del manatí, su espalda siempre está llena de estos organismos y algas. El manatí amazónico, en cambio, es liso, mucho más oscuro, casi negro, más pequeño y delgado”, destaca Vera da Silva, coordinadora del proyecto Peixe-Boi e investigadora del Laboratorio de Mamíferos Acuáticos del Instituto Nacional de Investigaciones Amazónicas (INPA).
Esfuerzos para conservar al manatí amazónico
Un manatí marino puede alcanzar más de 800 kilos, mientras que el manatí amazónico alcanza un máximo de 450 kilos, y nunca supera los dos metros y medio de longitud. El manatí marino tiene uñas en la punta de sus aletas pectorales mientras que el amazónico no, de ahí la segunda parte de su nombre científico: inunguis, que significa “sin uñas”. “El manatí amazónico también, en su mayor parte, tiene una mancha rosada o blanca en la región ventral. Es mucho más raro encontrar esta mancha en los manatíes marinos, pueden tenerla o no”, dice da Silva.

Desde 1974, el Proyecto Peixe-Boi del Instituto Nacional de Investigaciones Amazónicas (INPA) se dedica a estudiar y preservar al manatí amazónico, y da Silva, como coordinadora del proyecto, destaca los desafíos que aún quedan por resolver. “Vemos que la caza aún persiste intensamente y la carne todavía se vende fresca y es consumida por la población amazónica”, lamenta.
El Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) considera al manatí amazónico como una especie en la categoría Vulnerable en Brasil. “Se encuentra en esta categoría de amenaza principalmente por la acción humana sobre la especie. En primer lugar, por la caza. El manatí ha sido cazado desde antes de la llegada de los europeos a la región. Luego, con los europeos, comenzaron a utilizar no sólo carne de manatí fresca, sino también cocida en su propia grasa y también salada. Así, podían llevar esa carne a diversos lugares en sus viajes, tanto dentro de la región como fuera de Brasil”, resalta da Silva.
Según la coordinadora del proyecto Peixe-Boi, el cambio climático y la degradación de los hábitats acuáticos también tienen un profundo impacto en la especie, ya que al ser un animal herbívoro se alimenta de plantas acuáticas que pueden acumular contaminantes, hidrocarburos (componentes de los combustibles y derivados del petróleo) y metales pesados, los cuales pueden provocar trastornos fisiológicos y reproductivos. Además, los fenómenos climáticos extremos, como sequías severas, son cada vez más frecuentes, aumentando la vulnerabilidad de las especies más cazadas durante estos períodos.
La investigadora recuerda que el manatí amazónico es una especie de reproducción lenta, que tarda en alcanzar la madurez sexual. Pasan más de siete años hasta que la hembra queda embarazada por primera vez. El período de gestación es largo y dura más de 12 meses. Solo tiene una cría por embarazo, amamanta a su cachorro durante al menos dos años y tiene un largo cuidado parental. “Incluso después del destete, la hembra cuida a su cachorro durante un período más largo para que pueda aprender a nadar en los ríos de la Amazonía, aprenda a buscar qué comer y a escapar de los peligros. En definitiva, que sea capaz de sobrevivir en su hábitat”, explica da Silva.
La realidad de la caza y las amenazas ambientales sigue siendo una batalla desafiante para preservar al manatí amazónico. Es por eso que Vera da Silva y sus colegas buscan no sólo comprender la biología y el comportamiento del manatí amazónico, sino también desarrollar políticas públicas para su preservación. “La contribución del proyecto Peixe-Boi a lo largo de estos 50 años es bastante significativa y exitosa, al menos en términos de producción de conocimiento sobre la especie. Esperamos que podamos aumentar la conciencia de la gente sobre la importancia de preservar un animal como el manatí amazónico”, detalla da Silva.
El proyecto rehabilita cachorros huérfanos, pero existen grandes desafíos en cuanto a la disponibilidad de recursos para la liberación de animales rehabilitados: “Tenemos un grupo muy grande de animales en el Inpa y necesitamos acelerar este proceso de liberación; pero para eso dependemos de recursos, no sólo para comprar equipos y financiar actividades de campo, sino también de recursos humanos para estudiar y monitorear los animales que son liberados en el medio silvestre”, dice la investigadora.

Los desafíos para rehabilitar manatíes marinos
Aunque la pérdida de hábitat, los enredos en redes de pesca, la contaminación del agua y el atropello de embarcaciones motorizadas siguen siendo las principales amenazas a las que se enfrenta actualmente el manatí marino, existen esfuerzos enormes por conservarlo. Una de las estrategias más esperanzadoras es la liberación de animales rehabilitados.
El Proyecto Viva o Peixe-Boi-Marinho de la Fundación Mamíferos Acuáticos (FMA) rehabilita cachorros huérfanos, principalmente por la caza indiscriminada, y los readapta a su hábitat natural. “Está lo que queremos que suceda y también están las adversidades que encontrarán los animales al ser liberados. El proceso de readaptación a las condiciones de vida libre suele ser muy particular, dependiendo de cada animal. Por lo general, los animales al ser liberados responden de forma sutil, explorando el entorno donde se encuentran. Algunos tardan días o incluso semanas en identificar las zonas de alimentación y adaptarse a las variaciones de las corrientes y los rangos de marea”, explica João Carlos Gomes.
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Estos desafíos se ven amplificados por las condiciones específicas de cada área donde se liberan los manatíes. Algunos pueden realizar desplazamientos atípicos o desplazarse a zonas más profundas de lo habitual, requiriendo intervenciones al proceso de readaptación.

Pero no todos los manatíes encuentran dificultades. El veterinario destaca que hay animales que responden significativamente al proceso de readaptación, aprendiendo a alimentarse e interactuando con otros manatíes nativos. “Tenemos evidencia de hembras que fueron liberadas y lograron reproducirse, generando nuevas generaciones de crías”, afirma.
Los avances en la tecnología también han sido fundamentales para el seguimiento de los manatíes, mediante el uso de transmisores satelitales que permiten monitorear los movimientos de estos animales de forma remota. “Esto es fundamental para intervenir cuando sea necesario, ya sea para capturar animales que se mueven de forma atípica o para analizar su estado de salud”, destaca.
El experto menciona también que es necesario mejorar la supervisión de las áreas protegidas y garantizar que los centros de rehabilitación sean adecuados para recibir animales rescatados. “Hay ambientes [ecosistemas específicos] que incluso están dentro de unidades de conservación [áreas protegidas en Brasil], con regulaciones en cuanto a los criterios de navegación y la forma de utilizar los artes de pesca y que, muchas veces y por diversas razones, estos estándares no se cumplen adecuadamente, lo que resulta en una mayor vulnerabilidad para los manatíes. Esto puede evitarse no sólo sensibilizando a estas personas, sino también con acciones más coherentes desde el punto de vista de la inspección”, explica Gomes.
Según el experto, otro punto muy importante a considerar son los esfuerzos encaminados a ampliar los lugares capaces de recibir a estos manatíes cuando sean rescatados. “Me refiero a la necesidad de mantener centros de rehabilitación, o incluso la creación de nuevos centros, que aporten una calidad más adecuada para recibir a los animales que fueron rescatados”, sostiene.

La relación con los pescadores
En la región Nordeste de Brasil, el manatí marino encontró refugio en Porto de Pedras, Alagoas. Este lugar, hoy considerado un santuario natural, fue escenario de un largo camino de desafíos y victorias a favor de la preservación de este mamífero acuático. La Asociación Peixe-Boi, presidida por Flávia Rego, es una de las principales responsables de la protección de la especie.
Rego cuenta que, al principio, la relación entre los manatíes y los pescadores artesanales de la región estuvo marcada por conflictos. “Cuando el manatí comenzó a ser reintroducido en Brasil, inicialmente no hubo contacto con la comunidad para brindar información sobre qué era el manatí, cuáles eran las amenazas para él y en qué ambientes vivía. Entonces hubo un conflicto porque los manatíes, una vez liberados, utilizaban la misma zona de pesca artesanal y terminaban molestando a los pescadores, rompiendo las redes de pesca porque son animales de gran tamaño”, recuerda.
Esta falta de comprensión sobre el comportamiento y necesidades del manatí generó fricciones y muchos pescadores reaccionaron agresivamente, poniendo en riesgo la supervivencia de la especie. La creación de la Asociación Peixe-Boi fue una respuesta directa a esta situación. El turismo de observación surgió como una forma de sensibilizar a la comunidad local y, al mismo tiempo, promover el desarrollo sostenible. “Se realizó un trabajo muy intenso de educación ambiental para resolver conflictos y que la comunidad conociera la especie, de qué vive, su importancia para la economía, para la pesca artesanal y para el propio medio ambiente”, explica Rego. Con este nuevo enfoque, el manatí dejó de ser visto como un problema y comenzó a ser reconocido como un aliado de la naturaleza y la economía local.
Actualmente, la labor de la Asociación Peixe-Boi va más allá de la educación ambiental. En alianza con el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) y el Centro de Mamíferos Acuáticos, vinculado al Ministerio del Medio Ambiente, la institución trabaja en varios frentes para proteger la especie. “Acciones de rescate, monitoreo, rehabilitación y liberación son actividades en las que trabajamos. Y esto protege no sólo al manatí, sino al manglar en el que vive el manatí”, comenta Rego.
Según dice, un elemento a destacar del turismo de observación implica que no hay interacción directa con los animales pues, además de estar prohibida, se considera un delito ambiental. “Interactuar directamente puede traer varios daños a la especie, como la domesticidad y la transmisión de enfermedades”, destaca.

El regreso del manatí
Porto de Pedras se ha convertido en un lugar destacado para la reintroducción de manatíes, con una tasa de éxito superior al 90 %, indica Flávia Rego. Además de aumentar la población de este animal en la región, los animales también están comenzando a migrar a áreas históricas, repoblando lugares donde habían desaparecido.
“La realidad de la especie en la región es que tiene muy buena calidad ambiental, calidad de agua, cantidad de alimento, actividad turística ordenada, actividad pesquera artesanal ordenada y, con toda la orientación que se realiza con la población, el manatí marino ha aumentado en número aquí en la región, lo cual es muy bueno”, afirma Rego.
Sin embargo, la experta asegura que aún con la concientización comunitaria y la creación de políticas públicas, la supervisión gubernamental es insuficiente. “Realmente nos falta una política pública eficiente que se aplique de manera práctica a la inspección, de modo que las personas que dañan al animal y al medio ambiente sean castigadas por delitos ambientales. Una de las dificultades es precisamente la falta de supervisión”, refuerza.

La Fundación Mamíferos Acuáticos (FMA), a través del Proyecto Viva o Peixe-Boi-Marinho, también ha impulsado acciones de conservación en los estados de Paraíba, Pernambuco y Sergipe. En estas zonas el manatí marino fue ampliamente cazado y sus poblaciones sufrieron reducciones drásticas. “El proyecto está enfocado en investigación, conservación, desarrollo comunitario y acciones de políticas públicas, todas orientadas a la conservación de los manatíes”, destaca Joao Carlos Gomes.
La iniciativa impulsa también acciones de educación ambiental y desarrollo comunitario sostenible. “Estos procesos generan conciencia en los más diversos públicos, involucrando a la primera infancia, a los jóvenes, a los adultos y a los más diversos actores, trayendo una serie de procesos que contribuyen a la movilización y participación de la sociedad en los procesos de conservación”, destaca Gomes.
Otra acción es el taller “Peixe-Boi e Cia”, que emplea a mujeres de comunidades costeras en la producción artesanal de productos alusivos al manatí. “Esto genera empleo e ingresos dentro de estas comunidades”, destaca Gomes. Estas acciones demuestran que la conservación puede ir de la mano del desarrollo económico, creando una red de apoyo mutuo entre la protección de las especies y el fortalecimiento de las comunidades locales.
Además, el proyecto ha aportado resultados muy significativos a las políticas públicas, ya que contribuyó a la creación de unidades de conservación en diferentes estados de la región Nordeste de Brasil.
FOTO PORTADA: una cría de manatí amazónico durante la etapa de lactancia. Foto: Ampa