- La anémona plumosa, originaria del hemisferio norte, está presente a lo largo de toda la Patagonia Chilena.
- Científicos estiman que llegó a finales del siglo XX, en el agua que se usa en los barcos para equilibrar el peso.
- Esta especie exótica ocupa el fondo marino y desplaza a comunidades de mariscos, moluscos y corales.
- Su presencia está asociada a una disminución de la biodiversidad y los pescadores artesanales están preocupados.
El buzo y pescador artesanal Daniel Caniullán recuerda con frustración el día en el que fue a recolectar moluscos a un banco natural, pero en su lugar halló cientos de ejemplares de la anémona Metridium senile cubriendo el fondo marino. “Encontré una plaga de anémona donde antes había locos (C. concholepas). Eso causa malestar, porque son lugares que uno cuida, donde vamos a la segura”, cuenta el líder indígena del archipiélago las Guaitecas, en el norte de la Patagonia Chilena.
Esta especie invasora, también conocida como anémona plumosa, es originaria del Atlántico y Pacífico norte. En 2005, un grupo de investigadores, entre ellos la bióloga marina Vreni Häussermann, registró por primera vez Metridium senile en la Patagonia central. En 2011 y en 2015 se confirmó su presencia en el norte y en el sur de la Patagonia, respectivamente.
Estas anémonas ocupan grandes extensiones de la superficie del fondo marino, desplazando a especies como esponjas, bivalvos o percebes. Por eso, a los expertos les preocupa el impacto “devastador” que puede tener esta especie en los ecosistemas marinos de Chile. Además, hay alertas alrededor de la pérdida de recursos de importancia comercial, como el erizo rojo (Loxechinus albus) y el cocoroco (Austromegabalanus psittacus), de los que dependen comunidades pesqueras artesanales.

Häussermann explica que la anémona pudo haber llegado a Chile en el agua de lastre, usada para estabilizar buques cuando están cargados parcialmente o en condiciones de carga diferentes. Es decir, embarcaciones que salieron del hemisferio norte con agua de lugares donde habita Metridium senile transportaron esta especie hasta la Patagonia chilena. Al llegar al destino, el agua es descargada en el océano.
“Es una dinámica bastante común, que ha ocasionado muchas invasiones en el mundo”, asegura la experta. En la década de 1970, la comunidad científica empezó a revisar el problema en detalle y recién en 2004 se adoptó la Convención Internacional para el Control y Manejo de Agua de Lastre y Sedimentos de las Embarcaciones. El documento exige a los 90 países firmantes, entre estos Chile, la instalación de filtros o sistemas de tratamiento para estas aguas.
Aunque esta medida busca evitar la introducción de más especies exóticas, el daño ya estaba hecho. Häussermann estima que larvas de Metridium senile llegaron a Chile en el agua de lastre a finales del siglo XX. La especie también ha invadido los mares de Argentina y Sudáfrica.

Una especie “indestructible”
Häussermann relata que en 2017 vio por primera vez una anémona plumosa en el fiordo Comau, en la región de Los Lagos. Tres años después, cientos de miles de individuos cubrían grandes áreas del fondo marino.
Como muchas especies de anémonas, la plumosa tiene características que la vuelven atractiva a la vista. Puede llegar a medir hasta 30 centímetros de altura, su base es más ancha que la columna, su color varía entre blanco cremoso o anaranjado y sus numerosos tentáculos forman una especie de pluma en la parte superior de la columna cuando se expande.
“Tiene un amplio rango de tolerancia térmica y salina, ideal para que sus individuos prosperen en zonas como la Patagonia”, dice Alejandro Pérez Matus, biólogo marino y académico de la Universidad Católica de Chile. La Metridium senile puede vivir en temperaturas entre los 0 y los 20 grados Celsius. Además, tolera un amplio rango de salinidades, entre los 14.8 y 37.5 partes por mil. Es decir, puede habitar en agua salobre, como la que se encuentra en zonas donde se mezcla agua dulce y salada, y en agua ligeramente más salina que la que se registra en promedio en el océano. También son “muy resistentes a las perturbaciones”.
Su rasgo más asombroso es que cuenta con tres formas de propagación, de acuerdo con un artículo de Häussermann y otros autores de 2022. La primera se da en la fase adulta. Se ha observado que la especie se propaga al ser arrastrada por algas desprendidas o desechos marinos. También lo hace cuando perturbaciones provocan su desprendimiento del suelo.

La segunda forma es la reproducción sexual, que sucede entre el verano y el otoño del hemisferio norte y todavía no se ha confirmado que suceda en Chile. En este proceso se generan larvas planctónicas, es decir, que viven suspendidas en el agua y forman parte del plancton. Las corrientes pueden arrastrarlas a lo largo de grandes distancias.
La tercera forma de propagación es la reproducción asexual. Esto sucede por el movimiento durante la fase adulta y cuando el disco pedal o la base de la anémona es lacerado y deja atrás pequeños fragmentos que luego crecen y se convierten en ejemplares idénticos. “Es indestructible”, asevera Häussermann. “Si uno intenta sacarla manualmente, los trocitos que quedan pueden generar nuevas anémonas”.

Se dispersa rápidamente
Luis Henríquez, investigador senior del departamento de repoblación y cultivo del Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) de Puerto Montt señala que esta especie es un organismo incrustante que se pega prácticamente a cualquier superficie flotante. En su opinión, boyas, embarcaciones abandonadas, infraestructura acuícola y líneas de cultivo de mitílidos o cuerdas de cultivo de moluscos facilitan su propagación.
Para Häussermann, las líneas de cultivo de mitílidos son las estructuras más problemáticas. Explica que los productores de choritos (Mytilus chilensis), por citar un ejemplo de las especies producidas con este mecanismo, compran sin querer cuerdas con larvas y después las trasladan a criaderos en el mar donde las instalan para que los moluscos crezcan. “No están transportando solo mitílidos, sino otras especies. Así creo que llegó a Comau”, dice la científica que ha estudiado ese fiordo durante más de 20 años.

Hoy, su presencia se extiende a lo largo de la Patagonia chilena, desde las orillas de Puerto Montt hasta el canal de Beagle, en el extremo austral del país.
En 2024, Pérez Matus fue parte de una expedición en la reserva Melimoyu, en la Patagonia Norte, donde observó que en algunos sitios, la anémona plumosa cubría el 100 % del sustrato rocoso. Tres años atrás, todavía no se registraba la especie. En Caleta Manzano, también en el norte de la región, Henríquez observó que cientos de ejemplares de Metridium senile están asfixiando un banco de cholgas (Aulacomya atra) sobre el que se están expandiendo. “Se pega muy fuerte, es como una goma que cubre todo el fondo marino y a las especies que quedan debajo”, explica el experto del IFOP.
Häussermann cree que los ecosistemas debilitados por la contaminación de las salmoneras y por otras amenazas son más vulnerables a la colonización de esta anémona. “Un ecosistema en equilibrio es más resistente a los invasores que un ecosistema alterado”, afirma.

Impactos a la biodiversidad y la pesca artesanal
Una vez instalada, forma densas alfombras que cubren el fondo marino, desplazando a las especies de la zona. Un estudio liderado por el científico Carlos Molinet, de la Universidad Austral de Chile, analizó los cambios en los ecosistemas con presencia de Metridium senile y la biodiversidad en el canal de Chacao, al norte de la isla Chiloé.
La investigación encontró que la anémona invasora aumentó su cobertura de la zona en un 39 % desde su primer registro, en 2016, hasta la fecha del estudio, en 2021. El equipo de científicos también halló que la diversidad de especies en el fondo marino bajó drásticamente. El índice de diversidad de Shannon, que mide cuántas especies y cuán equilibradas están, pasó de 1.43, o diversidad moderada, a 0.016, que implica que no hay diversidad y que solo hay una especie dominante.
Häussermann señala que todo lo que habita en los bentos o en el fondo de los ecosistemas acuáticos puede ser afectado. La anémona plumosa no solo ocupa el espacio y desplaza a múltiples especies, sino que también se alimenta de una variedad de elementos, incluyendo algas y larvas planctónicas, evitando la reproducción de crustáceos, moluscos e incluso corales de agua fría.

Al bucear en las zonas afectadas, los paisajes se ven diferentes, la diversidad de formas y colores característica de la Patagonia chilena está siendo reemplazada por la monotonía de las alfombras de anémona plumosa, según describe el buzo Daniel Caniullán.
La investigación liderada por Molinet confirmó que la densidad y el tamaño de los parches de erizos de mar (Loxechinus albus) disminuyeron significativamente entre 2019 y 2021.
Caniullán dice que los pescadores artesanales de mariscos están preocupados, pues el erizo es la especie marina de mayor interés comercial en la región. “Los últimos dos años no hemos logrado sacar las cuotas que nos asignan en la temporada”, asegura en referencia a la disminución en la cantidad, pero también en la calidad del producto.

Otras especies de interés comercial también son desplazadas, entre esas están los piures (Pyura chilensis), varias especies de ostras, los choritos y las cholgas. Henríquez señala que esto se traduce en una afectación trófica en varios niveles, que puede desencadenar un gran desequilibrio en los ecosistemas marinos.
Esta situación golpea a quienes no tienen otras oportunidades laborales. “No todos pueden trabajar en salmoneras o en oficinas públicas. Muchos ven que ya no es rentable seguir en la pesca artesanal”, dice Caniullán, que también es un reconocido líder indígena. En algunas localidades, pescadores estarían vendiendo sus embarcaciones.


Una amenaza sin control
La Subsecretaría de Pesca de Chile (Subpesca) es la encargada de declarar formalmente a Metridium senile como plaga, pero hasta el momento no lo ha hecho, de acuerdo con información del área de comunicación del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca). Por lo tanto, Chile no cuenta con una estrategia oficial para contener o erradicar la invasión. Al momento, IFOP está levantando información para que Subpesca tome medidas.
Caniullán cuenta que la Subpesca conformó comités bentónicos en distintas regiones, con el objetivo de que los pescadores, buzos y mariscadores sean parte del diseño de planes de manejo para las pesquerías. Sin embargo, después del primer periodo, entre 2020 y 2025, la institución no ha convocado a nuevos integrantes. Esta estrategia que ha quedado abandonada, a ojos del líder indígena, de reactivarse podría apoyar en la vigilancia, monitoreo y control de la especie exótica. Mongabay Latam consultó a Subpesca por qué no ha reactivado los comités, pero no recibió respuesta hasta la publicación del artículo.

Desde la ciencia se han hecho intentos experimentales con nudibranquios, moluscos que se alimentan de anémonas, pero no son viables. “Habría que liberar toneladas de nudibranquios y eso sería otra invasión”, dice Häussermann.
Henríquez cuenta que el profesor Molinet está liderando una investigación que sugiere que los arrecifes de cholgas podrían tener un rol estructurador del ecosistema que limite la expansión de la anémona plumosa.

Pérez Matus y Häussermann concuerdan en que se deben establecer programas de monitoreo. El biólogo marino de la Universidad Católica de Chile resalta que la protección de los ecosistemas marinos de la Patagonia es clave pues son reservorios de biodiversidad y sumideros de carbono. Para la bióloga marina, además hay que imponer restricciones al transporte de invertebrados bentónicos y, principalmente, evitar el cultivo de moluscos en áreas protegidas.
Pese a la gravedad de la situación, hay algo de esperanza. “Lo positivo es que tenemos capacidades locales para investigar, para comprender el impacto en la zona”, afirma Henríquez.
Foto principal: una anémona de la especie Metridium senile crece entre un banco de moluscos. Foto: cortesía Luis Henríquez-Antipa / IFOP