- La gestión de los recursos naturales es compleja.
- Algunos trabajos de conservación, como la recuperación del rinoceronte blanco sureño, han conocido el éxito, pero a menudo estas victorias duran poco.
- Mongabay examina cinco razones (que no siguen ningún orden en particular) que podrían haber contribuido al fracaso de muchas labores de conservación.
Un objetivo de los proyectos de conservación es proteger los hábitats silvestres y evitar la extinción de las especies. Sin embargo, la gestión de los recursos naturales es compleja. A pesar de esforzarse durante años, los grupos de conservación —grandes y pequeños— a menudo tienen problemas para encontrar la receta perfecta del éxito.
Algunos trabajos de conservación han conocido el triunfo. Por ejemplo, la recuperación del rinoceronte blanco sureño (Ceratotherium simum ssp. simum) se considera uno de los mayores éxitos de la conservación de los últimos tiempos.
En el siglo XIX, el rinoceronte blanco se consideraba extinto. No obstante, gracias a intensos esfuerzos como la creación de áreas protegidas y la cría en cautividad de los rinocerontes, esta subespecie pasó de tener una población minúscula de menos de 50 ejemplares en 1895 a más de 20 000 ejemplares. Ahora, el rinoceronte blanco sureño es el más abundante de todas las especies de rinoceronte.
Sin embargo, esas victorias suelen durar poco. En el caso del rinoceronte blanco, por ejemplo, una escalada reciente de caza desenfrenada por parte de redes criminales organizadas está amenazando seriamente la supervivencia de los rinocerontes y socavando los esfuerzos de los conservacionistas.
A medida que le población humana sigue creciendo y los recursos son cada vez más limitados, puede ser más difícil encontrar éxitos en la conservación, según afirman los científicos.
“Hablando francamente, comemos y nos reproducimos como langostas migratorias hambrientas”, dijo a Mongabay William Laurance, Profesor Distinguido de Investigación en la Universidad de James Cook. “Cuando mi abuelo era un niño, había mil millones de personas en la Tierra; hoy en día hay siete mil millones, y podríamos estar dirigiéndonos a los diez mil millones o más. Hasta este momento en la historia, hemos sobrevivido gracias a la explotación de nuevas fronteras —para conseguir minerales, madera, petróleo y otros bienes— pero se nos están acabando las fronteras que explotar”.
Eso puede significar problemas para la vida y la tierra silvestres. De hecho, a pesar de los esfuerzos por frenar la extinción de las especies, “el riesgo medio de extinción para aves, mamíferos, anfibios y corales no muestra signos de descenso”, según el informe Perspectiva Mundial de la Biodiversidad 4 de las Naciones Unidas.
Numerosas razones —normalmente complejas e interrelacionadas— pueden resultar en fracasos en la conservación. Mongabay examina cinco de ellas, sin seguir un orden particular.
Falta de implicación local
Cada año se delimitan nuevas zonas protegidas por todo el mundo. A menudo, se crean en países en desarrollo, que son ricos en biodiversidad pero tienen algunas de las poblaciones más pobres del mundo.
Aunque, de forma tradicional, las zonas protegidas se han diseñado para excluir a las comunidades locales. En algunos casos, como en los parques con la suficiente mano de obra para patrullar y proteger los parques de forma efectiva, o cuando las comunidades locales se han trasladado a otra zona voluntariamente después de ser consultados de forma adecuada y recibir compensación, esta estrategia de “preservación” ha funcionado.
Sin embargo, en un contexto en que la vida silvestre y las personas luchan por el espacio, excluir a los pueblos locales de los trabajos de conservación podría llegar a ser, cada vez más, una receta para el fracaso a largo plazo.
Según un estudio de revisión de 2013, desplazar comunidades locales de sus territorios tradicionales, restringiendo su acceso a los recursos dentro de los parques y dándoles una compensación mínima (o ninguna), puede hacer que reaccionen de forma hostil hacia los grupos de conservación y sus esfuerzos. Esto suele desencadenar conflictos y hacer que las comunidades vayan contra las normas establecidas y cacen y recolecten recursos de forma ilegal.
“Si los habitantes locales no ven un beneficio en la conservación local, las leyes van a ser inefectivas sean cuales sean”, dijo a Mongabay Stuart Pimm, Profesor de ecología de la conservación en la Universidad de Duke.
No tener en cuenta a las personas que viven en las zonas protegidas y sus alrededores puede tener consecuencias desastrosas. Puede retrasar proyectos, hacer que los conservacionistas y los gobiernos no cumplan con sus objetivos de conservación y costar miles de millones de dólares a causa de los conflictos resultantes.
Sin embargo, como todas las estrategias de conservación, la conservación comunitaria debe estar diseñada de forma cuidadosa, dicen los científicos.
“A decir verdad, mucha gestión local no funciona demasiado bien”, dijo Laurance. “Tampoco quiero decir que una gestión de forma descendiente de los parques y otros territorios sea perfecta. De hecho, creo que casi todo depende del contexto”.
Ignorar la historia
Un problema, según algunos expertos, es que los conservacionistas tienen tendencia a aplicar estrategias de conservación de forma demasiado general. No logran comprender la ecología actual y pasada del lugar, su vida silvestre, su política y a sus gentes, y eso puede llevar al fracaso.
Los estudios han mostrado, por ejemplo, que los grupos de conservación no suelen tener en cuenta patrones del pasado sobre la densidad de población humana en las zonas protegidas propuestas y sus alrededores. Tampoco profundizan en la historia de la tenencia de tierras, los conflictos y el uso de recursos en los bosques o hábitats que quieren proteger.
Los grupos de conservación también tienden a planear sus proyectos basándose en varias asunciones erróneas, dicen los expertos. Una de ellas, por ejemplo, es que los conservacionistas tienen tendencia a observar las comunidades locales como grupos de personas socialmente homogéneos. Los planificadores de proyectos no consiguen apreciar las complejidades relacionadas con el género, los hogares, las diferentes instituciones y los individuos dentro de las comunidades, lo cual puede resultar en conflicto y fracaso.
También tienden a dar por hecho que los lugareños son destructivos para la conservación de la biodiversidad. Aunque puede que esto sea cierto en algunos casos, esa generalización significa que los grupos de conservación a veces ignoran la verdadera dinámica de las prácticas agrícolas y de caza de las comunidades locales, y cómo se adaptan a las condiciones socioecológicas locales.
“A menos que entiendas la política local, no vas a tener éxito”, dijo Pimm. “Nunca voy a entenderla completamente. No vivo en esos sitios, pero puedo hacerlo lo mejor que pueda, y puedo reconocer que tengo que trabajar con la gente y las políticas locales”.
Falta de financiación
La protección de la biodiversidad requiere dinero. Sin embargo, los grupos de conservación suelen tener problemas para encontrar fuentes fiables de financiación que les aseguren el éxito a largo plazo de sus iniciativas de conservación.
“Un gran problema es que solemos tener modelos de financiación que se basan en ciclos de tres a cinco años”, dijo Laurance. “Empezamos un proyecto y esperamos resultados rápidos, y si puede ser, duraderos, pero las cosas se van al garete cuando se detiene la financiación. No se puede poner dinero a corto plazo en problemas complejos y esperar resultados a largo plazo”.
Cuando la financiación está disponible, no se suele distribuir de forma equitativa o existen preferencias hacia ciertos grupos de animales. Un estudio publicado en 2010, por ejemplo, descubrió que las especies “carismáticas” de mamíferos tenían más posibilidades de recibir financiación científica que los reptiles, aves o anfibios “menos atractivos”. Del mismo modo, un estudio publicado en marzo de este año, descubrió que solo el 12 por ciento de las especies amenazadas en la lista de especies en peligro de extinción de los Estados Unidos reciben la financiación que prescribe su plan de recuperación.
A veces, sin embargo, la disponibilidad de fondos no garantiza que los esfuerzos de conservación de la biodiversidad vayan a ser fructíferos. Según Pimm, ese es un problema en muchos grupos de conservación grandes. Los grupos grandes están más interesados en conseguir cuantiosas sumas económicas que en, según dice, gastarlas bien.
“Por eso fundé SavingSpecies con algunos científicos conservacionistas muy distinguidos”, añadió. “Sentíamos que los pequeños grupos de conservación son, antes que nada, pequeños, y eso los hace vulnerables. Los grandes grupos de conservación están absorbiendo la financiación. Así que queríamos hacer lo que pudiéramos para fortalecer y animar a todos los grupos locales, simplemente porque creemos que son más efectivos en lo que hacen que los grupos grandes”.
Falta de claridad en los objetivos
Todos los proyectos necesitan objetivos. Las iniciativas de conservación también empiezan con metas y objetivos que los grupos quieren conseguir en un periodo determinado de tiempo. Esos objetivos ayudan a trazar acciones de gestión específicas para distribuir el dinero y los recursos que puedan hacer de un proyecto de conservación un éxito.
Desafortunadamente, muchos proyectos de conservación arrancan con objetivos muy difusos y mal diseñados, dijo Pimm. “A menudo los establecen las personas que financian los proyectos más que la prioridad absoluta de conseguir la acción de conservación que buscan”, añadió. “Creo que a veces, los objetivos ni siquiera se acercan a estar conectados con la conservación”.
Los trabajos de conservación se benefician si tienen metas claras y objetivos medibles —tanto a largo plazo como a corto plazo— guiados por la “mejor ciencia disponible”. Esos objetivos pueden ayudar a evaluar el éxito de un programa de conservación.
Sin embargo, si se establecen objetivos poco realistas o poco coherentes, se pueden perjudicar esos trabajos de conservación. Cuando se involucra a las comunidades locales, por ejemplo, un cambio en los objetivos puede conducir a confusión entre los miembros de la comunidad en cuanto a cómo se van a gestionar los recursos. A la vez, eso puede transformarse en frustración y el fracaso de los esfuerzos de conservación.
No obstante, la conservación es compleja. Definir objetivos claros y medir el éxito de los trabajos de conservación de forma cuantitativa no siempre es posible o factible.
“Digamos, por ejemplo, que imparto un curso en práctica de la conservación y resulta que una de mis alumnas es hija del director de parques nacionales de un país, y que inspira a su padre para que establezca una serie de nuevos parques”, dijo Laurance. “Ese resultado es muy importante, pero es difuso e indirecto. ¿Cómo se mide ese tipo de cosa? El éxito en la conservación puede suceder de muchas maneras que no siempre son fáciles de evaluar”.
Falta de ley y orden
La caza de rinocerontes y elefantes ha llegado a máximos históricos. Aun así, los vacíos legales, una gobernanza pobre y la falta de aplicación de la ley hacen que sea fácil para los furtivos y traficantes salir indemnes de sus crímenes.
Los estudios han mostrado que los parques protegen la biodiversidad de forma más efectiva cuando hay una alta densidad de guardas que los patrullan. Otra medida disuasoria de los crímenes contra la vida silvestre puede ser que haya castigos más duros. Sin embargo, a menudo, los guardas forestales no cuentan con la formación ni el equipamiento suficientes, ni con los medios para patrullar los parques y combatir a los furtivos armados.
Además, los crímenes contra la vida silvestre como la caza furtiva y la tala ilegal cada vez están más organizados y no se limitan a violaciones de leyes nacionales e internacionales relacionadas con el medioambiente, según un informe de la INTERPOL. Los delitos contra la vida silvestre suelen cruzarse con otros crímenes como asesinatos, corrupción y tráfico de armas y droga, lo cual hace que aplicar la ley sea particularmente difícil para las autoridades ambientales, declara el informe.
Acabar con esos delitos tan complejos requiere que haya más colaboración entre varias agencias ambientales y organismos policiales, redes contra el blanqueo de capitales y autoridades anticorrupción.
“Tenemos que impulsar cambios culturales para que la corrupción y la mala aplicación de la ley sean menos aceptadas socialmente”, dijo Laurance. “No estoy seguro de cómo hacerlo, pero se toman un montón de malas decisiones ambientales porque alguien se enriquece como resultado”.