- A Ariosto da Riva se lo describía generalmente como “el último de los bandeirantes”, los violentos aventureros que penetraron primero en el Amazonas Brasileño en el siglo XVI en busca de oro. En colaboración con la dictadura militar del Brasil (1964-1985), él era dueño de un millón de hectáreas del bosque, sacó a los indígenas de sus tierras, y trajo a los colonizadores.
- Su hija, Vitória da Riva Carvalho, a pesar de ser rica, no siguió con su legado, sino que es conocida por su sólida defensa del bosque pluvial y por su destino del turismo ecológico reconocido mundialmente, el Cristalino Jungle Lodge, ubicado fuera de la ciudad de Alta Floresta —establecida por el padre— en el estado más septentrional de Mato Grosso.
- La evolución de la relación entre padre e hija ayuda a hacer un seguimiento de los conflictos por tierras que han ardido y explotado en el Amazonas entre los indígenas y la gente de la región, por un lado; contra los tomadores y especuladores de tierras, leñadores, colonizadores y cultivadores de soya, por el otro.
- Hoy día, la mayoría de los indígenas que vivían en la región donde el Cristalino Jungle Lodge alberga a sus huéspedes ricos se han ido —están muertos, fueron trasladados a reservas indígenas o retirados hacia otro lugar. Pero por ahora, el bosque pluvial y mucha biodiversidad extraordinaria permanecen, con personas como Vitória da Riva Carvalho como su representante.
(Leia essa matéria em português no The Intercept Brasil. También puede leer en portugués la serie de Mongabay sobre la cuenca del Tapajós en The Intercept Brasil)
La cuenca del Tapajós se sitúa en el corazón del Amazonas y en el corazón de una controversia explosiva: si construir 40 represas más grandes, una vía férrea y carreteras, convirtiendo la cuenca en una gran vía industrializada de exportación de mercancías; o frenar este impulso de desarrollo y conservar una de las regiones más ricas, tanto en el sentido biológico como cultural del planeta.
Los que pretenden moldear el destino de la cuenca tienen opiniones enfrentadas, pero debido a que el Tapajós es una región aislada, pocos de estos puntos de vista lograron darse a conocer en los medios de comunicación. La periodista Sue Branford y el sociólogo Mauricio Torres viajaron allí recientemente para Mongabay, y durante las semanas entrantes se espera arrojar un poco de luz sobre el debate acalorado que determinará el futuro del Amazonas. Este es el octavo informe.
“Tenemos casi un tercio de los pájaros de Brasil en esta región, lo que significa aproximadamente 600 especies, y todavía seguimos encontrando nuevas”, dice Vitória da Riva Carvalho con bastante orgullo, sentada junto a las aguas tintineantes de una fuente del jardín elegante y exuberante de su lujoso hotel, en las afueras de la ciudad de Alta Floresta (Bosque Alto), en el estado más septentrional de Mato Grosso.
La clave del exitoso (y hoy, mundialmente reconocido) establecimiento del proyecto ecoturístico Cristalino Jungle Lodge de Riva Carvalho fue esta amplia multitud de pájaros cantarines y remontadores de vuelo.
“En 1989, Ted Parker (reconocido ornitólogo americano) nos visitó y le encantó el lugar”, recordó Riva Carvalho. Se dio cuenta de que su hotel amazónico se encontraba sobre la misma latitud que el Perú, uno de los países más diversos, en el sentido biológico, sobre la tierra, y de que sus alrededores guardaban una enormidad de especies.
“Comenzamos a tener éxito luego de la visita de Ted”, recordó Riva Carvalho. Parker divulgó la noticia y los ornitólogos internacionales lo comenzaron a visitar, como hicieron otros amantes de la naturaleza. “Tenemos aproximadamente 1500 especies de mariposas, la diversidad más grande en Brasil, y muchas más cosas extraordinarias”, presumió Riva Carvalho presumió.
“Los pájaros y los animales no atraviesan los grandes ríos del Amazonas por lo que nosotros (también) tenemos nichos de especies endémicas. Por ejemplo, el mono araña de cara blanca (Ateles marginatus), solo se encuentra en una zona bastante pequeña entre el Tapajós y el río Tocantins”.
La visita al centro turístico es costosa y llama principalmente la atención de europeos y americanos. Pero para aquellos con dinero, el centro turístico ecológico proporciona una experiencia mágica. Un biólogo guía realza las caminatas a través del exuberante bosque pluvial y describe muchas de las especies de árboles, algunos sobrepasan los 30-40 metros (100-130 pies). Las caminatas incluyen la escalada de una torre de hasta 50 metros (160 pies) la cual surge por encima del follaje y desde la cual los huéspedes ven bandadas de guacamayos escarlata y, si están con suerte, un águila harpía.
Durante la noche, los visitantes se quedan en el centro turístico ecológico, de 18 apartamentos, diseñado con inteligencia para lograr que todos sientan que están en el corazón del bosque. Se ha hecho un gran esfuerzo para reducir su huella de carbono, con el uso de paneles solares, ventiladores y un ingenioso sistema de instalaciones sanitarias en el cual las raíces de los árboles de plátano y plantas de heliconia, absorben los nutrientes y eliminan la toxicidad de las aguas residuales.
Ecoturismo construido sobre un legado familiar más oscuro
Para los visitantes extranjeros, que no conocen el enfrentamiento entre la cultura brasileña y la cultura amazónica, el éxito del Cristalino Jungle Lodge es, a primera vista, una simple historia feliz, perfecta para el suplemento de turismo Sunday Times: una empresaria ambientalista de la zona crea uno de los mejores centros turísticos ecológicos del mundo.
Lo cierto es que, el proyecto ecoturístico, con todas sus características atractivas, se ubica sobre el final pacífico de un proceso de expropiación, por lo general violento, de tierras, en el cual el padre de Vitória, Ariosto da Riva, tuvo un papel importante —suelen describirle como “el último de lo bandeirantes”: los violentos exploradores quienes penetraron primero el interior de Brasil durante los siglos XVI y XVII en busca de oro.
Esta es una historia marcada por una lucha feroz por la tierra, con comunidades indígenas desamparadas y familias campesinas tradicionales por un lado; y especuladores de la tierra, leñadores, ganaderos, y cultivadores de soja, por el otro (y con ambos lados en busca del respaldo de las autoridades).
Los numerosos estudios de arqueólogos demostraron, hace mucho, la intensa ocupación de los indígenas sobre los valles de los ríos Tapajós y Teles Pires, en los cuales hoy se encuentra el Cristalino Jungle Lodge. Y un frenesí de estudios de etnobotánicos han mostrado que —a través de la cuidadosa gestión a lo largo de los siglos— los indígenas tuvieron un rol importante en la creación de la abundancia del bosque amazónico, una fecundidad que condujo, de manera temprana, a los exploradores a considerar a esta región como “un paraíso terrenal que los hombres no han tocado”.
Pero la dictadura militar brasileña (1964-1985) no sabía nada acerca de esto y sostenía resueltamente que no vivía nadie en el bosque pluvial. Fue durante su gobierno que uno de los procesos más violentos de expropiación indígena tomó lugar en esta región en los 60 y los 70 como parte de una ofensiva militar para “ocupar el Amazonas”.
Esa historia puede contarse a través de la vida de Aristo da Riva. Nacido en 1915, dejó su casa ubicada en el estado de São Paulo a los 17 años para explorar diamantes en el norte de Brasil. Ariosto trabajó para Geremia Lunardelli y aprendió bien de él, un cazafortunas que realizó acuerdos sobre tierras y asentamientos sospechosos en el norte del estado de Paraná.
A mediados de 1960, Ariosto recibió una generosa financiación por parte de Sudam (La Superintendencia para el Desarrollo del Amazonas) con el objeto de abrir una región para crear un asentamiento entre las cabeceras de los ríos Araguaia y Xingú, en la parte noreste del estado de Mato Grosso. Allí, Aristo crea la Hacienda Suia-Missu, la cual abarca 450 000 hectáreas (1737 millas cuadradas).
Desde el principio, él estuvo envuelto en conflicto con los indígenas Xavante, quienes rechazaban el contacto con los forasteros que trataban de tomar las tierras que ellos habían ocupado durante siglos. Ariosto y otras nuevas personas que llegaban se enfurecían cada vez más por la resistencia indígena, y el encargado de la Hacienda Suia-Missu se quejaba de que los indígenas robaban cuchillos, hachas y harina de mandioca.
En un atroz abuso de poder, los militares intervinieron y, en 1966, aerotransportaron afuera a 300 indígenas alborotadores. Poco después 80 indígenas fallecieron por una epidemia de sarampión. Los sobrevivientes huyeron a otras áreas ocupadas por los Xavantes en Mato Grosso del sur, aproximadamente a 400 kilómetros (250 millas) de su tierra natal.
Librado de los indígenas, Ariosto da Riva aumentó el tamaño de su hacienda, aproximadamente unas 800 000 hectáreas (3089 millas cuadradas) o hasta 1,7 millones de hectáreas (6563 millas cuadradas), según algunas cuentan algunos, convirtiéndola en la más grande del Brasil en aquel entonces. Pero el último de los bandeirantes estaba mucho más interesado por cerrar los tratos de tierras productivas que por la agricultura, y en los años 70 vendió su hacienda a la compañía de ganadería de propietario italiano, Liquifarm do Brasil, la cual luego la vendió a una compañía italiana de petróleo, Agip Petroli.
Durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, Agip Petroli, bajo presión de los defensores italianos del medio ambiente, devolvió 165 000 hectáreas (407 000 acres) de tierras a los Xavante, quienes lo renombraron Marãiwatséde (“Bosque Tupido”). La Agencia Brasileña Indígena, Funai, comenzó un estudio antropológico para decidir cuánta tierra exactamente pertenecía por derecho a los indígenas.
Eso podría parecer un final feliz para los Xavante, salvo porque una cantidad de supuestos nuevos terratenientes (cuya propiedad estaba por devolverse a los indígenas) se negaban a irse.
La reserva indígena Xavante se creó en los años 90, pero no se expulsó a los terratenientes por la fuerza hasta 2015, luego de años de conflicto. La animosidad se hizo tan grande que puso en riesgo la vida de Dom Pedro Casaldáliga, un obispo español de izquierda, quien había sido uno de los pocos partidarios de los Xavantes durante sus largos años de exilio. En el 2012, el obispo, que para entonces tenía 84 años y padecía la enfermedad de Parkinson, recibió amenazas de muerte y tuvo que ser sacado de la región por su seguridad.
El largo conflicto no terminó ahí. Aunque se había sacado a los supuestos terratenientes, ellos permanecían fuertes. Muchos se sienten particularmente envalentonados desde el 2016, cuando el Presidente Michel Temer comenzó a implementar políticas antiindígenas que causan un gran resentimiento dentro de las reservas indígenas. La ganadería todavía es la actividad dominante invasiva en esta parte del estado, pero la producción de soja también se está asentando rápidamente.
Luego de que Aristo vendiera Suiá-Missu, se dirigió más hacia el oeste de Mato Grosso. Formó una compañía llamada INDECO (Integración, Desarrollo y Asentamiento) y, al igual que en el pasado, compró grandes extensiones. Según el geógrafo Ariovaldo Umbelino de Oliveira de la Universidad de São Paulo, Aristo compró “500 000 hectáreas en el 1971 por 15 cruceiros la hectárea (es decir, el precio de seis paquetes de cigarrillos)”, y 2 años después “compró 400 000 hectáreas, de un área perteneciente al gobierno del estado, por solo 50 cruceiros la hectárea”.
“Instaló tres proyectos de asentamiento dentro de esta área de casi un millón de hectáreas (3861 millas cuadradas): Alta Floresta, Paranaíta y Apiacás”. Según el gobierno, estos proyectos operaron de manera eficiente; una consulta parlamentaria realizada en 1977 informó que INDECO era la única compañía que superaba los objetivos desde el punto de vista de las familias asentadas.
La nueva generación
Ariosto era considerado por algunos críticos como un empresario inescrupuloso y obstinado, que buscaba rápidas ganancias, pero su hija Riva Carvalho, comprensiblemente, tenía un parecer diferente: “A mi padre se lo malinterpretaba a veces”, nos contó en una visita al centro Cristalino Jungle Lodge el noviembre pasado.
“Siempre quiso instalar un proyecto sustentable de agricultura. De hecho, en un principio, mi hermano trabajaba con los colonizadores para cultivar guaraná y cacao en el bosque y recoger castañas del Brasil”. Pero Brasil estaba pasando un momento difícil, con alta inflación. “Muchos colonizadores se fueron a cribar oro, creyendo que se harían ricos rápidamente. Por supuesto que no lo lograron. Pero cuando regresaron, no querían plantar cultivos (en el bosque pluvial amazónico) entonces labraron la tierra y criaron ganado. Todo el proyecto perdió su intención original.”
Pero esta historia era discutida: el geógrafo y profesor Ariovaldo Umbelino de Oliveira informó que la afluencia de los buscadores de metales y piedras preciosas y de los mineros perforadores de oro beneficiaba a Alta Floresta. “Cuando las minas de oro crecían, la ciudad crecía”, explicaba, y Ariosto sabía esto y se aprovechaba de dicho crecimiento: “Mientras que él defendía públicamente los asentamientos y el cultivo de la tierra, hasta los camareros de los restaurantes de la ciudad pueden contarte historias que te dicen algo muy diferente”.
Cuando Riva Carvalho comenzó a pensar en el ecoturismo a finales de los 80, grandes franjas del bosque pluvial amazónico aún estaban siendo cortadas por ganaderos, y solo la zona rural de Alta Floresta tenía 700 000 cabezas de ganado, la cuarta más alta del estado de Mato Grosso.
Allí, el rápido desarrollo alarmaba a los ambientalistas, puesto que la región que rodeaba Alta Floresta había sido clasificada por los biólogos como “de suma importancia para la conservación de la biodiversidad”. Esto sucedía porque estaba ubicada en las afueras del llamado “arco de la desolación”, una franja de bosque protegido en gran medida que marcaba la transición de Cerrado —hoy en día, más que nada, savanas desarrolladas— a un bosque pluvial amazónico mucho más intacto.
Este arco se extiende como medialuna desde el este hacia el oeste cruzado la parte norte de Brasil —empieza en el Este del estado de Pará, pasa por el norte de los estados de Tocantins y Mato Grosso y acaba en Rondônia y Acre, en el oeste. Obtuvo este nombre porque durante muchos años fue la región donde ocurría la más amplia deforestación, con la aparición de la frontera agraria.
En el 2011, el gobierno creó el Parque Estadual do Cristalino (Reserva Natural de Cristalino), que abarcaba 118 000 hectáreas (450 millas cuadradas). ES parte de una enorme zona neutral que incluye, en el oeste, una reserva biológica y el territorio indígena Kayabi/Mundurukú, además de un servicio militar, en el norte, de 2.2 millones de hectareas (8494 millas cuadradas), conocido como Base Aérea Cachimbo; conjuntamente con el territorio indígena Menkragnoti, al este y al noreste. Se espera que esta zona actúe como una gran barrera contra la deforestación ilegal futura.
Riva Carvalho, una defensora entusiasta de este intento de protección de las tierras del gobierno, posee 11 399 hectáreas (28 167 acres) de bosque pluvial directamente adyacente a la Reserva Natural de Cristalino, a las que ha llamado Reserva Forestal del Centro Cristalino. Sin embargo, la mayor parte de su tierra no es una reserva en el sentido oficial. Pese a la impresión que da el sitio web del lugar, Riva Carvalho solo convirtió una parte de su propiedad, 670 hectáreas o 1655 acres, en una RPPN (Reserva Particular do Patrimônio Natural) en 1997 —un paso irreversible, sin explotación forestal permitida, en ese momento o en el futuro. La cifra que da el sitio web queda reducida fácilmente con solo mirar las dimensiones de la RPPN lote Cristalino.
Hacia una paz incómoda
La creación de la Reserva Natural de Cristalino no era suficiente para preservarla completamente en esta región amazónica sin ley. El gobierno no consiguió proveer una protección adecuada a la reserva, y los ladrones de tierras comenzaron a invadirla. En el 2005, SEMA, el departamento medioambiental del gobierno estatal, multó a 17 personas por despejar, de forma ilegal, las tierras dentro de la reserva.
Entre los multados, se encontraba Antônio José Junqueira Vilela, conocido como AJJ, ladrón de tierras muy conocido e icono nacional por la cantidad de carne de res que producía. AJJ recibió entonces, y sin duda, la multa más alta por parte del SEMA por despejar ilegalmente 40 000 hectáreas (154.4 millas cuadradas) de tierras de la reserva.
Luego, en el 2006, los diputados del Estado impulsaron un proyecto de ley a través de la Asamblea Estatal de Mato Grosso para retirar un área de la reserva (casi sin duda alguna, territorio deseado por AJJ) y, en compensación, adjuntaron la Reserva Forestal del Centro Cristalino de Riva Carvalho al parque. Sin embargo, luego de las fuertes protestas —incluso un llamamiento “SOS-permiso para deforestar Cristalino” distribuido en Brasil y en el extranjero por Riva Carvalho y otros— el gobernador del Estado, quien en aquel entonces era Blairo Maggi, decidió vetar el proyecto de ley.
Se informó a la prensa en ese momento de que para apaciguar a AJJ, (uno de los promotores de Maggi) Blairo Maggi había hecho un trato con él,dándole un sello oficial de aprobación a dos pequeñas represas que AJJ había construido ilegalmente cerca de la reserva.
El veto de Maggi fue, a su vez, revocado por la Asamblea Legislativa. Pero en enero de 2007, un juez de Estado, José Zuquim Nogueira, intercedió suspendiendo la reducción del tamaño del parque.
Desde entonces, ha habido una paz incómoda y Riva Carvalho ha seguido adelante con el centro ecológico. Pero el ecoturismo en una región que tan recientemente había sido vaciada de la mayoría de personas indígenas es un asunto que levanta pasiones. Para algunos, turistas y ornitólogos extranjeros sobre todo, Riva Carvalho es una guerrera valiente de la ecología, que defiende con coraje su amado bosque pluvial de más devastación. Otros, activistas sociales brasileños sobre todo, la juzgan más severamente por continuar con la tradición de explotación de su padre, excepto que ella sabe que, hoy en día, el dinero que se obtiene del bosque del Amazonas tiene que pasar por un lavado de imagen.
Cualquiera que sea la verdad, Riva Carvalho nos contó que se reconcilió con su padre justo antes de su muerte en 1992; Ariosto da Riva le dijo entonces sobre su visión del Amazonas: “Vitória, tú tienes razón”.
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