- Estudios estiman que quedan entre 600 a 800 ejemplares de palkachupa, que habitan los bosques del valle de Atén, en la zona del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) del área protegida Madidi.
- Una reserva de 50 hectáreas en la población de Atén, La Paz, está ayudando a conservar sitios importantes para el anidamiento de la especie. Los conservacionistas aseguran que urge conservar mayor superficie del hábitat del ave.
William Ferrufino (47 años) recuerda que cuando era niño y vivía en el campo, en la comunidad de Atén, un pueblito en medio de un valle en el municipio de Apolo, departamento de La Paz, no conoció los juguetes, piñatas, ni fiestas de cumpleaños. En aquel entonces su travesura infantil preferida era escabullirse en el bosque a imitar el canto de las aves y el silbido de los monos. En medio de sus aventuras, un día, un ave esbelta, de unos 20 centímetros, con una combinación de plumas color amarillo brillante y negruzco denso, casi como estampadas, de cola larga bifurcada en forma de V similar a un par de tijeras, cautivó su atención. Desde entonces, su pasión por esta criatura fue tal que ya de adulto trabajó para conservarla, e incluso hoy imita su canto a la perfección.
Se trata de la palkachupa (Phibalura boliviana), una especie que lucha por sobrevivir en el valle tropical de Atén.
La palkachupa estaba desaparecida para la ciencia. En 1902 el ornitólogo R.S. Williams realizó la última colecta de dos individuos, un macho y una hembra, que fueron exhibidos en el Museo Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva York. En septiembre del año 2000, 98 años después, un grupo de investigadores, entre los que se encontraba el canadiense Bennett Hennessey, ‘redescubrió’ al ave.
El hecho tuvo lugar en un pequeño fragmento de bosques de cuatro kilómetros cuadrados en la comunidad de Atén, al noroeste del municipio de Apolo, dentro de la jurisdicción del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) del área protegida Madidi, donde según la legislación boliviana el uso y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales está permitido.
En una publicación en The Wilson Journal of Ornithology en el año 2011, Hennessey afirmó que si bien inicialmente se consideraba a este pájaro como una subespecie de Phibalura flavirostris, que se encuentra al sudeste del Brasil, a 2500 kilómetros de la población boliviana del ave, el plumaje entre ambos era claramente diferente.
Por otro lado, el iris de los ejemplares bolivianos es color amarillo mostaza, tienen las patas de un color amarillento anaranjado, y registran al menos cinco tipos de vocalizaciones y un canto. Por su parte, los ejemplares brasileños presentan un iris de color rojo, las patas de color rosado y tienen registrado un solo tipo vocalización.
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Estas diferencias de diagnóstico llevaron a que científicos y organizaciones internacionales como BirdLife International reconozcan que la palkachupa de Bolivia se trataba de una especie diferente y única en el mundo.
Una investigación a cargo de la ornitóloga boliviana Verónica Dávalos, publicada en el año 2011, quien durante un año estudió la anidación, éxito de reproducción y distribución potencial de la población de palkachupa, estimó que el número de individuos de esta especie oscila entre los 600 y 800 ejemplares, los que sobreviven en los remanentes de bosques de un área de poco más de 1000 km2 en la comunidad de Atén, el sitio más importante para el ave.
Atén significa “podemos” en la lengua originaria de los lecos, el rikha. Este es un pueblo con alrededor de 60 familias, fundado en 1699. Al igual que la mayoría de las personas, William Ferrufino pertenece a esta etnia indígena, y es así que la totalidad de Apolo, en donde se encuentra la comunidad de Atén, ha sido designado como un Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) del pueblo leco.
La región de Atén es también considerada IBA (Áreas Importantes para la Conservación de las Aves-en español), según BirdLife International, dada la importancia que representa la zona para algunas especies de aves, como la palkachupa.
Una especie que solo habita en Bolivia
Según el Libro de Aves de Bolivia, la palkachupa es endémica del país y habita entre los 1250 y los 2000 metros, en bosques de la ecorregión del Cerrado, con pastizales artificiales, en islas de bosque y arbustos, donde construye sus nidos sobre los árboles de Byrsonima crassifolia y Alchornea triplinervia.
Algunos investigadores afirman que prefiere anidar sobre los bordes del bosque o árboles aislados, en donde forma pequeñas colonias de hasta cinco pares. Es principalmente un ave solitaria, aunque suele ser vista en pares y grupos durante la migración.
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El nombre de palkachupa proviene del idioma Quechua, en donde “palka” significa tenedor y “chupa” es cola, al referirse a las características morfológicas que presenta la cola del ave.
Chacarura es el nombre con el que William y los indígenas lecos de Atén conocían a la palkachupa desde hace bastante tiempo. Este hace alusión al melodioso canto que entona. No obstante, desconocían que se trataba de una especie en peligro y única en el mundo, y que solo ellos tenían el privilegio de tener en su territorio. Fue entonces que las acciones de conservación a cargo de la Asociación Civil Armonía, ONG de conservación de aves de Bolivia, despertaron la conciencia de la población, que hoy en día ha incluido al ave como parte del escudo de Atén y la considera uno de los símbolos del pueblo.
Desde agosto hasta marzo es posible ver con facilidad a la palkachupa volando en la región de Atén. Esta es la temporada en que está reproduciéndose. Sin embargo, para Rodrigo Wilber Soria, director ejecutivo de Armonía, esta es un ave difícil de evaluar y los ornitólogos desconocen su ciclo de vida natural, ya que la gran mayoría de su población migra a áreas aún desconocidas luego de estas temporadas.
“Es necesario llevar a cabo estudios de telemetría, en donde se atrapen uno o dos individuos y se les coloque un chip que nos permita monitorear sus movimientos y entender hacia dónde se va’’, afirma Soria.
Amenazas: fuego y ganadería
Según investigadores como Hennessey, esta región antes pudo estar cubierta por bosque semihúmedo con algunos humedales y vegetación de cimas de montaña parecidas a la sabana. Sin embargo, hoy es una región altamente degradada, sobrepastoreada y frecuentemente quemada, dejando solo algunos fragmentos de bosque donde aún vive el ave.
Esto se debe principalmente al desmonte y quema que produce la ganadería, y en menor medida la agricultura, dos actividades que han transformado y reducido drásticamente el hábitat de los bosques de Apolo durante el último siglo.
“La ganadería que se practica allí ha transformado completamente el paisaje”, afirmó Rodrigo Soria, al indicar como las tierras de pastoreo han erosionado y degrado el hábitat natural a consecuencia de la quema anual.
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Debido a estas presiones, la población de Phibalura boliviana ha sido catalogada En Peligro según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). El Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia la ha catalogado como una especie en Peligro Crítico (CR).
En su publicación, Verónica Avalos establece que los incendios forestales reducen el éxito de anidación de la palkachupa. Por su parte, datos de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, indican que algunas partes del rango de distribución del ave ya no tienen árboles y la especie está ausente.
El estudio de Avalos también detectó que el ave es monógama, y que en su periodo de incubación —que va de agosto a marzo— intervienen ambos padres. También registró únicamente un 20 por ciento de éxito en la reproducción, un nivel preocupante considerando que en especies tropicales debería estar entre el 50 a 60 por ciento.
Por su parte, Soria indica que el ave anida en árboles pequeños de entre dos a tres metros, o pequeñas islas de bosques de Cerrado, en donde se encuentran de unos cuatro a cinco árboles. Es así que cuando llega el fuego, entre agosto y septiembre, estos sitios de anidamiento corren peligro.
“Hay incluso registros de nido de palkachupas sobre las rocas, un hecho que demuestra la posibilidad de que al existir poca disponibilidad de árboles donde establezcan sus sitios de anidamiento, hayan optado por hacer sus nidos sobre las rocas. Esto las pone en una situación vulnerable ante los depredadores”, afirma Soria a Mongabay Latam.
Para este conservacionista, los fragmentos remanentes de bosque juegan aún un rol importante para la supervivencia del ave. “Hay que comprender que una especie usa todo un paisaje, y en ese paisaje tienes una alta cantidad de pastizales e islas de bosques, las que no son naturales, sino fragmentadas por la ganadería, y las palkachupas se desplazan entre los fragmentos, donde encuentran su alimento, moviéndose de un lugar a otro. Por eso, dependen de todo el conjunto de fragmentos en esta región”, me explica Rodrigo Soria.
Una reserva para la palkachupa
Los bosques que William transitaba a diario desde niño son también los mismos donde anida y se alimenta la palkachupa. ‘’Esta especie yo la conocía desde chango (niño). Toda el área donde anida es la misma donde mi familia antes cultivaba. Y yo, como era travieso, conocía bien los árboles y la ubicación de los nidos. Algo que después fue muy importante para intercambiar mis conocimientos e información con los científicos’’, comenta Ferrufino, quien luego fue uno de los líderes de un programa de conservación liderado por Armonía, el cual ayudó a consolidar la reserva Palkachupa.
La Reserva Palkachupa es un área protegida de 50 hectáreas que almacena buenas porciones de bosque y sitios importantes del hábitat para la reproducción de la especie, ayudando a incrementar sus posibilidades de supervivencia.
William me explica que en la reserva aún se conservan ejemplares del árbol de Yuri, uno de los preferidos para la palkachupa al momento de anidar, ya que construye sus nidos con los líquenes que crecen en las ramas de estos árboles, y del que también se provee de alimento. Al igual que el árbol de Didymopanax morototoni, conocido localmente como el Guitarrero, ya que de su madera se elaboran guitarras, y también el Ichukaspi, que en quechua significa árbol de las sabanas.
‘’Así como nosotros nos proveemos de alimentación de los supermercados, esas tres especies de árboles son justamente donde la palkachupa vive, se alimenta de los frutos, y hace sus nidos con los líquenes del mismo árbol’’, describe William sobre la especie frugívora e insectívora. Con su alimentación, según las investigaciones de Avalos, ayuda a dispersar semillas y controlar las poblaciones de insectos como hormigas y escarabajos.
Hoy en día, gracias al compromiso del pueblo Leco de jamás talar el área, esta reserva ha sido incluida como parte del Plan de Vida de las comunidades, un valioso reconocimiento local que demuestra la apropiación de la población por la zona.
No obstante, la reducida población estimada entre 600 a 800 ejemplares tiene sobre sus vidas una gran presión, que es la pérdida de su hábitat. Por eso, conservacionistas afirman que es necesario ampliar el área protegida, además de cercar sus límites, para prevenir el ingreso del ganado y permitir la regeneración de las especies arbóreas. La superficie de protección actual no es suficiente para apoyar a una población viable de palkachupa, y por ello, es necesario que una mayor cantidad de hábitat se conserve.
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Para alcanzar esto, Armonía trabajó en el empoderamiento de la población indígena Leco. Para ello, la institución desarrolló mejoras estructurales en la escuela, lo que le permitió contar con un espacio para la capacitación de los estudiantes locales. Algo que fue necesario para elevar su orgullo por el ave. Además, la institución sostiene que para que un programa de conservación se exitoso, se necesita entender las necesidades de la gente. Fue así que llevaron adelante iniciativas de apicultura, para demostrar que los bosques de la región tienen mayor valor en pie que desmontados.
Miel y artesanías: ayudando a generar ingresos y salvar la palkachupa
“Para mí es muy importante conservar esta ave, mis cajas de abeja están dentro de la reserva, justo debajo de los árboles, por ello yo no depredo el bosque y las abejas están ayudando a la polinización”, comenta a Mongabay Latam Ricardo Molina.
Molina es un apicultor local que cuenta con 15 cajas de abeja en la Reserva Palkachupa, las que cosecha en compañía de sus hijos y esposa. Por medio de la apicultura, él y su familia perciben un ingreso económico extra, ya que envían esta miel natural a la ciudad de La Paz, en donde es bastante requerida por los compradores debido a su alta calidad y pureza.
Según Rodrigo Soria, a quienes no eran ganaderos se les demostró que existía otra alternativa de percibir ingresos y mejorar sus medios de vida sin necesidad de tumbar el bosque; la apicultura. Fue así como Armonía comenzó a capacitar a varias personas de la comunidad, como parte de un proyecto piloto. Los comunarios demostraron bastante interés por la actividad apícola, y además de las capacitaciones, se los dotó de colmenas y equipos para cosechar la miel, a manera de que puedan aprender las distintas técnicas y transmitirlas luego a otros miembros de la zona.
“Hemos logrado despertar y poner en la conciencia de las personas que existen alternativas si ellos protegen los remanentes de bosque que quedan. Pero aún nos falta mucho para llegar a establecer una industria de miel”, menciona Soria al explicarme que ya un grupo de personas en Atén sabe que no es necesario quemarlo todo, porque de los bosques que tienen pueden sacar los beneficios derivados de la miel.
Otro de esos apicultores es Darío Durán. “Hay que cuidar los árboles para que las ‘palkachupitas’ tengan comida. De una caja sacamos unos tres a cuatro litros y lo vendemos a 60 bolivianos. Yo les enseño a mis hijos lo importante que es proteger los árboles’’, me describe Durán, un comunario que parece haber comprendido que los bosques conservados también pueden proveer una alternativa económica viable.
Pero ambos apicultores coinciden en que no todas las personas piensan igual que ellos, y que las amenazas del chaqueo en los pastizales es algo constante.
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William Ferrufino está promoviendo una actividad diferente pero también beneficiosa para la palkachupa, la artesanía. Él y otros 11 comunarios han conformado la Asociación de Artesanos Atén Madidi, por medio de la cual están realizando tallados en madera, collares, tejidos en morrales y otros adornos inspirados en la imagen de la palkachupa. Su trabajo finalizado es expuesto en diferentes ferias y eventos artesanales del país, con la esperanza de que este ayude también a promocionar el turismo de observación de aves en la Reserva de Atén. Un hecho que William considera es de gran beneficio para la protección de este importante sitio natural.
“Ayer nomás pude ver unos pichones de palkachupa que estaban a punto de dejar su nido. En esta época del año se los puede ver por lo menos unas tres a cuatro veces al día en los árboles. Cuando los veo me hace recordar el tiempo de mi infancia, ya que yo he crecido en medio de estas aves”, comenta a Mongabay Latam William Ferrufino, quien se siente feliz porque es uno de los atractivos turísticos de su pueblo, pero a quien también le preocupa mucho el futuro del ave.
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