Guiados por los pueblos indígenas de Sucumbíos golpeados por la explotación petrolera, los waos se sumaron a un ‘tour tóxico’ para explorar el impacto de la contaminación en otras comunidades de la Amazonía.Ante la posible concesión de su territorio para actividades petroleras, este pueblo de Pastaza prepara su defensa con una estrategia a la que han llamado ‘Lanza y ley’. —La tierra está muerta. Esta sentencia la lanza un habitante de la selva virgen, que observa con perplejidad la devastación que ha dejado la industria petrolera en la localidad de Pacayacu, norte de la Amazonía ecuatoriana. Su nombre es Camilo Pauche y se ha unido a la delegación del pueblo waorani, de la provincia de Pastaza, que participa en una actividad reservada para extranjeros, académicos y periodistas: lo llaman el Toxic Tour o Tour tóxico. Camilo cierra por un instante los ojos y siente la brisa de la selva, el bullicio de los animales del monte y la sombra de los majestuosos árboles que se conectan unos con otros a través de lianas que cuelgan de sus copas y frondosas raíces que sobresalen de la tierra. Eso para él es vida. Pero luego despierta para encontrarse con un panorama antagónico: escasos arbustos que no aplacan el sol abrasador, chimeneas humeantes, fosas repletas de desechos petroleros, aguas aceitosas, maleza, tierra muerta que no da frutos. Y el doloroso relato de colonos y miembros de las nacionalidades Siekopai, Siona y Cofán, que se aferran a la vida bajo esas condiciones.