- El 11 % de esta área protegida ha sido carcomida por 9140 hectáreas de palma africana.
- Los residuos de los fertilizantes y de los químicos de la palma africana han causado la acumulación de los residuos orgánicos en la Laguna de los Micos, 44 kilómetros de agua dulce que abastecían a todo el parque.
Salomón Urbina vive en el núcleo del Parque Nacional Blanca Jeannette Kawas, en el corazón, allí donde la palma africana ahoga a los manglares que se asoman a la distancia.
Este poblador vive dentro del área protegida, que mide 781,5 kilómetros y que está situada al noroeste de Honduras, desde hace más de 30 años, antes de que el parque fuera declarado.
A lo largo de este tiempo, Urbina ha visto cómo el paisaje ha ido cambiando. Cuando llegó lucía distinto, aún no había explotado la fiebre de la palma y con las justas le pagaban 2 lempiras (0,08 USD) por quintal. Hoy, sin embargo, 89 comunidades habitan la zona núcleo y la mayoría de ellas dependen de este cultivo. Salomón y familia poseen alrededor de 16 manzanas (11 hectáreas), todas ellas sembradas con palma.
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Los inicios
Salomón Urbina cuenta con orgullo que gracias a la palma africana crió a sus cuatro hijos que ahora viven en la ciudad.
Cuenta también que en 1994, cuando empezaba el proceso de creación de la nueva área protegida, los funcionarios del Instituto Nacional de Conservación Forestal (ICF) le dijeron que no lo iban a sacar de las tierras. Un año más tarde, Urbina consiguió un certificado de usufructo familiar, como la mayoría de los asentados en la zona, lo que le permite aprovechar las tierras aunque estas le pertenecen al Estado. “He cultivado palma africana durante toda mi vida. No tengo miedo”, declara Urbina.
Este poblador del parque sostiene que la palma es el principal ingreso de su familia. Y que hoy vende sus frutos a los intermediarios por 108 lempiras el quintal (4,5 USD por cada 100 kilogramos). “No podríamos hacer otro trabajo que no sea esto, nada más puede crecer aquí”, explica Urbina, quien está convencido de que la palma africana no degrada el parque.
Pero lo cierto es que donde hoy la crece la palma, tendrían que estar floreciendo los intrincados bosques primarios. Entre 1994 y 2016 se perdieron 2254 hectáreas de superficie boscosa en Kawas, siendo el bosque latifoliado el más afectado, según el Análisis multitemporal del Parque Nacional Blanca Jeannette Kawas elaborado por el Instituto Nacional de Conservación Forestal (ICF) y la municipalidad de Puerto Cortes, en mayo 2017.
Una parte importante de los bosques del Parque Nacional Blanca Jeannette Kawas han sido reemplazados por filas de palma africana que a la vista parecen interminables.
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Lo que manda la ley
Según la ley forestal hondureña, que apunta a conservar las áreas protegidas y su manejo, el Estado tiene como objetivo fomentar la recuperación a uso forestal de los espacios que están siendo utilizados para actividades agropecuarias. Además, según el Plan de manejo integral del parque, la palma africana es “la mayor amenaza a la sustentabilidad ecológica y socio-económica” de Kawas y, por lo tanto, decreta que las plantaciones deben ser erradicadas de la zona núcleo y ordena que se prohíba la replantación.
A pesar de este marco legal, el 11 % del Parque Kawas ha sido carcomido por 9140 hectáreas de palma africana, según el Análisis multitemporal del Parque Nacional Blanca Jeannette Kawas.
Y este avance ha sido acompañado por denuncias de instituciones ambientales como Prolansate, coadministradora del Parque Kawas. “Remitimos más de 15 denuncias al Ministerio Público en los últimos cuatro años para denunciar el cultivo ilegal de palma africana”, explica Mauro Zavala, biólogo de la Fundación Prolansate. Y añade que los dictámenes se han quedado “atascados” en la Fiscalía de Tegucigalpa, “lo único que podemos hacer es arrancar con nuestras manos las jóvenes plantas de palma africana. Esto nos ha llevado no a pocas consecuencias: me amenazaron con pistolas y encontré cartas envueltas en sobres anónimos debajo de la puerta de mi casa. Cuando tengo que hacer alguna operación en el parque, casi siempre me muevo con la escolta del ejército, entre cuatro y doce personas, cubiertos con pasamontañas y usando carros sin placas”, narra Zavala.
Pero Prolansate no es la única institución que ha denunciado el avance de la palma africana dentro de la zona núcleo. El Instituto Nacional de Conservación Forestal (ICF), entidad gubernamental encargada del manejo de los recursos forestales, áreas protegidas y vida silvestre de Honduras, también lo ha hecho. “La Fiscalía no logra hacer seguimiento a estas denuncias por la falta de personal”, declara John Bustillo, Fiscal del Ministerio Público de la ciudad de Tela, “sería bueno que integraran a los jueces”.
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Quemas, fertilizantes y ecosistemas impactados
En el espejo de agua de la laguna de los Micos, situada dentro del parque, se reflejan los tres picos de Los Cerritos. Y desde las cumbres descienden largas filas ordenadas de palma africana que llegan hasta la orilla del lago, que desembocará en el Océano Atlántico.
El cambio de paisaje se puede ver con claridad desde este punto del parque. La deforestación avanza, la palma reemplaza los bosques y esto no es lo único que preocupa a los expertos. “El 80 % de los pescados de la Laguna de los Micos murió a causa de la eutrofización, la acumulación de residuos orgánicos que causa la proliferación de las algas”, relata Julio San Martín de la ONG Coral Reef Alliance, que trabaja para la protección de los ecosistemas acuáticos. “Los residuos de los fertilizantes y de los químicos de la palma africana cultivada en la península del parque han causado varios episodios de mortandad. En el mes de julio del año pasado se observó una serie de cinco muertes importantes a lo largo del mes. Estos químicos llegan al Océano Atlántico, hasta contaminan los arrecifes de corales, que están entre los más biodiversos del mundo”.
Y a este escenario hay que sumarle el impacto de las quemas. Desde una de las orillas del Lago de los Micos es posible ver sobre las cumbres de Los Cerritos los rezagos de los incendios forestales, parches de bosques quemados que parecen recientes. Para poner palma hay que deforestar, a menudo a través de fuegos forestales que quedan sin responsables. El último gran incendio quemó más de 120 hectáreas en el 2016. “En el 70 % de los lugares donde ha habido incendios ahora hay palma”, relata Zavala, biólogo de Prolansate. “Hemos observado que las quemas forestales en el Kawas han aumentado en los últimos tres años”.
Esta preocupación por el futuro del Parque Kawas ha llegado hasta los colegios de la Bahía de Tela, que alberga al área protegida. “Las niñas y los niños de las familias de palmeros saben que la palma africana no es beneficiosa para sus tierras e intentan explicárselo a sus padres. Tenemos mucha confianza en que las jóvenes generaciones podrían escribir un futuro distinto para el Parque Kawas”, relata Yadira Taylor Fajardo, de la unidad de programas y proyectos de la dirección de educación municipal de Tela. La educadora espera que las nuevas generaciones entiendan la importancia de la conservación de un área protegida.
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