- Luego de 28 años de creación, la reserva ecológica Antisana escaló al punto más alto de la conservación y se convirtió en parque nacional debido a su importancia para la provisión de agua para Quito y por ser el principal refugio del cóndor andino en el país.
- Desde 1993 el ecosistema de páramo en Antisana ha tenido una importante recuperación, se han solucionado históricos conflictos por la tierra y, en palabras de los expertos, es una de las áreas protegidas mejor manejadas en Ecuador.
El 21 de julio fue un buen día para las áreas protegidas de Ecuador. El Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica hizo un anuncio que durante años fue esperado por los científicos: la reserva ecológica Antisana ahora es el decimocuarto parque nacional del país.
Esta área protegida se encuentra muy cerca de Quito, en la sierra central y estribaciones orientales de los Andes, y es hogar del volcán Antisana, que alcanza los 5758 metros de altura y es uno de los más importantes del país. El nuevo parque cuenta con una superficie aproximada de 120 581 hectáreas y colinda con otras áreas protegidas como el parque nacional Cayambe Coca al norte, el parque nacional Sumaco Napo Galeras al noroeste y la reserva biológica Colonso Chalupas al suroeste.
Datos oficiales del Ministerio reconocen nueve tipos de ecosistemas dentro del parque, donde se incluyen los glaciares del volcán Antisana, así como páramos y bosques de montaña. Además, es un importante punto turístico de Ecuador que cuenta con 12 sitios de visita y 28 atractivos, entre los cuales destaca La Mica, el sector con mayor número de visitas en el área protegida y donde se encuentran senderos, miradores y áreas de descanso. También está el sector de los Guacamayos; el sendero Jumandy donde se realizan actividades de recreación y senderismo, y el Tambo, donde inicia la Ruta del cóndor y la Laguna Tuminguina.
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Un anuncio muy esperado
“Esta recategorización es un reconocimiento justo a un paisaje increíble. No solo hace justicia a su valor como patrimonio natural y repositorio de biodiversidad de alta montaña alrededor del volcán Antisana, sino que también es importante por las implicaciones culturales, históricas y de provisión de agua para la capital”, asegura Juan Manuel Carrión, ornitólogo y documentalista de la vida silvestre que desde hace cuatro décadas estudia esta zona del país.
El parque Antisana es un área pública y protegida, creada en 1993, y una de las pocas donde los expertos coinciden que ha habido un buen manejo y señales evidentes de recuperación de los páramos.
Anterior a esa fecha la zona estaba conformada por lotes privados que, en su mayoría, estaban dedicados a la ganadería y la agricultura, y donde eran muy comunes los incendios de pajonal. De acuerdo con Carrión, sacar el ganado contribuyó a la recuperación del lugar porque el sobrepastoreo y el pisoteo de los animales incidía de manera negativa en la vegetación de un ecosistema altamente sensible como el páramo.
“Todos los ecosistemas naturales tienen una capacidad de resiliencia, de renovación y de recuperación si se les respeta. Mantener protegida el área de otras actividades como la caza, que era muy intensa, ha permitido que ahora se encuentren, por ejemplo, grandes grupos de venados. He llegado a contar un centenar de estos animales en un trayecto de 10 km durante una mañana y eso era imposible de ver hace cuatro décadas”, cuenta Carrión, quien también reconoce que se han dado procesos exitosos de reforestación en algunos sitios del parque.
Antisana es un gran proveedor de agua para Quito y eso ha jugado un rol clave en su conservación. En esta área protegida no solo hay trabajo del Ministerio del Ambiente sino del gobierno municipal, el Fondo para la Protección del Agua (Fonag) —una alianza de personas, instituciones y comunidades comprometidas con la conservación y restauración de las fuentes de agua del Distrito Metropolitano de Quito— y reservas privadas colindantes como Chakana de la Fundación Jocotoco.
Una investigación de 2020 revisó cómo han influido las estrategias de conservación y protección hídrica implementadas por el Fonag en la calidad de agua de varios ríos. Los datos indicaron una mejoría en los afluentes y en sitios que han sido intervenidos por el Programa de Recuperación de la Cobertura Vegetal (PRCV), también del Fonag.
En el análisis se determinó el índice de Calidad del Agua (ICA) en los ríos administrados por el Fonag, el cual los ubicó en la categoría bueno – aceptable. Esto significa que el agua necesitaba poca purificación. Por el contrario, en otros ríos se encontró una calidad de agua regular o buena, es decir, que requería de tratamiento de potabilización considerable. La investigación también monitoreó, entre 2014 y 2019, varios macroinvertebrados que sirven como indicadores biológicos de la calidad del agua y, al compararlos con datos históricos, identificó la presencia de familias sensibles a la contaminación y que antes no aparecían: Gripopterygidae, Calamoceratidae y Blephariceridae. Su presencia se traduce en buenas condiciones del agua.
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El principal refugio para el cóndor andino
Que Antisana haya alcanzado el máximo peldaño de la conservación no solo se debe al agua sino a la gigante e icónica ave de los Andes. “Esta nueva categoría se logró a partir de la actualización del Plan de Manejo del área en base a lo que establece el Código Orgánico Ambiental – COA, a fin de fortalecer acciones de conservación en especial del hábitat del cóndor andino (Vultur gryphus), por ser uno de los últimos sitios en el país donde existe mayor número de esta especie”, dice un comunicado del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica.
Para Martín Bustamante, secretario del Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor Andino y director de la Fundación Zoológica del Ecuador, Antisana es por excelencia el área de los cóndores. “No solo tiene importancia a nivel nacional sino regional. En Antisana y sus alrededores se congrega la población de cóndores más importante de Ecuador y, en realidad, del norte de los Andes si se incluye a Colombia”, asegura.
Bustamante recuerda que antes de que Antisana fuera Reserva Ecológica en 1993, los cóndores encontraban alimentación en el ganado y cuando se empezó a sacar del páramo a estos animales, se pensó que el cóndor quedaría sin alimento. Sin embargo, y tal como lo mencionó Juan Manuel Carrión, los animales silvestres empezaron a abundar nuevamente y hoy se ha comprobado que estas aves se están alimentando principalmente de venados muertos naturalmente.
“Si uno quiere ver cóndores va a Antisana, eso está garantizado. Aquí también están los sitios de reproducción más importantes como el peñón del Isco y la reserva Chakana. En un mismo día se han visto 42 cóndores juntos y no es raro que veas 10 o 15 cóndores volando por encima tuyo. Esto influyó en darle a Antisana la categoría de parque nacional”, cuenta Bustamante. Estos son números muy importantes para la gran ave sudamericana si se considera que en todo el país se estima una población de 150 cóndores, según el último censo del 2018.
Un camino a seguir
Antisana es una de esas pocas áreas protegidas de Ecuador donde no es difícil escuchar comentarios positivos sobre manejo, control y conservación.
“Yo contrasto lo que pasa en el Antisana como un buen ejemplo y lo que pasa en el Cotopaxi como un mal ejemplo. El perfil del visitante en este último parque cae en abusos, irrespetos a la normativa y poca conciencia ambiental. No es de extrañar ver vehículos conduciendo a altas velocidades, levantando nubes de polvo, con ruido en exceso y saturación de visitantes. Antisana es una experiencia diferente por la facilidad de encontrarse con una fauna que se ha recuperado”, comenta Juan Manuel Carrión.
Por su parte, Martín Bustamante destaca positivamente la cantidad de guardaparques en Antisana, algo que parece una utopía en otras áreas protegidas pero que está relacionado con la sinergia entre la importancia de conservar el cóndor y el agua. Según dice, Antisana se parece mucho al ideal de área protegida: hay mucha investigación, aportes de otros actores importantes como el Fonag y existe un Ministerio de Ambiente que, en este caso, sí responde y es un buen interlocutor para lo que se propone en el área.
“Es una situación atípica y por eso lo miramos con mucha felicidad. Esa suerte la tienen pocas áreas como Galápagos, Machalilla y Cajas, que está asociado al agua potable de la ciudad de Cuenca. Hay que trabajar mucho más en las otras áreas”, agrega Bustamante.
Carrión está convencido que el esfuerzo en Antisana no finaliza con la obtención del título de parque nacional. Cree que la gestión de esta área protegida debe considerar la apertura de nuevos sitios de interés turístico e histórico como, por ejemplo, la casa rústica de inicios del siglo XIX donde pernoctó el científico Alexander von Humboldt. Esto con la intención de no conducir a las personas a los mismos sitios, evitar una saturación del parque y distribuir el flujo de visitantes a más puntos. Asimismo, sugiere seguir trabajando en educación ambiental.
“Ojalá se tenga más personal y más guardaparques que además de cuidadores puedan ser gestores de la investigación. Que sean capaces de sistematizar información para una gestión adecuada de las áreas. Hay mucho por descubrir en Antisana”, dice Carrión. Y Bustamante termina resaltando que “Antisana es un buen ejemplo de que la sociedad sí puede ponerse de acuerdo. Hay poco conflicto en la tenencia y manejo de la tierra. Eso ha sido muy importante”.
*Imagen principal: El parque Antisana contiene páramos y bosques andinos que se extienden por 120 mil hectáreas. Foto: Valentina Tuchie.
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