El abuelo Evelio García hace memoria. En su niñez, recuerda, “andaban mucho los aserradores, hacían ruido”, sacando y transportando maderas. Luego, a sus doce años, vio por primera vez el ganado: “En la bocana de Maticurú llegaron colonos, se adueñaron de esa parte”. Y, veinte años después, probó por primera vez carne de res. “En ese tiempo todavía había monte, habían tantas clases de animales, danta, churuco, y de ahí para allá, pues estos días ya no hay nada, solo res y pollo”.

Para el profesor Wilmer García, quien está recuperando la historia de su comunidad, las bonanzas y las explotaciones realizadas por el “hombre blanco”, dieron paso a que se adueñaran de las tierras y obtuvieran los títulos. “Lo que hizo el hombre blanco fue producir esa tierra y, con las ganancias, pues fueron ante las instituciones a formalizar, ya digamos como a titular y con las escrituras se volvieron dueños de esos territorios y nosotros nos estábamos quedando sin territorio, siendo nosotros los dueños”, se lamenta.

Agrega que se movían por toda la región hasta que en 1991 el gobierno los “encerró” a través del resguardo pequeño que les otorgó.

Los niños y niñas coreguaje ya no saben comer carne de monte. La profesora Alba Nubia García Lozano dice que es difícil darles carne de los animales de la selva porque no hay en el territorio, por lo que les sirven pescado y carnes de res y de pollo.

Indígenas Coreguaje, Resguardo Maticurú
El líder coreguaje David García acompaña las gestiones de solicitud de ampliación de tierras del resguardo indígena. Foto: Edilma Prada Céspedes.

“Ellos sí han comido boruga, pero esos animales ahora son difíciles de conseguir porque aquí la cacería es difícil porque no tenemos monte”, dice la profesora. En la escuela hay 82 niñas y niños, y los docentes indígenas tratan de enseñarles sobre la alimentación propia, a través de los relatos de los abuelos, dibujos y hacen recorridos en comunidades cercanas donde tienen selva conservada para intentar ver algunos animales.

Lo que no han perdido es el casabe y la fariña, alimentos que preparan con almidón de yuca. También consumen plátano y algunas frutas como la piña.

Para conocer cuáles son las acciones que se realizan para atender la situación de seguridad y ambiental que vive el pueblo indígena Coreguaje, Agenda Propia y Mongabay Latam se comunicaron con funcionarios de la Alcaldía y de la autoridad ambiental Corpoamazonía sin obtener respuesta hasta el cierre de este artículo.

Daño cultural

Entre los ecosistemas que se han secado a causa de los pastizales están los salados, que son espacios de agua con minerales en donde los animales llegan a beber; uno de ellos estaba ubicado a un kilómetro, al norte de la comunidad, era considerado un sitio sagrado. Ahora solo es parte del relato de los ancianos. Así lo menciona el joven indígena Dagoberto García Jiménez.

Indígenas Coreguaje, Resguardo Maticurú
A Dagoberto García Jiménez, joven de la comunidad, le preocupa que estén perdiendo la conexión espiritual con el territorio y estén desapareciendo los sitios sagrados. Foto: Edilma Prada Céspedes.

“Ya está seco porque han tumbado los árboles, las medicinas, eso nos decían los mayores antiguamente”, narra, mientras mambea coca, Dagoberto García Jiménez. El mambe es usado solo por los hombres cuando cumplen los 18 años. A él le preocupa que están perdiendo las creencias.

Para encontrar el equilibrio espiritual, los coreguajes usan la medicina propia del yagé, el mambe de la hoja de coca y el ambil (elaborado de tabaco). En los reducidos patios de sus casas tienen sembradas plantas de coca para su uso cultural.

En el territorio tampoco hay semillas suficientes para que las mujeres elaboren los sonajeros que acompañan los cantos sagrados en las tomas del remedio del yagé. En su resguardo escasean el cumare o la cabuya y los cascabeles (tipo de semilla) para hacer los collares y las mochilas que venden para su sustento económico en Milán y en la ciudad de Florencia.

La tejedora Estela Lozano, de 63 años, comenta que debe caminar de dos a tres horas para conseguir el cumare. “Para una sola mochila se necesitan unos 30 centímetros de cabuya torcida”. Cada mochila la vende en promedio a 60 mil pesos colombianos, unos doce dólares americanos, y un collar de “pepitas a 40 mil pesos”, unos ocho dólares, relata mientras con sus manos teje y, al mismo tiempo, con los dedos de sus pies sostiene la cabuya.

“El cacique dice que la gente no tumbe el rastrojo para que dé semillas para nuestro uso”, comenta Estela Lozano, al referirse al nuevo monte que está creciendo y aclara que queda muy poca selva primaria.

Resistir para existir

Pese a todos los problemas, el pueblo indígena Coreguaje se resiste a desaparecer. Por ello, fortalecen su cultura, la lengua korewahe o coreguaje y sus conocimientos propios como los cantos y los bailes.

Este pueblo originario hace sonar las tamboras y los sonajeros a la Madre Selva en las cosechas y en las actividades cotidianas. Durante los meses de cosecha, febrero y marzo, preparan chicha de chontaduro y de piña, también le cantan a los árboles, a los animales, a las plantas, a los cananguchales y, en general, a todos los seres vivos.

“Cuando se toca esto se acompaña a la Madre Tierra, a la madre naturaleza, en el sonido está el espíritu de la madre monte que se acerca”, explica Alex Duvan Fajardo García, danzador y profesor de la parte cultural. Él toca lentamente la tambora y asegura que la música y sus cantos ancestrales les dan fuerza para pervivir.

Indígenas Coreguaje, Resguardo Maticurú
Alex Duvan Fajardo García, danzador y profesor toca la tambora para despertar a los espíritus de la madre selva. Foto: Edilma Prada Céspedes.

Esta forma de cuidar la selva, que se enseña a niñas y niños, es una manera de resistir, pese a los dolores que ha vivido la comunidad y las heridas que sufre su tierra por causa de la deforestación.

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*Nota del editor: Esta cobertura periodística forma parte del proyecto «Derechos de la Amazonía en la mira: protección de los pueblos y los bosques», una serie de artículos de investigación sobre la situación de la deforestación y de los delitos ambientales en Colombia financiada por la Iniciativa Internacional de Clima y Bosque de Noruega. Las decisiones editoriales se toman de manera independiente y no sobre la base del apoyo de los donantes. 

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* Imagen principal: En el resguardo de Maticurú viven 87 familias del pueblo indígena Coreguaje. Foto: Edilma Prada Céspedes.

Artículo publicado por Dora Montero
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