- La investigación realizada por la Central de Pueblos Indígenas de La Paz indica que el 74.5 % de la población evaluada supera el límite de niveles de mercurio permitidos en el organismo de las personas establecido por la Organización Mundial de la Salud.
- El estudio se realizó a 302 personas de 36 comunidades nativas de los pueblos Ese Ejjas, Tsimanes, Mosetenes, Leco, Uchupiamona y Tacana.
La presencia de mercurio se multiplica en los ríos Beni y Madre de Dios, en Bolivia, al ritmo en que aumenta la extracción minera de oro en estas cuencas. Y las consecuencias que esto trae en la salud de las poblaciones indígenas de la región también son cada vez más visibles.
“Teníamos reportes desde el pueblo Ese Ejja sobre algunas conductas extrañas en los niños como, por ejemplo, dificultades para el aprendizaje. Y también de muchas complicaciones en las mujeres durante los embarazos. Esto nos llevó a estudiar científicamente cuáles eran los niveles de mercurio en la población indígena”, cuenta Gonzalo Oliver Terrazas, presidente de la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP).
La organización decidió impulsar una investigación mediante muestras de cabello en 36 comunidades de seis pueblos indígenas: Ese Ejjas, Tsimanes, Mosetenes, Leco, Uchupiamona y Tacana. Los resultados muestran niveles de mercurio que superan los límites permitidos por la Organización Mundial de la Salud en el 74.5 % de un total de 302 personas analizadas.
Para la prueba, organizaciones ambientalistas con experiencia en estos análisis capacitaron a jóvenes indígenas quienes se encargaron de la toma de muestras, con apoyo de expertos. Luego, estas pruebas fueron entregadas a expertos de la Universidad Mayor de San Andrés para su análisis en un laboratorio especializado que cuenta con un equipo analizador de mercurio.
Oliver Terrazas explica que para el estudio se priorizaron las comunidades que están en la ribera de los ríos Beni y Madre de Dios y sus afluentes —en los departamentos de La Paz, Pando y Beni—, se identificaron los lugares críticos y se contó con la participación de jóvenes indígenas capacitados para la recolección de muestras, así como el consentimiento de cada uno de los territorios en donde se realizó la investigación.
Mercurio en los pueblos indígenas
“Los niveles de mercurio en el cuerpo de nuestros hermanos indígenas han sido bastante alarmantes para nosotros, principalmente en los hermanos Tsimanes y los hermanos Ese Ejja que tienen un porcentaje seis veces más de lo permitido en el cuerpo humano según la OMS”, comenta Oliver Terrazas.
El informe “Contaminación por mercurio en comunidades indígenas asentadas en los ríos Madre de Dios y Beni”, publicado en junio de este año, presenta en detalle los resultados del análisis realizado a las más de 300 personas que se sometieron a la prueba.
En el documento se especifica que de las 302 muestras analizadas el 25.5 % (77 personas) presentaron niveles inferiores al límite referencial de 1 parte por millón (ppm), mientras que el otro 74,5 % (225 personas) presentan niveles superiores con un promedio de 4.04 ppm.
De acuerdo con los resultados, las 72 personas analizadas que pertenecen al pueblo Ese Ejjas presentan la mayor concentración de mercurio en cabello con 6.9 ppm en promedio, dentro de un rango de 0.03 ppm a 17.52 ppm. Le siguen los Tsimanes, 10 personas en total, con 6.87 ppm, cuyo rango va de 0.4 ppm a 13 ppm. En tercer lugar están los Mosetenes con 4.01 ppm en promedio y un máximo de 13 ppm. El resto de los pueblos —Tacana, Leco y Uchupiamona— presentan concentraciones menores a 3 ppm.
Tomando en cuenta los porcentajes de personas con niveles altos de mercurio en relación a la población evaluada de cada uno de los pueblos indígenas, el 100 % de los Tsimanes presentaron niveles superiores a 1 ppm; en el pueblo Uchupiamona, el porcentaje fue del 95 %; en los Esse Ejja llegó al 91.7 % y para los Tacana fue de 73.5 %.
“Ha sido un despliegue grande, pero finalmente los resultados nos dan una idea científica de cuán grande es la afectación que sufren las comunidades indígenas por parte de la minería aluvial que utiliza el mercurio como agente químico para esta actividad”, señala Oliver Terrazas.
El estudio también indica que los pueblos más afectados son los que se encuentran en las zonas bajas de la cuenca del Beni, donde no existe actividad minera a gran escala. “Esto demuestra que no necesariamente los directos usuarios o expuestos al mercurio usado en las amalgamas por la extracción del oro son los que mayores niveles presentan, sino que son aquellos que dependen de los peces para su alimentación los que tienen los mayores niveles”, señala el documento.
El mercurio que se usa en la minería termina en la atmósfera, en el agua y en los sedimentos de los ríos, en donde, por acción de microorganismos, se transforma en metilmercurio, una sustancia que se acumula en organismos acuáticos, como peces y mariscos, los mismos que son consumidos por las comunidades indígenas.
Según la Organización Mundial de la Salud, el mercurio elemental —en su forma metálica— y el metilmercurio son tóxicos para el sistema nervioso central y el periférico. La inhalación de vapor de mercurio puede ser perjudicial para los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, los pulmones y los riñones.
Miguel Vargas, director ejecutivo del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (Cejis) de Bolivia, señala que el estudio de CPILAP ratifica que la actividad minera se está extendiendo en todo el país, pero principalmente en la Amazonía norte, con un incremento en el número de balsas que se dedican a la explotación de oro.
Pueblos vulnerables
“El uso del mercurio de manera indiscriminada afecta al medio ambiente y a la salud de poblaciones indígenas altamente vulnerables como es el caso del pueblo Ese Ejja. Se trata de una situación realmente alarmante. A pesar de que se han hecho una serie de denuncias, las instancias del Estado responsables de atender esta situación hacen muy poco”, dice Vargas.
Los pueblos indígenas están siendo seriamente afectados en su derecho fundamental a la vida y a la salud, agrega Vargas. Además del resto de vulneraciones que se presentan, “porque no existen los mecanismos y la salvaguardas para garantizar que las comunidades puedan tomar una decisión de manera informada o puedan enfrentar esta situación en igualdad de condiciones con las cooperativas mineras”.
Para Vargas, el caso del pueblo Ese Ejja es el que más preocupa, porque se trata de una población de reciente contacto, es decir, que hace 70 a 80 años salió del aislamiento en el que vivía. “Aún es nómada, transita por extensos territorios en toda la Amazonía norte con presencia en el norte de La Paz y en el norte y zona central de Pando. Son grupos itinerantes que se desplazan y no han logrado garantizar la seguridad de sus territorios, entonces se ven amenazados por avasallamientos, por colonizadores, campesinos y porque en esta itinerancia han sido reducidos por la presencia principalmente de la Iglesia Católica y la Evangélica”.
Óscar Campanini, director ejecutivo del Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib), señala que las zonas más afectadas por la presencia del mercurio son los pueblos indígenas que tienen un consumo del pescado intensivo por ser su principal fuente de proteína y, en algunos casos, su principal alimento, como es el caso de los pueblos Ese Ejja y el Mosetenes tienen los niveles más altos.
“Las zonas donde hay mayor extracción de oro en la cuenca del río Beni es en la parte alta, pero afecta a todo lo largo del río. Muchos de los pueblos indígenas no tienen minería en sus territorios, pero esa afectación, que se ha evidenciado en diferentes estudios, se debe a la minería que se hace a cientos de kilómetros. Ese es el problema del mercurio que llega a los ríos y a los peces y, a través de ellos, a las personas”, señala Campanini. La otra zona afectada —añade Campanini—, no solamente en Bolivia sino también en Perú, es el río Madre de Dios.
En 2021, Cejis y Cedib realizaron una investigación en el río Madre de Dios, en seis comunidades del Territorio Indígena Multiétnico TIM II, en los departamentos de Pando y El Beni. Según este trabajo, se registraron 180 balsas dedicadas a la extracción de oro en el río Madre de Dios, de ellas, 166 balsas (92.3 %) operaban de forma ilegal.
Un año después, en agosto de 2022, monitores territoriales de la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia (Cirabo) informó que había entre 200 a 250 balsas auríferas en este río, un aumento de por lo menos 70 balsas en relación al año anterior.
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El control del mercurio
En los últimos diez años, entre 2012 y 2022, la importación de mercurio en Bolivia aumentó en 60 %, según el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). En ese período pasó de 15.8 toneladas en 2012 a 94.7 toneladas en 2022, ubicando a Bolivia entre los principales países importadores de mercurio en el mundo, cuando el Convenio de Minamata establece que se debe reducir o eliminar el uso de mercurio para la minería de oro.
El 14 de junio de 2023, el gobierno de Bolivia aprobó un Decreto Supremo que tiene como objetivo establecer el Registro de Importadores de Mercurio y el mecanismo para la autorización previa para la importación y exportación de mercurio.
El Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MAyA) señala que esta norma fue aprobada en el marco del cumplimiento a las directrices establecidas en el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, que tiene por objeto proteger la salud humana y el medio ambiente de las emisiones y liberaciones antropógenos de mercurio y compuestos de mercurio.
Mediante esta disposición legal se deberá crear Registro Único de Mercurio (RUME), un padrón donde se podrán inscribir todas las personas naturales o jurídicas, públicas o privadas que dentro del territorio boliviano pretendan realizar la importación, exportación y la comercialización de mercurio. En cuanto a la autorización previa, se trata del documento a través del cual Aduana Nacional podrá realizar el control de ingreso o egreso de esta sustancia en Bolivia.
“Eso tendría que ser un una acción que empiece a generar información para el control de la importación de mercurio, pero este decreto supremo recién entrará en vigencia cuando se apruebe su reglamento”, indica Campanini y agrega que en la norma no se ha establecido límite para el ingreso de mercurio al país, tampoco se han propuesto restricciones y sus importación continúa siendo legal.
Campanini comenta que esta norma lo único que hace es generar mecanismos institucionales para tener información y un mecanismo de autorización, pero “no hay mayores controles al contrabando, una de las grandes preocupaciones no solamente en Bolivia sino en toda nuestra región”.
Para Miguel Vargas, de Cejis, lo que se requiere es un debate nacional que se concentre en analizar el modelo minero. “Tenemos que analizar como país y sociedad qué tipo de política minera tenemos y cómo se está convirtiendo en un arma para exterminar a pueblos indígenas como el Ese Ejja. La minería del oro aluvial se está convirtiendo en la principal amenaza para los pueblos indígenas que, como el caso del pueblo Ese Ejja, si no se toman medidas inmediatas de atención, están destinados a desaparecer”.
* Imagen principal: Toma de muestras de cabello en pueblos indígenas. Foto: CPILAP.
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