La observación de aves es una de las actividades turísticas de mayor crecimiento en el mundo. En Colombia, el país con más especies del planeta en 2023, recientemente se han impulsado rutas para atraer a visitantes nacionales y extranjeros.Un estudio asegura que en Colombia, el aviturismo podría generar 7 500 empleos y aportar 9 millones de dólares a la economía.Los pajareros, como se llama comúnmente a los avistadores de aves, son un camino para conservar los bosques y apoyar el desarrollo de las comunidades en departamentos como Guaviare que han sido azotados por el conflicto y la falta de Estado. La reunión ocurrió a puerta cerrada una tarde de septiembre, en San José del Guaviare. Cinco hombres conversaban rodeados por mapas del departamento, que también se llama Guaviare, imágenes de áreas protegidas y decenas de dibujos de personajes de anime japonés en post-its junto a información sobre grupos criminales y disidencias de la guerrilla. —La mayoría viene por bichos específicos —murmuró Ramón Carrillo, pajarero, ingeniero ambiental de 37 años y uno de los primeros miembros del Grupo de Observadores de Aves del Guaviare (GOAG). Tenía una sonrisa fácil y carcajadas contagiosas nacidas de sus propios chistes—. La Pipra y el gallito, sobre todo. Las manos de uno de los pajareros señalando el gallito de roca que se puede encontrar por la Lindosa. Foto: Sebastián Di Doménico. —O tinamú —dijo Axorson Lugo, pajarero y biólogo tolimense de 41 años que desde hace más de una década vive en San José. Antiguo miembro del Grupo de Observadores de Aves del Tolima (GOAT), y ahora parte del GOAG. —Pájaro paraguas, también Pteroglossus azara…—continuó Carrillo alzando los brazos. —Yo gallito no he visto y me encantaría —interrumpió Sebastián Di Doménico, fotógrafo embajador de Sony en Latinoamérica, biólogo, herpetólogo y pajarero potencial, 30 años. —Tucanetas. —¡Y el Pikachu! El carpintero. —Al que más le buscan fotografía es al jacamar. White-eared jacamar. —Donacobius. —Trogón. —Lek de manakin. Wilmer Ramírez buscando aves rapaces sobre la vista de las piedras que hacen parte del complejo de la serranía. Foto: Sebastián Di Doménico. Los dos hombres restantes —Jhon Barros, periodista de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), una organización sin ánimo de lucro (ONG) que trabaja temas ambientales y sociales con comunidades rurales del país, 38 años, y un reportero, 35, que había hecho salidas con pajareros y creía saber algo del tema— no entendían mayor cosa. La conversación pasaba de palabras desconocidas en latín a palabras en apariencia comunes en inglés y español. Miraron el techo en silencio hasta que se vieron obligados a interrumpir. —Rupicola rupicola —le dijo con una sonrisa Carrillo a Di Doménico, antes de dirigirse a los demás. Después de una hora y muchas preguntas, el panorama se aclaró. En 2019, GOAG y la FCDS unieron las ideas de un proyecto de turismo comunitario con otras relacionadas con observación de aves para aplicar a los fondos del programa de Territorios de oportunidad de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Ganaron la convocatoria y, tras el fin de la pandemia, publicaron una guía de avistamiento para San José del Guaviare y una de aves no paseriformes, aquellas que no tienen la forma usual de un azulejo o el típico pájaro (i.e., patos, pavas, colibríes, loros, águilas, chulos, etc.), para todo el departamento del Guaviare. Al mismo tiempo, evaluaron el potencial de turismo para pajareros de una veintena de senderos e hicieron estudios de capacidad de carga para cuatro de ellos.