- En esta sección, Killeen se detiene en los cultivos industrializados de Brasil, específicamente en el Mato Grosso, donde se espera recibir fuertes impactos en el riego debido a la disminución de lluvias, a consecuencia del cambio climático y la deforestación.
- El panorama en los próximos años es desalentador. Si bien los niveles actuales de extracción están dentro de los parámetros, la tasa efectiva de expansión de 10% anual acabará superando los suministros de agua superficial. En consecuencia, se empezará a buscar agua subterránea.
- Según estudios realizados en Mato Grosso, los recursos hídricos superficiales y subterráneos combinados podrían sustentar 3,9 millones de hectáreas de agricultura. Allí donde, en el 2020, el 40% de la superficie se encontraba bajo cultivo intensivo.
La agricultura industrial de Mato Grosso se encuentra entre la más eficiente del planeta. Se beneficia de abundantes precipitaciones y de una larga temporada de lluvias, lo que le permite plantar y cosechar dos veces al año. No obstante, no está libre de riesgos. Ambos ciclos de cultivo fallan durante las sequías periódicas (1985, 1991, 1993, 2009, 2016), y la segunda cosecha a menudo se ve limitada por la escasa humedad del suelo al final de la temporada de lluvias. La reciente disminución de las precipitaciones medias anuales, consecuencia del cambio climático y la deforestación, se manifiesta en gran medida en un retraso en el inicio de la estación lluviosa. Por tal motivo, los agricultores deben esperar hasta que llueva para sembrar sus cultivos, retraso que repercute en la primera cosecha posterior, generalmente soya, y la siembra de la segunda cosecha, generalmente maíz, y su cosecha final, que se conoce como safrinha. La disminución gradual, sin punto de inflexión, de las precipitaciones ha aumentado la probabilidad de que haya escasez de maíz.
Algunos productores utilizan sistemas de riego de pivote central para gestionar la inseguridad de la agricultura de secano, donde de existir 50 sistemas en el año 2000 pasaron a más de 1000 en 2021. La motivación original puede ser aliviar el estrés por sequía durante la safrinha (durante los meses de mayo, junio y julio), pero el manejo preciso del agua puede aumentar los rendimientos durante ambos ciclos de cultivo al garantizar una humedad óptima del suelo durante las etapas clave del desarrollo de la planta (plántula, floración y llenado del grano). Una vez realizada la inversión, los productores utilizan el equipo durante todo el año, y algunos ya están plantando un tercer cultivo.

En 2020, se observaron zonas bajo riego en aproximadamente 125 mil hectáreas que significan el 2% del total de la superficie de cultivo intensivo. Para ello, la mayoría de los productores bombean agua directamente de los ríos o de pequeños embalses en los cursos aguas arriba. La expansión ha sido más notable en las cabeceras de los ríos Teles Pires (Tapajós) y Río das Mortes (Araguaia), seguidos por el Juruena (Tapajós) y el Alto Xingú.
Los sistemas de riego están regulados por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente de Mato Gross (SEMA), en coordinación con el Consejo Estatal de Recursos Hídricos de Mato Gross (CEHIDRO) y los comités de gobernanza de cada cuenca. Las directrices actuales estipulan que las extracciones de aguas superficiales deben limitarse al 70% de los caudales mínimos de agua (Q95) y ninguna parte interesada puede tomar más de 20% de ese total. Los niveles actuales de extracción están dentro de esos parámetros, sin embargo, la tasa efectiva de expansión, 10% anual, acabará superando los suministros de agua superficial. Mucho antes de que eso suceda, los productores comenzarán a explotar los recursos de agua subterránea del Acuífero Parecis, un enorme reservorio en las formaciones rocosas de arenisca que se superponen al cratón amazónico.
La información sobre los recursos hídricos superficiales y subterráneos fue utilizada por la Agencia Nacional de Aguas y Saneamiento Básico (ANA) para elaborar el Atlas Irrigação, un documento de planificación nacional que ha mapeado el potencial de riego del país. Según ese documento, Mato Grosso cuenta con los recursos hídricos necesarios para regar 3,9 millones de hectáreas, un área equivalente a aproximadamente 40% del total cultivado en 2020. De ese total, unas 500.000 hectáreas dependerán de los recursos hídricos subterráneos, mientras que el resto se extraería de los ríos de la región.
Irónicamente, el riego a esa escala compensaría parcialmente la disminución de las precipitaciones causada por la deforestación, ya que aumentaría la evapotranspiración y la convección sobre los paisajes agrícolas. Sin embargo, al mismo tiempo interrumpiría los flujos de agua estacionales que sustentan la biodiversidad y la función ecosistémica en las cuencas hidrográficas del Alto Tapajós, Xingú y Araguaia. El cambio climático y la deforestación ya han causado una disminución significativa de las precipitaciones en el sur de la Amazonía, no obstante, los caudales de agua en esos ríos han mantenido niveles históricos debido a un aumento en la escorrentía de las zonas deforestadas. A medida que los sistemas de riego se multipliquen, estos subsidios al flujo de agua desaparecerán y, si el sur de la Amazonía pasa un punto de inflexión climatológico inducido por la deforestación, los impactos en los ecosistemas y las comunidades río abajo serán catastróficos.
Cuando eso ocurra, la agroindustria se apresurará a instalar sistemas de riego, y si la historia sirve de guía, utilizarán toda el agua superficial disponible y sobreexplotarán el acuífero de Parecis, a menos que las autoridades reguladoras actúen de forma preventiva para limitar el riego. Eso resulta difícil, puesto que el período actual de 35 años del sistema vigente de permisos se basa en datos climáticos históricos que sobreestiman la disponibilidad futura de recursos hídricos. El marco regulador actual ha sido cuestionado por hidrólogos, quienes sostienen que las extracciones de agua superficial deberían limitarse al 20% del volumen total de agua durante cualquier período temporal específico, y la extracción es más complicada de medir y regular puesto que se basa en equilibrar la tasa de recarga con la tasa de extracción. El problema es que se desconoce la tasa de recarga en el futuro.

Y el problema no acaba ahí, puesto que a medida que aumente la recolección de agua superficial en la cuenca del Tapajós, amenazará la viabilidad económica de cuatro instalaciones hidroeléctricas. Al mismo tiempo, los hábitats ribereños y las comunidades Munduruku del Tapajós sufrirán las consecuencias de la reducción de los flujos de agua, particularmente si los operadores de las represas mitigan la reducción de los flujos de agua reteniendo una mayor proporción de agua. En el Xingú, el corredor fluvial está protegido por el Parque Indígena do Xingu (PIX), hogar de dieciséis pueblos indígenas, pero las cabeceras se encuentran en su totalidad en tierras privadas. Las muy debatidas disposiciones de la ZEE de Mato Grosso podrían limitar potencialmente la expansión de los sistemas de riego de pivote central, ya que son áreas importantes para la gestión de los recursos hídricos de la Amazonía.
En octubre de 2021, no existían evidencias de que los bonos verdes estuvieran financiando la agricultura bajo riego en la Amazonía brasileña. Sin embargo, esta situación cambiará en un futuro próximo puesto que los proyectos de riego son elegibles bajo las normas ESG y ocupan un lugar destacado en las discusiones sobre la adaptación al cambio climático. La energía solar alimenta los sistemas de riego en varios lugares de Mato Grosso, y la expansión en curso de la industria de biocombustibles a base de maíz se está financiando con bonos verdes. Las afirmaciones de que estas operaciones cumplen con los criterios ESG deben, eventualmente, conciliarse con su impacto a largo plazo en los flujos de agua en los ecosistemas acuáticos de los ríos Tapajós, Xingú y Araguaia y en los medios de vida de las comunidades indígenas de esos ríos.

Otros cultivos para los que se emplea tecnología de riego a gran escala son el arroz en Tocantins (100.000 hectáreas), el café en Rondônia (43.000 hectáreas) y la palma aceitera en Pará (25.000 hectáreas). La tecnología de riego se ha instalado en un área desconocida, tal vez tan grande como 10.000 hectáreas, como parte de un nuevo modelo de negocio para cultivar açaí en plantaciones. En la llanura aluvial de Santa Cruz, en Bolivia, se han introducido sistemas de riego de pivote central, pero no se han generalizado, a pesar del considerable riesgo de sequía que caracteriza a esa región.
Imagen destacada: Deforestación para la agricultura en la cuenca del río Sepahua, Perú. Crédito: © Jason Houston/Upper Amazon Conservancy.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).