- La apertura de la habitual temporada de caza deportiva en Santa Cruz, la provincia del extremo sur argentino, originó una fuerte controversia que llegó a los medios de comunicación nacionales e internacionales.
- Los permisos incluyen la caza de especies nativas como el puma, el guanaco o los zorros colorado y gris. La caza deportiva aún es vista como una herramienta para reducir los ataques a la cabaña tradicional ovina y la devastación de las pasturas, pero expertos cuestionan duramente la efectividad de la medida.
- La discusión se extendió hasta el punto de cuestionar el sistema productivo ganadero de la provincia y el arraigo cultural de usar el control letal en los depredadores.
La alarma sonó de imprevisto el 27 de marzo pasado. Aquel día, el Consejo Agrario Provincial de Santa Cruz, la provincia más austral de la Argentina continental, autorizó la temporada anual de caza deportiva desde el 1 de abril hasta el 31 de agosto. La resolución establecía las especies permitidas y la cantidad de ejemplares máximos a capturar por el cazador autorizado: zorro colorado, 1 por semana; zorro gris, 1 por quincena; puma, 1 por semana; guanaco, 2 por día; visón, liebre europea, conejo europeo y jabalí, sin límite.
La disposición incluye los mismos animales que en el 2023, sin embargo, esta vez levantó una polvareda mucho más fuerte que la habitual. La sociedad local, gente de la ciencia, academia, ONGs y medios de comunicación multiplicaron las quejas contra la medida hasta darle envergadura nacional, y destaparon un trasfondo que va mucho más allá de una temporada de caza semejante a las que se autorizan en otros distritos del país.
>Santa Cruz ha sido, desde finales del siglo XIX y prácticamente todo el siglo XX, sinónimo de ovejas. La cría de ganado ovino —que llegó a superar los 20 millones de ejemplares a mediados de la pasada centuria— fue durante décadas la principal y casi única fuente de ingresos de la zona, aunque ya hace tiempo que no ocupa ese puesto de privilegio. Los recursos que generan la minería, la extracción de hidrocarburos o incluso la pesca y el turismo rinden más beneficios, pero el arraigo al medio rural y a la producción de lana y carne de oveja se mantiene, transmitido de generación en generación, y con él, también el viejo conflicto entre ganaderos y depredadores nativos como pumas y zorros, al que ahora se suma una creciente población de guanacos (Lama guanicoe) que compite con las ovejas por el escaso manto verde que cubre los suelos.
“Por lo menos el 60 o 70 % de los establecimientos que hoy subsisten criando ovejas, lo hacen básicamente por una cuestión cultural. Cuando uno hereda el campo de su abuela, esa casa donde creció pasa a ser un legado de vida, una pasión. Por eso le inyecta dinero aun sabiendo que a veces no se recupera la inversión y se puede perder”, reflexiona Mario Borea, ingeniero agrónomo y cuyos padres poseen una finca de 24 000 hectáreas en la meseta central de la provincia.
Medida anacrónica que no brinda soluciones
La polémica se centra en que es difícil medir hasta qué punto el permiso para cazar fauna nativa es una efectiva herramienta de control que les permita a los productores ovinos sostener un negocio ancestral que atraviesa una crisis no sólo por la depredación de las ovejas.
Siete organizaciones de la sociedad civil firmaron un documento donde se expresa: “Las legislaciones actuales que promueven la caza de guanacos, pumas y zorros para resolver el conflicto con la producción ovina son anacrónicas e ignoran las nuevas formas de producir en armonía con la conservación de la naturaleza y han demostrado no ser una verdadera solución para un problema complejo”.
Emiliano Donadío, biólogo y director científico de la Fundación Rewilding en Argentina, que participa de manera activa en la gestión del Parque Nacional Patagonia y realiza tareas de investigación en el Parque Nacional Monte León, ambos situados en la provincia de Santa Cruz, es aún más contundente: “El solo hecho de que el problema siga existiendo, después de las intensivas campañas de erradicación sostenidas por el Estado, indica con claridad que el control letal de los depredadores nativos fracasó, pero además es inaceptable moral y ecológicamente”.
En tanto, María José Bolgeri, doctora en biología y gerente del programa colaborativo de Wildlife Conservation Society (WCS), asegura que hay mucha bibliografía de otros lugares en el mundo donde se ha hecho un control letal de los depredadores por la misma problemática y no han tenido resultados favorables. “Son datos extrapolables porque la causa es similar: el avance de la ganadería sobre espacios silvestres donde hay algún predador tope”.
Pero más allá de estas protestas, Kini Roesler, biólogo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), llama la atención sobre el hecho de que “este año, la reacción no surgió desde una ONG sino de la gente de Santa Cruz a través de las redes sociales. Se ha modificado el escenario”. Incluso Amanda Manero, directora de Fauna del Consejo Agrario Santacruceño, organismo que emitió el permiso de caza, reconoce el cambio de paradigma que se va produciendo en la sociedad: “Hay que entender que la comunidad en general está viendo de otra manera el manejo de los recursos naturales. Ahora es muy común pensar en el proteccionismo, en no tocar a la fauna silvestre ni al resto de los recursos”.
Desde que los primeros colonos fueron instalándose en los puntos más recónditos de la Patagonia argentina para comenzar la explotación de la cabaña ovina —establecimientos que crían ovejas—, el puma (Puma concolor) y los zorros colorados (Lycalopex culpaeus) y grises (Lycalopex griseus) han sido enemigos manifiestos de los productores rurales. Ambos están oficialmente declarados como especies perjudiciales para el ganado, y en abril de 2004, el gobierno de Santa Cruz llegó a emitir el decreto 366, en el que se ofrecía dinero para cazar ambas especies. “Los que vivimos en las ciudades estamos acostumbrados a buscar nuestros alimentos en la góndola del supermercado. Nuestra percepción es diferente a la de aquellos para quienes las ovejas son su mayor capital y deben convivir diariamente con especies que pueden alterarlo”, dice Manero para explicar la posición de los ganaderos.
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Crecen las poblaciones de pumas y guanacos
De forma inmediata, el puma se convirtió en el emblema de las quejas. La difusión de imágenes de caza y maltrato de algunos ejemplares se hizo viral en los últimos años y sensibilizaron aún más a buena parte de la población en Santa Cruz. EL anuncio de la época de caza generó controversia, pero la subsistencia de este félido está lejos considerarse en riesgo en la provincia: “Ninguna de las especies incluidas en la habilitación de la caza deportiva tiene un estado de conservación vulnerable. Es algo que se hace en una ventana de tiempo específico con especies que tienen una vinculación muy particular con las personas del lugar, porque de algún modo afectan a los medios de subsistencia”, reafirma Bolgeri, aunque aclara que “una medida administrativa de este tipo debería estar sustentada en datos científicos”.
Tanto en el ámbito científico como en el productivo existe un cierto consenso de que el número de pumas y guanacos está en aumento. “El despoblamiento de las zonas rurales brinda espacios para que la fauna recolonice o recupere sus poblaciones, respecto de cuando eran paisajes dominados por alguna actividad antrópica. Está ocurriendo en muchas regiones del mundo”, explica Pablo Gaspero, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), y agrega que en buenas partes de Santa Cruz esto ocurre con el puma y el guanaco, “lo que genera un escenario de mayor complejidad”.
¿Afecta entonces al puma el nuevo permiso de caza deportiva? Amanda Manero sostiene que no: “Para salir al campo, un cazador debe registrarse, decir qué va a cazar y qué arma va a llevar. El año pasado se anotaron 164 durante todo el periodo de apertura, y la mayoría lo hace para capturar algún guanaco o liebre para comer. No nos consta que se haya matado ningún puma, y tampoco podrían hacerlo con las armas que portan”.
El número que da la directora de Fauna del Consejo Agrario Santacruceño es de los pocos que pueden considerarse fiables para opinar con propiedad sobre el epicentro de la discusión. Y es que la carencia general de datos es uno de los factores que dificulta el diálogo entre quienes están a favor y en contra de la caza deportiva.
En Santa Cruz no se conocen a ciencia cierta ni las cifras de población de cada especie, ni la cantidad de ovejas que mata al año cada predador, ni los porcentajes de eficacia del control letal que se sigue aplicando en los campos, un control que combina la caza con el uso de carcasas tóxicas (cuerpos de animales muertos sin vísceras ni cabeza rociados con veneno) que también pueden afectar a otras especies, como el cóndor, los armadillos o los zorros. “Estoy segura de que tener cuantificado el daño que pueden causar los depredadores a la cabaña ovina mejoraría bastante la percepción global del problema”, reconoce Manero. “Nos falta tener más datos duros para defender lo que nosotros decimos que sucede en el campo. Es una autocrítica que debemos hacer como sector”, señala Borea.
Varios trabajos de investigación se encuentran en marcha para solucionar la escasez de registros y brindar argumentos sólidos que mejoren la eficiencia de los métodos de manejo, pero entretanto, cada vez hay mayor oposición al empleo del gatillo y se mantiene encendida la polémica sobre las posibles herramientas que mitiguen los ataques al ganado y que puedan tener satisfechos a todos los sectores.
El recurso de los perros protectores
La principal alternativa que está en marcha para alejar a pumas y zorros de las ovejas es la utilización de perros protectores, una técnica que lleva muchos años de desarrollo en Argentina y otros países. “Tenemos un criadero, llevamos casi una década trabajando con los perros y es una de las prácticas más efectivas”, afirma Bolgeri. “Bien implementado, con una cantidad de perros apropiada, se pueden reducir los eventos de depredación entre un 60 y un 90 %”, informa Gaspero, a partir de los estudios realizados en la Patagonia Norte por la estación experimental del INTA Bariloche.
Sin embargo, la implementación del método en Santa Cruz encuentra resistencias y complicaciones. “En los campos de 20 000 hectáreas o más, con 3 000 o 5 000 ovejas, el uso de perros es inviable. Aquí se hace producción extensiva, ¿cuántos perros necesitarías y cuánta gente para cuidar a los perros? Sería muy costoso. El medio rural se ha despoblado, hay poca gente para trabajar, y hoy el kilo de lana cotiza entre dos y cinco dólares y cada animal tiene alrededor de 4,5 kilos. No cierran los números”, asegura Ariana Aristizábal, productora y ex presidenta de la Sociedad Rural de Lago Argentino.
Su explicación, que puede extenderse a otras propuestas como el alambrado eléctrico perimetral o el encierre diario de las majadas de ovejas “son alternativas impracticables para esas dimensiones y esa cantidad de animales”, confirma Gaspero, pero abre el debate sobre el tipo de cría de ganado que se continúa realizando en la mayoría de los campos de la región, porque tiene incidencia directa en la relación con los depredadores nativos.
“Se trata de un paradigma de producción importado de Europa que tuvo su gran momento a mediados del siglo pasado y después empezó a declinar por problemas de erosión del suelo. Existió un sobrepastoreo que desertificó la Patagonia”, dice Donadío.
“Tenemos sistemas que son tan frágiles como irreversibles. La ganadería históricamente cometió el error de sobreexplotar el recurso y ahora eso está pasando la factura. Hoy, alrededor del 40 % de la superficie provincial está fuera de explotación y se comporta como una reserva que favorece a la fauna silvestre”, subraya Borea.
El dilema alrededor del sistema productivo
Cambiar el sistema de producción que está tan incorporado a la cultura local no es nada sencillo. “Por supuesto que hay excepciones, pero el productor santacruceño es en general reticente a aceptar que aquello que hacía, ya no se puede hacer. No porque los conservacionistas no queramos, sino porque el sistema ambiental, social y económico de Santa Cruz ya no da rendimientos con esas prácticas”, reflexiona Roesler.
Mario Borea tiene una mirada diferente: “Si algo se ha aggiornado [actualizado] en los últimos 20 o 30 años es el pensamiento del productor. Paso a paso, con el recambio generacional, con el cambio climático que está a la vista de todos, tenemos una concepción bastante distinta del ambiente y de la convivencia con ese ambiente, tomamos conciencia de que debemos ser sustentables, preservar los recursos y disminuir el número de cabezas en las majadas de ovejas, además de intentar ser más eficientes”.
A partir de su trabajo con productores de la provincia, María José Bolgeri refrenda este punto de vista: “Son muchos los que están viendo que la ganadería tradicional que hicieron sus abuelos, sus padres, y ellos mismos, no es sustentable”.
Esta reducción en la ganadería, que viene produciéndose desde los años noventa, implicaría un tipo de manejo más intensivo y la posibilidad de incorporar algunas de las alternativas para reducir los niveles de depredación de pumas y zorros. Aunque al mismo tiempo liberaría aún más espacios para la expansión del guanaco, el otro “gran enemigo” del ganadero santacruceño en la actualidad.
Este camélido fue un ocupante natural de estepas y cerros en la región hasta que la colonización, la masiva introducción de ovejas y la matanza indiscriminada lo aproximaron a la extinción. Ahora, favorecido por las extensiones vacías y el cambio climático, su número se ha incrementado de manera considerable. Un artículo del Consejo Agrario Provincial, publicado en 2023, señala que en 2018 se alcanzó la cifra más baja de ovejas en la historia, con 1.942.594 individuos (la mejor evidencia de que ha dejado de ser un buen negocio), pero tres años antes ya había en Santa Cruz 1.360.000 guanacos. “Hoy esa cantidad [de guanacos] debe superar los dos millones”, afirma Aristizábal, en tanto Borea estira la cantidad hasta los tres millones. “Las densidades en algunos lugares son muy altas. Encontramos establecimientos que tienen unos 12.000 individuos”, cuenta Amanda Manero.
La capacidad de los camélidos para saltar los alambrados en busca de pasturas los ubica en una posición ventajosa respecto a los ovinos, y les permite “asaltar” cualquier establecimiento a lo largo y ancho de la provincia, disminuyendo aún más la disponibilidad de forraje.
Además, las variables externas juegan a favor del guanaco. “El único regulador natural del guanaco es la nieve. Pero con el cambio climático nieva cada vez menos, disminuye la mortandad de ejemplares y así van proliferando. Hoy se ven guanacos a los costados de cualquier ruta y los accidentes viales ya han dejado de ser noticia”, relata Aristizábal. Tampoco la población de pumas, si bien ha crecido, alcanza para mantener estable el número de guanacos y la conclusión, según la ex presidenta de la Sociedad Rural de Lago Argentino, es que los camélidos “están devastando los pastizales”.
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Propuestas y miradas integrales
El gobierno de Santa Cruz lanzó en 2015 el Programa Provincial de Manejo del Guanaco que propone un aprovechamiento sustentable y un manejo integral de la especie. Sin embargo, si se escuchan las quejas de los ganaderos, sus resultados no parecen ser del todo satisfactorios. “Nosotros tomamos la decisión de que el guanaco sea un recurso para la provincia porque es muy valiosa la carne, el cuero y la fibra, pero la realidad es que se trata de animales muy difíciles de manejar. No son mansos, ni domésticos y pesan más de 80 kilos cada uno”, analiza Manero.
Esa mirada integral es la que se intenta impulsar como solución a todos los problemas. “Necesitamos que haya diálogo y entender que la ganadería y la coexistencia con la fauna nativa no son excluyentes”, sostiene Pablo Gaspero, quien comprende que “hay muchas familias tradicionalmente ovejeras que quieren seguir viviendo de la producción ovina tal como lo hacían sus antepasados y reaccionan si se les trata de imponer una combinación de alternativas como el turismo rural y el avistamiento de pumas”.
Sin embargo, esta propuesta de aprovechamiento de los recursos es la apuesta que apoya la Fundación Rewilding. “Nosotros no venimos a destruir la producción en general sino a proponer una forma diferente, basada en aprovechar la riqueza natural de nuestro territorio. Es una alternativa que alguien puede elegir o no. Por supuesto que es difícil reconvertirse, pero hay gente que lo ha hecho, como ocurre en Chile con los pumas en los alrededores de Torres del Paine, o en el Pantanal brasileño con el jaguar”, explica Emiliano Donadío, director científico de la fundación en Argentina.
WCS está acompañando a algunos ganaderos en la esquila en silvestría para obtener la fibra del guanaco, “una de las más finas del mundo”, según María José Bolgeri. En este caso, las fibras reciben la certificación de sustentabilidad Wildlife Friendly que le da más valor en el mercado internacional. “La discusión no debería ser guanacos sí, guanacos no, ovejas sí, ovejas no, sino cómo manejar esas dos partes para poder regenerar los suelos, que en definitiva es lo que permitirá la producción a largo plazo”, concluye Bolgeri.
Los disparos de los cazadores continuarán oyéndose por Santa Cruz hasta agosto y caerán abatidos guanacos, zorros y tal vez algún puma. Mientras tanto, las cifras concretas que avalen medidas y procedimientos de control de fauna silvestre seguirán pendientes y la problemática general se mantendrá inalterable hasta el año que viene, cuando la discusión vuelva a renovarse.
*Imagen principal: La piel desollada de un puma aparece colgada de un portal de madera en un campo de Santa Cruz. El control letal de la especie es un rasgo cultural muy arraigado en ese territorio. Foto: Gonzalo Pardo.
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