Anne Hallum es la fundadora de la Alianza para la Reforestación Internacional. Ha sido nombrada recientemente “Héroe de la CNN” gracias a su trabajo. Su hija, Rachel Hallum-Montes ha plantado árboles con ella desde que tenía 12 años y ahora trabaja como socióloga.
En 1991, viajé con Rachel, mi hija de nueve años, a Guatemala; allí nos vimos sorprendidas por la desoladora pobreza rural y los desprendimientos de tierra que habían empeorado por la ya extendida desforestación. Todavía recordamos vívidamente el haber cogido a un niño de tres años tan lánguido y malnutrido que apenas podía alzar los brazos. La preocupación y la fatiga en la cara de su madre, además de la condición del niño nos afectaron profundamente a pesar de la relativa juventud de Rachel.
La experiencia nos llevó a fundar la Alianza para la Reforestación Internacional (AIR por sus siglas en inglés). Hemos trabajado desde 1993 para establecer programas y así enseñar a comunidades locales cómo ganarse la vida con la tierra sin destruir los bosques que sustentan sus vidas.
Para conseguir esto, plantamos árboles junto a cultivos, una práctica conocida como “agroforestería”. A lo largo de nuestros años de trabajo, nos hemos encontrado con que alrededor del 70 por ciento de los voluntarios indígenas en nuestros proyectos son de un grupo que a menudo se sobreestima: las mujeres agricultores locales. Trabajando codo a codo con ellas para plantar con cuidado las mudas de árboles en sus campos, hemos aprendido que estas mujeres más conocen el valor que los árboles ofrecen porque son ellas que buscan la leña cada día.
Uno de los “árboles milagrosos” que a menudo utilizamos en nuestros proyectos, el árbol aliso, tiene raíces que fijan el nitrógeno fertilizando los cultivos y follaje de alto contenido proteínico de los que se alimentan las reses y los cerdos. Crece a una increíble velocidad de ocho pulgadas por mes y también sus ramas pueden ser utilizadas como leña sin que sea necesario destruir los árboles.
Además de los beneficios medioambientales, programas como éstos ayudan a promover el liderazgo y el éxito individual. Por ejemplo, la directora ejecutiva de AIR en los últimos 11 años llegó de Chimaltenango, Guatemala. Cecilia Ramírez comenzó a trabajar con nosotros como secretaria a tiempo parcial, sin embargo, su amor y dedicación por su país, así como sus extraordinarias habilidades organizativas, hicieron que fuese nombrada directora en 1999. Otra asociada, Doña María de Jesús Colaj Chali, recibió un galardón de la Fundación de Mujeres Rurales por su liderazgo en el año 2000.
Los granjeros con los que nos asociamos revelaron innumerables interconexiones en el trabajo de conservación. Plantar árboles mejora la nutrición, permite que los menores tengan más tiempo para asistir a la escuela, salvaguarda los bosques de invasiones, ayuda a prevenir el desprendimiento de tierras, proporciona un hábitat para los animales, absorbe el carbono de la atmósfera, protege los manantiales y mucho más. También hemos visto cómo la participación directa de las mujeres en proyectos de reforestación y otro activismo medioambiental está vinculada a “los cuidados” que éstas han desempeñado en el hogar a lo largo de los siglos. Y estos esfuerzos locales dan, de forma estupenda, muy buenos resultados globalmente.
El año pasado, un grupo bipartito se juntó en el Congreso de los EE.UU. para introducir una ley llamada la Ley de Conservación Global. Esta propuesta revolucionaría los esfuerzos de nuestro país para ayudar a preservar los restantes ecosistemas naturales mundiales de especies de fauna salvaje así como para las muchas comunidades indígenas que dependen de ellas. Un importante componente de la legislación se dirige a las dimensiones sociales de conservación alcanzando a aquellos que se han sentido impactados de manera más adversa por la degradación medioambiental, como por ejemplo, las mujeres.
Experimentamos esto de primera mano en el 2008 cuando volvimos en una excitante visita a unos de los emplazamientos de nuestro primer proyecto, la comunidad guatemalteca de Pachay Las Lomas. Los árboles que AIR y los residentes del pueblo habían plantado en 1994 se habían convertido en un hermoso bosque. Una de las jóvenes que nos mostró los alrededores nos resultó familiar; más tarde nos dimos cuenta de que la habíamos fotografiado junto a su madre en el vivero en 1994, cuando todavía era una niña. Hoy en día, ella misma es madre y tiene un vivero propio. Todavía utiliza las mismas competencias que AIR le enseñó por primera vez a su madre, quien a su vez, se las transmitió a ella.
La Ley de Conservación Global es una medida realmente importante a la que le ha llegado la hora. Encontrar maneras para mejorar el reconocimiento y la incorporación de la mujer como un aliado clave en la lucha de la protección de nuestro medioambiente y de materiales que cada vez son más escasos es una política que proporcionará dividendos, tanto en nuestro país como en el extranjero, para muchas de las generaciones que están por venir. Esperemos que todos los legisladores del Congreso apoyen esta iniciativa bipartita.