Un 27% de selva talada en la Amazonía brasileña
La deforestación en la Amazonía brasileña alcanzó su nivel más bajo desde que empezasen a hacerse los registros anuales en 1988, de acuerdo con los datos provisionales difundidos el martes por el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE, por sus siglas en portugués).
1.798 millas cuadras (4.656 kilómetros cuadrados) de la selva amazónica fue talada durante los 12 meses anteriores al 31 de julio, 2012. 27 por ciento menos que el año anterior. De acuerdo con el INPE, la tasa brasileña ha bajado un 76 por ciento con relación a la base de referencia establecida para alcanzar su objetivo de una reducción del 80 por ciento para 2020.
El gobierno atribuye esta bajada en la deforestación a las mejoras en el cumplimiento de la ley y a un mejor seguimiento por satélite en la región. Durante la última década, Brasil también ha reservado vastas zonas de selva tropical en áreas protegidas y reservas indígenas. Sin embargo, analistas independientes sugieren que los logros han sido respaldados por las tendencias macroeconómicas –incluyendo un real (moneda brasileña) fuerte- que han hecho que no sea tan rentable para los granjeros y rancheros brasileños expandir su producción hacia las áreas forestales. Los compradores de materias primas en mercados extranjeros también parecen estar menos dispuestos a que sus productos sean asociados con la deforestación, lo que contribuye a un cambio en las prácticas.
Sin embargo, hay unos indicios preocupantes de que la tendencia a la baja puede estar en peligro de retroceso. Datos publicados por Imazon, una ONG brasileña, muestra que, desde el 1 de Agosto de 2012, la deforestación va a un paso mucho más avanzado que el año pasado (el INPE no ha proporcionado una actualización pública sobre su sistema de seguimiento de la deforestación casi a tiempo real desde septiembre). Mientras tanto, el país acaba de aprobar una versión revisada del Código Forestal, el cual gobierna cuanto pueden deforestar en el Amazonas y otras regiones los propietarios forestales. Los grupos medioambientales dicen que los cambios aflojan, de manera efectiva, las normas para los rancheros y los granjeros, lo que incentiva, potencialmente, una mayor deforestación. Al mismo tiempo, BNDES, el banco de desarrollo nacional brasileño, está asignando decenas de miles de millones al año a nuevos proyectos de infraestructura del Amazonas –incluidas presas y carreteras- lo que podría incrementar la presión en los bosques, tanto dentro como fuera de Brasil. Finalmente, el debilitamiento del real podría mejorar la rentabilidad de la agricultura brasileña, impulsando la expansión.
Los científicos también están preocupados por las tendencias ecológicas en el Amazonas. Concretamente, en los años 2005 y 2010, la región sufrió las peores sequías jamás registradas. Las sequías –que ahora han sido ligadas al aumento de las temperaturas en el Atlántico tropical- desencadenaron en incendios por muchas zonas, la disminución de los ríos y llevó a la pérdida forestal en amplias zonas del Amazonas. Los investigadores temen que la intensidad y la frecuencia de tales incidentes podrían incrementarse con el aumento de las temperaturas globales.
El destino del Amazonas tiene importantes implicaciones para la humanidad. Los bosques en la región almacenan más de 80 mil millones de toneladas de carbono, sirven de refugio para cientos de miles de especies de plantas y de animales e influyen en los patrones meteorológicos globales, incluido el abastecimiento de agua a zonas que producen el 70 por ciento del PIB de América del Sur.