- En 1977, el caracol africano llegó a Brasil y desde ahí se propagó a diferentes países de Sudamérica. Ahora el Perú es su nueva víctima.
- ¿En qué lugares del Perú se localiza el caracol africano? ¿Por qué su amenaza se ha incrementado luego del verano de este año?
Puede parecer inofensivo, pero el caracol africano (Achatina fulica) es una amenaza seria para cualquier ecosistema. Con paso lento y sin llamar la atención, esta especie de caracol se traslada por cualquier superficie y absorbe todos los microorganismos que encuentra a su paso, los asimila y abandona en su baba. Tiene predilección por los lugares sucios, como excrementos humanos y animales.
El caracol llegó de África al Brasil en 1977 y con los años se expandió rápidamente a Venezuela, Colombia, Ecuador, Argentina, Paraguay y Bolivia. Incluso existe registro de su paso en el Estado de La Florida en Estados Unidos, ya que era usado por comunidades para rituales de origen africano.
Su primer registro oficial en Perú fue en el 2012, entre las provincias de Chanchamayo y Satipo, en la región de Junín, de acuerdo a Ricardo Solano, especialista en sanidad vegetal del Senasa. “El caracol africano tiene predilección por zonas tropicales, por eso abunda en el norte. Además, en el caso peruano, se le encuentra en zonas urbanas o en cultivos vecinos a ciudades por la situación de poca salubridad que existe”, explicó a Mongabay Latam, el especialista. En el 2015 se le halló en la ciudad de Sullana, en la región de Piura, y en la ciudad fronteriza con Ecuador de Zarumilla, región de Tumbes.
La llegada del fenómeno climático conocido como El Niño Costero durante los primeros meses del año, creó las condiciones propicias para que el molusco invasor se propague. En el caso de la selva central, las lluvias intensas tuvieron el mismo efecto: alistaron el terreno para la expansión del caracol africano, según el experto de Senasa.
A diferencia del caracol nativo peruano que es de menor tamaño y tiene el borde de su caparazón de forma continua, el africano puede medir hasta 20 centímetros y tiene el borde de su caparazón partido, de forma helicoidal y de color violeta oscuro. El caracol africano, un molusco de la familia Achatinidae, es hermafrodita y necesita de otro caracol para ser fecundado.
Hasta el momento, de acuerdo a información oficial, se ha determinado que en el Perú existen un total de 1000 hectáreas habitadas por el caracol africano. Las zonas que registran mayor presencia de esta especie son el centro poblado de La Esperanza en el distrito de Perené, región de Junín, con 31 individuos por metro cuadrado. La ciudad de Sullana tiene un total de 100 hectáreas ocupadas por esta especie, le sigue Zarumilla con 0.7 hectáreas y luego el distrito de Villa Rica en la región de Pasco con 0.06 hectáreas.
En el caso de Lima o ciudades intermedias o del sur de la costa peruana no se ha reportado la presencia de esta especie porque su clima no es tropical y tiene alta presencia de sal, lo que deshidrata al caracol africano, señaló Solano.
Casos internacionales
Al caracol africano se le considera una especie invasora por ser ajena al ecosistema americano. “Cualquier especie que sea introducida a un ecosistema en donde no se reproduce naturalmente y, además, es ingresada sin un estudio científico serio, es considerada invasora”, advirtió Rosa Vento, bióloga de la Iniciativa de Tráfico y Salud de la Vida Silvestre de la Wildlife Conservation Society (WCS).
Perú no es el único país de América del Sur que enfrenta este problema, recientemente Mongabay Latam publicó dos artículos que explican las consecuencias de la presencia de esta especie en Colombia y Venezuela. En Colombia, el caracol africano está presente en 16 municipios del departamento de Caquetá. Llegó al país suramericano como parte de una iniciativa privada para explotar a la especie dentro un proyecto de cosméticos y de salud. A diferencia del Perú, en Colombia está presente en el área agrícola del departamento de Caquetá, lo que significa que puede contaminar los cultivos que son consumidos por la población.
Además de ello, se trata de un molusco que al invadir un ecosistema ajeno suele generar un impacto en la fauna nativa. De acuerdo al Instituto Alexander von Humboldt de Colombia, junto a las palomas y los peces león, los caracoles africanos son la segunda causa de extinción de especies a nivel mundial.
A Venezuela, al igual que en Colombia, el caracol africano ingresó porque existía una demanda interna por la baba de caracol, insumo considerado útil para asegurar la belleza de la piel femenina y que terminó por esparcirse desde la zona del Orinoco hasta la Isla de Margarita.
Entre el 2010 y el 2014, debido a la presencia del Fenómeno del Niño y el cambio climático, se expandió y dañó cultivos de cacao, café, caraota, yuca, lechuga, repollo, maní, lechosa, pimentón, naranja, maíz, cambur, pepino, tomate y zanahoria, plantas ornamentales, pastizales y alimento concentrado para mascotas.
Convivir con el enemigo
Cuando el caracol africano ingresó a Brasil lo demandaban para el consumo humano, en el caso de Perú lo buscaban como mascota, por ser considerado un molusco curioso y grande, según Solano de Senasa.
Se sabe que esta especie suele vivir en las ciudades, por eso es común observarla en los jardines de las casas o en pequeños cultivos que tienen las familias. Esto es usual en ciudades tropicales del norte peruano o de la selva central.
Los principales impactos que produce el caracol africano son en el ambiente y en la salud. Al esparcir con su baba los microorganismos que recoge de los excrementos, el caracol se torna en una amenaza muy grave. Se trata de un animal polífago, es decir, que come de todo, y que al ingerir frutas o cultivos puede contaminarlos e incrementar su efecto dañino, explicó el especialista de Senasa.
Sin embargo, el impacto en la salud pública no solo se restringe a esta situación. Las secreciones del caracol africano pueden albergar una lombriz bastante peligrosa y dañina que se encuentra justamente en las heces de la rata: el nematode o lombriz. “Dicha especie siempre busca un huésped. En un inicio es la rata, luego esta expulsa por sus heces a la lombriz que es asimilada por el caracol africano. Naturalmente, si la secreción del caracol es consumida por una persona, ésta puede ser el próximo huésped”, dijo Solano.
Si se consume la carne del caracol africano o se entra en contacto accidentalmente con las secreciones que produce la lombriz señalada, podría existir riesgo de contagio de meningitis, úlceras en los intestinos y otros problemas estomacales. El mismo riesgo lo puede sufrir un animal doméstico.
¿Cómo se le enfrenta?
En el 2014, el Perú elaboró la Estrategia Nacional de Diversidad Biológica al 2021, la que incluye entre sus metas al año del bicentenario de la independencia el implementar medidas para la prevención, manejo y control de especies invasoras.
La meta 8, para ser más precisos, señala que para el 2021 el Perú habrá mejorado el control, supervisión y fiscalización en el aprovechamiento de la biodiversidad, además de haber incrementado los mecanismos de regulación de especies exóticas invasoras.
Solano manifestó, a raíz de los numerosos casos de aparición del caracol africano, que se ha iniciado un proceso de erradicación en las zonas más afectadas. “El método que estamos usando es similar al que usó Estados Unidos que ahora no tiene al caracol africano. Es el control químico”, precisó el experto de Senasa.
El control químico consiste en el uso de un plaguicida llamado metaldehído que se esparce en una cantidad de 5 litros por hectárea con presencia del caracol africano. “No podemos arriesgarnos. No podemos tener ni una sola de esta especie invasora porque potencialmente se puede convertir en una plaga”, advirtió el funcionario de Senasa.
Foto principal: Senasa
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