El vicepresidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata ha denunciado invasiones y amenazas en varias oportunidades. Ha solicitado garantías para su vida.Demetrio Pacheco cuenta que en partes de su concesión forestal ha encontrado árboles quemados y tumbados. Son apenas las 6:28 de la tarde y todo ya está oscuro en medio de la selva de Madre de Dios, en el sur del Perú. Estoy a punto de irme a dormir luego de haber conversado todo el día con Demetrio. Me cuenta de su amor por el bosque, de su vida, de amenazas que ha venido sufriendo en los últimos meses, de una bala que encontró sobre la mesa. —¿No tienes miedo? —le pregunto. —Sí, claro —me responde. (Silencio profundo) —¿Cómo puedes hacer para dormir aquí? —le digo. —Desde la última vez que me amenazaron de muerte, esta es la primera vez que me quedo —dice. Miro el reloj. Son las 6:32. Solo han pasado cuatro minutos. Y faltaban más de 10 horas para que se hiciera de día. Cuando el sol se oculta en la selva, la oscuridad se hace más intensa y todo se pone serio inmediatamente. Grillos, murciélagos, ranas, aves y centenares de insectos parecen chismosear toda la noche, como un gran murmullo. Un eco que te puede arrullar, pero también acercarte a tus más profundos temores. Dormir con miedo es como no dormir. Cualquier sonido te levanta. La lluvia se acerca como si fueran pasos extraños. Y el viento se confunde con rugidos de jaguares o grupos de sachavacas o huanganas en busca de alimento. Todo intranquiliza cuando se vive con miedo. Y peor aún, cuando quieres ver y todo lo que te rodea está completamente oscuro.