- Apenas el 4,17 por ciento del Gran Chaco argentino está bajo el paraguas de algún tipo de protección ambiental.
- La inmensa mayoría de las reservas están gestionadas por las provincias, que apenas destinan fondos para que puedan cumplir sus funciones mínimas.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
La cinta de asfalto se desliza plana entre Villa Río Bermejito y Pampa del Indio, en la provincia del Chaco, noreste argentino. Los campos se suceden a ambos lados del camino y recuerdan vagamente lo que alguna vez fue el monte primitivo. Cada tanto, algunos cerdos se dejan ver chapoteando en el barro que ha formado la lluvia de los últimos días; a veces, se hace necesario disminuir la velocidad porque una modesta manada de cabras avanza agrupada por la carretera.
Las señales de tránsito son escasas y poco informativas, pero hay dos que se distinguen del resto. No tanto por su estado —les falta mantenimiento, hay letras borradas, están semivolcadas sobre el terreno— sino por lo que anuncian: la presencia de animales autóctonos que pueden cruzar la calzada. “Paso de fauna para monos”, dice una de ellas; “Guazuncho”, anuncia la otra, y reafirma el aviso con una imagen de la también conocida como corzuela parda (Mazama gouazoubira).
Lo llamativo, en todo caso, no son las señales en sí mismas, sino que luego de mil kilómetros recorridos por los parajes de la región “chaqueña” son las únicas referidas a la riquísima fauna silvestre del lugar. Aunque tampoco debería provocar sorpresa: apenas el 4,17 por ciento del sector argentino del Gran Chaco —que abarca 60 millones de hectáreas— cuenta con algún tipo de protección ambiental.
“Solo los parques nacionales Copo y El Impenetrable superan las 100 000 hectáreas. Son los únicos que, hasta cierto punto, podrían garantizar la conservación de algunos componentes de la biodiversidad, como grandes carnívoros y herbívoros”, señala Alejandro Brown, presidente de la Fundación Pro-Yungas.
Sin embargo, no es la limitación en superficie de los parques la principal amenaza para la biodiversidad en la segunda ecorregión más extensa e importante de Sudamérica. “El problema más grave, en todos los casos, es el aislamiento”, apunta con total claridad Verónica Quiroga, doctora en Biología de la Universidad de Córdoba. “Las diferentes áreas no tienen conectividad entre sí, y de esa manera se hace muy difícil sostener los hábitats naturales de muchas especies”, reafirma Micaela Caminos, también bióloga e integrante del colectivo Somos Monte. Lo ejemplifica con los pecaríes labiados (Tayassu pecari), “que necesitan entre 11 000 y 12 000 hectáreas de monte para poder desarrollarse”.
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Chaco seco y Chaco húmedo, dos corredores en ejecución
La localidad de Capitán Solari no difiere demasiado de cualquier otra de las que dormitan al borde de la ruta entre Resistencia y la extensa zona donde el monte se torna literalmente impenetrable. El único elemento distintivo de Capitán Solari es un edificio en cuyo frente puede leerse: “Parque Nacional Chaco. Intendencia”. El acceso se encuentra algo más lejos, apenas a unos kilómetros de distancia.
El parque nacional es un excelente ejemplo de los pros y los contras que viven las áreas controladas de la región chaqueña. En sus escasas 14 981 hectáreas, los quebrachos colorados, el icónico árbol del norte argentino, conforman bosques abiertos conocidos como raleras, conformando el hábitat perfecto para pumas (Puma concolor), pecaríes, carpinchos (Hydrochoerus hidrochaeris), guazunchos, monos aulladores (Alouatta caraya) o loros habladores (Amazona aestiva). Esteros, lagunas y cañadas recuerdan que estamos en el sector húmedo del Chaco y, dado que la gestión depende de la Administración de Parques Nacionales (APN), cuenta con muchos más recursos económicos y logísticos que cualquier reserva provincial, lo que asegura personal suficiente, vehículos para patrullaje y un buen nivel de implementación.
Sin embargo, a la hora de exponer los problemas más importantes con el que se enfrenta el espacio, la propia APN hace hincapié en “el efecto isla”, y en la inexistencia de una zona de amortiguamiento o buffer en los alrededores.
El concepto mágico que todos los especialistas repiten cual mantra como solución a este grave obstáculo para el sostén de la biodiversidad se llama corredor biológico. El primer borrador de corredores del Gran Chaco data de 2007 y fue elaborado por la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación en colaboración con la Fundación Pro-Yungas. La referencia de la fecha es clave, porque solo ahora, doce años más tarde, los dos primeros trazados —el del Chaco húmedo y el del Chaco seco— se encuentran por fin en fase de ejecución. La magnitud del tiempo perdido es medible en hectáreas de desmonte, 960 000, teniendo en cuenta solo las pertenecientes a espacios protegidos.
Paula Soneira, actual subsecretaria de Ambiente y Biodiversidad de la provincia del Chaco, es la coordinadora de dicho programa: “El corredor del Chaco húmedo nace aquí, en Capitán Solari, y va subiendo hasta el Parque Nacional El Impenetrable, atravesando toda la zona conocida como interfluvio [es decir, la comprendida entre los ríos Bermejo y Bermejito]”, señala quien participa en un proyecto que se encuadra dentro de lo conocido como GEF (Global Environmental Found), iniciativa que cuenta con apoyo financiero del Banco Mundial.
Sin duda, los grandes mamíferos serán los principales beneficiados de la creación de estos pasillos de biodiversidad, con el yaguareté o jaguar a la cabeza. El animal que ocupa la cima de la cadena trófica de la región se encuentra prácticamente extinguido en el área, pero los seis registros de avistajes registrados en 2019 “pasan exactamente por las rutas definidas en los modelos trazados en el papel”, se entusiasma Soneira. También pecaríes, tapires u osos hormigueros verían extenderse sus terrenos para alimentación y reproducción una vez que el proyecto se convierta en realidad.
La idea original era que 2020 fuese el año en el que comenzarían a implementarse. Sin embargo, la pandemia del coronavirus está golpeando con especial fuerza a la provincia del Chaco, lo cual podría retrasar los avances en ese sentido.
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Practicar una ganadería sostenible es el reto
Uno de los obstáculos que hay que superar es que todo el corredor planificado para el Chaco húmedo se encuentra sobre dominios privados. Por lo general, sus dueños son pequeños productores ganaderos que poseen alrededor de 200 cabezas, en tanto que en el corredor del Chaco seco —que desciende hacia el sur desde El Impenetrable para conectar con los parques provinciales Fuerte Esperanza y Loro Hablador hasta llegar al Parque Nacional Copo, en Santiago del Estero—, los campesinos practican una ganadería extensiva, sin alambrados que limiten los movimientos de los animales, y suelen tener entre 50 y 100 cabezas.
“Ahora mismo estamos definiendo las propuestas técnicas necesarias que les permitan a los productores llevar adelante una ganadería sostenible”, explica Soneira.
Las enormes diferencias de mantenimiento existentes entre los espacios regidos por la APN y las áreas que dependen de las diferentes provincias que forman parte del Gran Chaco, que constituyen el 80 por ciento de la superficie protegida, es el otro punto por atender en la región. “En líneas generales, las áreas provinciales tienen un nivel de implementación entre bajo y malo”, estima Alejandro Brown. “Son reservas pequeñas aunque bastante ricas en biodiversidad, pero la escasez de presupuesto atenta contra un buen cuidado”, agrega Verónica Quiroga. Cuenta que estuvo en Chancaní, Córdoba, donde hay “5000 hectáreas de bosque chaqueño, que parece increíble que todavía se mantengan en pie. Tiene un único cuidador, con poco dinero y poco combustible”.
Luciano Olivares está sentado al otro lado del mostrador. Es el subsecretario de Desarrollo Forestal del Chaco —lo fue de Recursos Naturales hasta diciembre de 2019—, y aporta su visión de la situación: “Sabemos lo que hay que hacer, pero para ello necesitaríamos mucho más dinero. Es un problema logístico, no de materia gris”, dice, y pone entonces las cifras sobre la mesa: “Yo recibo una partida del Fondo Nacional de Bosques que me sirve para cubrir el diez por ciento de los gastos, más lo que me da la provincia, que es el 0,6 por ciento del total. Busco otras vías de financiamiento, aunque todo es muy difícil. Me encantaría tener cien vehículos, pero solo me da el dinero para reemplazar los que se rompen”.
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Parque por parque: riquezas y amenazas
Cada parque y reserva tiene su particularidad. Pero es necesario hacer un repaso por cada uno de los principales espacios protegidos de la ecorregión para tener una idea de lo que se está conservando.
1.Parque Nacional Chaco
Extensión: 14 981 hectáreas.
Bosques de ribera, palmerales, zonas inundables y espejos de agua por doquier abastecidos por el río Negro, en un régimen muy dependiente de las lluvias y, por lo tanto, con amplias variaciones de un año a otro. “En líneas generales, el área está en muy buen estado”, asegura el guardaparques Luis Acuña, y añade: “Hemos reducido al mínimo el impacto de la cacería gracias a los controles, pero también a la educación impartida a los vecinos de los alrededores. Hoy, el mayor factor de riesgo son los incendios”.
El antiguo lecho de un río que desvió su curso hace miles de años, atraviesa por completo el Parque Chaco de norte a sur. Lo cubren pastizales y algunas especies arbóreas: “Es allí donde se encuentra el punto de mayor peligro, porque si el fuego prendiera en ese lugar no podríamos frenarlo y arrasaría la mitad de la reserva”, explica Acuña.
La extracción ilegal de madera —quebrachos y algarrobos, básicamente—, es la siguiente amenaza en orden de importancia.
2.Parque Nacional Copo
Extensión: 118 118 hectáreas
La falta de agua durante la mayor parte del año es la principal característica del reducto más importante del Chaco seco que queda más o menos intacto después de que toda la zona sufriera una auténtica devastación durante la primera mitad del siglo XX: 170 millones de toneladas de madera extraídas hasta 1966, en su mayoría procedente de la especie Schinopsis lorentzii, el quebracho colorado santiagueño. “Desde la declaración como parque nacional, en el año 2000, puede observarse cierta recuperación del quebrachal”, opina Matías Mastrángelo, doctor en Biología de la Conservación y especialista en el estudio del Gran Chaco.
El espacio protegido se ubica en el ángulo noreste de la provincia de Santiago del Estero, exactamente en el límite con la provincia del Chaco. Cerrados bosques espinosos, dominados por “los dos quebrachos” (colorado y blanco), componen un vergel de frutos, cortezas, hojas o raíces para todo tipo de fauna, y es un buen sitio de resguardo para loros habladores, boas arco iris (Epicrates cenchria), camaleones o tortugas terrestres, especies perseguidas para ser vendidas como mascotas.
También debería ser un sitio preferencial para el yaguareté o jaguar, que hasta hace unos 12 años era un habitante más del lugar, “pero ahora sus registros son muy esporádicos”, indica Verónica Quiroga, especialista en la materia. Asimismo, la población de tapires (Tapirus terrestris) ha disminuido de modo drástico. De este modo, las tres especies de pecaríes, los osos hormigueros (Myrmecophaga tridactyla) y los tatús carreta (Priodontes maximus), los armadillos más grandes del mundo, han pasado a ser las estrellas del parque.
“El área atrae a muchos cazadores furtivos de otras zonas”, observa Mastrángelo, “con el agravante de que los puestos de control son escasos para cubrir una superficie tan grande”.
Los desmontes ilegales que se produjeron entre 2016 y 2018 en la zona de amortiguamiento al este del parque, que permitieron el avance de la frontera productiva, son los otros grandes enemigos de este gran pulmón del Chaco seco. Unas 50 000 hectáreas de monte se han perdido en ese lapso, alterando el hábitat circundante y abriendo la ruta para el furtivismo.
3.Parque Nacional El Impenetrable
Extensión: 128 000 hectáreas.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
El más reciente de los espacios naturales de la región, abierto al público en los primeros meses de 2018, se ha transformado en el gran estandarte de protección incluso a pesar de que todavía se encuentra en pleno período de implementación. Son mínimas las zonas visitables y el inventario o relevamiento de las especies de fauna que viven en el interior, tarea que realiza la Estación de Campo Teuco, perteneciente a la ONG Rewilding Argentina (antes The Conservation Land Trust), aún no ha finalizado.
“El estado de conservación del parque es muy bueno, tiene todo lo que hay que tener en cuanto a fauna y flora”, manifiesta con satisfacción Leonardo Juber, intendente y máximo representante de la Administración de Parques Nacionales en El Impenetrable. Un recuento rápido le da la razón. Formaciones boscosas de árboles como el vinal (Prosopis Ruscifolia), el itín (Prosopis kuntzei), el algarrobo (Ceratonia siliqua) o la tusca (Acacia aroma); humedales como las lagunas del Breal, del Suri o de los Corrales, el Pozo del Yacaré o el Bañado Grande y los cauces de los ríos que delimitan el parque ofrecen una amplia gama de ambientes para la fauna del lugar.
“Calculamos que habrá unas 600 especies de vertebrados”, dice Gerardo Cerón, el encargado de catalogar y revisar cada especie que se identifica en el lugar. Un yaguareté macho y adulto ha sido uno de los últimos animales en incorporarse al censo, en septiembre pasado.
El precario estado de implementación del espacio está en el origen de la mayoría de las amenazas. “Tenemos personal de manera permanente dentro del parque, pero a través de guardias rotativas, ya que todavía no están montadas las infraestructuras para vivir en su interior. También estamos montando los puestos de control y vigilancia”, comenta Juber.
La permeabilidad que todavía ofrecen los límites del área, sobre todo desde el río Bermejo, facilita la llegada de cazadores furtivos, atraídos por la cantidad de animales existentes. El desmonte producido fuera del área en los últimos años y la extracción ilegal de madera son los otros riesgos a los que enfrenta este parque.
4.Parque Nacional Río Pilcomayo
Extensión: 51 899 hectáreas.
Recostado sobre el cauce que marca la frontera entre Argentina y Paraguay y declarado en 1951, se trata de la muestra más cabal del Chaco húmedo. Al contrario de lo que ocurre en la mayor parte de la ecorregión, aquí sobra el agua. Y no es una exageración. La propia APN habla de “excedentes hídricos superficiales”.
Las 700 hectáreas de la Laguna Blanca son el ambiente más representativo del espacio, que se caracteriza por la cadena de esteros y bañados que cubren toda la extensión cercana a la ribera. Una sabana con palmeras caranday (Copernicia alba) como árbol más destacado ocupa las tierras interiores, donde al margen de la fauna común al resto del Gran Chaco, puede verse el yetapá de collar (Alectrurus risora), un pájaro que aparece como Vulnerable en la Lista Roja de la UICN.
La caza y la pesca están muy arraigadas en la zona, y el furtivismo es cosa de todos los días en un sitio donde las tareas de control resultan muy difíciles. El carácter limítrofe del Pilcomayo complica el trabajo de los guardaparques en relación a las embarcaciones de pesca y el estado de las alambradas dista de ser ideal para evitar el ingreso de cazadores.
5. Reserva Natural Formosa
Extensión: 9005 hectáreas
La Reserva Formosa incluye elementos chaqueños de yungas y hasta de la selva paranaense. El palo santo (Bulnesia sarmientoi) es el árbol más llamativo del área y la pérdida de ejemplares debido a la tala selectiva es la principal amenaza que afronta el lugar. El espacio no está alambrado, por lo cual la vigilancia se torna prácticamente imposible; el alto valor económico de la madera de palo santo en el mercado completa una combinación que puede ser letal para su futuro.
Al mismo tiempo, el ganado vacuno que entra libremente en la reserva afecta de manera directa la capa de hierbas, erosiona los suelos alterando los hábitats y compite por el espacio con osos hormigueros y diversas especies de armadillos.
6.Parque Natural Provincial Fuerte Esperanza
Extensión: 28 220 hectáreas
“Cuando fue declarado como reserva, en el año 2000, la zona se encontraba en estado crítico”. Paola Ruiz Díaz, la única guardaparques de la reserva, remarca la frase para hacer notar que la tarea realizada en estas dos décadas ha obtenido resultados positivos.
La protección de los bosques de palo santo fue la causa que motivó el nacimiento del espacio.“Tenemos registrados seis de los ocho monumentos naturales de la provincia, incluso huellas de yaguareté en los últimos meses”, señala Ruiz, quien junto a tres auxiliares y con muy pocas herramientas no siempre en buen estado, es la encargada de controlar las amenazas. “Lo que hacemos es reforzar el trabajo de educación ambiental y crear conciencia para evitar la caza furtiva”, explica, y asegura que lo van consiguiendo: “La gente mayor de los alrededores ha dejado de cazar, ahora cuidan sus campos y protegen la vida silvestre”.
El desmonte avanza ahora a toda velocidad en torno a Fuerte Esperanza, incluso dentro de la reserva indígena de 130 000 hectáreas que existe junto al límite norte y que está catalogada como zona roja en la Ley de Bosques [es decir, en las que se prohíbe cualquier actividad productiva].
7.Parque Natural Provincial Loro Hablador
Extensión: 19 500 hectáreas
Las aves son las grandes protagonistas del área. La cantidad y variedad es apabullante: jilgueros (Sicalis flaveola), cardenales (Paroaria coronata), zorzales (Turdus rufiventris), carpinteros copete amarillo (Celeus flavescens), urracas (Cyanocora chrysops), palomas, gavilanes, milanos, otras rapaces y, por supuesto, loros habladores.
Las dificultades de acceso y la falta de agua durante ocho o nueve meses al año son la mejor defensa contra el intrusismo masivo y la caza, que podría verse tentada por la amplia biodiversidad de mamíferos existente.
Del mismo modo, la reserva se ve afectada por los desmontes y la falta de presupuesto para las tareas de control y mantenimiento. De hecho, actualmente el único guardaparques solo cuenta con dos motos para efectuar las tareas de vigilancia.
8.Reserva Hídrica Bañado de la Estrella
Extensión: 280 000 hectáreas.
El segundo humedal más grande del país se origina en un derrame del río Pilcomayo, cuya superficie de agua varía cada temporada en función del clima, y su funcionamiento como reserva está lejos de ser el ideal.
“El Bañado está formalmente protegido desde noviembre de 2018, pero la atención que recibe es relativa”, comenta Alejandro Brown. “En los mapas aparece como reserva, pero no cuenta con medidas efectivas de manejo”, amplía la doctora Verónica Quiroga. “Es cierto que no hay nadie fijo en el lugar, porque la figura de guardaparques no existe en Formosa”, explica Franco Del Rosso, ex director de Recursos Naturales de esa provincia. De ese modo, es la Policía Ecológica la que se ocupa de las cuestiones de seguridad en La Estrella.
El espacio, declarado en mayo pasado una de las 7 Maravillas Naturales de Argentina, es una explosión de biodiversidad y un paraíso para la observación ornitológica. Hogar estable para aves como el biguá (Phalacrocorax brasilianus), el yabirú (Jabiru mycteria), la garza mora (Ardea cocoi), el milano chico (Gampsonyx swainsonii), nutrias gigantes (Pteronura brasiliensis), el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) se destaca entre los mamíferos, y los champales, árboles muertos cubiertos de musgo, ofrecen la silueta más reconocible en el mundo vegetal.
“El estado de conservación es muy bueno porque la capacidad de transformación es poca debido a la propia dinámica del lugar”, subraya Del Rosso. La escasa actividad humana, debido a la imposibilidad del desarrollo agrícola y las dificultades para criar ganado a gran escala, sirven como escudo. Aun así, la caza furtiva y los fuegos provocados en pastizales y pajonales en los años de sequía son los factores a controlar en un paraje que podría decirse se protege a sí mismo.
Imagen principal: Un mono aullador negro (Alouatta palliata) descansa sobre una rama en el Parque Nacional Chaco. Foto: APN.
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