- Sequía, plagas e incendios son cada vez más recurrentes en las zonas forestales. Las comunidades que realizan manejo forestal desarrollan estrategias para proteger a sus bosques, ecosistemas que son prioritarios para la mitigación del cambio climático.
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En algunas lenguas indígenas no son suficientes dos palabras para expresar todo lo que significa “cambio climático”.
Alejo López, hablante de una de las variantes del chinanteco que se habla en Oaxaca, explica que para referirse al cambio climático él usa una expresión más extensa: “Ni ka li seen ja lee ee lï´ mïï hui´”; la interpretación en español sería “conservemos lo que tenemos y hagamos buen uso de nuestro bosque, nuestra agua, nuestro aire”.
Los chinantecos, que habitan en la Sierra Juárez de Oaxaca, se llaman a sí mismos “tsa ju jmí’”, que significa “gente de palabra antigua”. Su lengua tonal se transmite en forma oral y, hasta hace unos años, algunas personas como Alejo López comenzaron a realizar su registro escrito.
Alejo López no solo domina el chinanteco. Como muchos de sus vecinos de Santiago Comaltepec, Oaxaca, también sabe de bosques y de organización comunitaria. Él es presidente del consejo de administración de la Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapotecos-Chinantecos de la Sierra Juárez (UZACHI).
Años atrás, cuenta Alejo López, la lluvia en su bosque era constante, “la mayor parte del año llovía, pero ahorita ha cambiado mucho, precisamente este año ya casi lleva un mes sin llover; eso obedece a la deforestación”.
La percepción del cambio en la caída de lluvia que tiene Alejo López coincide con la voz de los científicos que hace tiempo alertan sobre los efectos del cambio climático global, entre ellos las sequías más intensas.
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En México, se conoce aún poco sobre cuáles son los efectos específicos del cambio climático, advierte Julián Andrés Velasco Vinasco del Grupo de Cambio Climático y Radiación Solar de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se estima, dice, que algunos grupos de plantas podrían desaparecer, “pero no tenemos la información detallada de cuáles son las especies más susceptibles por este fenómeno”.
Quienes, como Alejo, viven de los bosques comunitarios ya observan algunas consecuencias por los cambios en el clima.
El avance de las plagas
En chinanteco, Mo´ significa bosque y ´Mah es árbol.
Esos bosques de la Sierra Juárez de Oaxaca se enfrentan, con mayor frecuencia, a la presencia de insectos —como el descortezador (Dendroctonus adjunctus) y el defoliador (Zdiprino haudeni)— que se convierten en plagas por el daño que provocan a los árboles.
“Anteriormente la temporada de lluvias era más marcada y en las temperaturas bajas estas plagas declinaban su población y los bosques mantenían su vigor. Ahora con las temporadas de calor más prolongadas y de sequías, las plagas tienen mayores capacidades de crecimiento y obviamente de afectación a los bosques”, explica Salvador Anta Fonseca, miembro del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) y responsable del área forestal de la organización Política y Legislación Ambiental (POLEA).
Manuel Herrera Santiago, director técnico de la UZACHI, confirma cómo el cambio del clima propicia el aumento de las plagas: “Se han movido los ciclos del descortezador, es algo muy notable. Es una plaga que ya teníamos, pero ahorita con los cambios de temperatura se han recorrido los meses de incidencia de este insecto que ya no son tan marcados como antes”.
La temporada para poder combatir al insecto en etapa de larva era de enero a junio, “pero ahora en esas fechas ya existen adultos o bien las larvas aparecen después; se está valorando la situación, pues es posible que sea otra especie de Dendroctonus”, puntualiza Laura Jimenez, subdirectora técnica de la UZACHI.
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Sumado a lo anterior, hace cuatro años apareció una nueva plaga que no se había presentado en Oaxaca: el defoliador. “Primero apareció en un pueblo y ya van a tener 20 000 hectáreas afectadas”, menciona Salvador Anta.
Manuel Herrera explica que las montañas boscosas que antes tenían ambientes templados, ahora se enfrentan a temperaturas más altas. Eso ha beneficiado a las plagas. “Los defoliadores —señala— no rebasaban los 2200 metros sobre el nivel del mar y ahora lo tenemos hasta los 2800 metros sobre el nivel del mar, es algo extraordinario y las comunidades no están preparadas para afrontar una plaga que aparece de la noche a la mañana, es algo que pega muy fuerte”.
Los insecticidas que se utilizan para atacar la plaga del defoliador, fabricados con esporas de hongos, se esparcen con helicópteros sobre los árboles del bosque; también se tienen que rociar desde el suelo para incidir en la fase larvaria del insecto.
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Para las comunidades que son dueñas de estos bosques y que realizan un aprovechamiento sustentable de ellos, eso implica costos y procesos que antes no tenían contemplados.
“Estos insecticidas se pegan en el cuerpo de las orugas, penetran en su tejido y los matan. No son insecticidas químicos, porque en estos bosques hay manantiales y las personas toman el agua de ahí”, explica Salvador Anta, quien tiene una estrecha colaboración con estas comunidades.
Vigilancia constante, monitoreo para la identificación y combate del insecto, tanto por parte de las autoridades y como de los técnicos, son algunas estrategias de combate a las plagas.
Manuel Herrera explica que las comunidades están innovando en su lucha contra las plagas con algunas alternativas desde la aplicación de tratamientos mecánicos como la clarificación de zonas boscosas, quemas controladas o hasta el combate directo al gusano para eliminarlo manualmente.
Multiplicación de incendios forestales
Desde mediados de abril y durante los primeros días de mayo, en la Sierra Juárez, el humo de los incendios forestales saturó el aire o “Gih”, como se le dice en chinanteco.
“Un tema que está afectando al país y fuertemente a Oaxaca son los incendios forestales. Ahorita tenemos incendios uno tras otro… Llegamos a tener 40 incendios a nivel estatal de manera simultánea”, señala Manuel Herrera.
Enrique Jardel, especialista en ecología del fuego, menciona que 2019 fue un año en el que se registraron las temperaturas más altas históricamente, propiciando una mayor incidencia de incendios en México. En los últimos tres años, la superficie incendiada fue superior al promedio de los últimos 50 años.
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“El clima —explica Jardel— es el factor de primer orden que controla los regímenes de incendios y lo que se está observando a escala global son cambios en la estacionalidad. Por ejemplo, temporadas de sequía más largas que favorecen la propagación de incendios y, en muchos casos, sequía extrema durante varios años que crea las condiciones para la propagación de incendios muy severos”.
Manuel Herrera, de la UZACHI, explica que el manejo forestal comunitario —el aprovechamiento planificado y sustentable de los recursos maderables y no maderables del bosque— tiene tres áreas de acción: social, económica y ecológica.
“Los incendios forestales nos pegan en las tres áreas”, resalta Herrera y menciona algunos ejemplos: en la ecológica, un incendio puede afectar zonas de reforestación de cinco, diez o veinte años; en la parte económica, se pierden los recursos que se invirtieron, “porque no tiene el mismo valor una madera quemada que una madera buena”; y en la parte social están los riesgos que implica combatir un incendio. Además, “si se pierde el bosque, se pierde el empleo lo que impacta la economía de las personas”.
Bosques contra el cambio climático
“E mianaa ih mo´ kii naa” es la forma de nombrar el manejo forestal en Chinanteco.
Fue en la Sierra de Juárez, donde hace poco más de 30 años, las comunidades lograron que el Estado ya no entregara a empresas privadas las concesiones para aprovechar la madera de los bosques que crecían en sus territorio. A partir de entonces los habitantes de estas tierras comenzaron a dar forma a un modelo que hoy se conoce como manejo forestal comunitario.
Laura Jimenez Bautista, subdirectora técnica de la UZACHI, menciona que las comunidades de la región ya reconocen que sus bosques no solamente son madera, sino que proveen servicios ambientales y que el manejo forestal contribuye a la mitigación del cambio climático.
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Jimenez Bautista explica que las comunidades que forman parte de la UZACHI son parte del “Mecanismo Dedicado Específico para Pueblos Indígenas y Comunidades Locales”, iniciativa global para apoyar a poblaciones indígenas que conservan bosques y realizan actividades de mitigación del cambio climático.
El MDE es financiado con una donación del Programa de Inversión Forestal (FIP, por sus siglas en inglés) y su ejecución en México es operada con la supervisión del Banco Mundial, indica Ricardo Ramírez Domínguez, gerente nacional de Rainforest Alliance México-Alianza para bosques A.C., organización que funge como la Agencia Nacional Ejecutora de este mecanismo.
El MDE —detalla Ramírez— otorga financiamiento a 97 subproyectos de actividades productivas relacionándolas con el manejo forestal sustentable, sistemas agroforestales, ecoturismo, agricultura climáticamente inteligente, sistemas silvopastoriles y promoción e inclusión de la gobernanza local en ejidos, comunidades, empresas comunitarias y sociales en los estados de Jalisco, Campeche, Quintana Roo, Oaxaca y Yucatán.
En noviembre 2010, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) publicó el estudio titulado El manejo forestal sostenible como estrategia de combate al cambio climático: las comunidades nos muestran el camino, en el que se menciona que en aquellas zonas donde predomina el manejo forestal comunitario, el bosque se conserva e incluso se expande.
En este documento también se resalta que “en su nivel más desarrollado, el manejo forestal comunitario protege eficazmente a los bosques, en una superficie estimada de 8.1 millones de hectáreas que cuentan con planes de manejo y tasas de conservación similares o superiores que las reportadas en Áreas Naturales Protegidas”.
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En ese estudio se recalca que el aprovechamiento forestal comunitario es eficaz porque promueve el desarrollo de las comunidades locales, al mismo tiempo que conserva la biodiversidad y captura de carbono.
“Los bosques no solo generan beneficios a sus propietarios sino que producen servicios ecosistémicos al resto de la sociedad: la captación de agua, la captura de dióxido de carbono de la atmósfera y diferentes bienes que son muy importantes para la economía”, resalta Salvador Anta.
El experto explica que las comunidades forestales maderables destinan una parte de su bosque para la producción sustentable de madera. Los pobladores, remarca, son los primeros interesados en que se conserve ese bosque y por ello en donde se realiza manejo forestal comunitario “podemos ver que históricamente ahí no cambia el uso del suelo, se mantienen como bosques y selvas”.
Salvador Anta resalta que, desafortunadamente, de las 64 millones de hectáreas de bosques y selvas que tiene el país, solo en 5.5 millones se realiza una producción forestal maderable.
El CCMSS propone reorientar las políticas públicas del campo para fortalecer el manejo forestal comunitario, el cual ha demostrado frenar la deforestación y degradación de los bosques.
“El manejo forestal comunitario es algo de lo que podemos estar orgullosos en México, ha dado buenos resultados”, enfatiza Enrique Jardel, profesor investigador del Departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad de Guadalajara.
Jardel también reconoce que las empresas forestales comunitarias enfrentan una serie de problemas, entre ellos la crisis económica y la presencia del crimen organizado en el control de la tala ilegal.
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Sembrar el manejo forestal
Alejo López creció entre árboles y aprendió con la gente de su comunidad a realizar manejo forestal.
En otras tierras del país, en el estado de Jalisco, Eduardo Sánchez Guizar, busca aprender a manejar en forma sustantable ese bosque que hace un lustro comenzó a cuidar.
“Es como un bosque chiquito, todo alrededor está sembrado de maíz y es el único lugar donde hay más árboles; se ven nidos de pájaros y pisadas de venados que se refugian allí”, cuenta a Eduardo Sánchez Guizar, dueño de ocho hectáreas en el municipio de Atoyac, Jalisco, dentro de la Sierra del Tigre, perteneciente a la Sierra Madre Occidental en México.
Eduardo, de 57 años de edad, reforestó su predio con 5000 árboles de una especie local conocida como rosa panal (Viguiera quinqueradiata), con la que se fabrican los equipales, un mueble típico mexicano. La reforestación fue parte del Programa Especial para la Restauración de las Microcuencas en Zonas Prioritarias Lerma-Chapala, de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Su caso fue uno de los más exitosos porque sobrevivió el 80 % de los árboles que plantó.
El terreno de Eduardo es parte de un ejido, una forma de propiedad colectiva surgida a partir de la Revolución mexicana, establecida para trabajadores agrarios sin tierras. Actualmente, en el país el 70 % de la cobertura forestal y de los bosques son propiedad de ejidos y comunidades.
A los 18 años, Eduardo migró a Estados Unidos para trabajar en las plantaciones de almendras y duraznos cerca de Sacramento, California. Desde entonces soñaba con una tierra llena de árboles, “a mí me gusta mucho ver los árboles grandes, mis compañeros del Ejido dicen que está muy bonito; todos deberíamos sembrar muchos árboles, si nos sumamos todos a lo mejor sí podríamos hacer algún tipo de cambio, si nos lo proponemos”.
Eduardo es consciente que el cambio climático ya está generando efectos en los ecosistemas, “si ponemos más árboles, estos atraen el agua; nosotros no podemos decidir sobre el clima, pero lo que nosotros hicimos es una pequeña ayuda, no es lo mismo que digas que hay 4000 árboles a que no haya ninguno, a lo mejor son poquitos, pero a la hora de la hora ayudan en algo”.
Los equipales, cómodas sillas y sillones de estilo rústico campestre, requieren que la madera de la rosa panal tenga un ancho que se alcanza cuando el árbol tiene, por lo menos, 5 años de edad. Por eso, ahora Eduardo tiene planes de comenzar a realizar aprovechamiento forestal. Eso sí, dice, cuidando que su bosque se mantenga.
*Imagen principal: Para el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible detener los procesos de deforestación y degradación de los bosques es uno de los principales retos globales en el combate al cambio climático. Foto: cortesía Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapotecos-Chinantecos de la Sierra Juárez
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