Los primeros casos de la reciente ola de tráfico de jaguares en Sudamérica se reportaron en Surinam a inicios de este siglo. Desde entonces las mafias operan impunemente, sobre todo en áreas protegidas como el parque Brownsberg.Las autoridades de Guyana señalan que se encuentran en etapa preventiva para frenar el avance del tráfico del felino. Sin embargo, algunos científicos sospechan que los criminales podrían haber sumado a este país a la ruta para enviar partes de jaguar a Asia Era 1999 cuando la organización Traffic escuchó, por primera vez, que en un cargamento de partes de felino encontrado en China se hallaron también restos de jaguar. Parecía un caso aislado, recuerda Richard Thomas, experto de esta entidad que se dedica a la vigilancia mundial del comercio de vida silvestre. Pero no fue hasta dieciséis años más tarde, en abril de 2015, que este hecho cobró relevancia para Thomas, cuando un colega le confirmó que el gran felino de América estaba en la mira de los traficantes: “Acabo de estar en Surinam —le dijo a través de un correo electrónico— y las autoridades nos han mostrado un cadáver congelado de jaguar. Fue decomisado a unos ciudadanos chinos”. En esta historia hay un detalle que no puede pasarse por alto: los traficantes habían desechado la piel del animal, uno de los bienes más valiosos para las mafias que operaban a mediados del siglo pasado. Lo que importaba ahora eran los huesos, colmillos y garras. La segunda ola del tráfico de este felino tenía otros motivos. La abogada especializada en delitos contra la vida silvestre, Pauline Verheij, recogió también en Surinam testimonios que involucran a ciudadanos asiáticos en el tráfico de partes de jaguar. Indica que los datos que obtuvo abarcan los últimos veinte años. Verheij aún recuerda que en medio del estudio que realizó sobre la situación del felino en ese país para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza de los Países Bajos (UICN NL), conoció a un ex agente del servicio forestal nacional que le aseguró que en el 2003, cuando se acercó vistiendo su uniforme de oficial a un supermercado chino en Paramaribo, capital de Surinam, el dueño sin mediar palabra lo interceptó y le dijo: —Vas mucho al bosque, ¿no? —Sí, por mi trabajo. —La próxima vez que vayas, tráeme un jaguar. Me interesa la cabeza. El agente se quedó en shock ante el pedido directo del propietario de nacionalidad china, cuenta Verheij. “Te demuestra —agrega la experta— cuán poco respeto se le tenía a las autoridades en ese entonces”.