- Toneladas de desechos plásticos llegan cada año a las playas de Galápagos, uno de los santuarios marinos más importantes del mundo.
- Investigadores estiman que un 30 % de la basura recogida en las limpiezas costeras proviene de las flotas chinas que pescan frente al mar insular de Ecuador.
- Estos buques responden a la Organización Regional de Ordenación Pesquera del Pacífico Sur, un organismo intergubernamental que prohíbe a los barcos arrojar plásticos al mar. Sin embargo, esta organización no cuenta con observadores para vigilar el cumplimiento de esas disposiciones y nadie hace valer las reglas que han quedado solo en el papel.
Esta historia es una colaboración entre Mongabay Latam y La Barra Espaciadora y fue producida con el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews.
En 2011, el biólogo de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), Juan Pablo Muñoz-Pérez, se paralizó al ver que, en una playa de la isla San Cristóbal, en el archipiélago de Galápagos, había más basura que lobos marinos. Había llegado para hacer un censo de estos animales y se encontró con algo “espeluznante”. El lugar considerado uno de los más protegidos del planeta y que sirvió de inspiración a Charles Darwin para su teoría de la evolución ya no escapaba a la crisis global del plástico.
Desde esa experiencia, Muñoz-Pérez se dedica a estudiar la contaminación en las islas y su impacto en las personas, animales y ecosistemas y lo que ha podido ver es que hay cada vez más basura. En 2021, el Parque Nacional Galápagos recogió 15 toneladas de desechos, más que en 2020 (13,28 ton) y 2019 (12,4 ton).
Las investigaciones de Muñoz-Pérez han demostrado que la basura que llega hasta las costas del archipiélago viene desde Perú y Ecuador continental, principalmente. Pero sus estudios también han entregado suficientes pruebas para presumir que el 30 % de la basura proviene de la flota china que todos los años pesca calamar gigante frente a los mares de Ecuador, pero también de Argentina, Chile y Perú. Esto, a pesar de que las embarcaciones que operan en aguas internacionales, frente a la Zona Económica Exclusiva de Galápagos, tienen prohibido descargar en el mar todo tipo de plástico.
Botellas, envases de aceite para embarcaciones y sacos de yute con letras asiáticas, principalmente chinas, se acumulan en las playas deshabitadas del Archipiélago como evidencia de que los desechos de estas naves se están depositando en el océano. Los pescadores y los investigadores han hallado plástico en las vísceras de los peces, han visto a iguanas y lobos marinos enredados en la basura y a tortugas asfixiadas por bolsas plásticas.
Un equipo periodístico de La Barra Espaciadora y Mongabay Latam viajó hasta el archipiélago de Galápagos para investigar el problema y revelar en este reportaje cómo las reglas impuestas por el organismo internacional que regula la pesquería de calamar en aguas internacionales del Pacífico Sur se han convertido en normas de papel que nadie hace valer.
No hay sanciones
Para intentar tener control de lo que sucede en aguas internacionales, se han conformado Organizaciones Regionales de Ordenación Pesquera (OROP). Estas son instancias intergubernamentales encargadas de administrar ciertos recursos pesqueros en diferentes espacios de altamar del mundo. Las embarcaciones chinas que pescan frente al territorio marítimo ecuatoriano operan en una zona controlada por la OROP del Pacífico Sur (OROP-PS ) que se encarga de administrar la pesquería del jurel y del calamar.
En 2020, cuando las flotas chinas se instalaron en los límites de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Galápagos, el escándalo alcanzó proporciones mundiales. Científicos y conservacionistas advirtieron que a la sobrepesca se sumaba la probabilidad de que especies amenazadas, como los tiburones martillo, fueran capturadas. Pero poco se ha hablado hasta ahora de la amenaza que representa la basura que estos barcos estarían arrojando al mar.
En 2019, la OROP-PS implementó la Medida de Conservación y Gestión 17-2009 para proteger los ecosistemas marinos y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta exige que cada país miembro de la organización (Australia, Chile, China, Ecuador, entre otros) prohíba a sus buques descargar en el mar todo tipo de plásticos. Así, por regla, los desechos deben almacenarse en las embarcaciones hasta que sean descargados en el puerto.
Si bien son los países miembros los responsables de legislar y establecer las sanciones a los barcos que incumplan con la normativa, es la propia OROP-PS quien lleva los registros de incumplimiento. Es por eso que para saber qué tanto se cumple la regla de no arrojar basura al mar, solicitamos a la OROP-PS información sobre cuántas sanciones se han registrado desde la aplicación de la medida. Sorprendentemente, aunque se han encontrado miles de desechos asociados a las flotas chinas, el organismo no ha detectado ni un solo caso de incumplimiento.
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La evidencia existe
A una hora del puerto de la isla de San Cristóbal se ubica una de las zonas más contaminadas por plásticos en el archipiélago. Conocida como El Pescador, esta playa deshabitada es un reflejo del impacto de la basura de las flotas asiáticas, sobre todo chinas.
A bordo de una lancha, un grupo de científicos se dirige cada mes hasta esta zona para medir la presencia de plásticos. Este no es un lugar turístico ni de fácil acceso. Solo llegan pescadores con mucha experiencia y lo hacen cuando la marea les es favorable. Desde la embarcación, la playa luce como una postal, pero al desembarcar, el paisaje se transforma: botellas, costales y todo tipo de desechos se mezclan con las rocas y la fauna.
Los lobos marinos reposan a pocos metros de cientos de envases plásticos. Las aves saltan sobre frascos de aceite que después picotean en busca de algún alimento.
Una botella con etiqueta china es el primer objeto con el que se encuentran los científicos. A Juan Pablo Muñoz-Pérez esto ya no le sorprende.
Desde el 2020, este investigador y su equipo recolectan plásticos en este sitio. Mediante una cámara solar, fotografían cada 10 minutos la llegada de la basura desde el mar. En cada visita colocan una cinta métrica en la arena y recogen los desechos que encuentran a lo largo de 50 metros, la mitad de la longitud de un campo de fútbol.
Al regresar al laboratorio, analizan las imágenes y clasifican los desechos. Solo en esta ocasión se recogieron 600 artículos, entre botellas plásticas, envases de aceites para motor y trampas de anguila, un arte de pesca muy común en Asia que no se usa en Galápagos.
“Los resultados que se han obtenido en El Pescador se repiten en todo el Archipiélago”, cuenta el investigador. El 30 % de los desechos recogidos en cada limpieza corresponde a artículos con etiquetas asiáticas. La cifra es alta sobre todo considerando que el 60 % restante proviene de Perú y de Ecuador continental y que solo el 10 % corresponde a diversos orígenes.
Tener la absoluta certeza de que los desechos asiáticos provienen de las flotas chinas que operan frente al mar territorial de Galápagos implicaría ver y registrar a la tripulación arrojando basura al mar. Hasta ahora los investigadores no tienen esa evidencia, sin embargo, sí tienen pruebas contundentes que respaldan esa hipótesis.
“La basura de Perú y Ecuador es arrastrada por las corrientes marinas desde el continente, pero es casi imposible que una partícula llegue desde China flotando contra la corriente hasta Galápagos”, explica Muñoz-Pérez. Esto refuerza la hipótesis de que solo podría provenir de las embarcaciones que pescan en el límite de la Zona Económica Exclusiva de Galápagos. El investigador está trabajando en un artículo científico que analiza estos datos y que será publicado durante este 2022.
El oceanógrafo Erik van Sebille, del Institute for Marine and Atmospheric Research de Utretch University, en Holanda, corroboró la información de Muñoz-Pérez con una publicación de 2019. En este estudio muestra una simulación de las corrientes marinas, en la que se observa que es improbable que las partículas de Asia lleguen al Archipiélago. Además, las botellas halladas en Galápagos con etiquetas chinas están en buenas condiciones y su fecha de caducidad es reciente. Si vinieran desde Asia, tardarían hasta dos años en llegar.
En Punta Rocafuerte, otra zona deshabitada, ubicada a una hora del puerto de los pescadores en la isla de Santa Cruz, la escena es similar. A inicios de diciembre de 2021, el pescador Walter Borbor visitó el lugar y encontró artículos similares a los que halló Muñoz-Pérez.
“Hace tres meses sacamos unos 15 sacos de basura, la mayoría asiática, en una sola jornada de limpieza”, cuenta Borbor indignado. El pescador, originario de las costas de Ecuador continental y que trabaja en la Reserva Marina de Galápagos desde hace 20 años, ha participado en 50 limpiezas costeras como miembro del Frente Insular, un colectivo que en coordinación con el Parque Nacional Galápagos limpia las playas de las islas.
Según Borbor, el año pasado “la flota extranjera estuvo más lejos de las aguas de Galápagos y coincidencialmente se encontraron menos objetos con etiquetas asiáticas”. En efecto, en 2021 la flota se instaló a 390 millas de la Zona Económica Exclusiva Insular, mientras que en 2020 estuvo a 10. Según datos del Parque Nacional Galápagos, de las 74 206 botellas plásticas recolectadas entre 2018 y 2021, se identificó la procedencia del 48,9 %. De estas, el 22,5 % (8167) corresponde a marcas asiáticas, especialmente chinas.
“No tenemos evidencia científica o técnica de que esta basura provenga de las embarcaciones extranjeras”, explica Danny Rueda, director del Parque Nacional Galápagos. Sin embargo, coincide en que los desechos son “muy nuevos”, lo cual es una muestra de que no llegan con las corrientes desde el continente asiático, ubicado a 9830 millas de distancia.
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La fauna en peligro
Las fundas plásticas en el agua lucen igual que las medusas y las medusas son parte de la dieta de las tortugas marinas de Galápagos. Estos reptiles confunden los plásticos, los ingieren, obstruyen su tracto intestinal y, como consecuencia, mueren.
El cormorán no volador galapagueño generalmente hace sus nidos con lo que encuentra en el océano, como algas o estrellas de mar. Pero ahora los construye con basura plástica.
Un piquero de patas rojas con un cepillo de dientes en su pico o una iguana Godzilla ingiriendo una funda plástica son otras imágenes que grafican el problema. Los estudios de Muñoz-Pérez demuestran que 33 especies del archipiélago han ingerido o se han enredado en basura plástica. De estas, 13 son endémicas, es decir, que solo habitan en este rincón del planeta.
“Sabemos que el plástico está en todos lados y que se lo están comiendo. Ahora necesitamos saber qué tanto plástico va a ser necesario para que empiece a afectar a las especies”, dice Daniela Alarcón, investigadora de la Universidad San Francisco de Quito.
“Cada vez que salto a tierra, para hacer alguna faena de pesca, encuentro envases así”, relata Walter Borbor, mientras sostiene un frasco de aceite para motor con letras asiáticas. “Imagínese que esto se descomponga y es combustible, causa un gran impacto para la vida silvestre y marina que existe aquí en la isla. Hemos encontrado muchas veces en productos que están abiertos y en envases más grandecitos iguanas muertas, zayapas (un tipo de cangrejo) muertas. Es muy triste ver que una vida se pierde”, agrega.
Daniela Hill, directora de la Amiguitos del Océano, una fundación dedicada a la educación ambiental, explica que los microplásticos también son parte del problema, ya que “por confusión o a veces por curiosidad, los animales se alimentan de estas partículas que están flotando o bajando por las columnas de agua”. Estos pequeños pedazos flotan en el mar y se asoman en la arena. “Son menores a cinco milímetros y a veces son imperceptibles al ojo humano”, dice Hill.
Los microplásticos no solo afectan a la fauna. Un estudio reciente, liderado por Jen S. Jones, del Galápagos Conservation Trust, demuestra que estas partículas están presentes en los invertebrados marinos y también en los seres humanos. Otros estudios revelan que los químicos liberados por el plástico en el agua envasada pueden causar un desbalance hormonal en las personas.
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Falta de fiscalización
Las flotas pesqueras chinas pasan hasta dos años en altamar. Cada vez que llenan sus bodegas, trasladan los productos que pescan a buques madre que llegan cada cierto tiempo y así continúan pescando sin volver a puerto. Esto intensifica la pesca y podría ser la explicación de que su basura termine en el Archipiélago de las Galápagos. “Hasta el momento no he escuchado que haya algún registro en puerto donde les fiscalicen cuánta basura está volviendo”, denuncia Muñoz-Pérez.
“El gobierno chino exige de manera estricta que todos los barcos que operan en el extranjero protejan el ecosistema y el medio ambiente”, aseguró Chen Guoyou, embajador chino en Ecuador, en una entrevista con La Voz de América publicada en octubre de 2021. Sin embargo, no habló de cómo fiscalizan sus prácticas. Solicitamos información a la Embajada China en Ecuador, pero no recibimos información hasta el cierre de este reportaje.
La OROP-PS , por su parte, hace una evaluación anual sobre el cumplimiento de las medidas de conservación y gestión. Pero de acuerdo con información enviada vía correo electrónico a este medio, la evaluación consiste en un “autoinforme” que realiza cada país miembro de esta organización, respondiendo a un Cuestionario. Luego, la Secretaría de la OROP-PS evalúa el documento comprobando su “exactitud y exhaustividad” con “cualquier dato o información que tenga la Secretaría”, información que a su vez es proporcionada por los países miembros. En otras palabras, quienes pescan en las afueras del mar de Galápagos son juez y parte en la evaluación del cumplimiento de las normas.
A diferencia de la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT) —la OROP que regula la pesca de atún en el Pacífico Oriental— que obliga a sus embarcaciones a tener observadores, la OROP-PS no los tiene aunque asegura que “anima” a sus miembros a tener vigilantes. “Hemos pedido que (los miembros de la OROP-PS) tengan observadores a bordo, así como nosotros, para que puedan vigilar las actividades de ordenamiento”, dice Bruno Leone, presidente de la Cámara Nacional de Pesquería de Ecuador.
“Los sacos de yute donde va la salmuera (usada para congelar los recursos extraídos) tienen que ser contados y guardados para que cuando la embarcación llegue a puerto, el operador ambiental recoja la basura y la disponga”, así detalla Leone una de las prácticas a las que están obligadas las flotas que pertenecen a la CIAT. Si se bota basura por la borda, el observador denunciará el hecho para que se ejecute una sanción de acuerdo con la normativa local, explica.
Si bien la Cancillería de Ecuador ha conversado con China sobre la acción de sus flotas pesqueras “en este tipo de conversaciones no se ha hablado nada de desechos”, dice Danny Rueda. Según un comunicado de la Cancillería emitido después de un encuentro que ambos países mantuvieron en julio 2021, Ecuador habría propuesto incluir el tema de la basura en futuras reuniones. Solicitamos una entrevista con el canciller de Ecuador, Juan Carlos Holguín, pero hasta el cierre de este reportaje no recibimos respuesta de parte de su equipo de Comunicación.
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El problema se entierra en las islas
El Centro de Gestión de Residuos de San Cristóbal, a unos 10 minutos del puerto, tiene áreas en las que se procesan los artículos reciclables y un relleno sanitario. Allí se desecha lo que no tiene segunda vida útil: papel higiénico, plásticos fragmentados y miles de bolsas plásticas. Garzas blancas (Ardea alba Linnaeus) —una especie nativa y en la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza— sobrevuelan el basurero y conviven con miles de moscas y pestilencia.
No es la imagen paradisíaca que el mundo tiene del que en 1978 fue declarado primer Patrimonio Natural de la Humanidad, pero es la imagen que el líder pesquero y promotor de la creación de la Reserva Marina de Galápagos, Marcos Escarabay, quiere que se quede en la mente de los lectores. “Salvamos el problema de las costas, pero nos quedamos con otro problema. A la vuelta de 10 años más, Galápagos ya no va a ser un sitio bendecido, va a ser un basurero”, predice Escarabay.
Los municipios de San Cristóbal y Santa Cruz han implementado sistemas de recolección diferenciada de la basura y de reclasificación para trasladar el material reciclable al continente y venderlo en Guayaquil.
Por un lado, San Cristóbal envía cada año unos 40 contenedores de material reciclable al puerto principal de Ecuador, asegura Omar Palma, exsupervisor del Centro de gestión de residuos sólidos de San Cristóbal. Por otro lado, Santa Cruz envía, en el mismo periodo, unos 70 contenedores con material reciclable a Guayaquil. El costo de toda la gestión de la basura es de USD 150 000 anuales, de acuerdo con Henry Bayas, director Ambiental de Santa Cruz, mientras que lo recaudado por la venta de material reciclable oscila entre los USD 30 000 y los USD 40 000 anuales.
Mientras los representantes de los gobiernos se reúnen con escasa frecuencia para hablar de este tema, los habitantes de las islas buscan soluciones por sus propios medios.
Las cooperativas pesqueras de las islas enviaron un proyecto al Consejo de Gobierno de Galápagos para implementar un plan de limpieza de las costas, cuenta Valeria Solano, representante de la Cooperativa Pesquera Copespromar. La propuesta consiste en que los pescadores limpien periódicamente un área específica y reciban un pago por ello. Con o sin proyecto, pescadores como Walter Borbor continuarán limpiando a su paso durante sus jornadas de trabajo y en las campañas de limpieza lideradas por distintas instituciones.
*Imagen principal: Bolsas y basura plástica se acumulan en el relleno sanitario del Centro de Gestión de Residuos de San Cristóbal, a unos 10 minutos del puerto. Foto: Isabel Alarcón
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