- La científica argentina, Micaela Camino, ganó el Premio Whitley 2022 que otorga la Whitley Found for Nature, por un proyecto de conservación del pecarí quimilero en el Chaco Seco de su país.
Micaela Camino es una científica peculiar. Su área de trabajo no es un laboratorio sino los 54 000 kilómetros cuadrados del Chaco Seco argentino, y el objetivo de su tarea no se limita al estudio de una especie o de un ecosistema, sino que su mirada incorpora las vivencias cotidianas de las personas que tienen allí su hogar. “Mi responsabilidad como científica es completar mi tarea transmitiendo lo que voy sabiendo a la sociedad, a las comunidades que están en los montes y a los responsables políticos”, dice con la misma convicción que la ha llevado a ser una activa militante de los movimientos que se oponen a la progresiva e incesante deforestación de la región.
Nacida en Buenos Aires y chaqueña por elección, Camino fundó en 2015 el Proyecto Quimilero que busca promover esfuerzos para salvar de la extinción al pecarí quimilero o del Chaco (Catagonus wagneri). Se trata de la más amenazada de las tres variedades de cerdo salvaje que se encuentran en la zona y la única que es endémica.
Pero el enfoque de la tarea que realiza el equipo que dirige Camino va más allá de la salvación de esta especie categorizada En Peligro, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). El objetivo es elevar el bienestar de las comunidades indígenas y criollas que habitan el monte puesto que son ellas las que mejor conocen las herramientas necesarias para conservar los recursos que brindan los bosques y pastizales del Chaco Seco, los que a su vez son indispensables para salvar al quimilero.
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Esta visión integral de la naturaleza y las comunidades es el valor que ha llamado la atención de la Whitley Fund for Nature (WFN), organización británica dedicada a apoyar proyectos de conservación en todo el mundo. “Han percibido en esa región la misma magia que veo yo”, asegura Camino. El resultado se conoció en la última semana: el Proyecto Quimilero fue el ganador del Premio Whitley, uno de los más prestigiosos y codiciados en el mundo de la conservación. El galardón implica un reconocimiento al trabajo realizado y por realizar, pero también un modo de poner en el escaparate internacional a una región alejada de los grandes focos, pese a ser el segundo bosque más importante de Sudamérica, solo superado por la Amazonía.
Desde Londres, adonde viajó para asistir al acto de premiación, Micaela Camino conversó con Mongabay Latam sobre el presente y el futuro del pecarí quimilero y de toda la región que lo cobija.
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La relevancia del Chaco
¿La obtención de este premio es más importante para el pecarí o para el Gran Chaco argentino?
¡Para los dos! El dinero con el que está dotado el premio nos permitirá profundizar en el estudio para preservar la especie. Y para el Chaco significa una revalorización muy importante. Hablamos de una región con un componente biológico y cultural espectacular que sin embargo está muy invisibilizado. Hay todavía demasiada gente que no sabe de su riqueza, de la cantidad de personas que habitan esos bosques enormes, de las especies que solo existen allí o que si bien pueden hallarse en otro tipo de ecosistemas se han adaptado a vivir en ese ambiente con poca agua. El premio es la oportunidad de mostrarle al mundo el valor de este lugar y al mismo tiempo, lamentablemente, también los problemas que debemos afrontar, porque conocerlos es el primer paso para resolverlos.
¿Cómo se puede eludir el obstáculo de la falta de visibilidad y lograr que a una organización tan poderosa (la encargada de darle el premio a Camino fue la Princesa Ana de Gran Bretaña) se interese por el Chaco y el pecarí quimilero?
Creo que son varios factores. Por supuesto, está todo el trabajo previo que hizo mucha gente antes que yo, ya sea de manera individual o colectiva; y el del equipo que conformamos para conseguir que nuestro proyecto, que es comparativamente pequeño, salga adelante y vaya obteniendo resultados. Por otro lado y aunque con lentitud, el Chaco como región va tomando cierta relevancia. Ustedes mismos, en Mongabay Latam, han publicado un montón de artículos hablando de nuestras realidades. Después se trata de encontrar organizaciones, como puede ser WFN, que se preocupen en serio por conservar la naturaleza y presten atención a lo que se les pueda contar cuando se les acerca una propuesta o se envía la postulación a un premio. A nosotros nos demostraron que habían leído el material que les enviamos, pero antes de otorgarnos el premio nos hicieron muchísimas preguntas, nos pidieron fotos y mapas y nos entrevistaron más de una vez.
Hablando con ellos me dio la sensación de que compartimos la misma inquietud de conservar nuestro mundo a largo plazo. La diferencia es que ellos están en Londres y nosotros en la Argentina, pero cada uno puede cumplir el rol que le cabe desde donde le sea posible hacerlo. Seguramente no se vean en condiciones de ir a trabajar al campo, tal vez ni siquiera sepan algo del campo, pero saben que quieren dejarlo en las mejores condiciones para que sus hijos y sus nietos puedan disfrutarlo, quieren sentirse parte de un esfuerzo común y sentirse bien ayudando. Desde su lugar, donando su dinero para tareas de conservación, colaboran en la construcción de una red en la que estamos todos juntos.
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Ciencia, política y críticas
Argentina está en una situación muy difícil. Debe saldar una deuda de 44 000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, obtener divisas es la máxima prioridad y, según las medidas que se van anunciando, la fórmula será aumentar la extracción de recursos naturales ¿qué efectos puede tener este premio en el ámbito del Chaco?
Entiendo que puede ser un llamado de atención para sentarse a conversar. La necesidad de divisas es sencilla de entender. Una no es tonta, sabe lo que sucede a nivel mundial, comprende las presiones a las que está sometido un político y conoce la existencia de lobbies internacionales que influyen para que la prioridad sea obtener divisas a cualquier precio. Pero ahora bien, ¿cuál es mi papel como científica en ese aspecto? Decirle lo que yo sé, la otra verdad. Explicarle que si seguimos por esta ruta vamos a llegar a niveles de desertificación, hacerle ver que estamos teniendo pandemias, incendios, sequías. Hace pocos días en el Chaco hubo una ola de calor terrible. No es normal en esta época del año. Al cambio climático lo estamos viendo y dicen que será cada vez peor. Entonces, ¿por qué no paramos ahora y revisamos cómo estamos generando esas divisas y qué podemos hacer al respecto?
Conservar no es mantener algo fijo sin que se mueva, no significa no tocar la naturaleza. Es encontrar la manera de vivir en armonía con el mundo que tenemos. Tenemos suficiente información para saber que estamos en peligro. Nosotros, los humanos, yo, usted, todos. El político puede tener presiones de un lado, pero también va a tenerlas del otro, porque la sociedad va sintiendo la necesidad de decirle que a sus hijos quiere dejarles un mundo vivible.
Usted integra Somos Monte, una de las organizaciones que más combate la deforestación, el incumplimiento de la Ley de Bosques o para que a indígenas y campesinos se les reconozca la propiedad de sus tierras y no sean desplazados, ¿este premio la sitúa en un lugar de mayor peso para enfrentarse a las autoridades del Chaco?
No lo sé. Yo creo en la ciencia y en los saberes tradicionales. Recibo mucha información que me parece útil para todos y la voy a seguir compartiendo porque debe llegarle a la gente, sobre todo a la que vive en los bosques para que pueda preguntarse qué hacer o incluso enojarse. Si el gran lobby de la agroindustria o el de la industria forestal no tienen enfrente otro gran lobby que presione en sentido contrario ni siquiera van a enterarse que existen pensamientos distintos a los suyos.
Ustedes, Somos Monte, son vistos como muy críticos al sistema, incluso como enemigos del desarrollo económico.
Nosotros criticamos porque hay muchas cosas que no están bien, que se hacen pésimamente, pero no estamos pidiendo que quemen a alguien en la hoguera. Quien recibe mi crítica puede pensar que soy una mala persona o que quiero tumbar al gobierno, pero también quizás piense que sea bueno sentarnos todos juntos y ver cómo resolvemos el problema. Es lo mismo que ocurre si el político no responde a aquello que le dice la sociedad: puede producirse un choque o que se vea impulsado a conversar.
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30 años para salvar una especie
¿En qué situación actual está el pecarí quimilero?
Muy amenazado por la pérdida y fragmentación de su hábitat. Algunos piensan —o pensamos— que podría estar en la categoría de críticamente amenazado, lo que requeriría acciones urgentes. Estimamos que tenemos un margen de menos de 30 años para salvar a la especie.
¿Se conoce el número de ejemplares existentes?
No, y ni siquiera podemos estimarlo. Espero que los fondos que vamos a recibir por el premio nos valgan para encontrar la manera de hacer una estimación, aunque sea en un área pequeña para extrapolarla al resto del territorio y tener una noción más concreta de lo que está pasando.
¿Aumentar la superficie de áreas protegidas sería una solución?
No serían suficientes porque además no existe conectividad entre ellas y muchas especies que alberga el Chaco requieren grandes extensiones de tierra para sobrevivir. El quimilero precisa alrededor de 1100 hectáreas, pero el pecarí labiado (Tayassu pecari) multiplica esa cifra por diez. Además, la mayor parte del bosque que todavía persiste en pie está en territorios indígenas o en manos de familias criollas. No son zonas vacías y no se puede expulsar a la gente de sus casas para declararlas áreas protegidas.
¿Cómo reciben las comunidades los mensajes de conservación?
Depende. Nosotros les explicamos que regulando el tema de los perros y las cacerías el quimilero puede convivir tranquilamente con ellos. Los que llevan trabajando con nosotros desde hace mucho tiempo saben perfectamente lo que está sucediendo. Hay otros que no nos conocen tanto, pero se dan cuenta de los problemas que causa la deforestación porque la sufren en carne propia. Pocas personas que viven en el bosque desconocen la presión que está provocando el avance de las actividades extractivas. La clave es detener el desmonte. Mientras las familias sigan viviendo en sus tierras y mantengan sus derechos vamos a poder conservar los bosques.
¿Por eso todo el proyecto de conservación del quimilero pone especial énfasis en las comunidades?
Esto tiene una razón. Se cree que el paisaje del Chaco, que alterna bosques con pastizales y arbustos, se fue moldeando junto con las personas que lo habitaban. Los pastizales, de hecho, se mantuvieron gracias a las comunidades indígenas que cazaban usando el fuego. Era un ritual. En agosto se reunían muchísimas comunidades, se quemaban los pastizales en un extremo para que los animales corrieran hacia el otro donde los esperaban los cazadores. El paisaje se fue modelando con estos hábitos y sería un contrasentido pretender protegerlo quitando a la gente que le dio forma.
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Un premio suculento
El premio Whitley otorga alrededor de 50 000 dólares para avanzar en las tareas de conservación, ¿cómo van a asegurarse que llegue al territorio y se refleje en acciones concretas?
Es una de las grandes preocupaciones de la Fundación y por eso averiguan tanto sobre la seriedad de los proyectos que se presentan. El dinero lo administrará la Red Agroforestal Chaco Argentina (REDAF), que tiene mucha más trayectoria y logística que nosotros. Ahora tenemos un año por delante para trabajar, y si ellos ven que estamos haciendo las cosas bien seguirán financiándonos, aunque sin tanto alboroto.
¿Qué otros estudios se plantean realizar?
Vamos a continuar con lo que veníamos haciendo. La idea es elaborar un plan de acción de emergencia y otro de conservación de la especie y de su hábitat junto a las comunidades, las ONG y los decisores políticos.
Queremos sumar más estudiantes locales para hacer pequeñas investigaciones.
Hemos comenzado un trabajo de entrevistas para establecer la relación entre la presencia de especies, la cacería de subsistencia, el consumo de alimentos de los pobladores y sus niveles de nutrición. Mariana Atritcher hizo estas mismas entrevistas hace 20 años y yo las hice hace 10. Lo que pretendemos ahora es conocer cómo ha evolucionado.
Y por supuesto seguiremos trabajando con las comunidades, porque la gente tiene que conocer sus derechos, recibir apoyo y visibilidad y tener cubiertas todas sus necesidades, incluyendo las actividades culturales y la revalorización del maravilloso saber ancestral que posee. Ese es el proyecto general que presentamos y por el que nos dieron el premio. Nosotros decimos que si logramos conservar al quimilero es porque habremos logrado salvar la riqueza biológica y cultural del bosque chaqueño. La clave está en saber si somos capaces de ponernos todos de acuerdo para alcanzar ese objetivo.
*Imagen principal: Micaela Camino Foto: Whitley Award 2022
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