- Dos subespecies de mono churuco que habitan en Colombia están amenazadas según la Lista Roja de la UICN. Una de ellas se encuentra en Peligro Crítico y si esa situación no cambia, en unos 10 años podría desaparecer.
- En esta entrevista, la bióloga colombiana Mónica Ramírez habla de los grandes retos que tiene la reintroducción de estos primates en sus hábitats naturales, pero es una de las líneas de trabajo a la que le apuestan los investigadores para tratar de recuperar las poblaciones de churucos, animales vitales en la dispersión de grandes semillas en los bosques.
Mónica Ramírez es doctora en Biología y desde hace más de una década trabaja con poblaciones silvestres y en cautiverio de dos subespecies de mono churuco (Lagothrix lagothricha) que viven en Colombia y se encuentran en amenaza de extinción.
Debido a su carisma, muchos de estos primates son extraídos de sus hábitats, vendidos como mascotas y, tiempo después, pasan a engrosar los listados de animales que terminan en los centros de atención y rescate de las autoridades ambientales.
“Mi interés por los primates empezó desde que era muy pequeña, seguramente de ver programas en televisión o algo así (risas). Me imaginaba con el sombrerito de safari y con los binoculares, corriendo por el bosque detrás de los monos”, cuenta Ramírez. Esa pasión también ha llevado a que enfoque sus esfuerzos en procesos de reintroducción de estos animales a sus hábitats naturales, aunque no sea una tarea fácil.
Mongabay Latam conversó con la bióloga sobre las amenazas que enfrentan los monos churucos en Colombia, los retos que tiene crear programas de reintroducción para estos animales y la información que los investigadores pueden obtener de los bosques cuando los primates son liberados.
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—¿Cómo empezó su interés por los primates y cómo llegó a trabajar tanto con el mono churuco?
—Desde que estaba en el pregrado de Biología empecé a buscar posibilidades de trabajar con los monos. Trabajé haciendo unos censos en el Parque Nacional Selva de Florencia, que justo lo acababan de declarar, luego me contacté con Andrés Link, que es el director de Proyecto Primates. Ahí trabajé bastante tiempo con monos araña, luego él me contactó con Pablo Stevenson, que fue mi director de tesis durante la maestría y el doctorado, él lleva mucho tiempo trabajando con monos churucos (Lagothrix lagothricha). En la maestría me concentré en monos en poblaciones silvestres y en el doctorado en animales en cautiverio.
Con estos monitos en cautiverio el tema ha sido bien interesante pero también un poco dramático. Es duro pasar de verlos felices, tranquilos y en muy buenas condiciones en el bosque a trabajar con ellos en cautiverio, en donde se enfrentan a una cantidad de situaciones que no son las mejores para su bienestar.
—¿Cómo ve la situación del mono churuco actualmente en Colombia?
—Nosotros en Colombia tenemos dos subespecies Lagothrix lagothricha lagothricha y Lagothrix lagothricha lugens. Se podría decir que una pertenece a las tierras bajas y la otra a zonas de montaña. Las dos subespecies están amenazadas en la Lista Roja de la UICN, la primera está en categoría Vulnerable (V) y la segunda en Peligro Crítico (CR). Las proyecciones a 10 años para las poblaciones que están en estado crítico no son tan claras, incluso podrían desaparecer, hay muy pocos individuos y las principales causas de esta situación son la deforestación, la cacería para alimentación y también el tráfico de especies. Son unos animales muy carismáticos, peludos, bonitos, la gente erróneamente los ve como mascotas y esa es una de las razones por la que están tan amenazados. Hay muchísimos en cautiverio.
—¿En qué zonas del país habitan?
—Los podemos encontrar en el departamento de Amazonas, el sur del Huila cerca al Caquetá, también en el parque nacional Cueva de los Guácharos, en la Serranía de San Lucas y hay unas poblaciones pequeñas en bosques remanentes en el Tolima, en Cundinamarca y algunas zonas de Guaviare y Vaupés. Se necesitan bosques bastante conservados para que ellos puedan estar.
—¿Qué características tienen los monos churucos?
—Junto con los monos araña, los churucos son los primates más grandes que tenemos en el neotrópico, es decir, en América. Los individuos adultos pueden llegar a pesar unos 10 u 11 kilos, se alimentan principalmente de frutas y necesitan grandes cantidades, para satisfacer su dieta necesitan vivir en bosques muy conservados. Complementan su dieta con hojas, con insectos y a veces comen pequeños anfibios y reptiles. Además, a diferencia de otras especies de primates, no se adaptan fácilmente a vivir en zonas intervenidas y los ves en grupos que pueden ir desde los 10 hasta los 20 o 25 individuos dependiendo de la disponibilidad de alimento y territorio.
Su desarrollo es lento y ese es otro elemento que juega un poco en contra de su estado de conservación. Por ejemplo, para que una hembra alcance su madurez reproductiva debe tener al menos 8 años y solamente tiene una cría cada tres años porque energéticamente es muy costoso cargar el bebé, buscar alimentos suficientes para ella y para la cría. Por eso es tan difícil que se recuperen sus poblaciones. Hay otras especies que se recuperan mucho más fácil pero muchas veces la gente no sabe esto, piensan que todos los animales se reproducen como conejitos y pues no, a los churucos les cuesta muchísimo.
—¿Cuáles son los retos al ejecutar programas de reintroducción para el mono churuco?
—Los retos son incontables. Los procesos de reintroducción solamente los pueden hacer las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) como entidades estatales. Nosotros somos colaboradores en ese proceso. Vamos a centros de rescate y hacemos una selección de los individuos que tienen chance de ser liberados. Hay muchos churucos en estos sitios pero no todos pueden ser incluidos dentro de los programas de reintroducción porque muchos de estos animales ya llevan demasiado tiempo en cautiverio y están muy improntados, eso quiere decir que tienen comportamientos que son más de humanos que de primates. Hay casos de animales que hasta comían en la misma mesa con la gente que los tenía de mascota.
Han perdido los instintos que necesitan para regresar al bosque, como saber de quién huir, cómo buscar la comida o estar todo el tiempo arriba en los árboles porque si no lo hacen pueden ser una presa fácil. Además, ellos viven en grupos, necesitamos individuos que interactúen y socialicen con los demás porque solos no lo van a lograr en el bosque. También se requiere que no sean muy agresivos porque debemos cuidar a los otros individuos y también al personal que está trabajando con ellos.
Una vez hacemos una primera selección, iniciamos el proceso de rehabilitación y dependiendo de cómo ellos vayan respondiendo a los estímulos que los lleven a sus comportamientos naturales, llegamos al momento de la liberación. El objetivo es que se mantengan con el grupo, que no se vayan y no huyan porque a veces terminan de nuevo en una casa y toca recapturarlos. Es importante que estén todo el tiempo en las copas de los árboles porque si están en el suelo se los van a comer, están más propensos a enfermedades y desestimulan a los otros individuos a estar en la parte de arriba.
—Muchos monos son capturados para integrarlos a los hogares como mascotas pero luego son abandonados y terminan en centros de atención de fauna, ¿por qué?
—El cautiverio altera mucho sus comportamientos y les genera bastante estrés, esto también hace que su sistema inmunológico se deprima y son mucho más propensos a enfermedades, que no tengan la misma capacidad de asimilar los nutrientes y eso reduce también su éxito reproductivo. La gente no se da cuenta de todo lo que sufren estos animales por sacarlos del bosque pero, cuando el individuo va creciendo, van apareciendo sus instintos silvestres territoriales agresivos y ahí empiezan los problemas. En el mejor de los casos los entregan a las autoridades competentes pensando que así se soluciona el problema pero, si pensamos que un individuo puede durar en cautiverio unos 20 o 25 años, es condenarlo a estar en encierro toda su vida y eso, además, representa gastos muy grandes para el país.
Tenemos que pensar que se están interrumpiendo procesos ecológicos muy importantes dentro del bosque porque ellos son dispersores de semillas. Pueden comer semillas bastante grandes y tienen recorridos largos por el bosque, de manera que van sembrando más bosque y su ausencia en el ecosistema hace que vayamos perdiendo esas funciones tan importantes.
—¿Cuánto tiempo les toma trabajar con los monos en cautiverio hasta que saben que tienen potencial para ser reintroducidos?
—En el proceso de selección y de rehabilitación nos podemos demorar unos seis meses aproximadamente. De manera permanente estamos proporcionando estímulos a los individuos pero tampoco se recomienda hacer esto durante mucho tiempo. La teoría del doctor Pablo Stevenson, quien me asesoró durante el doctorado, es que, finalmente, en algún momento los individuos también se terminan acostumbrando a esos estímulos. A los monos también les hacemos constantes exámenes médicos para garantizar que están sanos y que no vamos a liberar individuos con enfermedades que pueden afectar otras poblaciones.
Luego de esos seis meses los llevamos a una jaula de adaptación en la que los animales están más o menos un mes y medio y, finalmente, procedemos a la liberación. Posterior a eso, estamos haciendo un monitoreo de mínimo un año en el que seguimos a los monos liberados para saber qué está pasando con ellos, si se están adaptando, qué impacto están teniendo en el sistema receptor y si ese sistema está recuperando funciones ecológicas.
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—¿Cuántos procesos de rehabilitación ha acompañado?
—A nivel mundial las tasas de éxitos de las reintroducciones de especies son bajitas, no se supera el 30 %. Hasta ahora hemos adelantado tres liberaciones en las que se han incluido 12 individuos. En el bosque solo se han establecido dos hembras. ¿Qué ha pasado? Hemos tenido recaptura de algunos animales, otros que definitivamente no se adaptan y los devolvemos a cautiverio, otros que han sido depredados y otros que han desaparecido del monitoreo. Si bien nosotros les ponemos collares de telemetría para seguirlos, estos collares tienen un alcance y a veces los animales se salen del rango de detección.
En este momento estamos armando otro grupo para llevarle compañía a las dos hembras que tenemos en la reserva natural privada Rey Zamuro en San Martín, Meta. Las dos hembras ya son independientes en términos de alimentación y todo el tiempo están arriba de los árboles pero necesitan un grupo.
—¿Qué más pueden saber del hábitat y del comportamiento de los monos a través del seguimiento a los animales liberados?
—Paralelo al proceso de rehabilitación hacemos una evaluación del sitio para saber dónde los vamos a liberar y si tiene las condiciones adecuadas para sostener a la población de monos en términos de área y disponibilidad de alimentos. Durante un año estuvimos monitoreando el bosque, cuánta comida producía, cuáles eran las especies de árboles que había, las épocas más productivas, las épocas de escasez y qué otros grupos de primates había alrededor para saber cómo podría ser la interacción y si se podían generar competencias sociales.
Una vez liberamos los individuos, estamos haciendo seguimientos desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde, así sabemos por dónde se mueven y qué están comiendo. Recolectamos las heces y analizamos cuáles son las semillas que están dispersando, medimos los niveles de cortisol para ver qué tan estresados están y también medimos las cargas parasitarias aprovechando que ya sabemos cómo eran estas antes de que fueran liberados. Con el monitoreo también nos damos cuenta si hay encuentros con otros grupos de primates y cómo los individuos reintroducidos van ampliando su rango de hogar a medida que va pasando el tiempo.
—¿En qué momento saben si el proceso de reintroducción fue exitoso o no?
—Si uno se dirige a la definición que está en los libros sobre un proceso exitoso, nosotros todavía no hemos llegado allá. ¿Por qué? Porque eso incluye reproducción. Pero uno tiene que pensar con qué tipo de especie está trabajando porque hay algunas que requieren mucho tiempo, entonces tienes que ir ajustando tus criterios. ¿En qué momento sentí que ellas [las dos hembras] habían logrado establecerse exitosamente? Cuando empezamos a ver que se estaban alimentando todo el tiempo de la comida que ofrecía el bosque y cuando perdieron interés en nosotros. Si bien yo llego al bosque, las llamo y ellas me conocen, se acercan solo desde las copas, ya no bajan mucho y a pesar de que saben que los investigadores estamos ahí, ellas siguen con sus actividades normales. En ese momento sentí que podía irme del bosque tranquila.
El éxito de reintroducción sigue siendo subjetivo porque todavía no hay reproducción ni un grupo que se parezca al que deberían pertenecer en condiciones naturales, pero es un proceso y a eso es a lo que le estamos apuntando, por eso estamos conformando el otro nuevo grupo para que se una a ellas.
—¿Cómo han venido creando ese futuro grupo de monos churucos a liberar?
—Tenemos más o menos unos siete individuos que tienen potencial. En unas semanas esperamos llevarlos a la jaula de adaptación. Hay que permitirles que se acostumbren a los sonidos, a la temperatura, a los aromas, incluso a los depredadores que posiblemente van a pasar por ahí y, lo más clave, es que se acostumbren a las hembras que ya hay en el bosque para que empiecen a interactuar, a vocalizar, a estar arriba y, en algún momento, lo que nosotros vamos a hacer es abrir la puerta para que ellos salgan a su ritmo.
—Muchos de sus trabajos se han centrado en el parque nacional Cueva de los Guácharos, ¿qué tanta importancia tiene esta área protegida para los monos churucos?
—El área protegida es bastante grande, pero también está rodeada por una matriz de cultivos y ganadería, entonces, si no existiera esta área protegida seguramente los bosques no existirían. Lo otro que también es muy importante de esta zona es que tiene conexión con la región del Caquetá y eso permite que se mantenga un flujo genético entre las poblaciones de monos.
*Imagen principal: Mono churuco (Lagothrix lagothricha). Foto: Tatiana Novoa.
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