Sin embargo, lo preocupante es que la información del Maate es contradictoria cuando se trata de contabilizar los daños de la industria petrolera. Por ejemplo, en una matriz de derrames enviada en marzo de 2022 a esta alianza periodística, se colige que durante 2021 se habrían producido 3 derrames por semana en promedio en Ecuador, mientras que en un envío posterior, de octubre del mismo año, el promedio de derrames por semana durante el mismo 2021 asciende a once. El Maate no aclaró esta contradicción hasta el cierre de esta publicación.

Petroecuador, por su parte, asegura en reiterados comunicados públicos que, entre 2013 y 2022, ha remediado 1 440 829 “metros cúbicos de suelo”; que ha eliminado en ese período 1127 fuentes de contaminación y que ha recuperado 49 040 barriles de petróleo para reintegrarlos a la producción nacional. Pero el equipo de comunicación de esa empresa no ha respondido a nuestros pedidos de información y de entrevistas para corroborar dicha información.

Cruzando el puente sobre el río La Victoria y pasando la parroquia de Limoncocha se llega al pozo Shushufindi 61, del campo Shushufindi. Aunque la exploración aquí empezó en 1971 y la explotación en 1972, en una placa remachada a la tubería dice: 14 de abril de 1969. Ese mismo artefacto lleva operativo desde entonces y hoy, en una de sus uniones, se filtra el petróleo que gotea sobre el suelo abierto. “Está produciendo”, dicen Wuilmo Moreta y Hermel Cabrera, dos colonos que habitan esta zona desde hace más de cuatro décadas. A pocos metros están los restos de petróleo abandonados desde entonces en hondonadas excavadas donde los han depositado.

Más de cincuenta años después de que se iniciaran las operaciones de explotación, el pozo Shushufindi 61, del campo Shushufindi, sigue operativo sin recibir mantenimiento adecuado, lo que provoca que el crudo se derrame sobre el suelo, a escasos metros de la comunidad de El Carmen. Fotos: Armando Lara.

“Cuando hicieron las exploraciones petroleras ellos acostumbraban a hacer estas fosas a cielo abierto sin poner ninguna protección abajo. Cuando ya dejaron el lugar dejaron las piscinas abiertas con gran cantidad de petróleo. Cuando llueve bastante, esto se llena y empieza a fluir y tiene un desagüe a los pantanos, a los esteros”, cuenta Juan Calva, un hombre de 52 años que llegó al lugar desde la sureña ciudad de Loja, a sus siete años, y que ahora vive en la comunidad de El Carmen. En el camino señala una pasta negra, espesa y hedionda. Caminar por este terreno es casi imposible, pues los restos de petróleo son abundantes. Son como una galleta negra que recubre el líquido fangoso y movedizo. Cuando Calva llegó a este lugar, Texaco ya estaba operando y desde entonces, dice, ha visto morir animales y enfermar a muchos de sus parientes y amigos.

Petroecuador EP, que heredó la remediación de estos pasivos, es la empresa pública más grande de Ecuador y opera toda la cadena de valor del sector hidrocarburífero, incluido el proceso de refinación. Sin embargo, es también una empresa plagada de escándalos relacionados con casos de corrupción. Desde junio de 2021, la Contraloría General del Estado dispuso acciones de control en esta y otras empresas públicas. Luego de 19 meses, emitió 117 informes generales de auditoría de los cuales 75 son sobre Petroecuador; y remitió a la Fiscalía 23 informes con indicios de responsabilidad penal, de los cuales 11 le corresponden a la estatal petrolera.

La Contraloría confirmó el pasado 17 de febrero de 2023 dos glosas que sumadas alcanzan 4,7 millones de dólares que deberán pagar Petroecuador y una empresa llamada Geincosolution, debido a irregularidades en contratos para el cambio de recubrimiento de la tubería del Oleoducto Transecuatoriano (SOTE). Una glosa es una observación que formula la Contraloría en contra de una persona sospechosa de haber causado perjuicio económico al patrimonio de una entidad pública. El informe de la Contraloría concluye que Petroecuador pagó un 290 % más a Geincosolution por los insumos utilizados para el cambio de recubrimiento de la tubería sin justificación alguna, y causó un perjuicio al Estado por 4 606 492 dólares.

Otra glosa, por 147 893 dólares, se confirmó por pagos injustificados. “La responsabilidad civil corresponde a la diferencia entre los desembolsos realizados por Petroecuador y los precios que el contratista pagó a sus proveedores por los rubros de limpieza de tubería y cama de arena”, indica la Contraloría.

Petroecuador, según la Contraloría, realizó también pagos indebidos y sin sustento a la empresa Nolimit por contratos en la Refinería de Esmeraldas, según publicó el portal Primicias. En total 21 funcionarios de la empresa que operaron entre 2016 y 2021 estarían involucrados.

Diario Expreso divulgó el pasado 3 de febrero una nota sobre dos intentos de Petroecuador, en dos administraciones distintas, de contratar personal mediante figuras de tercerización prohibidas por la Constitución. El segundo intento buscaba una contratación que se concretaría en marzo. Los últimos casos de corrupción en Petroecuador afloraron incluso después de que se destapara, a finales de enero, información sobre la existencia de una supuesta red de tráfico de influencias que incluso provocó la renuncia del gerente de la empresa, Hugo Aguiar.

Luis Verdesoto, el entonces secretario de Política Pública Anticorrupción de la Presidencia de la República, nombrado por el presidente Guillermo Lasso, presentó un informe en el que se revela la existencia de esa red de corrupción con connivencia de varias empresas públicas, entre ellas, Petroecuador. Luego de presentar este informe, Verdesoto renunció.

La Amazonía de Ecuador está con cáncer

“Tengo tres familiares que han muerto con cáncer. Recién nomás murió mi suegra con cáncer, tuvo una enfermedad bastante tiempo, se gastó todo lo que hubo que gastar pero no se salvó. Cuando le detectaron el cáncer ya estuvo regado por todo el cuerpo”, narra Juan Calva junto a los restos de petróleo que llevan ahí más de cuarenta años, y no solo se refiere a su suegra, también a una hermana y a un cuñado. Recuerda también a un compañero suyo que murió nueve meses atrás por cáncer de estómago. Pero dice que en el hospital le diagnosticaron Covid.

“El pulmón del mundo está con cáncer”, sentencia Ermel Chávez. Sin embargo, en la Amazonía ecuatoriana no existen registros oficiales de incidencia de esta enfermedad. El Informe Yana Curi Impacto de la actividad petrolera en la salud de poblaciones rurales de la Amazonía ecuatoriana, publicado en 2004 y elaborado por el médico Miguel San Sebastián y por el Instituto de Epidemiología y Salud Comunitaria Manuel Amunárriz, es quizás el único registro de incidencia de cáncer en toda la región, además de ciertos estudios comparativos aislados. Entre las principales revelaciones, este documento asegura que el riesgo de padecer cáncer en la población de varones de San Carlos es 2,3 (130%) veces más alto que en la población de Quito y que el riesgo de morir por cáncer en la población de varones de San Carlos es 3,6 (260%) veces más alto que en la población de la capital ecuatoriana.

El informe recoge datos de 1989 a 1998. “Falta hacer una investigación científica más profunda sobre el impacto de estos pasivos a la salud”, dice Chávez. Por eso, los miembros del Frente buscan recursos de cooperación internacional para emprender estas investigaciones.

El estudio de San Sebastián determina que la población del recinto San Carlos “se encuentra sometida a un riesgo de padecer cáncer muy superior al que se debería esperar, dadas las características de su población. El riesgo ha sido particularmente elevado para los cánceres de laringe, hígado y melanoma, el de estómago y el linfoma”.

Juan Calva cree que los diagnósticos de Covid que se hicieron muy frecuentes desde el 2020 son solo pretextos para no decir que hay cáncer. La gente parece haber decidido callarse cuando tiene síntomas y morir en silencio, dice él. Ya no creen en los médicos porque aseguran que no les dicen la verdad. El calor es abrasador y no hay agua potable sino solamente agua entubada. Algunos vecinos toman el agua de estos esteros y la mezclan con cloro para poder consumirla.

El equipo de La Barra Espaciadora y Mongabay Latam solicitó información estatal al Ministerio de Salud Pública (MSP) sobre la incidencia de cáncer en la población amazónica, pero la entidad envió un documento con datos generales extraídos de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud. Luego de un segundo pedido de información, el MSP respondió con datos sobre egresos hospitalarios y sobre el número de consultas atendidas en establecimientos del MSP por tumores (neoplasias), en los años 2021 y 2022. No respondió sobre la población amazónica ni dio detalles cuantitativos sobre los tipos de cáncer registrados.

Wuilmo Moreta se levanta las bastas de su pantalón y muestra sus canillas enrojecidas y despellejadas. Así luce también el resto de su cuerpo, sobre todo las piernas y los codos. “Yo me bañaba, cocinaba y bebía el agua directamente del río Napo, no había con qué cocinar —dice—, directo el agua, y ahí me cayó [la enfermedad], no ve que es el agua contaminada…”.

Wuilmo Moreta señala los restos de vegetación que se hunden en el depósito de petróleo que está muy cerca de su casa. Desde que llegó a este lugar, cuando tenía 27 años, su piel comenzó a desescamar y no ha podido sanar esa afección. Él asegura que la causa de su enfermedad es la contaminación del agua de la zona con restos de hidrocarburos. Foto: Armando Lara.
Wuilmo Moreta señala los restos de vegetación que se hunden en el depósito de petróleo que está muy cerca de su casa. Desde que llegó a este lugar, cuando tenía 27 años, su piel comenzó a desescamar y no ha podido sanar esa afección. Él asegura que la causa de su enfermedad es la contaminación del agua de la zona con restos de hidrocarburos. Foto: Armando Lara.

Desde que llegó a este lugar, cuando tenía 27 años, Wuilmo Moreta señala que su piel comenzó a desescamar y no ha podido sanar esa afección. Él asegura que la causa de su enfermedad es la contaminación del agua de la zona con restos de hidrocarburos. Foto: Armando Lara.Moreta llegó a esta zona cuando tenía 27 años, desde San Miguel, una pequeña localidad de la provincia serrana de Bolívar. Ahora tiene 54 años y vive en la comunidad La Primavera, a 300 metros de la escuela donde trabaja como profesor desde hace 26 años y prácticamente al lado del pozo Aguarico 9, uno de los pozos del campo Aguarico, que está en manos de Petroecuador EP. “Esto me ha afectado psicológicamente y como aquí tenemos el trabajo, nos quedamos”, dice. Médicos de Quito, Guayaquil y Cuenca le han dado varios diagnósticos pero ninguno ha sido definitivo. Le han dicho que podría tratarse de un tipo de cáncer a la piel pero ninguno ha recomendado un tratamiento oncológico. “Solo paracetamol y diclofenaco”, dice que le dan a donde va. Por eso y por falta de dinero, solo se aplica cremas en todo el cuerpo a diario. Cuenta que le han acusado de mentiroso y de estafador, pero siempre responde que su prueba es su piel. “¡Mire cómo fluye el petróleo!”, exclama con indignación y señala la película multicolor que se distingue sobre la superficie del agua. A su lado, las aguas de formación y el petróleo están al aire libre. “Esto no es derrame, esto lo botaron aquí hace más de cuarenta años sabiendo lo que estaban haciendo”, lo respalda Hermel Cabrera.

Solo unos meses antes, en este lugar la vegetación no permitía ver lo que se escondía debajo. En septiembre de 2022, una familia que había comprado parte de estas tierras, hace cerca de veinte años, decidió limpiar la zona para canalizar el pantano y sembrar palma, pero al desbrozar el terreno apareció el crudo. “Fueron a hacer una zanja para abrir el pantano y el petróleo está vivo todavía”, explica Wuilmo Moreta. El hedor del petróleo al descubierto obliga a cubrirse la nariz.

Hermel Cabrera llegó en 1973 desde la ciudad de Santo Domingo de los Tsáchilas y, junto a otros colonos, fundó el recinto La Primavera. “Desgraciadamente, en ese tiempo no teníamos mucho conocimiento de contaminación e inclusive los gobiernos no tenían leyes claras de medio ambiente, entonces, las compañías hacían lo que les daba la gana”, recuerda este agricultor cuyos cultivos de cacao, plátano, maíz y arroz son cada día menos generosos. “Ya no es rentable trabajar en la agricultura porque las tierras donde yo estoy están bastante contaminadas”.

La gente que habita esta zona naturalizó el consumo del agua sin preocuparse de las consecuencias. Varios familiares y amigos de Hermel Cabrera, cofundadores de La Primavera, murieron con lo que ellos creen que es cáncer. Este 2023 Cabrera cumplió 50 años de vivir en el lugar. En este medio siglo ha perdido también a dos hijas que murieron “de enfermedades raras que nunca se supo”, en 1990 y en 2005. Vive a 150 metros del pozo Aguarico 9. “La evidencia está a la vista. Para nosotros, el petróleo ha sido una maldición, porque del petróleo nosotros no hemos visto nada. Siempre se han hecho obras en Quito y Guayaquil, en las ciudades más importantes, pero ellos parece que desconocen el verdadero daño de que por producir un barril de petróleo se está acabando con personas o animalitos que deberían subsistir en la Amazonía”.

*Este reportaje es parte de una alianza periodística entre Mongabay Latam y La Barra Espaciadora de Ecuador.

Imagen principal: En las provincias de Orellana y Sucumbíos, en la Amazonía norte de Ecuador, hay cientos de piscinas llenas de crudo que han sido abandonadas durante cinco décadas. Los restos de petróleo contaminan las fuentes de agua y provocan enfermedades en la población. Sin embargo, el Estado ecuatoriano no ha cumplido con su responsabilidad de remediar los daños y reparar a la población afectada. En su lugar, promueve la expansión de las operaciones hidrocarburíferas. Foto: Armando Lara.

Artículo publicado por Mayra
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