El segundo país con más pasivos de la industria petrolera en territorios indígenas es Perú. Aquí se detectaron al menos 30 residuos petroleros –seis de ellos considerados pasivos por la autoridad ambiental y 24 clasificados como “sitios impactados”– en 17 comunidades nativas que se ubican en los departamentos de Loreto, Pasco y Ucayali.

Si ubicamos todos estos residuos petroleros alrededor de las comunidades, la cifra se eleva a 145 desechos en 35 tierras indígenas de Perú. Llama la atención el caso de la comunidad nativa de Nuevo Porvenir, en el departamento de Loreto, un territorio de la etnia Urarina que aparece como la más vulnerable al tener que lidiar con ocho “sitios impactados” dentro de su territorio y 12 más alrededor.

Aurelio Pignola, Apu de la comunidad José Olaya, en la región amazónica de Loreto, una de las comunidades situadas en la misma zona que Nuevo Porvenir, narra lo complicado y peligroso que es depender de las fuentes de agua para sobrevivir en el área de operación del lote 192 en Perú. “Los derrames que se han producido han ocasionado daño ambiental, afectaron nuestro consumo del agua de la quebrada. Al contaminarse, se afectaron los peces, también los animales que iban a tomar el agua. Nos perjudicamos porque nosotros consumimos todo eso”, asegura Pignola.

Los habitantes de las comunidades no solo están en contacto constante con los residuos petroleros que están dentro de su territorio sino también con algunos que están alrededor. Diana Papoulias, doctora en biología y experta en toxicología acuática, que formó parte del equipo de PNUD que examinó los impactos petroleros en el Lote 192 y 8, explica que, durante los más de 50 años de descarga de agua de producción de petróleo y derrames de crudo, “la contaminación se ha dispersado y esto ha aumentado el riesgo de que las poblaciones se encuentren en contacto con la contaminación fuera del límite de su comunidad durante las actividades de pesca, caza y colecta de frutas, entre otras”.

Tubería de la base Huayruri que fue cambiada a causa de un derrame que sucedió años atrás en el Lote 192, en Perú. Foto: Patrick Wembeser.

En Bolivia, por otro lado, el estudio permitió detectar la presencia de por lo menos dos pozos petroleros en los territorios indígenas y campesinos Leco de Apolo y San José De Uchupiamonas, ambos en el departamento de La Paz. Además, al ampliar el análisis fuera de los territorios indígenas bolivianos, hasta máximo un kilómetro, encontramos cinco pozos alrededor del territorio indígena Isoso, en Santa Cruz.

Las huellas del petróleo en las reservas naturales

Aunque el reconocimiento de áreas naturales protegidas es una herramienta fundamental para conservar los ecosistemas, muchos países permiten actividades extractivas que ponen en riesgo estos espacios naturales. Según el análisis de Mongabay Latam, la industria petrolera dejó al menos 109 residuos en 15 áreas naturales protegidas de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador. Y al añadir los impactos petroleros detectados alrededor de estos espacios, la cifra se eleva a 156 puntos de contaminación dentro y fuera de 20 áreas naturales protegidas de Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia.

Este último país cuenta con 130 áreas protegidas, entre ellas 14 parques nacionales, según el Ministerio del Ambiente, y permite las actividades petroleras dentro de estos espacios naturales. Esto ha traído como consecuencia que sea el país con más reservas naturales afectadas por los residuos de petróleo. Así encontramos que al menos siete pasivos se ubican dentro de tres áreas naturales protegidas: cinco de ellos en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Aguaragüe (Tarija), uno en el Parque Nacional y Refugio de Vida Silvestre Carrasco (Cochabamba) y uno más en la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía (Tarijia). Además, 36 pozos petroleros se superponen con siete áreas protegidas: 17 de ellos en el Aguaragüe, 5 en Manuripi, 5 en Carrasco, 3 en Tariquía, 3 en Kaa-iya del Gran Chaco, 2 en Madidi y 1 en Amboró. Cabe indicar que a pesar de que en los informes del Ministerio de Medio Ambiente y Agua se contabilizan 94 pozos, solo se pudo evaluar la ubicación de los 42 pozos que sí estaban georreferenciados.

El Parque Nacional Aguaragüe es uno de los más afectados por la explotación petrolera e hidrocarburífera en Bolivia. Foto: Miguel Surubi.

“Los gobiernos y las empresas tienen una visión muy reducida del impacto ambiental que puede tener tantos derrames como fosas y piscinas de desechos”, dice Nicolas Mainville, biólogo de Amazon Frontlines. “Y algo que hemos visto durante años en Ecuador y Perú es que la contaminación migra, se mueve y sobre todo entra en la cadena alimenticia de los pueblos indígenas. Hay que dejar de pensar que la contaminación es solo un punto: toda la cuenca amazónica está conectada por la migración de los peces y otros animales”, añade.

El caso más preocupante es el del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Aguaragüe, en el departamento boliviano de Tarija. Esta área protegida, que fue visitada por un equipo periodístico para esta investigación, concentra el mayor número de pasivos del país, cinco de siete, y ninguno de ellos ha sido remediado, según la información obtenida del Sistema Nacional de Información Ambiental. En este mismo parque se concentran 17 pozos petroleros que no son considerados pasivos.

Jorge Campanini, investigador del Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib), menciona algunos de los impactos que afectan a las comunidades que viven dentro del Aguaragüe. “Hay denuncias de infecciones, enfermedades e incluso la inaccesibilidad al agua por parte de algunas poblaciones, justamente porque es agua que está contaminada”.

El segundo país más afectado es Ecuador. Aunque los pasivos ambientales de Texaco – Chevron no se superponen con áreas protegidas, sí se encontraron 50 impactos petroleros, denominados por el Estado “fuentes de contaminación”, en cinco áreas naturales protegidas. Solo el parque nacional Yasuní, ubicado en el departamento de Orellana, concentra 30 de ellos.

En la Amazonía de Perú hay un pasivo ambiental dentro de la reserva comunal Yanesha y 14 “sitios impactados”, como el Estado denomina a otros impactos petroleros, en la reserva nacional Pacaya – Samiria. Mientras tanto en Colombia, uno de los “impactos no resueltos” cae dentro del área protegida Serranía de los Yariguies, en el departamento de Santander.

La situación en Perú podría agravarse, si se toma en cuenta que recientemente el Ministerio de Energía y Minas envió al Ministerio del Ambiente una propuesta de proyecto de ley que busca modificar la Ley de Áreas Naturales Protegidas, y con ello impulsar la explotación de petróleo y gas dentro de esos territorios. Organizaciones como la asociación civil DAR consideran que esta propuesta debilitaría el marco legal de protección de las áreas naturales, al priorizar actividades extractivas sobre la conservación de la diversidad biológica como lo establece la Constitución Política.

“Los parques nacionales, así como los santuarios nacionales e históricos conforman las llamadas ‘áreas naturales protegidas (ANP) de uso indirecto’, en las cuales —debido a su alto valor y fragilidad— la actual legislación prohíbe la extracción de recursos naturales y transformaciones del ambiente natural”, advierte DAR.

Las tuberías petroleras que atraviesan la Amazonía

Un factor que incrementa el riesgo de contaminación son los cientos de kilómetros de tuberías de petróleo que atraviesan territorios indígenas y áreas naturales protegidas. El análisis geográfico permitió detectar que existen más de 2897 kilómetros de ductos dentro de 205 territorios indígenas y reservas naturales de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

Los territorios indígenas y las áreas protegidas de estos países concentran en sus territorios el 11% de las tuberías petroleras, un total de 65 reservas naturales y 140 comunidades indígenas. La mayoría de las comunidades están en Perú (58) y Ecuador (58). En el caso de Perú, las comunidades atravesadas por más de 20 km de ductos son José Olaya (33 km), Pucacuro (29,23 km), Boca del Copal (26 km), San José de Nueva Esperanza (21,93 km) y Kuyuntsa (20,47 km) en Loreto; y Belisario Ramon Asencio Porcuya (22,04 km) en Piura. Mientras que en el caso de Ecuador, las comunidades nativas con más de 20 km de ductos son Waorani (68,44 km), el Sector Tipishca (39,73 km), el Territorio Yamanunka (24,45 km) y una no identificada (83,853 km), que se ubican en los departamentos de Zamora Chinchipe, Pastaza, Sucumbios y Orellana.

En las áreas naturales protegidas detectamos más de 971 kilómetros de ductos que atraviesan 65 reservas naturales de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador. Katherine Casas, de Crudo Transparente, señala que en Colombia hay mucho daño ambiental por la industria hidrocarburífera. “Ha entrado en áreas protegidas y en territorios indígenas donde es muy fuerte la acción petrolera”. Solo Colombia concentra 50 áreas naturales que están siendo atravesadas por más de 512 kilómetros de ductos.

Algunas de las más afectadas son la Isla de Salamanca, el Humedal San Silvestre, Serranía de los Yariguies y el Complejo Cenagoso de Zapatosa, en Colombia; el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Río Grande Valles Cruceños, el Jardín de Cactáceas, el parque nacional y área natural de manejo integrado Aguaragüe, Lomas de Arena y Carrasco, en Bolivia; los parques Cayambe Coca, Yasuní y Antisana, así como la Reserva de producción de fauna Cuyabeno, en Ecuador; y la Reserva Nacional Pacaya Samiria, en Perú.

Diana Papoulias señala que, en Perú, ha podido ver cochas o cuerpos de agua grandes que por años y años han recibido descargas de aguas de producción con hidrocarburos y metales pesados y también los frecuentes derrames de crudo. “Este material se ha hundido y se ha quedado en los sedimentos y estos contaminantes entran en la cadena alimenticia. Además, cada año los contaminantes se movilizan y dispersan por las lluvias. Todo esto no es una suposición, son datos reales que hemos recogido”, dice la experta que examinó los impactos petroleros en el lote 192 y 8 en la Amazonía peruana.

Imagen principal: Monitor indígena Natanael Sandi recorre el Lote 192. Foto: Patrick Wesember.

Artículo publicado por Mayra
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