- Una reciente investigación científica encontró que la perturbación de los humanos en algunos ecosistemas provoca que múltiples especies de mamíferos se vuelvan más nocturnos y que algunas aves sean más diurnas.
- Las presiones humanas incluyen deforestación, caza, contaminación por luz, construcción de vías, entre otras. Algunos de los mamíferos que han cambiado su comportamiento son el oso hormiguero amazónico, la paca o lapa y la zarigüeya común, así como las aves tinamú chico, pájaro péndulo y bujío.
“Ya sabíamos que las presiones humanas afectaban a los animales, al punto de llegar a causar la extinción de especies. Pero hay otros temas igual de preocupantes, como cambios en su comportamiento y modificaciones en sus patrones diarios de actividad”, explica Pablo Negret, biólogo colombiano e investigador en conservación para la Academia Wyss para la Naturaleza de la Universidad de Berna, en Suiza.
Negret es coautor de un estudio publicado en junio de 2023 en la revista Perspectives in Ecology and Conservation, junto con investigadores del Instituto Humboldt en Colombia, en el que se analizaron cambios de comportamiento en aves y mamíferos de la Orinoquía colombiana. “Es probablemente el primer artículo en el mundo que analiza este cambio de comportamiento en aves con cámaras trampa”, dice.
El estudio se concentró en 25 especies de los departamentos de Meta y Casanare, hallando que la actividad del 45 % de las aves y del 36 % de los mamíferos se modificó de manera significativa en las áreas con altas presiones humanas. Las 25 especies —11 de aves y 14 de mamíferos— fueron seleccionadas porque eran las que aparecían con mayor claridad en las imágenes de las cámaras trampa.
Entre los hallazgos que se documentaron están que la actividad humana genera miedo o mayor esfuerzo en competencia por recursos en las aves. Para garantizar su alimentación, las aves comenzaron a ser más diurnas. Por su parte, los mamíferos, principalmente los medianos y grandes, se han vuelto más nocturnos para evitar ser cazados.
El documento incluye una advertencia: la perturbación humana puede alterar la cadena trófica o alimenticia, ya que los animales que son presas de algunos predadores ya no se encuentran en el hábitat en las rutinas esperadas, lo que puede alterar el equilibrio del ecosistema.
Publicaciones citadas en el estudio señalan que las perturbaciones humanas a los hábitats naturales en Colombia se han duplicado en los últimos 50 años. La población del departamento de Meta ha pasado de 238 100 personas en 1973 a 979 683 en 2016, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). De 2001 a 2021, Meta perdió el 15 % de sus bosques, unas 647 000 hectáreas, según la plataforma Global Forest Watch.
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Las especies afectadas
La actividad nocturna de los mamíferos aumentó en un 11.3 %, mientras que en las aves el incremento del comportamiento diurno fue de 7 %. Esto no significa que las especies hayan pasado a ser totalmente nocturnas si eran diurnas, o viceversa, pero sí indica que alteraron su patrón de comportamiento de un modo significativo.
Entre las especies que han cambiado su comportamiento están el oso hormiguero amazónico o tamandúa (Tamandua tetradactyla), la paca o lapa (Cuniculus paca), la zarigüeya común (Didelphis marsupialis), así como las aves tinamú chico (Crypturellus soui), pájaro péndulo o barranquero (Momotus momota) y el bujío o guardacaminos (Nyctidromus albicollis).
Estos cambios de comportamiento pueden tener consecuencias serias para las poblaciones de las especies. “En el caso del tinamú, al volverse más diurno, aumenta el riesgo de ser depredado, de que lo vean. Normalmente, actuaba antes o durante el amanecer, lo que lo protegía y le permitía ser menos visible porque evitaba la plena luz del día”, dice Negret.
Angélica Diaz Pulido, del Instituto Humboldt, comenta que “cuando se aumenta la cercanía a áreas antropizadas, los mamíferos se vuelven más nocturnos y esto podría darse porque la presión por cacería incrementa y, como respuesta, cambian sus hábitos de comportamiento… Eso lo muestra este estudio y la literatura”.
La investigadora Bibiana Gómez, quien también participó en el estudio, sostiene que es muy probable que las especies que no presentaron un cambio de comportamiento ya estuvieran adaptadas a las alteraciones humanas.
Aunque ninguna de las especies tiene un grado de amenaza crítico, hay una que es migratoria y que, en opinión de los expertos, debe ser vigilada. El zorzal (Catharus ustulatus) es migratorio, viaja de Canadá y Estados Unidos hasta Colombia. “No está amenazado, pero solo viene en una época del año, viene cuando el norte está en invierno”, dice José Manuel Ochoa, investigador que también participó en el estudio.
Las aves que ahora tienen un horario más diurno pesan menos de 500 gramos, lo que, según los científicos, sugiere que su cambio de comportamiento puede deberse más a perturbación o destrucción de hábitat que a la caza. El estudio explica que cuando se degrada el paisaje, hay más variaciones en el microclima de su entorno y hay una mayor penetración de la luz solar al sotobosque —la vegetación que crece más cerca del suelo—, lo que puede afectar sus patrones de comportamiento. Adicionalmente, los ambientes degradados tienen menor presencia de insectos y de producción frutal, lo que resulta en que las aves nocturnas busquen su alimento durante el día, con la ayuda de la luz solar, para compensar esa escasez.
Ochoa agrega que ya había algunas investigaciones en las que se mencionan indicios en los cambios de comportamiento en mamíferos, pero este es el primero en analizar esos cambios en aves. “Incluimos las aves que normalmente no son estudiadas con cámaras trampa”, destaca.
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Mamíferos más nocturnos y aves más diurnas
Cinco de las once especies de aves y cinco de las catorce especies de mamíferos analizadas en hábitats alterados por los humanos cambiaron su comportamiento de manera significativa, si se comparan con los que habitan en zonas bien conservadas. “Tomamos sitios donde hay alta presión humana y otros donde no se presenta. Ahí podemos ver los cambios en los comportamientos y la respuesta de las especies”, explica Gómez.
Diaz Pulido detalla que esto se logró gracias a que pudieron ubicar 450 cámaras trampa en tres localidades, que iban de menor a mayor impacto antrópico, en los departamentos de Casanare y Meta.
Según la investigación, las aves se están volviendo más diurnas porque en el día tienen mayor visibilidad y facilidad de escape y vuelo si se presenta una amenaza o una actividad humana cercana. En el caso de los mamíferos, actúan de noche porque pueden moverse de manera sigilosa y con mayor seguridad para evitar la caza.
El equipo de investigación obtuvo fotografías de los animales en áreas con niveles diferentes de presión humana: parches de bosques aislados cerca de asentamientos humanos y vías, pantanos y sabanas naturales, pastizales para ganado con árboles y arbustos dispersos y, finalmente, bosques bien conservados. Para esto establecieron 367 puntos de monitoreo en los cuales ubicaron cámaras trampa, con una distancia mínima de 1 kilómetro entre una y otra. Los dispositivos fueron instalados 50 centímetros sobre el nivel del suelo, ya que el objetivo era estudiar especies de sotobosque, es decir, debajo del dosel o follaje del bosque y cerca del suelo.
De estos puntos de monitoreo, 186 se ubicaron en las transiciones de llanuras a montañas en el departamento de Meta y 138 en las transiciones de llanuras a montañas en Casanare. También se ubicaron cámaras en 43 puntos en las orillas del río Tillavá, en el municipio de Puerto Gaitán, Meta.
En promedio, las cámaras grabaron durante 45 días. “Fue un ejercicio maratónico y ambicioso. Fueron 450 cámaras trampa instaladas casi al mismo tiempo en las tres áreas estudiadas. Esto fue posible gracias a los guías y al equipo de la Fundación Cunaguaro en Casanare y la Asociación Gaica en Meta”, dice Diaz Pulido, quien dirigió la instalación e investigación con las cámaras trampa.
La investigadora explica que algunas cámaras se perdieron en incendios forestales y hurtos, entre otras dificultades. “Era un logro cuando volvías y aún estaban las cámaras. Muchas lastimosamente ya no estaban, hubo algunos robos. No quedaron las 450 cámaras iniciales. Otras se dañaron debido a los incontrolables incendios forestales en la altillanura”, dice, pero asegura que estos obstáculos no perjudicaron los resultados obtenidos.
El estudio aplicó diversas medidas para tener los datos precisos. Una de estas fue descartar las fotografías que se tomaban menos de 30 minutos después de que un individuo había sido retratado, para evitar la repetición de datos de un solo animal como si fueran múltiples.
El estudio incluyó imágenes de 165 especies: 120 de aves y 45 de mamíferos. Al final, la cantidad de imágenes claras y confiables permitieron analizar a detalle 25 especies. Negret resalta que una de las novedades de este estudio fue que, al analizar las fotografías de cámaras trampa, también se determinó el número de individuos por especie a diferentes horas del día, cuando tradicionalmente solo se menciona si la especie está en la zona y su abundancia.
Diaz Pulido señala que obtuvieron 238 000 fotografías y que tras una ardua revisión, una por una, se quedaron con casi 89 500 imágenes en donde efectivamente había animales silvestres. Clasificaron las imágenes con la ayuda del programa de inteligencia artificial Wildlife Insights y luego seleccionaron manualmente aquellas en donde sí había animales y descartaron las demás.
“Con Wildlife Insights, y nuestra revisión, de la mano de muchas personas, vimos una a una las fotos”, dice Diaz Pulido. La investigadora agrega que este método permitió acelerar el proceso de investigación y publicación. La toma de fotografías fue entre noviembre de 2020 y febrero de 2021 y el artículo se publicó en 2023, pero este tipo de estudios suelen requerir mucho más tiempo. “Se requieren normalmente años y años de trabajo”.
El trabajo minucioso no terminó allí, pues también clasificaron las imágenes según la hora en que fueron tomadas. Las previas al amanecer fueron catalogadas como nocturnas y las de antes del atardecer como diurnas, usando los datos del calendario solar del Observatorio Naval de los Estados Unidos, para obtener los horarios específicos de cuándo iniciaron la noche y el día.
Los investigadores incluyeron la perturbación causada por los humanos, a través de un criterio conocido como Índice de Huella Humana, el cual mide y unifica variables como uso de la tierra, densidad de población rural, distancia a las vías y poblaciones, fragmentación de la vegetación natural y tiempo de intervención de hábitat medido en años.
Luego, de acuerdo con los datos de los que disponían, clasificaron cada punto de cámara trampa según su Índice de Huella Humana, que va de 0 a 100 (entre más cercano a 0 esté un lugar, significa que tiene menos perturbación humana y mientras más cercano a 100, quiere decir que hay una mayor actividad o interferencia humana). Bibiana Gómez explica que la ventaja de usar el Índice de Huella Humana es que permite analizar la presión de la actividad antrópica en una sola variable y no tomando cada factor por separado.
El estudio constató que las actividades humanas están generando una tendencia al cambio de horarios y comportamientos de aves y mamíferos en los ecosistemas. Negret señala que uno de los mayores impactos de las perturbaciones humanas es la afectación de las cadenas tróficas o alimenticias. Puede ser que haya más competencia por el alimento en un horario o que un animal esté más o menos expuesto a sus depredadores, lo que modifica la estabilidad del ecosistema, las interacciones entre predador y presa y la competencia por recursos entre algunas especies, señala Negret.
Diaz Pulido dice que, en terreno, la principal presión al medio ambiente que observó fue “la transformación por uso del suelo. En muchos casos se han implementado sistemas de pastos donde antes había bosque para instalar ganadería”. También observó presencia de cultivos de palma africana y actividad petrolera.
El estudio, además, propone que en el diseño de políticas públicas se debería investigar qué actividades humanas generan el mayor daño a las rutinas de los animales, lo que podría ser incorporado en los planes de conservación, incluyendo restricciones a ciertas perturbaciones generadas por las personas. “Este tipo de hallazgos deberían tomarse en cuenta para controlar el impacto humano en algunas áreas. Hay que seguir evaluando”, señala Ochoa.
La publicación también señala futuras oportunidades de investigación. Se sugiere que el estudio de grabaciones de sonido, observación visual en áreas específicas para medición de densidad poblacional, y el muestreo en campo pueden ser útiles para investigar si especies de aves o mamíferos que viven en las copas de los árboles están cambiando su comportamiento, ya que esta investigación se enfocó solo en los animales del sotobosque.
*Imagen principal: Paca (cuniculus paca) fotografiada con cámaras trampa. Algunos de los mamíferos que han cambiado su comportamiento son el oso hormiguero amazónico, la paca o lapa y la zarigüeya común, así como las aves tinamú chico, pájaro péndulo y bujío. Crédito: Instituto Humboldt.
REFERENCIA
Negret, P. J., Luskin, M. S., Gomez-Valencia, B., Diaz-Pulido, A., Romero, L. H., Restrepo, A., … & Mendes, C. P. (2023). Neotropical understory birds and mammals show divergent behaviour responses to human pressure. Perspectives in Ecology and Conservation, 21(2), 180-188. Enlace al estudio.
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