Con la declaratoria del resguardo en 2003, los inga de Yurayaco iniciaron un proceso para retomar el control de su territorio, expulsar la coca y reforestar. Están en plan de conservación, pero son frágiles ante las presiones a su alrededor.El resguardo de 699 hectáreas, está ubicado en el departamento más intervenido de la Amazonía colombiana, el Caquetá, y por ello todas las amenazas posibles lo rodean: hay cultivos de uso ilícito, extracción de madera, ganadería extensiva, minería ilegal y presencia de grupos armados ilegales.A todo esto se suma un proyecto para construir una carretera de alto tráfico y conexión internacional convirtiéndose en una amenaza existencial para la comunidad. “Uno escuchaba a los ‘papases’ de uno, a la gente adulta, conversar que la carretera era muy buena (…) Pero ahora que uno ya está en este proceso se da cuenta que los daños han sido enormes y los cambios del territorio han sido grandísimos”, dice Jhony Huaca, coordinador general del Plan de Vida de la Asociación de Cabildos Tandachiridu Inganokun, que vela por los intereses de siete resguardos inga en el extremo suroccidental del departamento de Caquetá, en la Amazonía de Colombia. Al líder indígena le preocupa el futuro de su resguardo y del pueblo al que pertenece. Los inga viven en el piedemonte amazónico colombiano, que es la puerta de entrada a la vasta selva, y por eso son los primeros en recibir los embates de las amenazas contra la conservación de la Amazonía. En el caso del resguardo de Yurayaco, estos peligros están determinados por un proyecto de construcción de una carretera de alcance internacional, por todo el límite inferior del resguardo, conocida como la Marginal de la Selva. Vista aérea del vivero y el colegio internado Yachaikuryo en la parte baja del Resguardo Yurayaco. Foto: Sergio Alejandro Melgarejo El problema de esta vía, sobre todo, son los riesgos que llegan asociados a ella y que ya afectan a los inga con las obras que se han adelantado en las dos últimas décadas: el aumento de la población colona que se ha asentado en un caserío vecino al resguardo, la deforestación, la contaminación de fuentes hídricas y la ganadería extensiva. A todo esto se suma la siembra ilícita de cultivos de coca y la minería ilegal de oro en los alrededores del resguardo, ambas actividades custodiadas por grupos armados ilegales. “Las disidencias están poniendo normas y leyes, amenazando a comunidades indígenas. No los dejan estar en su territorio y la gente tiene que estar calladita y dejar hacer todo lo que quiera hacer esta gente”, dice un poblador indígena de la zona que pide la protección de su nombre. En el camino, la violencia, la carretera y la irrupción de delitos ambientales alrededor de los resguardos ha traído una amenaza más: el riesgo de la pérdida de su cultura. A Huaca, que vive en el resguardo indígena Yurayaco, a un par de horas en moto de la capital departamental de Florencia, le aflige que sus prácticas ancestrales desaparezcan. “Es perder la cultura por yo querer vivir como él vive: él tiene una casita de cemento, tiene un carrito, una moto. Eso ha permitido que las comunidades perdamos esa línea de vivir como indígenas. Ya no queremos ser indios, queremos vivir como blancos. No queremos el proceso ni tomar medicina propia ni andar en el territorio”, dice Huaca. Mientras tanto con cada fase de la construcción de la carretera, que denuncian no ha sido sometida a una consulta previa, los problemas siguen llegando como oleadas, y poniendo en peligro la vida y el territorio de los ingas. Una mujer baja en burro los aditamentos necesarios para preparar almuerzo que recibirán las personas que aportaron un día de trabajo comunitario en la minga. Los demás bajan a pie. Crédito: Sergio Alejandro Melgarejo. El sueño panamericano de una carretera del piedemonte La idea de la Carretera Marginal de la Selva nació en 1963 como un acuerdo de integración suramericano para hacer una carretera que bajaría por todo el borde amazónico de la cordillera de los Andes desde Venezuela hasta Bolivia. El propósito era impulsar el desarrollo económico de regiones amazónicas de todos estos países, pero actualmente solo existen pedazos desconectados de esta carretera alguna vez imaginada. Los mapas de la red vial de Colombia muestran una densa telaraña de vías que cubre la zona andina y el Caribe, pero prácticamente ninguna en la mitad sur y oriente del país, es decir en la Amazonía. La Carretera Marginal de la Selva entraría por Venezuela y luego iría por todo el borde de la cordillera de los Andes, cruzando el país de un lado al otro hasta Ecuador, conectando la región amazónica y las varias carreteras que bajan de la cordillera. En Colombia hay tres tramos desconectados de la Marginal de la Selva. Empezando por el norte, el primero va desde Arauca en el límite con Venezuela, pasa por Yopal y Villavicencio y termina en La Uribe (Meta), en el borde del Área de Manejo Especial de La Macarena. Como esta última es una zona de altísimo valor ambiental, se ha acordado que la vía no pasará por La Macarena, aunque esa decisión llegó tarde y esta zona se ha convertido ya en uno de los núcleos de mayor deforestación en el país.