- La langosta espinosa del Caribe (Panulirus argus) es un producto de lujo del que Honduras realiza exportaciones por más de 46.7 millones de dólares, según cifras de 2019. Su destino principal es los Estados Unidos.
- Sin embargo, su floreciente comercio se realiza a costa de la comunidad indígena miskita que vive a lo largo de la costa atlántica de Honduras, según una investigación publicada a finales de 2023 por el medio de comunicación sin ánimo de lucro estadounidense Civil Eats.
- Cientos de buzos miskitos han muerto y miles más han resultado heridos o quedado discapacitados en la búsqueda de las langostas, señala el informe periodístico.
- Hasta ahora, los esfuerzos por reformar la pesca de langosta en Honduras no han tenido en cuenta de manera adecuada la situación de los buzos, según el reportaje.
La langosta espinosa del Caribe es un apetecido manjar, pero su lucrativo comercio se realiza a costa de la comunidad indígena miskita que vive a lo largo de la costa atlántica de Honduras, de acuerdo con una investigación publicada a finales de 2023 por el medio de comunicación independiente estadounidense Civil Eats.
La preciada langosta Panulirus argus, que Honduras exporta principalmente a Estados Unidos, representaba una industria de 46.7 millones de dólares, al menos en 2019. La mayoría de las langostas provienen de la costa de Mosquitia del país, donde los miskitos viven en aldeas remotas, con pocas oportunidades laborales. Muchos hombres, por lo tanto, se dedican a la pesca del crustáceo, pero esa es una forma de vida peligrosa, detalló la reportera Alice Driver en la investigación periodística. Cientos de buzos miskitos han muerto en la tarea, así como otros han quedado heridos o discapacitados.
El reportaje muestra que en algunas de las aldeas miskitas se vive un panorama sombrío. Los propietarios de barcos de langosta llevan a los hombres del pueblo miskito mar adentro, donde los buzos —con equipos rudimentarios y deteriorados— soportan agotadores horarios de 12 a 18 inmersiones por día durante semanas consecutivas, excediendo ampliamente las recomendaciones de seguridad.
Si los hombres se sumergen demasiado profundo o si se les acaba el aire y ascienden demasiado rápido, corren el riesgo de sufrir el síndrome de descompresión, una dolorosa condición donde el gas nitrógeno se acumula en el cuerpo, provocando complicaciones como parálisis y trastornos cerebrales. El único remedio que tienen para evitar estos daños es ingresar inmediatamente en una cámara hiperbárica de descompresión. Pero en la región solo fue posible encontrar un hospital equipado con esta máquina. Por lo tanto, el síndrome de descompresión se presenta con frecuencia y con consecuencias peligrosas.
De los 9000 buzos en la región en 2004 (el año más reciente para el que había datos disponibles), casi todos tenían alguna forma del síndrome de descompresión y casi la mitad tenía discapacidad parcial o total, según el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), una organización internacional sin fines de lucro que representa legalmente a los buzos de langosta.
Los propietarios de los barcos a menudo se niegan a cubrir los gastos médicos o a brindar ayuda, escribió Alice Driver. También se informó que exigen que los buzos extraigan las langostas de sus cuevas sin dejar marcas, generalmente usando un martillo y una varilla metálica con ganchos. De esta manera, los crustáceos pueden venderse como si hubieran sido capturados en trampas, lo que los compradores prefieren para evitar los sombríos problemas de derechos laborales asociados con la captura de langostas realizada por buzos.
La difícil situación de los buzos de langosta miskitos ya ha sido tema de diversas coberturas periodísticas y es conocida en la industria, pero los esfuerzos por reformar la actividad hasta ahora no han abordado adecuadamente la situación, escribió la periodista Driver.
La investigación de Civil Eats destaca que existe un fondo para la mejora de la pesca que fue lanzado en 2013 por organizaciones estadounidenses, entre ellas la Fundación Familiar Walton (WFF, por sus siglas en inglés), un brazo filantrópico del gigante minorista Walmart, junto con la compañía Darden, propietaria de cadenas de restaurantes como Olive Garden y LongHorn Steakhouse y, en ese momento, propietaria de Red Lobster. La organización estadounidense Fundación Nacional de Pesca y Vida Silvestre (NFWF) administró el fondo.
Este fondo tenía como objetivo apoyar proyectos de mejora de la pesca (FIP, por sus siglas en inglés) para hacer que la pesca de langosta espinosa del Caribe en Honduras sea más sostenible, principalmente abordando la sobrepesca. Se centró en la langosta hondureña porque la cadena de restaurantes Red Lobster, del grupo empresarial Darden, obtenía su captura de la pesca en este país, dice Mark Shields, un alto funcionario de comunicaciones en la Fundación Familiar Walton (WFF) a Mongabay en un correo electrónico.
“WFF apoyó ese fondo con NFWF y Darden porque la fundación trabaja con la idea de que las empresas pueden, y deberían, contribuir a los esfuerzos de sostenibilidad junto con las comunidades, activistas, organizaciones no gubernamentales, gobiernos, entre otros”, dice Shields y añade que “la esperanza, en ese momento, era que el fondo atrajera el apoyo de otras compañías de mariscos y las animara a hacer mejoras en sus cadenas de suministro”.
Las cosas no salieron según lo planeado. Darden vendió Red Lobster menos de un año después, dejó de apoyar el fondo y no se presentaron otros financiadores, dice Shields. Añadió que el apoyo de WFF al fondo operado por NFWF “fue una subvención única (no recurrente)”.
NFWF utilizó el fondo para apoyar a varios beneficiarios que trabajaron para hacer que la pesca de langosta fuera completamente rastreable desde el barco hasta el consumidor. Esto se hizo, según un informe de NFWF, en parte para permitir a los compradores distinguir entre langostas capturadas por buceo de aquellas que son pescadas con trampas, mediante acciones como establecer sistemas de monitoreo de embarcaciones y recolección de datos de desembarque, así como formalizar y registrar a los pescadores. Sin embargo, Driver escribió que en el proceso, también se otorgaron licencias a barcos que dependían de buzos para capturar las langostas.
La acción de los proyectos de mejora de la pesca (FIP, por sus siglas en inglés), encontró la periodista Driver, fue incentivar el uso de trampas, además de conseguir que algunos importadores estadounidenses se comprometieran a no comprar langostas capturadas por buceo.
Cuando se le preguntó por qué el FIP no abordó los problemas de los buzos desde el principio, Shields dice que los proyectos se desarrollaron originalmente para abordar problemáticas ecológicas, no laborales. Sin embargo, agregó que desde entonces, WFF ha financiado “millones de dólares en subvenciones para abordar abusos de derechos humanos y trabajo forzado en la pesca a nivel mundial”.
Para los buzos miskitos, sin embargo, muy poco ha cambiado la situación. En las aldeas es común ver a exbuzos paralizados en sillas de ruedas. Muchos hombres han muerto en el trabajo, sin embargo, sus hijos continúan trabajando en la pesca de langosta, ya que no hay otras oportunidades laborales, informó la periodista Driver.
Los capitanes de los barcos también continúan presionando a los buzos para que capturen a las langostas sin dejar marcas en ellas, para que puedan venderse como si hubiera sido pescadas en trampas, dice Chris Williams, un experto en pesca y científico social en la agremiación sindical Federación Internacional de Trabajadores del Transporte. Además, dice, las langostas capturadas por buceo y trampas se mezclan en las plantas de procesamiento, lo que dificulta determinar su verdadera fuente.
Según Williams, la mayoría de las capturas de langosta hondureñas aún provienen del buceo, y las fábricas hondureñas lo saben.
En 2004, las familias de 42 buzos presentaron un caso contra el estado hondureño en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por no haber regulado ni supervisado las peligrosas condiciones en las que trabajan los miskitos. La corte falló a favor de los buzos en 2021 y ordenó al gobierno pagar una compensación monetaria a las 42 familias, así como regular la industria pesquera y supervisar la condición de los buzos.
Pero la periodista de Civil Eats señaló que hay muchos más buzos discapacitados que aún esperan justicia y que no pudieron participar en el caso judicial, debido a la falta de recursos financieros. Además, las langostas capturadas por buceo todavía están llegando a los mercados de Estados Unidos, según la investigación periodística, aunque no pudo identificar a los principales compradores.
El fondo FIP operado por NFWF ha concluido. Pero otra organización, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), tiene otro proyecto tipo FIP en curso en Honduras que tiene como objetivo hacer que la pesquería de langosta capturada en trampa sea sostenible. Con compañías como Red Lobster y Costco Wholesale listadas como participantes, el FIP tiene como objetivo cumplir con los estándares de certificación de sostenibilidad para diciembre de 2024.
El FIP dirigido por WWF no aborda la pesquería de langosta capturada por buceo. Pero en sus informes, WWF dice que está haciendo esfuerzos para atender problemas laborales y de derechos humanos dentro de la industria que trabaja con trampas. Red Lobster, en su sitio web, señala que en sus restaurantes no sirve langosta capturada por buceo de América Central “debido a la seguridad de los buzos”.
Sin embargo, las preguntas de quién está comprando langostas capturadas por buceo y cómo los compradores pueden distinguirlas de las capturadas en trampas, siguen sin resolverse. Como revela la historia publicada por Civil Eats, este peligroso modo de pesca de langosta continúa en uso, poniendo en riesgo la vida de los buzos todos los días.
*Imagen principal: Una langosta espinosa del Caribe (Panulirus argus). Foto: Kevin Bryant vía Flickr. (CC BY-NC-SA 2.0).
*La historia original fue publicada en inglés en Mongabay.
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