La Mojana, un complejo entramado de más de 500 000 hectáreas que forma distintos tipos de humedales, se ha deteriorado de manera drástica en las últimas décadas.Miles de campesinos adelantan distintos esfuerzos por recuperar sus modos de vida y restaurar las ciénagas, zapales y caños que habitan.De esta manera esperan que las inundaciones y sequías, más impredecibles y fuertes por el cambio climático, los afecten cada vez menos. El tiempo que toma atravesar la Ciénaga de Ayapel, la más importante del departamento de Córdoba, en el norte de Colombia, es una buena medida para entender cuánto ha cambiado el paisaje allí en las últimas décadas. El trayecto, que antes ocupaba varias horas, ahora puede hacerse en menos de una. Los caños que obligaban a los lancheros a disminuir la velocidad o los grandes parches de plantas flotantes que hacían más difícil avanzar por el humedal, ya no existen. Antes todo estaba lleno de mangle, según recuerda Ana María Rivera. “¿Hoy en día qué se ve? Cielo y agua, porque ustedes no vieron un cayo de mangle bonito”, dice la joven que habita en la vereda Perú, una zona rural en el extremo sur de la ciénaga. Las problemáticas que aquejan a la ciénaga son tan intrincadas como la región en la que se encuentra. Ayapel y otros diez municipios de los departamentos de Sucre, Bolívar, Córdoba y Antioquia conforman La Mojana, donde se juntan tres de los ríos más importantes del país: el San Jorge, el Cauca y el Magdalena, que llega hasta la región a través del brazo de Loba, uno de los dos en los que se divide su cauce cuando pasa por el municipio de Banco (Magdalena). Este sistema de humedales, uno de los más grandes del mundo, es clave para la regulación y amortiguación de los grandes caudales de estas tres arterias fluviales, ya que el 37 % de su área total está conformada por zonas de humedales temporales y otro 21 % por humedales permanentes, de acuerdo con investigaciones realizadas por el Instituto Humboldt.