- La rana venenosa de Lehmann, a la que los amantes de las ranas consideran ahora como el santo grial de los batracios, solía ser tan corriente que cubría el suelo de su hábitat natural.
- Un documental de 2013, que pretendía encontrar una variante roja de esta especie, tan solo pudo encontrar un especimen.
- La desesperada situación a la que se enfrenta esta y otras ranas venenosas en Colombia animó a un científico a fundar Tesoros de Colombia, una organización con el objetivo de acabar con el tráfico ilegal de ranas.
La rana venenosa de Lehmann (Oophaga lehmanni) es una de las muchas y hermosas especies endémicas de Colombia. Este anfibio ha sido víctima del tráfico ilegal para el comercio de fauna silvestre, y la UICN la ha clasificado como En peligro crítico.
La rana venenosa de Lehmann, a la que los amantes de las ranas consideran ahora como el santo grial de los batracios, solía ser tan corriente que cubría el suelo de su hábitat natural. Sin embargo, un documental alemán de 2013, cuyo objetivo era encontrar una variedad roja de la rana venenosa de Lehmann, tan solo pudo encontrar un especimen en una remota área.
La terrible situación a la que se enfrentan esta y otras ranas venenosas en peligro ha empujado al zootecnista colombiano Iván Lozano-Ortega a fundar una organización con el objetivo de acabar con el tráfico ilegal de ranas y, simultáneamente, satisfacer el apetito de los voraces coleccionistas de ranas de todo el mundo. Después de muchos años de negociaciones, el grupo, llamado Tesoros de Colombia, obtuvo recientemente los permisos requeridos por CITES y el Gobierno colombiano para exportar legalmente sus ranas venenosas de Lehmann criadas en cautividad para el mercado de los aficionados.
Lozano-Ortega habló recientemente con Mongabay sobre Tesoros de Colombia, que comenzó su labor en 2006 con otros conservacionistas para cumplir su sueño de salvar a las ranas venenosas colombianas de la extinción.
«El abastecimiento legal y sostenible de ranas es la única manera de evitar que los traficantes vengan a Colombia cada año y cojan todo lo que quieran», apuntó Lozano-Ortega. «Salvar a esta especie es el propósito de Tesoros de Colombia, así como también es la mejor manera de evitar su extinción a corto plazo a causa de la sobreexplotación ilegal».
Antes de comenzar con esta misión, Lozano-Ortega trabajó con animales confiscados en el centro de rescate de fauna silvestre de Bogotá. Hace dieciséis años, tras recibir una remesa de cientos de ranas venenosas capturadas de manera ilegal que su organización no estaba preparada para acoger, Lozano-Ortega se dio cuenta de que el tráfico ilegal suponía un gran problema para Colombia y de que había que actuar por el bien de la fauna.
En 2006, el zootecnista intentó dar comienzo a lo que bautizó como «una nueva era en la cría de fauna salvaje» con una operación «basada en la zootecnia y el bienestar animal» para frenar el tráfico de animales y llevar algo de dinero a las comunidades locales. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la legislación colombiana no permitía lo que tenía en mente, y de que habría muchos obstáculos para esta atrevida estrategia de conservación.
Lozano-Ortega trabajó mucho e invirtió un esfuerzo sustancial en dos frentes principales. Investigó en la biología, la cría y el bienestar de las especies con las que pretendía trabajar. También empezó a obtener los permisos de las autoridades colombianas, lo que implicaba convencerlas de la importancia del biocomercio en el intercambio de especies salvajes y hacer que ajustaran las normas que regulaban la exportación de las ranas nativas.
En noviembre de 2011, Tesoros de Colombia recibió finalmente los permisos del Gobierno colombiano para la primera exportación legal de ranas nativas del país. La especie fue la Dendrobates truncatus, y el envío se realizó a Canadá.
Después de conseguir el primer permiso para exportar Dendrobates truncantus, Tesoros de Colombia se hizo con más permisos para exportar otras especies de colección. Entre ellas se encontraban la rana venenosa negra y verde (D. auratus), la rana venenosa de Kokoe (Phyllobates aurotaenia), y la rana dardo dorada (P. terribilis). Lozano-Ortega manifestó que él cree que la demanda de estos tres anfibios capturados en estado salvaje ha llegado a cero desde que Tesoros de Colombia empezó a exportarlos, aunque admite que la investigación en esta árena deja que desear.
El objetivo de Lozano-Ortega siempre ha sido el de criar a las ranas más vistosas, y por lo tanto, las más buscadas. Estas pertenecen al género de los Oophaga, en el que se encuentra la rana venenosa de Lehmann. Generalmente, estas ranas son muy difíciles de mantener y de criar en cautividad, debido a que los renacuajos deben alimentarse de los huevos no fertilizados de la madre.
Tesoros de Colombia consiguió crías de la rana venenosa de Lehmann, así como otras oófagas, como la rana arlequín venenosa (O. histrionica). El mes pasado, la compañía obtuvo al fin los permisos para exportarlas. El propio Lozano-Ortega llevó una remesa de estas especies a los Estados Unidos.
Lozano-Ortega confesó a Mongabay que está muy contento sabiendo que estos animales están en manos de personas cualificadas con los medios y la experiencia para criarlas. También explicó que Tesoros de Colombia pretende eliminar el tráfico de estos anfibios poniendo a disposición de todos un producto legal, ético y sostenible. «Cuesta mucho criar [ranas] Oophaga. Actualmente, estamos trabajando para aumentar nuesra producción para poder empezar a cumplir con la demanda». «Algunos animales que llegaron [a EE. UU.] son parejas de cría, así que no resulta descabellada la idea de esperar pronto renacuajos criados en cautividad en Estados Unidos», concluyó.
Tesoros planea criar otras especies de ranas venenosas en un futuro próximo, incluídas la Oophaga occultator, Oophaga sylvatica y la Phyllobates bicolor. Espera que la demanda en el mercado ilegal de estas especies llegue rapidamente a cero.
Lozano-Ortega ve su trabajo como un paso importante para diversificar la economía colombiana y permitir que sean las comunidades locales, y no los traficantes, las que saquen provecho de la enorme biodiversidad del país. «Estamos demostrando que un país [diverso] debería trabajar en el biocomercio en lugar de promocionar tan solo industrias tradicionales como la minería, el petróleo y la agricultura».
Tesoros cuenta ahora con ingresos suficientes para llevar a cabo sus operaciones sin apoyo externo. La compañía ha creado siete puestos de trabajo permanentes, lo que ayuda a cinco familias.
Lozano-Ortega espera cambiar la actitud de los aficionados a las ranas «de tener ranas ilegales a tan solo tener legales, aumentando la concienciación sobre la conservación de las especies entre los aficionados». «¡Esperamos que, en el futuro, todas las ranas colombianas en cautividad tengan un origen legal!», concluyó.