- Garantizar el cuidado, monitoreo y vigilancia de las áreas marinas protegidas, aún cuando no hay recursos para ello, es el gran desafío de Chile tras la declaración de las reservas.
- Un novedoso modelo de negocio, para la pesca artesanal, podría transformarse en una alternativa de protección.
En Mongabay Latam nos preguntamos qué grado de protección efectiva significa la declaración de las nuevas reservas marinas en Chile. Conversamos con el biólogo marino Stefan Gelcich sobre la falta de recursos, el riesgo de que se conviertan en parques de papel, su real aporte al combate de la pesca ilegal y sobre nuevos modelos innovadores de conservación marina.
Gelcich, entre otras líneas de investigación, se ha especializado en el análisis de políticas publicas orientadas al manejo de recursos naturales. Para el biólogo, hablar del mar y de su protección es hablar, necesariamente, de los hombres y de las mujeres que viven de él. En esta entrevista conversamos acerca de los océanos, pero con los pies bien puestos en la tierra.
¿Qué significa, en términos prácticos, la declaración de zonas marinas protegidas?
Hoy día significa que están declaradas. Y alguien tiene que establecer alguna forma de gestión en estas áreas. El desafío está ahora en administrarlas, cuidarlas y monitorearlas. El hecho de hacer un área protegida implica que vas a determinar algún grado de protección y vas a excluir otros usos por esencia. Eso significa que hay una responsabilidad social, de contarle a los excluidos, lo que está pasando ahí. Para eso hay que monitorear. Cosa que no veo tan clara hoy. ¿Quién va a cuidar esas áreas o financiar un monitoreo? Lo más caro es vigilar. Son cosas que me preocupan. Generar áreas puede ser una buena noticia, pero si no cumplimos con todas estas otras cosas se convierten en parques de papel.
¿Crees que, a partir de ahí, hay un sector de la población que ve, con cierto rechazo, la creación de reservas marinas de manera tan seguida?
Todo va a depender de cómo funcionan estas áreas. Si uno hace reservas, convence a la sociedad y después no funcionan, no se cuidan, se pierde el apoyo social. Son cosas delicadas. Si uno va a implementar todo esto tiene que seguir adelante. De lo contrario empiezas a perder legitimidad.
La conservación marina ha ganado cierto discurso en muchos sectores. Hoy la pesca artesanal tiene la necesidad de pescar, dentro de áreas protegidas, de manera sostenible. Eso es una oportunidad. Pero si al final no pasa nada, se empiezan a perder esos apoyos. Y ahí empieza a verse todo revertido. Esos son los miedos y también los desafíos de cuando uno avanza.
¿Tienes algún ejemplo donde haya pasado eso?
Es que todas las áreas protegidas son relativamente nuevas y no tienen planes de manejo. Las viejas que teníamos también fueron avanzando muy lento y recién están implementando planes. Además las áreas nuevas, que se han creado, son mucho más grandes y tienen un desafío mayor de vigilancia…

¿Y por qué no vienen ya acompañadas de un plan de manejo?
El problema principal es un problema de recursos. Problemas económicos. Para una de estas áreas, que se creó hace algún tiempo, pudimos demostrar que tenía un déficit en costos de administración de un 85%. Ahora está la propuesta de crear un Servicio de Biodiversidad y un Sistema Nacional de Áreas protegidas que incluye las marinas. Todo súper bien, pero nada viene con otro presupuesto asociado. Entonces uno comienza a cuestionarse la necesidad de un modelo alternativo cuando tienes estos forzantes de platas.
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Modelos innovadores de conservación
¿Qué tipo de modelos alternativos se pueden implementar?
Hay uno que a mí me gusta que es mixto. Nosotros tenemos algunos pilotos andando. Son pequeñas áreas marinas costeras, donde hemos tratado de implementar incentivos, para que un sector de esa área se transforme en una reserva no extractiva cuidada por los mismos pescadores. En esas áreas, por supuesto, hay un incremento en diversidad biológica. El modelo de negocio consiste en que podamos acreditar la diversidad biológica marina que podría estar asociada a una etiqueta, una eco-etiqueta y un mercado. Entonces nosotros estamos apuntando a un modelo alternativo, de áreas de reserva con beneficios monetarios asociados. Es bien fácil decir “los otros tienen que cuidar esta área porque sí”, cuando los costos no son tuyos. Este es un modelo híbrido. No es que sea uno o lo otro. Necesitamos un abanico de herramientas.
¿Y esos incentivos monetarios de dónde vienen?
Hoy, como son pilotos, vienen de fundaciones filantrópicas. Pero si esto empieza a funcionar puede venir, al menos, de tres fuentes distintas. Primero, de la compensaciones de actividades productivas, realizadas en otros lados, que tengan que comprar bonos de biodiversidad. Segundo, si se certifican buenas prácticas, ello puede estar asociado, por ejemplo, a una categoría de productos premium con beneficios en biodiversidad. Y por último de gente que quiere invertir en conservación y que, con este modelo, puede tener la prueba certificada de la conservación en la que ha invertido. No unas líneas en el mapa que nunca supo si se respetaron o no. Cuando tú vas al supermercado compras un tarro de porotos. No compras la ilusión del tarro. Esto es lo mismo. Podríamos tener actores interesados en invertir en conservación con resultados verificados. Puede funcionar o no… no sé. Al menos estamos intentado buscar alternativas.

Las reservas se han creado, en parte, para combatir la pesca ilegal. ¿Funciona?
Hay distintas formas de combatir la pesca ilegal, pero para combatirla también hay que entenderla. Eso no solamente significa cuantificarla y ver de qué manera repercute en los stocks. También quiere decir comprender qué va determinando las actividades ilegales. Los grados de cosas ilegales que hace un pescador pueden ser muy distintos. No es el mismo grado de ilegalidad el tráfico de merluza a lo largo de la costa de Chile o la exportación de productos ilegales, que si un pescador extrae un producto, por sobre su cuota legal, porque hay meses en que no tiene ingresos. Nosotros hemos visto que, durante la veda reproductiva de la merluza, hay muy poca ilegalidad. Donde hay mucha es en las épocas del año en que el precio de la merluza está bajo.
Es muy importante entender qué es lo que va gatillando la decisión de actuar fuera de la ley. Si vamos separando los tipos de pesca ilegal, los podemos ir tratando. Hay algunas cosas fáciles y van a haber unas muy complejas. Pero por último no tienes una gran confusión de lo que está dando vuelta. Reconocer heterogeneidad, reconocer variabilidad en vulnerabilidad, entenderla, saber qué determina esta pesca ilegal. De esa manera podemos ponernos más creativos en las medidas que adoptamos. Lo que está claro es que sólo con la ley del garrote no funciona..
En este sentido pienso que, si bien los modelos clásicos de conservación han escalado y está bien, falta mucha innovación en las formas de aproximarse a estos problemas.
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Estudiar el mar, estudiar el ser humano
¿Siendo biólogo marino, por qué te has interesado más en las personas que en las especies marinas?
Porque todas las decisiones nacen del ser humano. Cuando sales a pescar, cuando no. Cuando vendes, cuando no. Es algo muy básico. También yo hice mi doctorado mezclado entre ciencias del mar y psicología. Pero en realidad yo creo que la gestión y la conservación, o más bien la conservación bien entendida, es algo que decide la sociedad. No es algo que se da porque sí. Nosotros como sociedad hemos decidido que nos gustan las ballenas. Perfectamente habríamos podido decidir que no y que preferimos los líquenes. Son decisiones sociales.
Durante la Segunda Guerra Mundial todos los fens, que son unos humedales en Inglaterra, se drenaron porque había que plantar papas para tener comida durante la guerra. Después de la guerra, los ingleses intentaron recuperar algunas de estas zonas. Pero como todo estaba drenado, echaban un poquito de agua y no duraba nada. Entonces si tú vas hoy a estos parques, que intentan recuperar el ambiente de lo que había en todo el sur de Inglaterra, el suelo de esos humedales es puro plástico. Porque tienen que mantener el agua. Ellos como sociedad decidieron que querían tener esos fens. ¿Por qué? porque creen que es importante. Todas las decisiones que tienen que ver con conservación son muy socialmente determinadas. Están construidas desde lo social. Esa es mi posición. Hay gente que habla del valor intrínseco de la naturaleza que también es válido.
¿Qué aspectos de tu vida se contradicen con la conservación marina?
Algo de mi trabajo de investigación es muy extractivo porque saco información y las comunidades no ganan nada. Además de contar su experiencia. Aunque uno trata de hacerlo de la manera más honesta posible. Pero estos pilotos, que estamos haciendo ahora, también van en una dirección contraria porque estamos coconstruyendo conocimiento. Construyendo juntos.
Foto portada: © Oceana | Eduardo Sorensen