- Una guerra comercial sin cuartel entre EE. UU. y China podría tener graves repercusiones imprevistas en la Amazonía brasileña, incluidos el incremento de la deforestación, las presiones sobre los grupos indígenas y el cambio climático.
- La preocupación es que China trasladará sus compras de productos básicos, incluidas la carne y la soya, desde EE. UU. a Brasil. Los biomas de la Amazonía y del Cerrado ya son grandes exportadores de ambos productos y están creando un auge en la construcción de infraestructura para llevar los productos al mercado.
“Nosotros somos quienes nos preocupamos por la naturaleza —sostiene Alessandra Munduruku, una joven líder Munduruku en la Amazonía brasileña—. Nadie que venga de allá arriba nos va a enseñar sobre cuidar el bosque”. Alessandra se unió por primera vez a la pelea de su comunidad por la supervivencia cuando se vieron amenazados por la inundación provocada por el proyecto de la megarrepresa São Luiz de Tapajós. Aunque los planes para la represa están archivados por el momento, Alessandra sostiene que los Munduruku aún enfrentan amenazas a la supervivencia de su cultura y de su comunidad.
Una amenaza inesperada: las bravatas del presidente Donald Trump sobre aranceles y comercio, que hizo que se elevara el precio de la soya brasileña a principios de año. Dado que la región amazónica es un centro de producción soyera, el aumento de precio podría llevar a una mayor deforestación de la zona. Ahora, con la imposición de los $50 000 millones en aranceles a China por parte de Estados Unidos, con el contraataque chino y con la amenaza de Trump de otros $200 000 millones en aranceles, se avecina una guerra comercial sin cuartel. Las repercusiones de tal guerra amenazarían a los Munduruku y a la Amazonía.
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“Lo que nos afecta directamente son la vía férrea, el canal y los puertos —explica Alessandra—. Ya hay tres [puertos] y quieren construir veinte más”. Está refiriéndose a la nueva infraestructura de transporte y a los silos esparcidos por la costa del río Tapajós, un afluente del río Amazonas y hogar de los Munduruku. Esos silos están llenos de soya, que es transportada desde el estado de Mato Grosso, en el interior de Brasil.
La expansión del comercio agrícola industrial, en especial la producción de carne y de soya, en Mato Grosso y en otros estados amazónicos, está eliminando la pluviselva amazónica. de manera constante. Esto, junto con la construcción de infraestructura para el traslado de estos productos hasta el mercado, está creando mayor presión sobre comunidades indígenas y tradicionales que habitan la región. Los investigadores también hacen referencia al vecino y menos conocido bioma del Cerrado como otro foco de deforestación También es hogar de grupos indígenas y el lugar donde se da el auge del ganado y de la soya.
Aunque la escalada de la guerra comercial entre EE. UU. y China por parte de Trump aún no tuvo efectos internacionales completos, es posible que ya esté impactando de manera negativa en los bosques de Brasil. Datos del organismo de control de la pluviselva, Imazon, muestran un aumento en la deforestación entre febrero y abril del 2018, en comparación con el año anterior. La cronología coincide con la primera amenaza del presidente sobre los aranceles a China ocurrida en enero.
En marzo, Trump anunció oficialmente los $50 000 millones en aranceles sobre productos chinos que ingresen a Estados Unidos. Pekín contraatacó con una imposición de $300 000 millones en impuestos sobre productos estadounidenses que se enviaran a China, incluida la soya. A partir del 10 de mayo, las ventas de soya a China cayeron unas 70 000 Tm comparado con el mismo periodo del año anterior. Esta caída sugiere que los compradores chinos estuvieron buscando otros proveedores para estar más seguros, sin importar si la guerra comercial se desata o no.
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Según analistas, Brasil está preparado para reemplazar al menos parte de la soya que China suele comprar a EE. UU. mientras el presidente Trump provoca la ira del gigante comercial de Asia. Brasil ya espera enviar, este año, 56 millones de toneladas métricas de soya a China. Gran parte de esa cantidad será provista por la región de la Amazonía y del Cerrado. Este año, los expertos esperan que Brasil desplace a EE. UU. como el mayor productor de soya del mundo, al crecer 117 millones de toneladas.
Probablemente como preparación para un aumento en el comercio de productos entre China y Brasil, en el 2017, los chinos les ofrecieron a los brasileños un paquete de financiación por 20 millones de dólares para inversión en infraestructura. Eso pagaría rutas, vías férreas y canales industriales nuevos para el transporte de soya, lo que podría llevar a la deforestación de la Amazonía y a una mayor alteración de la vida indígena.
Los expertos pueden señalar claramente el comercio agrícola industrial y el comercio mundial de soya como colaboradores de la deforestación en la Amazonía brasileña. Por ejemplo, el organismo de control forestal Imazon relaciona la caída del despeje de bosque amazónico del 2017 con una disminución en los precios de los productos básicos, incluidos la carne y la soya. Esto es lo opuesto a lo que ocurre en la actualidad.
Es importante destacar que la deforestación amazónica podría desencadenar un impacto significativo en el clima, no solo en Sudamérica, sino en todo el mundo. Científicos informaron en Nature Climate Change que talar grandes cantidades de árboles en el trópico puede afectar de manera adversa los patrones de precipitaciones en otras partes del mundo. Más preocupante aún, los reconocidos investigadores Tom Lovejoy y Carlos Nobre advirtieron en marzo que, si la deforestación amazónica (en la actualidad, en un 17 %) trepa a entre 20 % y 25 %, podría llevar a superar el punto de inflexión del clima, que reduciría las precipitaciones amazónicas y convertiría grandes franjas de bosques en sabanas. La pérdida de la capacidad que tiene la Amazonía para absorber grandes cantidades de carbono podría aumentar de manera drástica las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que llevaría al cambio climático a niveles peligrosos.
Aun así, Jair Schmitt, director de la Oficina de Bosques y de Prevención contra la Deforestación, tiene fe en las medidas actuales de protección destinadas a frenar la deforestación futura. Eso incluye el Código Forestal y la Moratoria de la Soya, un acuerdo voluntario entre la agroindustria, ONG lideradas por Greenpeace, y el Gobierno. “Incluso si la demanda de productos puede influir en la deforestación, es el propio mercado el que está poniendo restricciones a la deforestación ilegal”, sostiene Schmitt.
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La Moratoria de la Soya fue anunciada en el 2006 con el objetivo de prevenir la expansión de nuevas plantaciones de soya dentro de la pluviselva y para impedir de manera directa el despeje de bosques para hacer lugar para la soya. Este acuerdo ha mantenido la nueva deforestación por producción de soya por debajo del 1 % en la Amazonía brasileña, pero no acabó con el despeje de bosques.
Los críticos de la Moratoria de la Soya afirman que el acuerdo contiene vacíos legales. Por ejemplo: ladrones de tierras despejan bosques nativos y trasladan ganado a la zona para luego venderle la tierra a los productores de soya. Este es un proceso de varios pasos que no está contemplado en las normas de la Moratoria de la Soya. Según expertos, lo mismo ocurre con el Código Forestal brasileño del 2012, que se vio debilitado en gran medida por una decisión de la Corte Suprema de Brasil.
Si bien el mundo ha puesto el foco sobre la deforestación en la Amazonía, no es la única región donde se pierden árboles por la soya. El Cerrado, la extensa sabana en el centro norte de Brasil, está viviendo el cambio más rápido del país al pasar de una vegetación nativa a soya, algodón y maíz. La Dra. Holly Gibbs, una investigadora de la cadena de suministro en la universidad de Wisconsin-Madison, define al Cerrado como el nuevo foco de deforestación.
“La soya es una causa relativamente menor de la deforestación en la Amazonía —afirma Gibbs respecto de la actualidad—. La ganadería representa entre 60 % y 80 % de la deforestación nueva”. Sin embargo, como las zonas que inicialmente se despejan para ganado pueden transformarse en campos de soya, la historia de la deforestación no es tan clara y simple. Para sumar a esta complejidad, la soya también ofrece una fuente importante de forraje para el ganado, lo que combina aún más a ambos. Otra complicación es que, si los aranceles de Trump llevan a que los chinos contraataquen con aranceles sobre la carne estadounidense, los chinos podrían aumentar la compra de carne a Brasil. En China y en otros países asiáticos se ha disparado el consumo y la importación de carne en los últimos años, lo que podrían ser más malas noticias para la Amazonía.
La investigación de Gibbs reveló que, aun con la Moratoria de la Soya, más de 600 granjas de soya violaron las leyes forestales del país y despejaron bosques de manera ilegal. El estudio revisó imágenes de satélite de la Amazonía recolectadas entre el 2001 y el 2014 y del Cerrado, entre el 2001 y el 2013. Además, solo se le prohibió a 115 de dichas granjas la venta de soya debido a los vacíos legales en el acuerdo. La Moratoria de la Soya solo cubre la porción de la plantación donde crece la soya y no toda la granja. Vacíos como este dejan espacio para maniobrar, lo que permite más eliminación de árboles, según los ambientalistas.
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Los conservacionistas también advierten sobre la rápida expansión de infraestructura necesaria para el envío de productos. Nuevas rutas, vías férreas y canales industriales inciden directamente sobre la deforestación de la Amazonía, al mismo tiempo que aumentan de manera drástica el acceso a la pluviselva por parte de ladrones de tierras, taladores ilegales, ganaderos, cultivadores de soya, operaciones mineras y nuevos habitantes.
Una organización que está en contra del crecimiento de la agroindustria no regulada es el Instituto SocioAmbiental (ISA), una ONG dedicada a la justicia social y ambiental. Rodrigo Junqueira de ISA afirma que la perspectiva de una guerra comercial entre EE. UU. y China está entusiasmando a los cultivadores de soya: “Apuestan a que un aumento en la demanda pondrá presión sobre el mercado y cualquier restricción [legal] que exista quedará eliminada”.
“Si la demanda aumenta y Brasil se convierte en un proveedor más importante como consecuencia, el cultivo de soya aumentará en el Cerrado y en partes de la Amazonía que son apropiadas”, sostiene Junqueira. Agrega que una ola de demanda de soya casi seguramente producirá “una dinámica territorial que llevará a una nueva deforestación”.
Para Alessandra Munduruku, la expansión de la agroindustria plantea una amenaza existencial al pueblo Munduruku. “La lucha es por nuestra tierra. La lucha es por una pequeña porción de tierra —explica—. Aun si la gente viene a hablarnos sobre manejo forestal, el capitalismo viene a enseñarte cómo ser ʻsustentableʼ. Pero ese minicapitalismo es donde comienza el individualismo”. El individualismo, según ella, con su competitividad intrínseca, llevará, en última instancia, al fin de los bosques, a la desaparición de culturas indígenas enfocadas en la comunidad y al fin de los Munduruku.
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