- Un nuevo estudio ha descubierto que las pasturas en El Cerrado en Brasil no recuperan la biodiversidad que tenían incluso hasta 25 años después.
- Los científicos sugieren que una manera de promover el desarrollo de la biodiversidad sería utilizar los incendios como una herramienta de control de la tierra.
Una vez que la sabana de El Cerrado se ha transformado en tierra de pastoreo, no recupera su flora y su fauna, incluso luego de un cuarto de siglo después, según ha descubierto una investigación reciente. El bioma de El Cerrado de Brasil, al este y el sur del bioma de la Amazonía, una vez cubrió 2 millones de kilómetros cuadrados (772 204 millas cuadradas), pero la transformación rápida de la industria agropecuaria se traduce en que hoy hay menos de la mitad. La vegetación autóctona de la región y los suelos son importantes para almacenar carbono y frenar el cambio climático.
El nuevo estudio, publicado en el Journal of Applied Ecology recolectó muestras de 29 extensiones de El Cerrado que habían sido utilizadas previamente con fines agrícolas, pero habían estado abandonadas por entre tres y 25 años. Sin importar cuándo fue la última vez que un animal pastó esas tierras, los investigadores descubrieron que las plantas y los animales autóctonos que habían vivido allí no se recuperaron.
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“La gran pregunta de esta investigación era, una vez que la tierra ha sido abandonada, ¿puede recuperarse?” explicó la coautora del estudio Giselda Duringan del Instituto Forestal de Sao Paulo, Brasil. “Hemos mostrado que es básicamente imposible”.
Los atributos principales de la biodiversidad natural de la sabana que no se observaron en las tierras agrícolas abandonadas eran pastos autóctonos, herbáceas y arbustos —hábitat y alimento de extrema importancia para una variedad de animales autóctonos incluidos aves, lagartos, zorros, lobos y venados. Hasta 25 años luego de ser abandonadas, a las sabanas recuperadas les seguía faltando el 37 por ciento de sus especies originales.
Los investigadores observaron que de las 17 especies de pastos registrados en el hábitat natural de la sabana, solo tres se encontraron en pasturas abandonadas. Los pastos autóctonos, que representan el 23 por ciento de la tierra natural de la sabana, se limitaban a solo el dos por ciento de la cubierta del suelo en pasturas abandonadas y de las 29 pasturas abandonadas que se estudiaron, 22 no tenían pasto autóctono en lo absoluto.
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La mayoría de las extensiones agrícolas abandonadas también tenían pastos “exóticos” invasivos, que se importaron en primeria instancia de África a Brasil en los setenta. Estas especies típicamente desplazan y reemplazan los pastos autóctonos porque son más competitivas.
Estos resultados pueden no ser una buena señal para la política ambiental brasileña: la razón fundamental por la que las pasturas del estudio fueron abandonadas por sus dueños fue para cumplir con la ley principal de conservación de Brasil, el Nuevo Código Forestal sancionado por el Congreso en 2012 y ratificado por la Corte Suprema del país en marzo. El código exige que al menos el 20 por ciento de toda la propiedad rural privada dentro de El Cerrado no sea utilizada con fines agrícolas, basado en la suposición de que estas pasturas y tierras de cultivo abandonadas se convertirán por completo con el tiempo en vegetación autóctona.
El nuevo estudio muestra que este no es el caso, incluso después de un cuarto de siglo luego del abandono, lo que demuestra que el código puede no estar logrando su objetivo propuesto de recuperar el hábitat.
Aunque los esfuerzos para la recuperación tienden a cumplir la ley de Brasil, dijo Derigan, “la legislación no hace ninguna referencia ni limitaciones sobre la calidad de esa vegetación”.
Explicó que el descubrimiento más importante de la investigación fue que aunque la pastura abandonada se regenera bastante rápido, todavía es mucho más pobre en términos de valor y diversidad biológicos que lo que se encontraba originalmente allí.
La necesidad de controlar los incendios
Lo que hace que los ecosistemas de El Cerrado, y otras sabanas del mundo, tengan una importancia única es que poseen un mosaico diverso de flora y fauna, en un hábitat caracterizado por árboles escasos desperdigados en un suelo cubierto de pastizales.
Si no se ven obstaculizadas por incendios periódicos, estas sabanas tienen una tendencia natural a densificarse y transformarse en bosques, y como consecuencia pierden mucha de su vida autóctona animal y vegetal, según los investigadores. Este estado de bosque de baja diversidad es denominado “bosque invadido” y tiende a poseer alrededor de dos quintos menos de cubierta total del suelo, menos de la mitad de la riqueza de especies del estrato herbáceo, y alrededor de una doceava parte de la cubierta herbosa nativa.
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Utilizar los incendios para reducir la invasión es por lo tanto una herramienta eficaz para conservar la biodiversidad de la sabana.
La investigadora Derigan administra una estación ecológica en San Pablo, así que ha sido testigo directo de cómo la ausencia de incendios empobrece el hábitat de la sabana. “He visto de manera clara cómo mi estación perdió diversidad en los 30 años que llevo trabajando aquí”, dijo. “Era un mosaico y ahora muchas especies de lagartos, aves y mamíferos están simplemente desapareciendo; son endémicos de las sabanas y ahora no hay hábitat para ellos aquí”.
Según con los investigadores, la misma dinámica se aplica a las pasturas abandonadas. Si aquí no hay incendios, luego de alrededor de 49 años la tierra se convertirá naturalmente en un bosque de baja diversidad, en lugar de en una tierra herbosa cubierta de arbustos y rica en biodiversidad. Entonces, parece lógico que la reintroducción controlada de incendios en las tierras agrícolas abandonadas podría ayudarlas a recuperar la biodiversidad de la sabana con el tiempo.
“Sin los incendios, estas tierras abandonadas se convierten en nada más que un Cerradão (gran Cerrado)”, dijo Derigan, refiriéndose al bosque de sabana que es “pobre en diversidad de plantas y animales”.
Los investigadores, sin embargo, sí señalan que si el objetivo de la recuperación no es mayor biodiversidad sino mejorar el secuestro de carbono (ya sea para mitigar o detener el calentamiento global), o para regenerar de manera rápida la cobertura del suelo, entonces una “recuperación pasiva”, evitando el uso del control de incendios, podría ser eficaz.
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Si el objetivo de la recuperación es restituir y mantener el ecosistema natural de la sabana, una “recuperación activa” es necesaria. Esta recuperación activa puede variar en costo y esfuerzo, va de la tala de árboles al control de pastos exóticos y la reintroducción de pastos y arbustos nativos.
Derigan delineó un enfoque de tres etapas para la recuperación de la sabana nativa en su entrevista con Mongabay:
“El primer paso es eliminar pastos exóticos que se introdujeron de África; el segundo paso es reemplazar esos pastos con pastos nativos; y el tercero, y el más difícil, es reintroducir los incendios como una herramienta de control”, explicó. “Si no quemamos estas sabanas cada tres o cuatro años, se convertirán en sabanas invadidas”.
Implementar este proceso de tres pasos tiene sus desafíos: requiere cambiar la forma de pensar arraigada hace mucho tiempo de los tomadores de decisiones para que dejen de ver el fuego como destructivo y que en lugar de eso lo conceptualicen como una herramienta útil para mantener los ecosistemas de sabanas abiertos en Brasil.
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El uso histórico del fuego para la deforestación con el fin de crear nuevas pasturas y campos de cultivo ha generado una percepción que perdura de que la utilización de los incendios siempre causa daños ecológicos. Esta mirada, fortalecida por la presunción de que los incendios contribuyen con la liberación de gases del efecto invernadero y al cambio climático, ha llevado a las políticas actuales de Brasil de la eliminación de los incendios.
Por el contrario, sostienen Derigan y otros, los ecosistemas de El Cerrado dependen de un régimen de fuego para mantener su estructura y diversidad.
La necesidad de limitar la deforestación
La nueva investigación también demuestra de manera clara los impactos ecológicos irreversibles de la deforestación y, como explica Derigan, “muestra que es imprescindible que dejemos de transformar El Cerrado” en tierra de cultivo de soya, maíz y algodón, además de en tierras de pastoreo.
Un enfoque de conservación más eficaz a nivel ecológico sería proteger las extensiones de El Cerrado cubiertas de vegetación autóctona y utilizar las tierras que ya están degradadas para la expansión agrícola. Pero este enfoque a menudo va en contra del Nuevo Código Forestal, porque no establece la diferencia entre vegetación autóctona y tierras degradadas. Entonces, la implementación del enfoque probablemente requerirá la revisión del código para que esté guiado por la ciencia.
“Este artículo de investigación científica es extremadamente importante y oportuno”, afirmó Lisa Rausch, una investigadora de la Universidad de Wisconsin que estudia los impactos de la expansión agrícola en El Cerrado. “Estos nuevos descubrimientos —que muestran que es probable que el rebrote en estas pasturas abandonadas se mantenga con una biodiversidad baja ante la ausencia de intervención significativa— pone de relieve los beneficios de utilizar estas áreas para la expansión de la soya al tiempo que se salva la vegetación autóctona”.
Esta estrategia de conservación no ofrecería solo una situación beneficiosa para todos en Brasil: hay más 500 millones de hectáreas de tierra degradada en América Latina en donde agricultores de pequeña y gran escala, como así también compañías, podrían expandir sus empresas sin sacrificar a los ecosistemas autóctonos.
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Referencias
Cava MGB, Pilon NAL, Ribeiro MC, Durigan G (2018). Abandoned pastures cannot spontaneously recover the attributes of old‐growth savannas. J Appl Ecol. 55(1164–1172). https://doi.org/10.1111/1365-2664.13046
Imagen de portada: Ganado en América Latina. Rhett A. Butler/Mongabay