- El 22 de octubre colapsó el puente que está sobre el río Montana. La causa de este evento sería el proceso de erosión del río Coca. Días atrás, dos diques de contención fueron movidos por la fuerza del agua.
- Los efectos de la contaminación producto del derrame de crudo del pasado 7 de abril de 2020 continúan. Las comunidades indígenas aseguran que los trabajos de remediación han sido ineficientes en comparación al daño ocasionado.
*Este artículo es una alianza periodística entre Mongabay Latam y GK de Ecuador.
Las consecuencias de la erosión regresiva en el río Coca continúan. El pasado 22 de octubre, el puente que está sobre el río Montana, uno de sus afluentes en la provincia amazónica de Napo, colapsó. Dos días antes, un par de diques de contención en el río Coca fueron removidos por la fuerza del agua. La situación podría empeorar y poner en peligro a grandes infraestructuras como la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair.
Detrás del colapso del puente sobre el río Montana también está la erosión regresiva —un proceso en el que se van debilitando las paredes de los ríos y socavando su lecho— del río Coca. Esa erosión, que inició con la desaparición de la cascada San Rafael el 2 de febrero de 2020, también ha afectado a los ríos secundarios que desembocan en él. Uno de los más impactados ha sido el Montana.
Emilio Cobo, coordinador del programa de Agua de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para América del Sur, dice que la erosión se ha ramificado. “El puente ya estaba inhabilitado meses atrás por el socavamiento de sus bases y su colapso era algo esperado con el avance de la erosión”, dice. Por su parte, Carolina Bernal, geóloga y profesora de la Escuela Politécnica Nacional, explica que cuando el río Coca perdió su equilibrio natural por actividades humanas como la construcción de hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, también lo perdió el Montana.
Ahora, “el río Montana tiene que intentar buscar el equilibrio con el río Coca”, dice Bernal. Pero encontrar ese balance es algo que podría tardar mucho tiempo. Bernal asegura que el proceso de erosión regresiva “continuará hasta que el río Coca encuentre el equilibrio entre la cantidad de agua y la cantidad de sedimentos que lleva” y mientras eso no ocurra, el río Coca seguirá haciéndose más profundo y más ancho, explica.
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Los daños continúan
El colapso del puente no ha sido el único daño grave. También están los diques de contención que fueron desplazados por la fuerza del agua del río Coca el pasado 20 de octubre. En un comunicado, la Corporación Eléctrica del Ecuador (CELEC) dijo que el “incremento en el caudal del río Coca desplazó dos contenedores rellenos de hormigón” que se encuentran en proceso de instalación aguas arriba del puente Ventana 2. Según CELEC, el uso de los diques buscaba “disminuir la velocidad del agua y, por ende, ralentizar el proceso de erosión regresiva del río y, de esa forma, proteger las obras de captación de la central Coca Codo Sinclair”.
Pero hay que recordar que fue en mayo cuando el gobierno ecuatoriano firmó la declaratoria oficial de la emergencia en la zona del Parque Nacional Cayambe – Coca debido a la erosión del río Coca, a pesar de que el problema empezó en febrero con el colapso de la cascada San Rafael. Fue entonces cuando se contrataron tres consultorías: una para estudios hidrogeológicos y definición de obras emergentes, otra para estudios topográficos y una tercera para estudios geológicos de detalle.
El 9 de julio, el Ministerio de Energía dio a conocer los avances de las consultorías y anunció que las obras destinadas a hacerle frente a este problema comenzarían a mediados de ese mes. El 15 de septiembre debían entregarse unos estudios complementarios y el 1 de octubre los diseños de las obras definitivas, para pasar, finalmente, a la etapa de construcción.
Sin embargo, en un comunicado del 20 de octubre de 2020, CELEC dijo que “las obras emergentes para proteger el puente y la captación de la central Coca Codo Sinclair registran un avance del 40 %”, cuando se suponía que ya debían estar completas. Ese mismo día, los dos diques de contención fueron movidos por el caudal del río.
Después de lo ocurrido, CELEC aseguró que retomará las obras una vez que disminuya el caudal. Pero el tiempo se agota.
Con todo, estos no son los primeros efectos negativos de la erosión del río. El 7 de abril de 2020 un enorme socavón produjo la rotura del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) y el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), generando el derrame de más de 15 000 galones de petróleo que contaminaron el río y generaron afectaciones a los indígenas kichwa que viven aguas abajo.
Pero la situación podría empeorar. Sebastian Valdivieso, Director del Programa Wildlife Conservation Society (WCS) Ecuador, explica que la magnitud del daño estará relacionada con la capacidad erosiva del agua. “Eso obviamente está relacionado al caudal. Si tenemos más lluvia, habrá mayores caudales en el río Coca y entonces el proceso erosivo será mayor”. Según Valdivieso, es muy difícil que la situación mejore. “Tal como lo estamos viendo, va a continuar y va a empeorar en la medida que el caudal del río aumente”, dice.
Calcular los posibles daños a infraestructuras cercanas al Coca es difícil. La geóloga Carolina Bernal dice que “si el oleoducto está otra vez cercano al río, se va a afectar, al igual que la carretera que está muy cerca”.
Una de las posibilidades que no descartan los expertos es que la erosión llegue hasta la captación de Coca Codo Sinclair —el sitio donde se detiene el río para desviarlo hasta la hidroeléctrica—. “En caso de llegar a la captación sería gravísimo porque compromete la estabilidad de la obra. ¿En qué magnitud? No sabemos”, dice Bernal y enfatiza en que “no hay una verdad absoluta pues no se sabe hasta dónde llegará la erosión”.
Por su parte, Valdivieso dice que el lecho del río Coca favorece el proceso de erosión regresiva, por lo que se tenía que considerar esto “al momento de poner estructuras muy sensibles como una hidroeléctrica, carreteras, tendidos eléctricos de alto voltaje y oleoductos”.
Emilio Cobo asegura que es necesario entender los mecanismos naturales que operan en el proceso erosivo y establecer un modelo de evolución de la erosión. “Con esa información podrían construir obras que ayuden a frenar la erosión y recrear un knickpoint [punto de quiebre] artificial que actúe como barrera”, explica. Dice que es importante “entender que la erosión no solo avanza aguas arriba, también profundiza verticalmente el canal del río y erosiona lateralmente el cauce. Controlar estas tres dimensiones no será posible”. Hoy, sostienen los expertos, la prioridad debería centrarse en proteger la obra de captación de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair.
Remediación ambiental sin resultados
Seis meses después del derrame de petróleo del 7 de abril de 2020, que se produjo por un socavón de tierra en el sector de San Rafael, varias poblaciones afectadas insisten en que el crudo no ha sido limpiado totalmente de sus territorios. Producto de la rotura del SOTE y el OCP, 105 comunidades indígenas de las provincias de Sucumbios y Orellana vieron sus tierras y fuentes de agua contaminadas. Tras el desastre, las empresas responsables de los oleoductos —OCP y Petroecuador— anunciaron que emprenderían actividades de remediación ambiental.
Varios dirigentes de las comunidades afectadas aseguran que funcionarios de las dos empresas fueron a sus territorios a socializar la finalización de los trabajos de remediación. Alexandra Almeida, coordinadora del área de Petróleo de la Fundación Acción Ecológica, dice que “según las empresas ya terminaron de hacer la remediación que estaba en 96 %. Ese 4 % que faltaba, dicen, era la socialización con las comunidades para terminar el proceso”.
Almeida asegura que esa finalización significaba entregar a las comunidades el río limpio otra vez. Según el artículo 72 de la Constitución del Ecuador, la naturaleza tiene derecho a la restauración y esto significa, según Almeida, que “tienen que dejar al río en la situación previa al derrame, o sea como estaba antes y eso, por supuesto, no se ha logrado”. Incluso, dice, mucha de esa contaminación es irreversible y los trabajos que hicieron para remediar no han servido.
Aun así, el 21 de octubre el Ministro de Energía, René Ortiz, dijo en una comparecencia ante la Comisión de Biodiversidad y Recursos Naturales de la Asamblea Nacional que “se contuvo el derrame, se reparó el área afectada y se establecieron zonas de intervención”. En la misma comparecencia, Andrés Mendizábal representante de OCP dijo que “al momento, junto al Ministerio de Ambiente, se prepara un cronograma de muestreo final de los monitoreos. Estimamos que en octubre concluya este proceso” .
Pero Almeida y las comunidades sostienen que el río no está limpio. Los indígenas insisten en que la contaminación persiste, que todavía hay presencia de crudo en los territorios de las comunidades y que no aceptarán que este sea el fin de la remediación ambiental.
Tras las denuncias de las comunidades, la Alianza por los Derechos Humanos —conformada por organizaciones como la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), Surkuna, Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (INREDH), Amazon Frontlines, el Comité de Derechos Humanos de Guayaquil e Idea Dignidad— publicó el informe de una inspección realizada a seis comunidades afectadas por el derrame de petróleo en las riberas de los ríos Coca y Napo: San Carlos, San José de Coca, Añango, Sani Isla, Moretecocha y Samona.
Los resultados del informe mostraron que en todas las poblaciones, en el suelo y en las orillas del río, se encontraron hidrocarburos. Almeida, que estuvo presente en el trabajo en campo, dice que “se encontró también presencia de hidrocarburos policíclicos aromáticos, los cuales son extremadamente tóxicos y se encontraron también metales pesados como níquel, plomo y vanadio”.
Una de las comunidades más afectadas es la comunidad indígena de Moretecocha. En la orilla del río se encontró una concentración de petróleo 184 veces más alta que el límite tolerable.
Según dice Alexandra Almeida, los dirigentes indígenas todavía no pueden consumir el agua de los ríos Napo y Coca. “Han intentado pescar pero los pescados no se pueden consumir todavía. Dicen que tienen sabor a diésel”, indica. Además, Almeida destaca que el derrame ha causado la destrucción de los cultivos de sus chacras, “nos enseñaron un árbol de canela completamente seco, árboles de cacao secos”, cuenta.
A algunas de las comunidades afectadas “les han ofrecido tanques para recolección de agua lluvia”, dice la abogada ambientalista Verónica Potes. La idea es que los ubiquen en los techos y así dotar de agua a las comunidades. Para Potes, esa “solución” no significa la entrega del río porque “no han limpiado; de hecho es un reconocimiento de que no han hecho tal limpieza”, dice. Además, sostiene que los tanques no reemplazan la relación de las comunidades con el río y no se ha tomado en cuenta que esta época es seca en la Amazonía ecuatoriana.
Los daños tras la erosión del río Coca van a continuar. Predecir qué sucederá en las próximas semanas o meses es imposible. Lo que es peor, el tiempo parece agotarse y muchas infraestructuras de importancia para el Estado ecuatoriano están en riesgo. Y no solo esto, varias comunidades indígenas han sido víctimas de las consecuencias de la erosión y del derrame de petróleo causado por la rotura del SOTE y el OCP hace casi siete meses. Un derrame que, según los indígenas, todavía sigue afectando su vida.
*Imagen principal: El puente sobre el río Montana ya estaba inhabilitado meses atrás por el socavamiento de sus bases por la erosión. Foto: Twitter de la Dirección Zonal del Ambiente y Agua Sucumbíos.
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