- El nacimiento de una pareja de cachorros de yaguareté o jaguar alienta la ilusión de que la especie vuelva a poblar el mayor humedal de la Argentina, 70 años después de su extinción.
- La Fundación Rewilding Argentina, en cuyo Centro de Reintroducción de Yaguaretés viven los padres, lo considera un gran paso para la futura liberación de ejemplares en la zona.
“¿No vas a chequear hoy las tarjetas de las cámaras?”. La calurosa tarde de noviembre transcurría plácida en el Centro de Reintroducción de Yaguaretés (CRY) que la Fundación Rewilding Argentina (FRA) posee en la isla de San Alonso, en Iberá, Corrientes. Pablo Guerra Aldazábal, el encargado de logística, demoraba el visionado cotidiano. Desde hacía unos días la falta de novedades le provocaba cierta frustración. Gerardo Cerón, quien conduce la Estación de Campo El Teuco, en el Parque Nacional El Impenetrable, estaba de visita y le insistió para hacer la revisión. “Seguro que no sale nada”, dijo Guerra. Estaba equivocado.
De pronto, la pantalla mostró la imagen de un pequeño cachorro de jaguar (Panthera onca) que se acercaba a una de las cámaras con toda la curiosidad de un recién nacido. “Cuando apareció no lo podíamos creer. Nos pusimos a gritar como locos, fue una felicidad enorme”, se entusiasma Guerra, biólogo graduado en la Universidad de Buenos Aires que, según afirma sin complejos, está cumpliendo el sueño de realizar “el trabajo de mi vida, en el que siempre quise estar”.
Uno de los cachorros nacidos en el Centro de Reintroducción de Yaguaretés hace su presentación en sociedad ante una de las cámaras-trampa ubicadas en el bosque. Video: Fundación Rewilding Argentina.
La certeza del nacimiento de Karai y Porã, tal como fueron bautizados días después mediante votación popular, fue por el momento la última noticia positiva para la recuperación de una especie cuya existencia se encuentra seriamente amenazada en la Argentina. Hijos de Mariua y Jatobazinho, dos ejemplares brasileños que se encuentran desde el año pasado en el CRY, los recién llegados amplían el número de animales considerados “liberables” que consolidan la idea de repoblar el Iberá con yaguaretés (jaguares), 70 años después de su extinción en la zona.
“En 2012, cuando arrancó el proyecto, empezamos trayendo ejemplares de cautiverio que pudiéramos reproducir, sabiendo que nunca íbamos a poder soltarlos porque asocian al hombre como proveedor de comida y no le tienen miedo”, recuerda Sebastián Di Martino, Director de Conservación de la Fundación. Desde entonces las vías de actuación se fueron diversificando y el posterior arribo de jaguares silvestres comenzó a sentar las bases para alcanzar la meta prevista. “La tarea consistió en cruzar individuos y, una vez que se reprodujeran, meter a las madres a criar a sus cachorros en corrales muy grandes, sin ningún tipo de contacto con humanos, para que estos fuesen potencialmente liberables”, explica Di Martino: “En esta fase, que llamamos ‘de liberación’, es donde nos encontramos”.
Mariua permanece atenta a todo lo que pasa en el bosque. Detrás, Katai y Porã juegan en un árbol. Uno se ve con claridad; del otro apenas se aprecia su cola en una rama más baja. Video: Fundación Rewilding Argentina.
Mariua y Jatobazinho, historias paralelas
La historia de Mariua y su hermana Juruna se parece a muchas otras de las que padece la especie. Habitantes del Pantanal brasileño, su madre fue cazada cuando ellas tenían pocos meses de vida. Avisado por los habitantes del lugar, el gobierno de Brasil las rescató. La rehabilitación estuvo a cargo de la organización conservacionista Nex, en Brasilia, que a su vez las envió a Iberá, donde llegaron el 9 de febrero de 2019.
Tiempo después, en noviembre, sería el turno de Jatobazinho. Este macho joven debe su nombre a una escuela rural llamada Jatoba, situada a orillas del río Paraguay, en el Pantanal sur. Allí fue donde lo vieron cruzar el río en muy mal estado y buscar protección bajo un bote boca abajo. El Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad se ocupó de rescatarlo y la organización Onçafari, de rehabilitarlo. La vida lo uniría a Mariua en el CRY de San Alonso.
“La isla tiene 11 400 hectáreas y está en el corazón de Iberá”, relata Talía Zamboni, coordinadora de los proyectos de reintroducción que la Fundación lleva adelante en Corrientes. Su descripción del lugar incluye pastizales, lagunas internas, montes, esteros y palmerales. “Es una lomada, un poquito más elevada que las tierras vecinas, por lo que queda a salvo de las inundaciones, y está rodeada por agua, junto a la laguna Paraná”, dice Zamboni.
En ese reducto al que solo se puede llegar en lancha o avioneta, Rewilding Argentina ha levantado un sofisticado complejo de recintos donde viven los jaguares. “Hay cuatro octógonos de más o menos media hectárea cada uno; dos de una hectárea y media; otros dos de una hectárea y un gran corral de 30 hectáreas, interconectados por pasillos con portones guillotinas que permiten mover los animales entre los diferentes recintos”, resume Zamboni.
El parto de Mariua tuvo lugar en el corral principal, y aunque solo la visión de los cachorros en las filmaciones de las cámaras trampa pudo confirmarlo, los encargados de los cuidados diarios podían sospecharlo. “Habitualmente, ella pasa mucho tiempo en el pastizal”, indica Sebastián Di Martino, “pero notamos que había aumentado su permanencia en un área de monte. Después, en una cámara vimos que tenía los pezones bastante hinchados, signo de que había parido”. Sin embargo, el dato no avalaba la presencia de cachorros: “Las hembras primerizas pueden perder la camada y Mariua lo es. Por suerte, los dos sobrevivieron”, concluye el Director de Conservación de FRA.
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Un plan muy estudiado
La flamante madre lleva alrededor de su cuello un GPS que permite conocer con detalle sus movimientos y facilitar un manejo que, igual que con el resto de yaguaretés “liberables”, exige extrema minuciosidad. “Es una tarea de planificación que a veces me resulta agotadora, porque cada vez que tengo que entrar a un corral pienso muchas veces cuál es el mejor momento”, afirma Pablo Guerra.
Entre sus misiones como encargado de logística se encuentra la de alimentar con presas vivas a los habitantes del CRY. A los reproductores que seguirán en cautiverio se les da carne todos los días. Con los candidatos a ser liberados el trabajo se complica. “Con ellos la premisa es afectar lo mínimo posible su comportamiento. Debemos evitar el contacto, incluso que nos vean. Lo que hacemos con Mariua es buscarla con la antena de telemetría y, una vez que la ubicamos, entramos al corral por el lado opuesto para dejarles una presa por semana”, comenta Guerra. Carpinchos, chanchos cimarrones y yacarés componen los platos principales de la dieta de los jaguares de esta zona, aunque en el recinto mayor la tarea ya no es necesaria porque la fauna local lo ha colonizado.
Mariua no es la única que porta collar GPS. El instrumento de detección también acompaña a su hermana Jutuna, a Jatobazinho; y a Mbareté y Arami. Estos dos ejemplares —un macho y una hembra— ya han cumplido dos años, la edad en la que se considera que comienza su adultez, y son hijos de Tania, hembra que desde diciembre de 2019 se encuentra en El Impenetrable chaqueño para intentar la reproducción con Qaramtá, macho silvestre que apareció en ese Parque Nacional en septiembre de ese año.
Nacidos en cautiverio pero criados por la madre en estado semisalvaje, Mbareté y Arami son excelentes ejemplos del plan de reintroducción que se ejecuta en Iberá. Siempre fueron alimentados con presas vivas, Tania les enseñó a cazar y ahora ya lo hacen por su cuenta. “Incluso, hace unos meses decidimos separarlos para valorarlos de manera individual. Entre hermanos siempre hay uno más activo, y el otro puede aprovecharse de la eficacia del más cazador. Para liberarlos necesitamos estar seguros que cada uno pueda cazar por su cuenta”, explica Di Martino.
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Siete ejemplares “liberables”
En este momento, los individuos con opciones de vivir en libertad que habitan el CRY son siete, incluyendo los dos cachorros recién nacidos. Todo Corrientes está pendiente del momento, ya que el último registro de yaguareté silvestre en la provincia data de los años 80, cuando fue cazado un ejemplar muy cerca del límite con Misiones, unos 200 kilómetros al noreste de Iberá. “En ningún caso se liberarán los siete juntos”, aclara Talía Zamboni, “irán pasando por diferentes estados”.
“La idea es soltar primero a Mariua con sus cachorros, porque como estos todavía son dependientes ella quedaría anclada a los alrededores del CRY y de esa manera serán más fáciles de monitorear y de evitar cualquier potencial conflicto que pudiera surgir”, informa Pablo Guerra. “Se liberarán cuando se considere que estén en condiciones de seguir a su madre. Mientras tanto van a permanecer en el corral de 30 hectáreas. No tenemos un plazo determinado para hacerlo”, matiza Zamboni.
Más que un hecho simbólico o anecdótico, el retorno del jaguar al Iberá tras 70 años de ausencia es una pieza clave en la recuperación del humedal más grande de la Argentina y el segundo del continente tras el Pantanal brasileño (12 000 kilómetros cuadrados).
Qaramtá, el único ejemplar salvaje de jaguar que se conoce actualmente en el Gran Chaco argentino, tuvo su primer encuentro con Tania, una hembra nacida y criada en cautiverio.
“Es importante que la especie esté de vuelta por su rol en el ecosistema”, subraya Di Martino, “cuando el yaguareté está ausente hay superabundancia de presas que provocan sobrepastoreo, se erosiona el suelo, la vegetación se degrada y no fija dióxido de carbono, empeora la calidad del agua y del aire… todo funciona mal”. El Director de Conservación de la Fundación Rewilding va incluso más lejos: “En definitiva, también nuestra existencia en la Tierra depende de ese funcionamiento, porque cuando no es el correcto los efectos son el cambio climático o las pandemias”.
Por otra parte, las condiciones del entorno para que se produzca el esperado regreso parecen las adecuadas. “Hace 70 años no había conciencia mundial sobre la conservación de especies y el animal era considerado como algo malo que había que erradicar”, explica Zamboni, y agrega: “Cazar era lo habitual, y no solo yaguaretés. La zona estaba mucho más despoblada de fauna que ahora. De hecho, los jaguares se fueron quedando sin sus presas naturales, empezaron a atacar el ganado y eso aumentaba los conflictos y su caza. Había especialistas en matar yaguaretés”.
Hoy la situación es diferente. La creación de la Reserva y el Parque Nacional Iberá (en 1983 y 2018, respectivamente) atrae el turismo nacional e internacional, la población local lo ve como una fuente de ingresos económicos interesante y la mirada ya no se centra en el disparo con escopetas sino en la observación con cámaras fotográficas. En ese sentido, nada puede resultar más atractivo que descubrir un jaguar escondido entre los bosques o pastizales. “Serán las estrellas de esos viajes”, dice convencida Talía Zamboni.
El nacimiento de Karai y Porã acelera los tiempos. Las manchas del tigre americano comienzan por fin a dibujarse en el futuro del Iberá.
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