- En el 2017 ingresaron a la reserva marina, sin autorización, 28 barcos. Dos años después ese número se redujo a ocho y en el 2020 a tres.
- El sistema de control y vigilancia que posee la reserva marina, único en la región, sumado a las sanciones impuestas a quienes sobrepasan los límites del área protegida, serían la causa de esa disminución.
La reserva marina de Galápagos es la única área protegida en América Latina que cuenta con un sistema de control y monitoreo satelital propio para resguardar su perímetro. Desde una oficina en la isla Santa Cruz, personal del Parque Nacional Galápagos visualiza en diferentes computadoras la posición de los barcos que se mueven dentro y fuera de la reserva. Lo mismo hace la Armada Nacional en otra de las islas, San Cristóbal, desde un centro de monitoreo satelital idéntico al del Parque Nacional.
Hasta allí llegó Mongabay Latam para conocer cómo se protege una de las áreas marinas más biodiversas del planeta y que en los últimos años ha captado la atención no solo de conservacionistas y científicos, sino de los gobiernos de la región debido a la presencia anual de las flotas chinas que llegan a pescar hasta los límites de la zona económica exclusiva del archipiélago.
Recorrimos el centro de control y monitoreo, abordamos las embarcaciones y aviones con los que se patrulla el área para saber en qué se invierten los 5 millones de dólares anuales que cuesta proteger la reserva marina.
La disminución en los ingresos
Numerosos barcos, principalmente ecuatorianos, pescan alrededor de la reserva marina, en la zona económica exclusiva insular del país. La presión pesquera es notoria en los sistemas satelitales que muestran cómo las embarcaciones se instalan en el límite de la reserva.
La razón: Galápagos funciona como un enorme agregador natural de vida marina. Además de peces, desde aves hasta ballenas se congregan allí dando lugar a uno de los lugares naturales más importantes del planeta.
En la reserva marina habitan más de 3500 especies y de ellas el 25 % son endémicas, es decir, que no existen en ningún otro lugar del mundo. Pero no solo eso. En sus 133 mil kilómetros cuadrados —que equivalen a casi el 50 % de la superficie de Ecuador continental— ocurren fenómenos naturales únicos que hasta ahora la ciencia no ha logrado identificar en ningún otro lugar de la Tierra. Por ejemplo, en las islas Wolf y Darwin, se encuentran las mayores concentraciones de tiburones martillo, una especie que se encuentra en Peligro Crítico de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
También existe una población única de tiburones ballena, una especie considerada En Peligro. Conocidos por ser animales solitarios y que nadan en aguas abiertas, existen pocos lugares donde se les ve reunidos. En la mayoría de esos casos se trata de individuos juveniles, es decir, que no han alcanzado su edad de reproducción, no sobrepasan los siete metros y generalmente son machos. Pero en la isla Darwin ocurre algo único: el 99 % de los tiburones ballena son hembras adultas y además “son del doble del tamaño de las que se ven en las agregaciones costeras”, asegura el biólogo Alex Hearn.
Proteger este santuario marino es indispensable para resguardar una biodiversidad que es única y que es riqueza del mundo entero.
La llegada anual de las flotas chinas al límite de la zona económica exclusiva del archipiélago ha planteado más que nunca la pregunta de ¿qué tan protegida está Galápagos?
El despliegue de tecnología y otras herramientas con las que cuenta el Parque Nacional y la Armada del Ecuador para proteger la reserva marina, han permitido disminuir drásticamente la pesca ilegal al interior del área.
De acuerdo a los registros del Parque Nacional Galápagos, en el 2017 ingresaron a la reserva marina, sin autorización, 28 barcos, la mayoría ecuatorianos. En el 2018, lo hicieron 26; en el 2019, la cantidad disminuyó a ocho y en el 2020 a tres. En lo que va del 2021, “hace una semana pregunté el dato de ingresos a la reserva marina según el sistema satelital y van seis”, le dijo a Mongabay Latam, Danny Rueda, director del Parque Nacional Galápagos, en una entrevista realizada a fines de septiembre. Ese número “es muy bajo. Es poquísimo. Antes ingresaban muchos más al año”, asegura.
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Tecnología para identificar barcos
Para poder identificar la posición de un barco desde una computadora, es necesario que la embarcación tenga a bordo un dispositivo que envía, cada hora, una señal a un satélite indicando la posición, la velocidad y el rumbo. De esa manera, quien quiera saber dónde se encuentra una nave, podrá hacerlo utilizando ciertos softwares que son, justamente, a los que tiene acceso tanto el Parque Nacional como la Armada en sus centros de control y monitoreo que están activos las 24 horas del día.
En el centro de monitoreo, la reserva marina está delimitada con un cerco electrónico, explica Rueda, por lo que cualquier embarcación que ingresa al área genera una alarma. Además, si el ingreso es de noche la alarma suena en los celulares de los que están de turno. A partir de ahí se activan los sistemas de control para identificar con mayor precisión, mediante la observación de los movimientos del barco y su velocidad, qué es lo que está haciendo exactamente.
“Un barco que ingresa a ocho o nueve nudos en su trayectoria y sale se podría interpretar como un error de la tripulación que se desvió y volvió a retomar el rumbo porque se ve claramente que la velocidad nunca baja”, explica Rueda. “Hay otros barcos, en cambio, que ingresan, bajan la velocidad a dos o tres nudos y empiezan a hacer algún tipo de navegación que da claramente indicio de que está haciendo una actividad”, agrega.
Desde el 2010 a la fecha, son 52 las embarcaciones que han ingresado a la Reserva Marina de Galápagos y que han sido capturadas por las autoridades, asegura Rueda. Pero además, desde el 2015 hasta hoy, hay otras 95 que si bien han ingresado, según pudo identificar el centro de control, no fueron capturadas, precisa el director del parque.
“Hay algunas embarcaciones que ingresan muy poquito, digamos cuatro millas o 3 millas, hacen actividades pesqueras y salen. Pero moverse hacia esos límites, por ejemplo desde Santa Cruz, nos tomaría a nosotros en una embarcación oceánica, de 12 a 13 horas con lo cual lo más seguro es que hasta llegar a ese sitio el barco ya no va a estar”, explica Rueda sobre la razón más usual por las que los barcos no son capturados.
Sin embargo, en la reserva marina de Galápagos no solamente está prohibido pescar, sino también ingresar, transitar o movilizarse sin autorización, por lo que todas las embarcaciones que son detectadas por los sistemas satelitales, ya sea que hayan sido capturadas o no, son sancionadas, sin excepción, por una infracción considerada grave, asegura Rueda. De acuerdo al registro al que tuvo acceso Mongabay Latam, las multas van hasta los 4255 dólares. “No hay una diferencia entre si el barco entró o no a pescar porque es la misma sanción. Exactamente la misma”, confirma el director del parque.
Esa es la razón, asegura, por la que los ingresos al área protegida han disminuido drásticamente en los últimos años y el biólogo Eliecer Cruz, quien fue director del Parque Nacional Galápagos entre 1996-2003, cuando se creó la reserva marina, está de acuerdo. “Las sanciones son bastantes altas”. Por lo que a los dueños de los barcos “sí les afecta y lo evitan, por eso hay muy poco ingreso de embarcaciones atuneras”, señala. Además, “se cuidan en el tema de la comercialización y de cómo quieren posicionar a la industria en términos de pesca sostenible”, agrega Rueda.
Sin embargo, la reserva no está libre de peligros puesto que los sistemas satelitales no pueden detectar a las embarcaciones que no tienen sistemas satelitales o que los mantienen apagados.
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Ingresos peligrosos
“Los que sí ingresan son estas 300 embarcaciones nodrizas”, dice Eliecer Cruz en referencia a la flota ecuatoriana artesanal dedicada a la pesca de pelágicos grandes como dorados, atunes o picudos donde cada barco opera con la ayuda de naves menores llamadas fibras.
“Las naves nodriza tienen el dispositivo satelital y el parque las está mirando”, explica Cruz. “Cuando llegan al borde de la reserva se quedan aquí afuera, pero sus embarcaciones menores, sus fibras, se meten a la reserva porque esas no tienen sistema (satelital) y no hay como verlas. Esas vienen con palangre a sacar tiburón”, dice el biólogo.
Esta certeza tiene un correlato en una serie de ilegalidades detectadas en un lapso de ocho años. En 2010, el barco Acuario de Dios II fue capturado al interior de la reserva con 13 tiburones en su interior. Dos años después, el María Vanessa fue sorprendido con 80 tiburones. En 2016, el barco pesquero María Tatiana IV fue capturado por las autoridades junto con sus seis fibras mientras realizaban faenas de pesca 10 millas dentro de la reserva. En sus bodegas llevaba, además de otros peces, 55 aletas de tiburón y 81 tiburones de 5 especies diferentes. Un año más tarde, en el 2017, la embarcación Don Gerard fue encontrada junto a ocho fibras menores a dos millas dentro de la Reserva con 156 tiburones en sus bodegas. Esos son solo algunos de los casos”.
Para todas ellas, el parque utiliza las demás herramientas con las que cuenta: tres embarcaciones oceánicas, dos embarcaciones rápidas y un hidroavión, unidades que, de ser necesario, pueden complementarse con aquellas que tiene la Armada.
“Esa es la otra parte del control que hacemos, tratar de encontrar las embarcaciones que no colaboran”, dice Rueda. Pero según detalla, encontrarlas no se limita a los patrullajes en el mar, sino que “es un tema de inteligencia en el centro de control”. Según explica, aunque las “fibras” no sean visibles en el sistema, el barco nodriza sí lo es, siempre y cuando mantenga su sistema satelital operativo. Así, si un barco que se sabe ha zarpado con fibras se mantiene durante mucho tiempo detenido en el borde de la reserva, podría encender las alarmas.
Sin embargo, el área marina es grande y controlar que haya cero ingresos, sobre todo cuando de barcos fantasma se trata, es prácticamente imposible. La última captura tuvo lugar en 2019, aunque en aquella oportunidad fueron cinco embarcaciones peruanas que yacen hoy ancladas en el mar frente a Santa Cruz.
Para Eliecer Cruz obligar a que todas las embarcaciones tengan un sistema satelital, incluyendo las fibras, contribuiría a tener un mejor control de lo que ocurre en los límites de la reserva. No obstante, Rueda asegura que el Parque Nacional Galápagos pretende adquirir una nueva tecnología canadiense que permite detectar barcos que tienen apagados sus dispositivos satelitales. ¿Cómo? “Los barcos en la noche prenden las luces y esas luces son detectadas por un satélite”, explica el Rueda.
Pero más allá de toda nueva tecnología, para el exdirector del parque una solución contundente vendría de la mano con la ampliación de la reserva marina que diferentes organizaciones científicas y ciudadanas han venido impulsando. “Si hay ciertas zonas de pesca que están muy cercanas al borde de la reserva, entonces les queda relativamente cerca lanzar sus fibras y arriesgarse a ir a pescar a esa zona”, dice el biólogo. Un nuevo límite más alejado de la zona donde se concentran los peces desincentivará, en su opinión, los ingresos ilegales al convertirse la osadía de cruzar el límite en un viaje más largo y con mayores riesgos de ser descubiertos.
* Imagen principal: Michelle Carrere.
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