- El científico argentino habla sobre sus investigaciones en sociobiología y filosofía de la conservación, donde su gran interés es estudiar cómo el ser humano actúa cuando se pregunta: ¿esto está bien o está mal?
- Claudio Campagna impulsó la creación de las áreas marinas protegidas Yagane y Banco Burdwood. Desde su perspectiva, ningún área debe permitir la pesca.
Mientras estudiaba medicina, Claudio Campagna pasaba sus vacaciones observando lobos marinos. Para ello, viajaba desde Buenos Aires hasta Punta Norte y la Península de Valdés, en Argentina, donde se dio cuenta que realmente le interesaba el comportamiento de los animales. Después de eso se dedicó a investigar no solo a los lobos marinos sino también a los elefantes marinos.
Con el tiempo, empezó a liderar proyectos de conservación. Así nacieron dos áreas protegidas marinas en Argentina, un trabajo que “ha sido de equipo”, dice.
Ahora está concentrado en la filosofía de la conservación y en ver cómo actúan las personas cuando se preguntan si algo está bien o mal. Para eso cree que lo más importante no es saber de ciencia, sino desarrollar determinados valores como la solidaridad. Por eso, cuando le preguntamos si cree que la película Don’t look up refleja lo que somos como sociedad nos dice que “está completamente de acuerdo con el filme”.
Campagna es director del Programa Marino de la Wildlife Conservation Society Argentina desde donde continúa sus investigaciones en la Península Valdés.
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¿Cómo empezó su labor como científico?
En realidad soy médico, estudié en la Universidad de Buenos Aires y, mientras estudiaba, empecé a leer los trabajos de los primeros investigadores del comportamiento animal de una manera naturalista, no dentro de la psicología experimental, sino dentro de la historia natural. Empecé a leer, a investigar y hacer observaciones del comportamiento de los animales por mi cuenta. Viajaba a la Patagonia y observaba a los lobos marinos. Así empecé a encontrar algunas dificultades de interpretación entre lo que leía y lo que observaba, hasta que por casualidad me encontré con un libro muy influyente que se llama ‘Sociobiología’, cuyo autor es Edward O. Wilson, que acaba de fallecer. Cuando leí ese libro me di cuenta que había una diferencia importante entre la manera como algunos etólogos, como Konrad Lorenz, interpretaban la selección natural y cómo lo hacían los sociobiólogos. Lo que yo observaba era más compatible con la corriente sociobiológica. En ese momento Tim Clutton-Brock trabajaba con ciervos en la universidad de Cambridge, Inglaterra, y me presenté para hacer un doctorado con él, pero en el ínterin ocurrió la guerra de Las Malvinas y yo tenía una beca del Estado argentino para hacer ese doctorado en Inglaterra. Y la perdí.
¿Entonces qué hizo?
Busqué a otra persona, en Estados Unidos, y encontré un equivalente, de hecho eran amigos, Bernardo Le Boeuf, quien fue mi director de tesis. Yo era médico, pero hice un doctorado en Biología. En ese momento estaba trabajando el tema de infanticidio en animales, ese tipo de temas que a los sociobiólogos les interesaba.
¿Por qué se interesó tanto en el comportamiento de los animales?
En realidad me interesaba la Psiquiatría y me presenté a la residencia de Neurología porque las corrientes psiquiátricas, en ese momento, eran muy jóvenes y fundamentalmente basadas en el uso de fármacos. A mí me interesaba el comportamiento humano y las patologías de este comportamiento. Konrad Lorenz había escrito el libro ‘Sobre la agresión’. Y hay muchas cualidades del comportamiento humano psiquiátrico y no psiquiátrico que tienen que ver con la agresión. Yo veía una relación entre la agresión en la naturaleza y en el ser humano, porque mi perspectiva era evolutiva. En ese aspecto estaba bastante solo, en Medicina nadie sabe sobre teoría evolutiva y me interesó la Sociobiología porque era la aplicación de esa teoría del comportamiento.
Y bueno, me interesaba ver a los lobos marinos porque los veía durante el período reproductivo y había una gran agresividad. Era lo que los etólogos llamaban ritualización, comportamientos agresivos entre los machos, pero la mayor parte de las agresiones son amenazas, como que el animal mantiene la distancia, el lugar, su territorio, sus hembras, pero intenta que el contacto sea el último recurso. Era interesante desde la perspectiva de la teoría, de lo que en ese momento estaba en auge, que estos animales tuvieran una manera de resolver sus disputas sin ir, entre comillas, a la acción. También veía otras formas de agresión, por ejemplo los ataques de machos jóvenes a los machos adultos. Este es un sistema jerárquico, entonces los machos grandes mantienen a los más jóvenes distantes de las hembras. Los jóvenes se agrupan en bandas para atacar a los adultos.
Usted también ha investigado a elefantes marinos…
Sí, porque mi director de tesis era un experto en el comportamiento de los elefantes marinos. Así como yo empecé con los lobos, él, en los años 50 y 60, empezó con los elefantes marinos. Aquí, en la Península Valdés, hay una población de elefantes marinos de una especie del sur que nadie estaba estudiando desde lo comportamental, entonces lo empecé a hacer yo. Por unos años trabajé con lobos y elefantes, pero no podía hacer ambas cosas. Entonces me fui yendo hacia los elefantes marinos, porque uno se puede aproximar mejor, se pueden marcar. Los lobos marinos son más complejos, con un sistema social mucho más interesante, pero más difíciles de seguir como individuos.
¿Qué otras especies marinas ha investigado?
He trabajado poco con otras especies porque mi objetivo nunca fue trabajar con una especie en particular, sino con algunos temas de comportamiento. Trabajé con lobos porque era un buen modelo para el tema de la agresión y con elefantes marinos porque son un buen modelo para la disparidad en el éxito reproductivo entre individuos. Esos dos modelos tenían cualidades de la historia natural a los que valía la pena dedicarles tiempo.
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Los problemas en el mar
¿Qué problemas encontró en las especies marinas mientras hacía sus investigaciones?
Trabajando con elefantes marinos empecé a ver que una pequeña cantidad de animales tenía como aros de nylon alrededor del cuello que les deformaba el cuerpo directamente. El cuerpo seguía creciendo pero el nylon no se destruye nunca, entonces le va cortando el cuello y le va impidiendo el movimiento. Es una muerte desagradable, lenta, dolorosa. Empecé a ver mucho de eso y me di cuenta que estaba relacionado con la forma de pescar. Después vi animales llenos de anzuelos. Entonces me empecé a dar cuenta de que había determinadas acciones del ser humano que causaban ese tipo de impacto a una cantidad pequeña de animales, pero que era inaceptable. No importa la cantidad, hay cosas que no pueden ocurrir. Y ese es un juicio ético. En la pesquería nadie le hubiera dado importancia porque son unos pocos animales y no vamos a perder una pesca por esto. Pero yo no puedo pensar así, creo que sí se tiene que parar la pesca.
¿Qué otras acciones ha visto que afectan a la fauna y en general al mar?
Cuando trabajaba con lobos, veía en las playas una cantidad de pingüinos con petróleo en el pecho, en la espalda y una cantidad enorme de estos animales muertos en las playas. Me di cuenta de que algo estaba sucediendo y alguien estaba tirando petróleo al mar porque no eran accidentes. Investigando, descubrí que eran barcos petroleros que lavaban los tanques y vertían petróleo al mar, los pingüinos quedaban cubiertos pero a nadie le importaba. Prácticamente toda forma de utilización de los recursos naturales que hace el ser humano es altamente destructiva. Había que encontrarle una solución. Como no creo que se deben sopesar costos y beneficios, la mejor solución para mí era destinar espacios del mar donde nada ocurriera, donde esta pesca no pudiera ocurrir, donde el petróleo no pudiera derramarse, donde no se pudiera hacer daño. Entonces, me dediqué a la creación de áreas protegidas, primero en la costa y después en el mar propiamente dicho.
¿Y ahora se dedica a la conservación?
Es una consecuencia de los estudios de historia natural. Cuanto más se profundiza en la historia natural de una especie, se comienza a utilizar un lenguaje muy particular, el lenguaje de la historia natural que se encuentra asociado a un sistema de valores. Cuanto más uno escribe y habla sobre lo que los animales y las plantas hacen y cómo son, uno va generando valor sobre estas plantas y animales. Comienzas a valorar la vida por lo que es. Valorar a los lobos marinos justamente por cómo manejan la agresión sin hacer análisis de valor. Nunca dices: ‘ah bueno, pero qué mal cómo se agreden’. Cuando uno estudia el comportamiento se va metiendo en la forma de vida de lo que estudia y le va poniendo valor a cada cosa que esa forma de vida hace. Uno se convierte poco a poco en su protector.
Usted es impulsor de la creación de áreas protegidas. ¿Cuáles ayudó a consolidar?
Yo fui el impulsor de la idea de área protegida oceánica acá en la región. Y en conjunto con otras personas y organizaciones no gubernamentales fundé el foro de ONG para la conservación del mar Patagónico y desarrollamos un trabajo que se llama Faros del Foro, que son grandes áreas costero-marinas que se necesitan proteger en Chile, en Uruguay, en el sur de Brasil y en Argentina, para que se asegure que muchas especies tengan un lugar para vivir donde no sean interrumpidos por la actividad humana. Identificamos como 20 áreas, pero no todas son viables. Yo promoví la creación de tres, de las cuales dos se declararon y una está en proceso de negociación. Lo que quiero que quede claro es que si bien yo fui ideólogo de la situación, haber logrado estos parques es un trabajo conjunto.
¿Dónde están ubicados esos parques?
Hay uno que se llama Área Marina Protegida Yaganes, que es el nombre de una cultura en Tierra del Fuego, y el otro se llama Banco Burdwood, que es como una plataforma sumergida de poca profundidad, rodeada de mar profundo. Yaganes es un área de mar frío al sur de Tierra del Fuego que es colindante a un área parecida en Chile, por eso nos interesaba, en conjunto es un gran espacio con una buena proporción de agua, donde no hay pesca. Desde mi perspectiva, un área marina protegida no debe tener pesca.
Actualmente hay un debate y reclamos en Argentina por grandes proyectos de explotación petrolera, ¿qué está pasando?
Creo que en este momento, en que el mundo reconoce que no hay futuro, buscar el futuro económico de un país en el desarrollo de combustibles fósiles es una inmoralidad, que no comete solo Argentina, sino que cometen muchos. Los mayores inmorales se encuentran en países petroleros como Estados Unidos, Rusia, Noruega y parte de Los Emiratos. Esos son los mayores inmorales del mundo, que están acompañados por los que consumen ese producto, China en primer lugar y el resto del mundo que ayuda también. Argentina es un país que se basa en destruir sus recursos para ofrecer muy poco a su gente.
Está fallando la manera de organizar a la humanidad, no solo la humanidad se encuentra expandiéndose de manera irrazonable, sino que, además, no tiene una estructura política, ni social, ni económica para organizarse de manera sostenible.
Filosofía para la conservación
¿Qué investigaciones adelanta actualmente?
Ya terminé mi trabajo, digamos, desde una práctica conservacionista de intervención en lo que respecta a objetivos prácticos: educar, obtener un área protegida, mejorar un plan de manejo y cambiar una ley. Eso lo hice durante 40 años, ahora lo que me interesa es la filosofía de la conservación. Básicamente, lo que está fallando es que estamos estructurados bajo una ecología, una dinámica de población, una economía y un sistema de valores que están promovidos con determinadas formas de expresión y maneras de hablar que nos están llevando a no comprender bien de qué se trata. Si pusiéramos en perspectiva las cosas no estaríamos desesperados por la pandemia, sino por el cambio climático o por las dos cosas, pero pondríamos más esfuerzo en el cambio climático.
¿Y en sí, qué es la filosofía de la conservación?
Es una filosofía del lenguaje que tiene que ver con cómo se hace un juicio de valor, cómo el ser humano actúa cuando se pregunta: ¿esto está bien o está mal? Y la respuesta depende de los criterios que utilice para medir si está bien o está mal. En general son criterios económicos, entonces bien significa dar empleo, mal significa no tenerlo. Si se genera empleo en la explotación de combustibles fósiles, se genera más cambio climático. Entonces, así estás utilizando un lenguaje evaluativo de lo que está bien o está mal, que no se aplica al cambio climático. El ser humano no se da cuenta porque utiliza el lenguaje sin pensar en qué criterios está sosteniendo lo que dice y eso incluye a los conservacionistas. Mi trabajo en el futuro es, entre comillas, enseñar una manera de hablar sobre la conservación.
¿Usted cree que los humanos no estamos haciendo caso a la ciencia?
Si los valores son correctos no se necesita la ciencia. ¿Usted cree que porque está informada de cómo ocurre la fotosíntesis va a ser una persona con más virtudes en la vida? No, y le puedo asegurar que no lo va ser de ninguna manera porque no tiene ninguna conexión una cosa con la otra. Usted va a ser una mejor persona, más virtuosa, le va a interesar lo que le pasa a los otros como forma de vida si, por ejemplo, usted tiene los valores que le permiten decir: ‘bueno, para mí es importante que esta planta esté viva’. Luego, si se entera que las plantas fotosintetizan, encuentra más razón para decir: ‘¡qué bueno que la planta esté viva!’ Nosotros sabemos exactamente cómo se transmite el coronavirus, pero hay una proporción de la población que no le importa y lo sigue transmitiendo. Hay personas que por no prestar atención contagiaron a familiares ancianos y terminaron muertos. Entonces, la información científica cayó en un individuo falto de virtudes.
¿Y cuáles son estas virtudes?
Bueno, por ejemplo, la empatía, la compasión, el sentido de la responsabilidad, la apreciación de la vida fuera de uno mismo, fuera de la vida humana. Son virtudes fundamentales que permiten vivir y dejar vivir.
Varias de las cosas sobre las que hemos conversado se presentan en ‘Don’t look up’ ¿Qué piensa de la película?
El director de esta película, y DiCaprio detrás y yo, coincidimos en el 100 % de lo que se muestra en la película. Yo creo que hay un solo punto de error y es cuando nada funciona y la presidenta de los Estados Unidos se refugia e invita al científico a formar parte de los refugiados. Nunca hubiera hecho eso, porque el científico ya no le sirve más. Desde el egoísmo y el egocentrismo que caracterizó a la figura de la presidenta de los Estados Unidos no hay lugar para la empatía. Esa invitación fue empática y esa persona no lo es. De haber sido empática hubiera entendido inmediatamente el problema de la humanidad. Entre la falta de virtudes de esa persona se encontraba la falta de empatía, por lo tanto, esa acción requiere una virtud que esa persona no tenía. El resto de la película me parece perfecto y también la solución: ante la destrucción total, el ser humano se une con su familia, con sus amigos a celebrar socialmente el existir como tal y terminar la existencia juntos. Eso es perfecto, así va ocurrir creo yo.
Imagen principal: Claudio Campagna y un elefante marino. Foto: Jim Large.
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