- El municipio de Villa del Carbón, en el centro de México, pasó de producir carbón en la época colonial a tener una comunidad y ejido forestal que ha logrado remover en tres años 260 mil toneladas de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera.
- Las más de 10 mil hectáreas de bosque templado de la comunidad y ejido de San Jerónimo Zacapexco, en Villa del Carbón, capturan dióxido de carbono que desde 2018 se vende en forma de créditos de compensaciones a empresas extranjeras para compensar sus emisiones, obteniendo a cambio beneficios económicos y sociales.
Los antiguos indígenas otomíes que habitaban al norte del Estado de México jamás habrían imaginado que sus descendientes dejarían la extracción de carbón para dedicarse a hacer todo lo contrario: ser captadores de dióxido de carbono. Hubiera parecido impensable, sobre todo cuando este combustible le dio nombre a su municipio y durante los tiempos de la colonia les significó una importante fuente de ingresos al venderlo a minas de Zacatecas y Aguascalientes.
Hoy, la comunidad forestal de Jerónimo Zacapexco, en el municipio de Villa del Carbón, ya no vende los restos carbonizados de sus árboles. En solo tres años, a sus habitantes les ha sido más rentable conservar sus bosques para almacenar 260 mil toneladas de dióxido de carbono (CO2), y con ello han obtenido mejoras sociales y ambientales, a la vez que contribuyen a mitigar el cambio climático.
“Antes aquí era una zona carbonífera y ahora quitamos el carbono de la atmósfera gracias a los árboles que tenemos”, dice con orgullo José Luis Frías, comisariado de San Jerónimo Zacapexco, comunidad forestal ubicada a tan sólo dos horas de la Ciudad de México.
Desde la oficina de bienes comunales de San Jerónimo Zacapexco, donde atiende la visita de comuneros, José Luis Frías cuenta cómo es que desde 2018 conservan 10 mil hectáreas de árboles mediante un esquema de créditos de compensaciones de carbono, conocidos también como bonos de carbono: “Como comunidad cuidamos nuestros bosques desde que los medimos y reforestamos, hasta que producimos madera con ellos. Los créditos representan la captación de dióxido de carbono, la producción de oxígeno con nuestros bosques, y a través de una organización no lucrativa de California los vendemos a empresas extranjeras que buscan compensar su contaminación”.
El comisariado indica que si bien desde hace años ya cuidaban y hacían manejo forestal sustentable en sus más de 10 mil hectáreas de bosque templado, el esquema de créditos de compensaciones de carbono ha contribuido a beneficiar, en forma directa, a familias de 1092 comuneros y a tener mejoras económicas y sociales para la comunidad. Por ejemplo, con los recursos que han obtenido por la venta de créditos instalaron alrededor de cinco kilómetros de tubería para agua potable, además de emplear a comuneros que realizan las labores de monitoreo y conservación de los bosques.
Para que el proyecto cumpla con los 30 años de duración que se estableció con la organización no lucrativa que les ayuda a vender los créditos a empresas internacionales, la comunidad forestal tiene que demostrar cada cinco años cuál ha sido el avance de la captura de carbono en los bosques.
Además, los habitantes deben garantizar que su zona forestal se mantenga lo más saludable posible, para ello deben evitar y atender amenazas como la plaga del descortezador —pequeño escarabajo que vive y se alimenta debajo de la cortezas de los árboles, los debilita y causa su muerte— y a la tala ilegal, de la que no están exentos.
El carbono que almacenan los bosques
Para llegar a Villa del Carbón hay que atravesar montes, arroyos, pequeñas comunidades y transitar por una carretera de un solo sentido. Cuando se llega a la comunidad de San Jerónimo Zacapexco, es notorio que el clima es más fresco y el aire más limpio que el de la Ciudad de México, a 37 kilómetros hacia el sureste.
Los bosques de pino teocote, encino, cedro y oyamel de este municipio mexiquense producen el oxígeno que respiramos a cambio de almacenar o secuestrar dióxido de carbono de la atmósfera. Este proceso comienza con la fotosíntesis que realizan las plantas y algas, pero en el caso de los árboles es mayor la cantidad de CO2 que almacenan en la madera, explica Alberto Ramírez, coordinador de carbono forestal de World Resources Institute en México (WRI) y técnico asesor para este proyecto de captura de carbono.
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San Jerónimo Zacapexco se divide territorialmente en el ejido y la comunidad de origen indígena otomí. Esta última es el hogar de Ernesto González, comunero de 44 años que ha apoyado en el monitoreo y registro de las características de los árboles que son parte del esquema de créditos de compensación de carbono en su comunidad.
“Tenemos que checar el diámetro, la altura, la especie de árbol y lo cuantificamos; después monitoreamos los árboles para ver el crecimiento que tiene anualmente, porque eso es lo que se captura de carbón”, explica Ernesto González, antes de hacer el recorrido hacia uno de los sitios del bosque donde realizan las actividades de conservación.
La venta de créditos de compensación
Los 1092 ejidatarios y comuneros, como Ernesto González, son dueños de las 10 mil hectáreas de bosques que han almacenado casi 260 mil toneladas de dióxido de carbono en los tres años de vida del proyecto. Esas toneladas las venden o comercializan en forma de créditos a través de la organización no lucrativa de California, Estados Unidos, que los ofrece a empresas extranjeras, entre ellas a una aerolínea estadounidense que los compra para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) —ya sea dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, ozono o vapor de agua— que dan lugar al cambio climático.
Para vender esos créditos, tanto el ejido como la comunidad de San Jerónimo Zacapexco han cumplido con los requerimientos del protocolo de la Reserva de Acción Climática (CAR, por sus siglas en inglés), uno de los registros de compensaciones más usados en la región de América del Norte, y válido para el mercado de carbono voluntario, ya que exige la verificación de los proyectos por parte de expertos independientes.
El primer paso, explica Alberto Ramírez, de WRI México, fue realizar en la comunidad una consulta previa, libre e informada de la aceptación de este proyecto a través de asambleas. Una vez que se aprobó, se estableció el 2018 como la fecha de inicio de operaciones ante la CAR.
Siguió la cuantificación del dióxido de carbono que remueven sus bosques. Para ello se dividió el territorio ejidal y comunal en puntos de muestreo —cada uno representa una hectárea de bosque—, donde los técnicos comunitarios acudieron para hacer un inventario de las características del arbolado (diámetro, altura, especie, si tiene defectos o está muerto). Esa información se procesó para estimar la cantidad de biomasa que hay en el bosque y el almacenamiento de carbono que efectúa a partir del inicio del proyecto.
“Con los métodos matemáticos hacemos aproximaciones confiables, transparentes y verificables, así le brindamos a cualquier comprador del mundo la certeza de que estos créditos forestales vienen de una base científica y estandarizada”, menciona Alberto Ramírez.
Cuando se obtuvieron las remociones de carbono, el protocolo de la CAR estimó el equivalente en créditos de compensaciones. Y, finalmente, los comuneros de San Jerónimo Zacapexco y la organización no lucrativa intermediaria acordaron el precio de esos créditos, de tal forma que cada uno de ellos representa una tonelada de dióxido de carbono equivalente (CO2e) removida de la atmósfera —el CO2e es una medida para cuantificar el poder calorífico del dióxido de carbono y los demás GEI; aunque los árboles solo absorben dióxido de carbono.
“Las empresas están interesadas en proyectos que no solo capturen carbono sino que lleven beneficios a la comunidad, como pasa con San Jerónimo Zacapexco”, señala Dee Lawrence, cofundadora y codirectora de Cool Effect, organización no lucrativa con base en California, Estados Unidos, que vincula a comunidades forestales con las compañías compradoras de créditos de compensación.
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Esas compañías buscan cumplir con su responsabilidad ambiental —plantea Dee Lawrence— y el hecho de que acepten que tienen emisiones y las compensen de alguna manera es mejor a que no actúen.
El proyecto en San Jerónimo Zacapexco es válido por 30 años, a partir de 2018, señala el representante de WRI México, quien añade que el primer periodo de verificación fue en 2019 y en 2020 se emitieron los primeros créditos de compensación.
Durante todo el proceso, se obtuvieron recursos y acompañamiento de la Protectora de Bosques del Estado de México (Probosque) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Resultados ambientales y sociales
El comunero Ernesto González, junto con el excomisariado Alejandro Peralta, acompañan al equipo de Mongabay Latam a Presa del Llano, conocido parque ecoturístico de la comunidad de San Jerónimo Zacapexco, cuyos pinos patula, cedros y oyameles entran en los créditos de compensaciones. El centro es administrado por los bienes comunales. Con sus 10 hectáreas de superficie, esta zona forestal no solo aporta captura de carbono y aire limpio, sino también recreación y sustento económico para los comuneros y sus familias.
Mientras muestra el parque, Ernesto González señala las zonas donde se realizan las actividades turísticas: dentro del lago —inicialmente creado para abastecer los sistemas de riego agrícola de la región— los visitantes pueden rentar lanchas o hacer pesca sostenible de truchas; alrededor del bosque se hacen paseos a caballo e incluso viajes en tirolesa.
Una parte de los bosques de Villa del Carbón se localiza en el Área Natural Protegida Parque Otomí Mexica, que limita al norte con el estado de Hidalgo, y al sur con la Ciudad de México y Morelos. En el mapa se ve como una gran mancha verde. Alberto Ramírez dice que “la importancia de estos bosques es que abastecen de agua al monstruo de la capital”. Aunque actualmente no tienen cifras de la recarga de acuíferos, es algo que planean echar a andar.
San Jerónimo Zacapexco se dedica principalmente al manejo forestal desde finales de 1990, pues de los bosques se ganan el sustento. “Tenemos que hacerle trabajos al bosque: crear brechas cortafuego para detener incendios forestales, chaponeos [poda de árboles], reforestaciones cuando sea necesario, y dejar uno a dos años de descanso para ver la regeneración natural”, explica Ernesto González.
Cuentan con un programa de manejo (desde 2015 para la comunidad y 2017 para el ejido) que les permite extraer los árboles destinados para el aprovechamiento maderable, así como aquellos que tienen algún desperfecto, ya sea que estén chuecos o que hayan sufrido el impacto de un rayo o la infestación de una plaga, como la del descortezador que actualmente impacta a cerca del 80 % de los ejemplares de la parte baja del área y que, según indican los comuneros, ha aumentado a causa del cambio climático.
Como parte de la cadena de custodia de los bosques, a la que se refiere el comisariado, los troncos extraídos son trasladados al aserradero El Cerrito, propiedad de los bienes comunales, ubicado cerca de Presa del Llano. Ahí se procesan los troncos para crear productos maderables como tablas, polines, barrotes o vigas.
“Nosotros como aserradero cuidamos la flora y fauna de nuestro ecosistema y hacemos la parte social también: creamos conciencia para evitar la tala ilegal, manejamos campañas de reforestación, así como extraemos de acuerdo al plan de manejo, no nada más es tirar por tirar árboles, es hacerlo de acuerdo a un estudio previo, son árboles que ya terminaron su ciclo de vida”, menciona Emilio González, comunero y coordinador operativo de El Cerrito.
Por este manejo sostenible, los bosques mantienen una certificación del Consejo de Administración Forestal (FSC, por sus siglas en inglés) —organización no gubernamental de acreditación y certificación forestal con sede en Alemania—, la cual demuestra que se sigue cumpliendo con estándares internacionales del mercado, “representa tener los bosques en un nivel muy alto de manejo y conservación”, explica el comunero José Luis Frías.
Entre los aspectos que la empresa intermediaria consideró para elegir invertir en los créditos de compensación de San Jerónimo Zacapexco fue la diversidad de beneficios sociales que la comunidad ha obtenido de la conservación de sus bosques. Uno de ellos —el más destacado por el comisariado— es la instalación de tubería para abastecer de agua potable a ocho comunidades. A esto se suma la mejora de escuelas y caminos, que al final favorece no solo a las familias de 1092 comuneros, sino a la población en general que puede tener un mejor camino para transportarse, sostiene el comisariado.
“Ha sido de mucho beneficio obtener este proyecto tanto para la comunidad, como para los vecinos y para el bosque”, asegura Ernesto González.
Por las oportunidades que han traído los bosques a Villa del Carbón, los comuneros y ejidatarios tienen claro que su labor ya no podría ser la que sus antepasados producían en los tiempos de la colonia, sino dedicarse a lo opuesto: “Antes —dice José Luis Frías— hacíamos carbón, ahora vendemos el oxígeno que producen los árboles con la captación del carbono y a cambio obtenemos el beneficio económico y social”.
* Imagen principal: Bosques en el municipio de Villa del Carbón, Estado de México. Foto: cortesía San Jerónimo Zacapexco.
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