- Los pobladores indígenas achuar que viven en José Olaya conviven con sitios impactados por la actividad petrolera situados dentro y alrededor de su territorio donde se han detectado metales tóxicos como cadmio, arsénico y plomo, según informes de la autoridad ambiental.
- Mongabay Latam llegó a cuatro zonas: Shiviyaku, Forestal, Huayuri y Teniente López donde hay tuberías, charcos de petróleo, barriles con posibles contaminantes, quebradas y plantas manchadas con crudo.
- En José Olaya, según la autoridad ambiental, existen ocho de los 171 “sitios impactados” petroleros que ha contabilizado el Estado peruano hasta la fecha. Además, existen 3170 pasivos ambientales petroleros en el resto del país.
Los comuneros achuar de José Olaya se cansaron de ver cómo el petróleo avanzaba por las quebradas mientras esperaban la llegada de las autoridades. Por eso decidieron limpiar ellos mismos los derrames de crudo en su territorio, le dicen a los periodistas que han llegado a la comunidad tras navegar a través del río Corrientes, en la región Loreto, en la Amazonía norte de Perú. Una de las primeras veces que limpiaron la zona —recuerdan con claridad—, lo hicieron sin equipo de protección alguna. Levantaron una ruma con la tierra manchada por petróleo y luego la metieron en bolsas de polietileno que encontraron abandonadas en los yacimientos de la empresa Frontera Energy. Pero cuando pensaban que el trabajo estaba terminado, sufrieron un revés. Una lluvia intensa, típica de los bosques tropicales, terminó rompiendo las bolsas y dibujando un paisaje apocalíptico, con charcos negros esparcidos alrededor de los pozos petroleros.
Son tres las zonas que lucen más dañadas hoy —producto de cinco décadas de actividad petrolera en el área— y están a solo 20 minutos de la comunidad, cerca a la quebrada Huayuri, en lugares donde los animales silvestres que los achuar consumen, como el venado y el añuje, llegan a beber agua.
“Quiero una vida mejor para mis hijos. Queremos vivir tranquilos sin contaminación como cualquier persona. Queremos que el Estado cambie esas tuberías, porque siempre se cae el petróleo y eso se acumula”, dice José Chuje, comunero achuar de José Olaya.

Según Aurelio Pignola, Apu de la comunidad José Olaya, más de 600 pobladores indígenas que viven a orillas del río Corrientes, en el distrito amazónico de Trompeteros, no pensaron que la riqueza petrolera de sus tierras se convertiría en una maldición. Aún cuando ya no se extrae crudo en la zona y el Lote 192 (ex 1AB) ha vuelto a manos de la empresa estatal Petroperú, que ha firmado contrato con la empresa Altamesa Energy Canadá S.A.C., los habitantes de José Olaya señalan que los problemas continúan y están presentes en seis comunidades más de la cuenca.
El yacimiento empezó a explotarse en 1971 con la petrolera Occidental Petroleum Corporation – OXY, luego en 1999 le tomó la posta Pluspetrol Norte que se quedó hasta el 2015 y, finalmente, Frontera Energy asumió la operación entre el 2016 y el 2021. ¿Qué problemas se han reportado en todos esos años?
Según la lista brindada por el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (Oefa), en territorio de la comunidad de José Olaya hay ocho lugares afectados por las operaciones petroleras, denominados por el Estado peruano como “sitios impactados” por hidrocarburos debido a la magnitud del daño causado. ¿Cuánto se tendría que gastar para remediar cada uno de los puntos? Según Flor Blanco, gerenta del programa de pasivos ambientales de Profonanpe, requiere de una inversión aproximada de 10 millones de soles (2.66 millones de dólares), dependiendo del tamaño de la afectación.
De hecho, la base de datos construida para este especial, a partir de información oficial solicitada al Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), al Ministerio de Energía y Minas (Minem) y Profonanpe, nos ha permitido establecer que sólo la región amazónica de Loreto, donde está ubicado el Lote 192, ha acumulado, en los últimos 50 años, 14 pasivos ambientales y 171 “sitios impactados”. Además, existen 3170 pasivos ambientales petroleros en el resto del país. Sin embargo, el Estado no ha determinado a ningún responsable de estos daños hasta la fecha.
En la comunidad achuar de José Olaya las heridas dejadas por el petróleo aparecen por todos lados. “Todas las operadoras han abandonado la zona. Frontera Energy fue el último operador del Lote 192 y finalmente se retiró de la concesión el 2020. Al no haber una empresa responsable del lote, no hay quien asuma actualmente la remediación de las zonas afectadas por derrames de petróleo”, explica Aymara León, especialista del Observatorio Petrolero de la Amazonía Norte, más conocido como PUINAMUDT.
¿Cómo se vive cercado por charcos de petróleo y con temor de contaminarse al pescar o beber agua de los ríos? ¿Cuál es la respuesta del Estado frente a la falta de remediación?
Sobrevivir en una tierra manchada de petróleo
“No es bueno para nosotros estar en una zona petrolera porque la empresa se beneficia, el Estado se beneficia y a nosotros nos toca la contaminación. Alguna vez que la empresa nos ha apoyado, no ha sido de buena fe, siempre ha sido por presión de la comunidad, haciendo paro, reclamando”, dice Aurelio Pignola, Apu de la comunidad José Olaya.

Solo hay dos formas de llegar a José Olaya: por río y por avioneta. La mayoría de alimentos que se consumen en la comunidad, situada muy cerca de la frontera de Perú y Ecuador, son traídos por esas rutas y eso hace que el costo de vida sea muy alto. Una botella de agua puede costar hasta 5 soles (USD 1.3) y el kilogramo de pollo alrededor de 18 soles (USD 4.7). Antes tenían luz, pero desde que la petrolera se marchó de la zona, las noches se iluminan con generadores eléctricos que emplean gasolina o petróleo. La comunidad asegura que Petroperú —empresa estatal a cargo del lote— decidió cortarles el servicio hace un año, cuando dejó de operar la empresa, y que reanudó el servicio de energía más tarde aunque de forma intermitente.
Sin luz eléctrica y con escasas provisiones, además de una posta de salud en malas condiciones, donde apenas se puede encontrar pastillas básicas como paracetamol e ibuprofeno, como notaron los reporteros de Mongabay Latam que llegaron a la zona, los pobladores indígenas achuar se sienten a la deriva. Para obtener ingresos ofrecen servicios de alojamiento o alimentación a los pocos ingenieros o funcionarios del Estado que llegan de visita al Lote 192. El agua que consumen proviene de la quebrada Corrientes, ubicada a cinco minutos de la comunidad, y tienen que pasarla por un filtro purificador que cada cierto tiempo se avería. Su salud depende del azar.